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¿Somos salvos por las obras, por la gracia y las obras, o somos salvos únicamente por la gracia divina?

  • Fecha de publicación: Sábado, 16 Octubre 2021, 19:40 horas

En un programa que tenemos en Radio América, Respuesta Bíblica, donde el oyente tiene la oportunidad de expresar sus dudas, argumentos e interrogantes, es fácil detectar que la pregunta (duda) más frecuente es si la salvación es por gracia o no.  En otras palabras, lo que parece estar en juego es la doctrina de la GRACIA DIVINA.  ¿Por qué?  Esta confusión no es únicamente debido a algunos textos bíblicos, sino que detrás de las dudas está el enemigo mayor de la salvación del pecador.  Puesto que fuera de la salvación por gracia no es posible llegar al perdón divino y la vida eterna, Satanás ha hecho esfuerzos increíbles para confundir al mayor número de personas.  Tan lejos ha llegado este esfuerzo de nuestro enemigo común, que incluso logró convencer a ciertos “estudiosos de la Biblia y... destacados teólogos”, para decir abiertamente que si un cristiano comete ciertos pecados, perderá la salvación.  ¡Que Dios tenga compasión de quienes son capaces, como en este caso, de dejar impresa esta herejía justo al pie de Efesios 2:8, 9, que dice: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe!”

Debemos formularnos esta interrogante: ¿Somos salvos por las obras, por la gracia y las obras, o somos salvos únicamente por la gracia divina?

Sin duda el texto más difícil para muchos cristianos que desearían nunca dudar de la salvación por la gracia, es el de Santiago 2:14-26: Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.  Y si a esto agregamos los “dichos” de algún “padre de la iglesia”, ciertamente aquí tenemos una “salvación compartida”: Parte la hace el Señor y parte el pobre pecador.  Parte hace la gracia, pero ésta debe ser confirmada por las obras, de lo contrario, aquí va el dicho de algún sabio antiguo: «La salvación es por la fe sola (de parte del pecador), pero la fe salvadora no viene sola».  ¡Qué declaración sabia es esta!  Es exactamente lo mismo que decir: «Somos salvos por medio de la fe en Cristo, quien con su obra, al morir por nuestros pecados, perfecciona la salvación de todo aquel que cree en él.  Pero esta fe tiene que tener obras también, para probar que la obra de Cristo es válida».  Es decir, que usted puede creer que es salvo porque el Señor le salvó cuando creyó en él, pero pasando el tiempo, si usted no da frutos de que su fe fue valedera, es cierta prueba de que no fue salvo.  Es como un documento que no ha sido firmado por la persona autorizada para que tenga vigencia y sea aceptado en los trámites que haga.

El texto predilecto de los que enseñan la salvación por la fe y las obras, es Mateo 7:17-20: Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”.  Si usted no lee desde el versículo 15, bien podría confundirse pensando que la conducta del salvo debe confirmar su salvación.  A esto yo lo llamo SALVACIÓN COMPARTIDA.  En otras palabras, el Señor salva al pecador porque la salvación es por gracia de Su parte y la fe de parte del pecador.  Luego de “salvo”, le dice: «Hijo, ahora para que realmente seas salvo, tienes que producir frutos de salvo.  Si no los tienes, entonces esto significará que la salvación que acabo de concederte no tiene ningún valor».  Supongamos que el “recién salvo” le pregunta al Señor: «¿Podrías decirme Señor, cuáles son esos frutos que puedan ‘remachar’ mi salvación?  No me gustaría creer que soy salvo sin serlo».El Señor le contesta: «Escúchame mi querido ‘casi hijo/a’, busca alguna de tantas iglesias y allí te dirán cuáles son esos frutos».  Entonces usted le dice: «¿Y acaso lo de Gálatas 5:22, 23, que dice: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”, no se me aplica?»  «No», responde el Señor, «los frutos que allí se mencionan son para los ya confirmados salvos».

Tal vez, usted diga que esto es exageración.  No, no lo es, y no estoy hablando de las iglesias que abiertamente niegan la salvación por la gracia, sino de aquellas cuyas enseñanzas son estrictamente bíblicas, salvo en lo relacionado a la verdadera gracia salvadora.

Tal vez pueda ayudarle estimado hermano.  Sé que no convenceré a los predicadores que piensan que deben asustar con el infierno a quienes, según ellos, necesitan una “reconversión” porque la primera conversión no fue verdadera, ya que no dio fruto ese... “buen árbol”.  Si quiere entender lo de Santiago 2:14-26 cuídese mucho.  Si usted cree que Santiago, al hablar de la “fe muerta” habla de los no salvos, entonces su conclusión será que los que no tienen obras, no son salvos.

Santiago comienza diciendo: “Hermanos míos” (v. 14).  Es probable que él se refiera a los judíos, llamándolos “hermanos”.  En todo caso lo que sigue nos hace ver que se trata de cristianos.

¿Acaso no es cierto que la mayoría de quienes recibieron a Cristo por salvador, lucen hasta con cierto orgullo su “fe sin obras”, fe muerta?  La fe muerta les permite tener su Biblia (siempre nueva), algún texto de las Escrituras colgado de la pared en la sala de estar, concurrir con la familia cada domingo a la iglesia, cantar, orar, levantar la ofrenda, saludar con una sonrisa, etc.  ¿Y qué de la GRAN COMISIÓN?  Para estos de la fe muerta, se trata de la GRAN OMISIÓN.

En el campo de los negocios se habla de... capital muerto.  La persona puede tener gran cantidad de cierto producto, pero al no hacer algo por venderlo, es una pérdida económica.  El cristiano tiene el perdón de Dios y es salvo por la fe en Cristo mediante Su gracia, pero si no comparte esta salvación, es capital muerto.

Es por esta razón que Santiago ofrece un supuesto diálogo entre dos cristianos (v. 18): El que tiene fe viva (obras) y el que tiene fe muerta (sin obras).  Note bien que aquí la palabra clave es “muéstrame”.  Otra cosa sería si dijera «explícame».  Es muy fácil explicar la fe, pero no es lo mismo mostrarla.

Formúlese las siguientes preguntas: ¿Cuándo el pecador recibe la vida eterna?  ¡Cuando cree en Cristo!  ¿Cuándo el creyente pierde la vida eterna?  Si usted es sincero le será muy difícil contestar esta interrogante, porque si recibió la vida ETERNA ¿cuánto es esa “eternidad?”

El pecador debe hacer una doble decisión: Primero, decide recibir a Cristo como salvador para llegar a pertenecerle.  Segundo, decide vivir esa vida nueva que Él le ofrece también.  Es verdad que la santidad no es opcional para el cristiano, pero... ¿Es cierto esto en la vida práctica?  ¿Viven los cristianos la perfecta santidad?  Usted tiene la respuesta...

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