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La Gran Comisión

  • Fecha de publicación: Sábado, 23 Octubre 2021, 19:53 horas

Es cierto que lo que estamos viviendo en estos momentos, es algo único, sin precedentes en los anales de la historia, pero el Señor Jesucristo dio esta Gran Comisión para cada cristiano verdadero, y es en lo que deberíamos estar ocupados todos: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15). “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).

La santidad y justicia de Dios requiere que los pecadores estemos separados eternamente de Él.  Vernos privados por siempre de ese amor para el que fuimos creados, es estar abrasados con una sed que sólo crece cada vez más hasta hacerse insoportable.  Dios, sin embargo, libremente y por su gracia nos ofrece salvación de la más tenebrosa condenación.

“El Evangelio de Su gracia” declara que Él se hizo hombre mediante un nacimiento virginal, que este Hombre, Dios sin pecado, murió en nuestro lugar satisfaciendo su propia justicia al sufrir el castigo eterno que merecíamos nosotros, resucitando al tercer día para que todos los que creamos en Él seamos perdonados y recibamos la vida eterna como un don.  La salvación es así de simple y maravillosa y debe ser predicada en esa simplicidad.

Contrario a la creencia popular de los expertos en predicación, la homilética que se enseña en los seminarios, no ayuda, sino que obstaculiza la comunicación del Evangelio. La habilidad en la oratoria pública o la maña y técnica de los vendedores pueden ser de ayuda en una profesión secular, no con el Evangelio: “Pues... el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, [sino que] agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Co. 1:21).

El Señor Jesucristo nos ordena “predica[r] el evangelio” y “hace[r] discípulos”.  La llamada Gran Comisión dada en Marcos 16:15 y Mateo 28:18-20 aplica igualmente a todo cristiano, pasado, presente y futuro.  Ese hecho es bien claro de acuerdo con las palabras del Señor Jesucristo: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado...” (Mt. 28:20).

Los discípulos originales del Señor Jesucristo debían enseñar a sus convertidos a obedecer todos los mandamientos que les había dado, incluyendo la predicación del evangelio, instruyéndolos a acatar cada mandato.  Eso mismo es para nosotros hoy.

SUGERENCIAS PARA LOS QUE SALEN A PREDICAR

1 - Ore.  Todo lo que hace el cristiano debe hacerlo en oración.  Ore antes de salir a predicar y al regresar.
2 - Aprenda y siempre mencione el nombre de la persona a quien le testifique.
3 - Si es posible, entre a la casa.  Si no se lo permiten, igual predíquele en la entrada del hogar.
4 - Sea breve, claro y directo en el mensaje.
5 - Aprenda y presente el plan de salvación y no pierda tiempo con temas que no tienen relación con la redención.
6 - Use su Biblia o Nuevo Testamento.  Deje que la persona lea los versículos.  Siempre comience con la pregunta: «Si usted muere hoy, ¿dónde cree que irá?»  Marque su Biblia con los siguientes versículos:

a. Todos pecaron: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno... por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:10, 23).
b .La paga del pecado es muerte: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12) y “Porque la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23a).
c. Cristo pagó el precio de su pecad: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros... mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 5:8; 6:23b).
d. Usted tiene que creer y recibir a Cristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12). e. Haga una pregunta después de cada punto para asegurarse de que la persona está entendiendo.
f. Responda todo con cuidado y de la manera más breve posible.  No provoque una discusión.  No tiene que ser experto, su propósito no es darle un estudio bíblico, sino presentar el Evangelio de Salvación.
g. Si la persona recibe a Cristo, dele la seguridad de su salvación: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:13).

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:11, 12).

“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Jn. 5:10-13).

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn. 10:27, 28).

h. Cuide su aspecto personal, vista modestamente, y también cuide su higiene bucal.
i. Vayan de dos en dos.  Pero si hay oportunidad de evangelizar a alguien estando solo, igual debe predicar como lo hizo Felipe al etíope.
j. No mienta. No diga «cinco minutos solamente», si sabe que van a ser 20.
k. Si la persona está ocupada, haga cita para otro día, pero deje un folleto.  «¡Oh, la cosa más maravillosa de todas!», dijo el escritor de un himno, «¡Qué Dios me ame a mí!»  Es tan simple que un niño puede creerlo, ¡a pesar de ser tan profundo que se necesita la eternidad para comenzar a comprenderlo!

Esto se revela en la muerte de Cristo en nuestro lugar.  Sin duda todos los que hemos probado ese amor debemos sentirnos impulsados por él, para decirle a otros de la salvación disponible por la gracia de Dios.  Sólo la apreciación del amor y compasión del Creador transforma a los pecadores en santos gozosos y victoriosos, los continúa manteniendo en victoria ahora y eternamente, y es el mejor antídoto contra el miedo al coronavirus.

“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn. 3:17).

“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12).

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