La decadencia espiritual del cristianismo
- Fecha de publicación: Sábado, 04 Diciembre 2021, 23:14 horas
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«Dios es Amor, y lo es, de tal manera,
que a Su Hijo dio por mi alma redimir,
y en cruz murió para que yo tuviera
en su mansión, eterno porvenir.
Dios es Amor. Mas lo que no comprendo,
es que el mortal rechace su Bondad.
Desprecie el don de Dios, y esté escogiendo
su perdición por propia voluntad»
Estas dos estrofas, parte del poema Dios es Amor, del escritor cristiano David Nuño, son un fiel reflejo de lo que está ocurriendo ahora mismo a nuestro alrededor, ya que a pesar de las circunstancias y al momento tan crucial en que estamos viviendo, las personas rechazan el amor de Dios y se aferran a las promesas de políticos corruptos que les prometen un sin fin de cosas, entre otras: una vida mejor, paz y armonía entre los seres humanos e “igualdad” para todos.
Los verdaderos seguidores del Señor Jesucristo no somos “pobres” en ningún sentido, y no necesitamos promesas humanas, porque como creyentes nacidos de nuevo, hemos recibido todo lo necesario para vivir una vida para la gloria de Dios, tal como nos dijo el Señor Jesucristo: “... Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10b). La “vida” a que se refiere y que ha puesto a disposición de todos los creyentes, es la única que necesitamos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1:3).
Comenzó para nosotros cuando creímos por primera vez en el Evangelio, reconocimos que éramos pecadores, alejados de Dios, y condenados a pasar la eternidad separados de Él. Nuestra confesión también incluyó la aceptación de que no había nada que pudiéramos hacer para salvarnos por nosotros mismos. Que la deuda por nuestros pecados era infinita y más allá de nuestra capacidad de seres humanos finitos. Sólo Jesús, Quien es Dios eterno y perfecto, hombre sin pecado, pudo y pagó la pena eterna por nuestros pecados.
Depositar nuestra fe en Jesús es reconocer Su sacrificio inconmensurable, e implica asimismo creer que recibimos todo lo que logró por nosotros. Cuando eso ocurre, experimentamos el nuevo nacimiento y el Espíritu Santo viene a morar en nuestro ser, teniendo así acceso inmediato a todo lo que Dios ha proporcionado para nuestra vida abundante en Cristo.
Entonces... Si es así, ¿por qué tantos cristianos están actuando hoy, como paupérrimos espirituales, incluso hasta el punto de revolcarse en la basura inmunda del pecado apoyando perversiones como el aborto y la homosexualidad? Ciertamente, estamos viviendo en los días profetizados por el apóstol Pablo, cuando aquellos que profesan ser cristianos no soportan la sana doctrina: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Ti. 4:3).
La causa principal de todo, es que realmente no creen en la suficiencia de la Palabra de Dios. Hay algunos en nuestras iglesias, que aparentan estar de acuerdo con todo esto que les compartimos en nuestros mensajes, pero sólo lo hacen como una demostración externa y aparente. La Biblia debe ser suficiente para nosotros: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16, 17). ¿Qué nos dice esto? Simplemente que la Biblia es el Testamento de Dios para la humanidad.
Aunque usó a hombres, sus profetas y apóstoles, para que registraran Sus palabras, ellos escribieron lo que Él les comunicó, y no agregaron contribuciones adicionales, tal como lo declara Pablo en Gálatas 1:11, 12: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”.
Pero, ¿qué pasa si ignoramos las amonestaciones Divinas y dejamos a un lado ciertas cosas relacionadas con la vida espiritual que nos ayudarán a comportarnos como cristianos verdaderos y vivir una existencia llena del fruto del Espíritu y de cosas que agraden a Dios? ¿Qué pasa si decidimos suplir lo que nos falta con la “sabiduría humana”? ¡Eso significaría que estaríamos dependiendo de la humanidad finita, egoísta e infectada con el pecado, para tratar de completar la tarea que nuestro Dios infinito, omnisciente y perfectamente bueno y santo ya hizo! ¿No es esto acaso una herejía monstruosa? Sin embargo, eso es lo que estamos viendo hoy: a pastores que acuden a Internet, o a psicólogos en lugar de la Biblia, para recibir el consejo de expertos que tienen las explicaciones lógicas para todo lo que estamos viviendo en este momento.
El principio fundamental de la psicoterapia es que la humanidad es inherentemente buena, y cuando surgen problemas personales, es posible resolverlos a través de la terapia bajo la guía de un psicólogo o psiquiatra. Las tales terapias son subjetivas, contradictorias, ineficaces y a menudo muy destructivas. No tienen base científica. La psicoterapia, a pesar de sus extrañas prácticas terapéuticas, es simplemente hablar de cosas, que en el mejor de los casos no tienen sentido. Incluso aunque las palabras no sean directamente anticristianas, siguen siendo banales y sin sentido. Uno pensaría que los creyentes en la Biblia deberían ser capaces de reconocer los conceptos antibíblicos y alejarse de ellos. Debería ser, pero eso claramente no está sucediendo.
Una razón por la cual está pasando todo esto, es porque existe un basurero más tortuoso y altamente seductor que ha emboscado hasta los que profesan ser creyentes. Aunque no hay ningún campo de la psicoterapia reconocido como cristiano, eso no ha prevenido la aceptación del mito de la “psicología cristiana”, que ha crecido exponencialmente desde la década de 1970, y junto con su “arroyo fangoso” se ha convertido en un deslizamiento de lodo o barro espiritual.
En estos días en que la humanidad está siendo azotada con el flagelo inexorable de la pandemia de Covid 19 que se cierne sobre todo el planeta causando muerte y desolación, los “psicólogos cristianos” han inundado las iglesias con sus doctrinas antibíblicas enseñando, no sólo el amor propio y la autoestima, sino estimulando a las personas que acuden a ellos, para que disfruten la vida lo más que puedan ahora, y que hagan uso de drogas que estimulan y distorsionan la mente, y aunque nada de lo que hizo Dios es malo, hay plantas que al mezclarlas con ingredientes fabricados por el hombre, aunque causan alivio aparente terminan por destruir la razón. Tal es el uso del cannabis, la marihuana mezclada con químicos, que hoy venden en Norteamérica, pastores altamente conocidos.
Es raro, en este momento que estamos viviendo, que exista una iglesia en Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo, que no envíen a sus miembros deprimidos a consejeros profesionales, ya sean seculares o “cristianos”, para resolver sus problemas mentales, emocionales y conductuales. Si lo desea comprobar busque en Internet la página de American Association of Christian Counselors (La Asociación Americana de Consejeros Cristianos). Eso puede parecer razonable para algunos, pero debemos hacernos esta pregunta: «¿Cuál de estos problemas psicoterapéuticos no está relacionado con el pecado?» Trágicamente, muchos líderes de la iglesia, que dicen creer en la suficiencia de las Sagradas Escrituras, están entre los principales defensores de tales referencias.
A medida que los días se acercan cada vez más al regreso del Señor Jesucristo por su Iglesia, más aumenta la apostasía de los tiempos finales. Mientras esto ocurre, el cristianismo está siendo remodelado, para ajustarse a la falsa religión del Anticristo. Ya que al igual que este hombre de pecado, el “anti-cristiano” no es fiel a las Escrituras. Tenemos que tomar en serio las palabras de Jesús: “...Mirad que nadie os engañe” (Mt. 24:4b). La Palabra de Dios nos advierte dos veces en Proverbios 14:12 y 16:25: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte… Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte”.
La muerte siempre implica separación: física, cuando el alma y el espíritu se separan del cuerpo; y espiritual, cuando la persona se separa de Dios y se aleja de la Verdad de su Palabra, que es la única Verdad: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Ro. 11:33-36).