¿Y qué en cuanto a la Biblia? (IV)
- Fecha de publicación: Sábado, 26 Marzo 2022, 19:57 horas
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4. SU PRESERVACIÓN:
• Creemos en la eternidad de la Palabra de Dios. Dios la ha preservado por cientos de años, evitando su destrucción, y así mismo la preservará eternamente. La autoridad, los consejos, las enseñanzas y mandamientos de la Biblia han sido conservados intactos en el tiempo: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P. 1:23). “Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6:68). “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Ap. 14:6).
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mr. 13:31).
5. SU RELEVANCIA:
• Creemos que la Biblia es la fuente de alimento espiritual y sustento para la vida de los creyentes y para el perfeccionamiento de los mismos. Por esto todo cristiano debe tener una relación especial, particular, y profunda con la palabra de Dios; estudiándola diligentemente y compartiéndola con otros de la misma manera: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12). “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39). “Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef. 6:17).
• Creemos que la Biblia y su enseñanza es la mayor prioridad en el ministerio eclesiástico. El pastor, los diáconos y todo maestro y líder de ministerios especiales, están fuertemente comprometidos con la enseñanza correcta y diligente de la Biblia: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 P. 4:11). “Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo” (2 Co. 2:17).
• La Biblia ha de enseñarse toda. Es deber de todo cristiano velar para que cada pasaje y capítulo de la Biblia estén siendo continuamente enseñados a toda la iglesia y así mismo practicada: “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Co. 4:2). “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Co. 5:19). “Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros” (2 Ts. 3:1).
6. SU PROFUNDIDAD:
• Creemos que la Biblia limita su profundidad, de manera que solo puede ser comprendida, en una manera plena, por creyentes que se encuentren llenos del Espíritu Santo. El hombre natural no percibe las cosas espirituales de la Palabra de Dios a menos que se arrepienta y camine en dependencia del Espíritu Santo: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co 2:12-14). “Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan” (Lc. 8:10).
7. SU APOLOGÍA:
• Creemos que la defensa de la Biblia es deber de todo creyente. Todo cristiano debe mantenerse creciendo en su conocimiento y estar bien preparado para defender la fe bíblica. A esta preparación se sumará la ayuda del Espíritu Santo y una buena actitud de parte del creyente: “Como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia” (Fil. 1:7). “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 P. 3:15). “Retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:9).
EN CONCLUSIÓN
Creemos que la Biblia es portadora de la fe verdadera: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). Por lo tanto, estamos dispuestos y nos comprometemos como Iglesia de Cristo, a practicar las siguientes bases:
- Lectura: Leer en forma personal, ordenada y constante, toda la Biblia. De acuerdo a la agenda personal de cada uno.
- Devocional: Meditar en los pasajes bíblicos, acompañando esto con la oración, y anotar maneras prácticas en las que vamos a vivir lo aprendido.
- Memorizar: Aprender versículos claves de memoria en forma constante.
- Congregar: Asistir fielmente a los grupos para el aprendizaje bíblico como lo son: Escuela Dominical, discipulado, reunión de oración y cultos; con el fin de ser enseñados más profundamente en las verdades bíblicas.
- Compartir: Es el compromiso de todos nosotros compartir con otras personas, sean familiares o amistades, lo mucho o lo poco que vamos aprendiendo de la Biblia.
En Radio América y la Iglesia Bíblica Misionera de Ñemby, nosotros estamos dispuestos a enseñar la Biblia, solo la Biblia, y nada más que la Biblia. Y asimismo, practicarla personalmente. Y usted mi hermano/a, ¿está dispuesto/a, a hacer de ésta su declaración de fe, aplicarla y vivirla? Le animo que así lo haga.