¿Cómo debemos orar?
- Fecha de publicación: Miércoles, 02 Marzo 2022, 19:57 horas
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Tal vez esta pregunta parezca redundante, sin embargo, con mucha frecuencia el cristiano confunde y no sabe cómo orar por ciertas situaciones. Por ejemplo: ¿Cómo orar por algún hermano o hermana enfermos? ¿Debemos pedir que Dios se encargue de sanar al hermano? ¿Orar por los médicos, la medicina, por el mismo enfermo, sus familiares, etc.? Debemos considerar algunos asuntos si queremos orar sabiamente:
• Siempre debemos orar, no únicamente cuando las cosas comienzan a sacudirnos porque algún familiar está siendo amenazado y parece que la muerte está a la vuelta de la esquina. Lo cierto es que debemos orar mucho más cuando todo parece funcionar perfectamente.
• Debemos pedir a Dios, tanto por la recuperación del enfermo como para que el nombre del Señor sea glorificado, sea por la recuperación, por el empeoramiento o incluso por la misma muerte: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Ro. 14:8).
Nuestra tendencia es orar siempre por la recuperación del enfermo, pero muchas veces las enfermedades en la vida de los cristianos tienen un propósito bien definido para el cumplimiento de algún plan de Dios. Mientras él no vea cumplido ese plan, nuestro enfermo probablemente continuará igual.
• Si ha de pedir algo en relación al enfermo, pida, si desea por la recuperación, pues no hay nada de malo en hacerlo. Pero es necesario pedir también para que esa enfermedad reporte madurez, fortalecimiento y a veces la misma salvación para algún familiar aún no salvo. En tal caso, ore para que el Señor fortalezca a los familiares que ven extinguiéndose lentamente la vida del enfermo. Si es cierto que vivimos para él y morimos para él, entonces abandonémonos en Sus manos.
• Recuerde que el Señor no estará más dispuesto a atendernos si somos muchos quienes oramos. Él actúa indistintamente en respuesta a la oración de un cristiano que si son 500 o más. La gran ventaja de los muchos orando es que la oración tiene un efecto de gran ayuda para mantener unidos a los hermanos, quienes fijan su atención en el Señor y en las necesidades de los demás, no tanto en sí mismos: “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:4).
Recordemos el cuadro de Pedro en la cárcel en Hechos 12, mientras en la casa de María la madre de Juan Marcos “muchos estaban reunidos orando” (v. 12b). ¡Cuán importante era para ellos clamar a Dios por Pedro!
• ¿Qué palabras usar cuando oramos? Algunos hermanos piensan que siempre hay que hacer una larga introducción casi del tamaño del Pentateuco de la Biblia. Le dicen a Dios muchas cosas lindas como, por ejemplo: Tú eres Omnipotente, tú creaste el cielo y la tierra, tú nos das todas las cosas, etc. Tenemos que aprender a ir “directamente al grano”. Si se trata de un hermano enfermo, mencionémoslo por su nombre y apellido si queremos, y digamos al Señor lo que creemos que él necesita.
• ¿Cómo orar cuando el diagnóstico médico es negativo, es decir, no ofrece esperanza alguna de recuperación? Es aquí donde muchas veces no sabemos qué decirle a Dios, qué pedirle. Lo correcto es pedir que el Señor le dé calma al enfermo y a quienes lamentan igualmente su dolor. Pedir que el enfermo esté seguro de que él/ella no estarán solos/as, en los siguientes días. El enfermo “terminal” no necesariamente tiene miedo a la muerte, sino más bien al dolor que tal vez tendría que sufrir y a lo desconocido. La muerte es totalmente desconocida y no es posible “practicarla antes”. Todo lo desconocido acarrea cierto grado de intranquilidad, inseguridad, temor, angustia, un desfile de pensamientos relacionados con los que quedan, etc. Cuando la Biblia dice... “Dad gracias en todo”, no nos dice que debemos agradecer a Dios por el mal que nos sobrevino. No nos dice que debemos dar gracias por el cáncer, el sida, por los severos problemas cardíacos, etc. Lo que nos enseña es que en momentos tan delicados tenemos motivos para agradecer a Dios porque él estará con nosotros en todo momento. Contamos con su compañía. No nos gusta la enfermedad ni el dolor, pero ya que esto es algo inevitable debemos agradecerle Su compañía. Note bien lo que dice 1 Tesalonicenses 5:16-18: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. Dígale al Señor que él sostenga a ese hermano enfermo y que usted mismo está dispuesto a animarlo a recordar Su presencia. Los cristianos que suelen visitar a los enfermos en los hospitales llevándoles la Palabra, notan que éstos están muy ansiosos por escucharlos y sin mayores trámites reciben con gozo el mensaje. ¿Por qué? Es porque están percibiendo la visita del Salvador. Para ese enfermo el hermano o la hermana que lo visita es la personificación del mismo Salvador. Y no están muy equivocados si tenemos en cuenta lo que el Señor dijo en Mateo 10:40: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Si esto ocurre con aquellos que no conocen al Señor, ¿cuál no será la experiencia de una persona al borde de la muerte cuando se ve rodeada de familiares y hermanos?
Por último, ni las pruebas de laboratorio ni los diagnósticos médicos ni la pobre apariencia del enfermo constituyen la última palabra. El Señor puede dirigir a los médicos en busca de algún otro recurso poco convencional como última alternativa.
Un buen ejemplo de potencial envenenamiento lo tenemos en 2 Reyes 4:38-41: “Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje para los hijos de los profetas. Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una como parra montés, y de ella llenó su falda de calabazas silvestres; y volvió, y las cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era. Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer”. Notamos que cuando ellos se dieron cuenta de lo venenoso que era aquello, el profeta les dijo que lo mezclaran con harina. Lo hicieron y todo quedó bien. Fue un milagro, pero al mismo tiempo ellos desconocían que por lo visto la harina neutralizaba el veneno mortal de esa “parra montés”. ¡Cuántas veces hemos oído de recursos tan sencillos como hierbas del campo o el dejar de ingerir algún alimento y la enfermedad cede! Esto nos dice que está bien que oremos por el enfermo, para que el Señor nos muestre si hay algo que ese enfermo debe dejar de ingerir o algo que debe comenzar a comer o beber.
Una cosa es cierta, debemos siempre saber que, si buscamos glorificar al Señor, entonces, aun si debemos aceptar el desenlace final de la persona tan amada, esto resultará en nuestro mayor acercamiento al Salvador y él a su vez recibirá la gloria que le corresponde.