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David y Goliat como semblanzas proféticas (II)

  • Fecha de publicación: Sábado, 29 Julio 2023, 20:53 horas

Por David podemos ver el contraste entre el sacerdocio Levítico y el sacerdocio Mesiánico cuando leemos en la Epístola a los Hebreos: “Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (He. 7:24-27).

Una relación personal con Dios sería maravillosa incluso aunque sólo la experimentáramos en esta vida, porque la muerte nunca estuvo en los planes originales de Dios para el hombre, y para con esos que participaran de una relación con él en esta vida.  Cuando el apóstol Pablo dijo: “Sorbida es la muerte en victoria” (1 Co. 15:54), estaba citando a Isaías 25:8, que dice: “Destruirá a la muerte para siempre... porque Jehová lo ha dicho”.

David tenía conocimiento de esto, por eso escribió: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Sal. 17:15).  Éste era el propósito de Dios y no lo frustrará por las estratagemas de Satanás.  Esos que eligen seguir el camino de Satanás serán asignados a su lugar: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41).  Sin embargo, esos que se vuelvan a Él, serán “hechos conforme a la imagen de su Hijo” (Ro. 8:29).  A ellos, “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mt. 25:34).

El conocimiento de David también abarcaba el hecho, que no sólo los justos verán a Dios, sino que además se reunirán con sus seres queridos, quienes también caminaron con Dios.  Previamente él había ayunado y orado, mientras que sus siervos tenían miedo de informarle que su hijo había muerto como lo leemos en 2 Samuel 12:19-23: “Mas David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto. Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió. Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí”.

Dios le reveló otra verdad a ese “varón conforme a su corazón”: “Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Sal. 16:9, 10).

Estas dos conclusiones están asociadas.  El Señor Jesucristo describió el Seol o Hades como un lugar de dos compartimientos dividido por una gran sima que no puede ser cruzada.  Los espíritus de los justos muertos estaban en el Paraíso y los de los pecadores no arrepentidos en un lugar de tormento, esto lo leemos en Lucas 16:22-24, 26: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama… Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”.

Cuando el Señor Jesucristo yacía sobre la cruz, le prometió al ladrón arrepentido que estaba a su lado que ese mismo día estaría con Él en el Paraíso.  El apóstol Pedro también registró que “... También Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron...” (1 P. 3:18-20).

David había profetizado que Dios no “permitiría que su Santo viera corrupción”, por eso el tercer día el Espíritu de Jesús retornó a su cuerpo transformado y glorificado en una resurrección eterna, quedando libre de las leyes naturales de la tierra.  Por eso cuando ascendió a las alturas “llevó cautiva la cautividad” (Ef. 4:8) y se llevó consigo a David y a los espíritus de todos los justos que estaban en el Paraíso, en uno de los lados del Seol o Hades.  Desde ese instante, todos los creyentes en Cristo que han muerto, “está(n) ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Co. 5:8).

Los justos retornarán con el Mesías y le ayudarán a administrar y establecer su reino eterno de paz y justicia.  Y entre ellos se encontrará “un varón conforme a su corazón”.  Así lo prometió por medio de su profeta en Ezequiel 34:23, 24: “Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado”.

David, una semblanza de Cristo

Pero hay cosas bien importantes en la vida de David, que corroboran que fue una semblanza del Señor Jesucristo.  Dice la Escritura que cuando David aún era un joven, había “un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo” (1 S. 17:4).  Se cree que Goliat era descendiente del remanente de los refaítas, quienes después de haber sido dispersados por los amonitas, se refugiaron entre los filisteos.  Si consideramos que el codo tenía 53 centímetros de largo, esto quiere decir que Goliat medía unos tres metros y 41 centímetros aproximadamente.  Esto lo confirmó el descubrimiento en Palestina de esqueletos humanos de estatura similar y correspondientes al mismo periodo.  Por 1 Samuel 17:36 vemos que el gigante Goliat deliberadamente se oponía a Israel.  Y David dijo de él: “... y este filisteo incircunciso... ha provocado al ejército del Dios viviente”.

La batalla de David contra Goliat es un cuadro profético de la victoria de Jesucristo sobre el gran Goliat que se avecina, el Anticristo y las naciones que le seguirán el Imperio Romano que está siendo restaurado en nuestro día.  Babilonia no será reedificada, sino que el Imperio Romano resurgirá.  En el capítulo 50 de Jeremías, dice claramente que Babilonia nunca será reconstruida.  Incluso aunque Saddam Hussein hubiera logrado rehacer “los jardines colgantes”, nunca fue ni será la Babilonia de que hablan los capítulos 17 y 18 de Apocalipsis.  Este intento vano por restaurar la plenitud del poder de Nabucodonosor en su imperio mundial babilónico simplemente nos mostró cuán cerca nos encontramos de que se cumpla el evento profetizado para los últimos tiempos: ¡El retorno de Jesús!

Algún tiempo después, cuando los ejércitos de Israel eran derrotados por Goliat de Gat, quien por 40 días se había mofado de los israelitas desafiándolos mañana y tarde, David fue enviado por su padre para llevar alimentos a sus hermanos que estaban en el ejército, y escuchó David los alardes del filisteo.  Aunque el rey Saúl “Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor” (1 S. 17:24), David sólo lo vio como a alguien que se atrevía a desafiar al Dios de los ejércitos de Israel.
Confiando en que el Señor le daría la victoria sobre el gigante.  “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel” (1 S. 17:45, 46). 

La motivación de David al darle muerte a Goliat era que el nombre de Dios fuera honrado y glorificado; deseaba que todos los hombres reconocieran la soberanía universal del Dios de Israel.
                           Continuará...

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