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Dios de Jacob, Dios de Israel

  • Fecha de publicación: Sábado, 06 Julio 2024, 19:38 horas

Si realizáramos una encuesta para investigar en qué “dios” creen las personas, podríamos descubrir que muy pocos profesan y muchos menos conocen al Dios de la Biblia.  Creer en un dios falso no es mejor, e incluso hasta puede ser peor que no creer en Dios.  Para algunos, “Dios” es simplemente un “poder superior”.  Pero... ¿superior a qué?  Y poder, pero... ¿de qué clase?  ¿Cómo puede el “poder” de alguna clase tener inteligencia infinita, o algún tipo de discernimiento para diseñar un átomo, el universo, o las instrucciones en el código genético del ADN, el ácido desoxirribonucleico, para construir y operar cada célula y crear seres personales, inteligentes, con una conciencia moral, pasión y propósito?

¡El propio pensamiento de un “poder” creando algo, es ridículo!   Entonces, ¿por qué el creer en un poder resulta tan atractivo?  ¿Es que acaso el lema de Guerra de las Galaxias, «Que la fuerza esté contigo», ha tenido tanta influencia?  Ya ha transcurrido demasiado tiempo, y sin duda la forma de pensar de los fanáticos del cine entre la juventud debe haber cambiado.  Claro está, esto siempre ha sido una idea popular, porque una fuerza por poderosa que sea no puede imponer leyes morales, exigir obediencia, o juzgar y castigar a alguien; en lugar de eso puede ser usada para el propósito personal de uno.

Claramente, el Dios verdadero que nos creó para un propósito, hace a la humanidad responsable de su existencia, sólo por el testimonio de su creación y por la obediencia a las leyes morales que imprimió en cada conciencia, y nosotros no podemos manipular a ese Dios: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén... Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 1:18-25; 2:14-16).

Además, así como los seres humanos son celosos de sus identidades individuales, lo obvio es que el Dios verdadero insista en ser identificado apropiadamente.  Él nunca se revelaría a sí mismo, ni entrará en una relación con alguien que no le reconozca como quien verdaderamente es.  Tampoco mirará con una mente amplia y favorecerá a esos que le llaman un “poder superior”. ¡Hacer eso es un insulto al Creador!

El Dios de la Biblia, cuya existencia hemos probado hasta el cansancio, le dice al Israel desobediente: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13). Esos que esperan encontrar a un dios que se adapte a su propia imaginación no encontrarán al Creador verdadero.

El sentido común nos deja saber que el Dios auténtico sólo se revelará a personas sinceras que buscan honestamente conocerlo en verdad a fin de obedecerlo.  El primer prerrequisito para conocer a Dios es la buena voluntad, verdaderamente la pasión por conocerlo como realmente es, no como uno se lo imagina o le gustaría que fuera. 

No es menos idolatría crear un dios imaginario en la mente, que hacer uno de arcilla, madera o piedra.  Por lo tanto, ¿quién es ese Dios verdadero que testifica de sí mismo al anticipar de manera infalible el futuro en la Biblia?

La Biblia lo identifica como el “el Dios de Israel” 203 veces, como “el Dios de Jacob” 28 veces, “El Dios de Abraham” 17 veces y “el Dios de Isaac” 13 veces.  En ningún lugar de su Palabra se le llama “Dios de ningún otro grupo étnico”.  Estas designaciones son fundamentales para todo lo que enseña la Biblia, incluyendo el carácter mismo de Dios. 

Profesar creer en Dios, y al mismo tiempo tener prejuicios en contra de su pueblo escogido, los judíos, o en contra de Israel, es convertir todas estas claras identificaciones bíblicas en títulos que carecen de significado.  Esto hace que uno dude si acaso esa persona realmente cree en el Dios verdadero.

El primer argumento de los saduceos para negar la resurrección de Cristo, se basaba en la declaración de Dios a Moisés: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos” (Éx. 3:14, 15). 

Es claro entonces, que ésta era la identidad del Dios verdadero, que es ahora, y que lo será para siempre, porque Dios no cambia.
Continuará...

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