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Cómo criar a sus niños - II

  • Fecha de publicación: Domingo, 25 Agosto 2024, 07:54 horas
La señora Dorothy Law Nolte, una dama estadounidense quien falleció en el año 2005, era escritora, pedagoga y consejera familiar.  En 1954 escribió un poema sobre la crianza de los hijos, titulado “Los niños aprenden lo que viven”, para una columna semanal en el periódico The Torrance Herald, el cual ha sido traducido en más de 18 idiomas y dice:
Los Niños Aprenden Lo Que Viven

  • Si los niños viven con crítica, aprenden a condenar.
  • Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.
  • Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprehensivos.
  • Si los niños viven con lástima, aprenden a sentir pena por ellos mismos.
  • Si los niños viven siendo ridiculizados, aprenden a sentir timidez.
  • Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.
  • Si los niños viven avergonzados, aprenden a sentir culpa.
  • Si los niños viven con estímulo, aprenden a tener confianza.
  • Si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
  • Si los niños viven con elogios, aprenden a valorar las cosas.
  • Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.
  • Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse.
  • Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta.
  • Si los niños viven compartiendo, aprenden a ser generosos.
  • Si los niños viven con honestidad, aprenden la sinceridad.

Tal como escribió la señora Nolte, sabemos que estas cosas son verdaderas para los niños, porque son verdaderas en nuestra propia vida.  Sin embargo, a todo esto, podríamos agregar:
1. Si los niños viven y profesan una fe cotidiana en un Dios real y personal, que los conoce por su nombre, aprenden a confiar en Él.
2. Si los niños viven con una pasión por Cristo, que tiene sus raíces en una relación verdadera y amorosa con Jesús, aprenden a comprometerse con Él.
3. Si los niños viven con una cosmovisión cristiana que moldea los límites de sus vidas, aprenden a ser seguidores de Cristo.
4. Si los niños viven con un corazón compasivo hacia los demás, que se expresa en un servicio gozoso, aprenden a compartir el evangelio.

Cuando los miembros de una familia viven vidas comprometidas en su relación de amor con el Señor Jesucristo, no experimentan ninguna lucha en este compromiso con Él.  Tampoco cuando toman decisiones basadas en principios bíblicos y una perspectiva cristiana, sino que siguen a Cristo.

Un día moriremos, dejemos el legado para nuestros hijos, de fe y pasión por Jesús, una cosmovisión cristiana y compasión hacia otros.

La influencia de los padres cristianos

¿Quién puede medir el efecto de la influencia cristiana en el hogar?  Ésta continúa y continúa.  Andrew Murray un escritor sudafricano, maestro y Pastor cristiano, tenía una familia integrada por once hijos que llegaron a convertirse en adultos.  Cinco de ellos eran pastores y cuatro de las hijas, esposas de pastores.  La siguiente generación fue aún más admirable, porque diez nietos llegaron a ser pastores y trece misioneros.  El secreto de esta familia extraordinaria fue la gran influencia cristiana en el hogar.

George y Nellie Balisky, un matrimonio humilde que vivía en Peace River, Alberta, Canadá, posiblemente tenga el récord al criar a seis hijos que fueron misioneros, más cuatro que fueron cristianos activos en su país y apoyaron financieramente la obra misionera de los Balisky en ultramar.

Cuatro de los hijos Balisky servían en la Misión Interior del Sudán en África.  Una hija prestó sus servicios en la Misión Central Americana en Honduras, y un hijo, médico, en la Asociación Misionera de Ultramar, en Tailandia.

La revista SIM le pidió al hijo mayor, Ralph, que fue supervisor de un hogar de muchachos en Nigeria, que contara algo sobre sus padres, quienes criaron a tantos hijos destacados.

Ralph comenzó a decir: «Nuestros padres nos consagraron todos al Señor antes de que naciéramos.  Aunque la solicitud de nuestro padre para ser misionero del Instituto Bíblico Moody fue rechazada porque sólo había recibido instrucción académica hasta el cuarto grado, nuestros padres se dedicaron a criar una familia cristiana».
«Celebrábamos el culto familiar y orábamos cada día. A nosotros no siempre nos gustaba cuando papá nos hacía orar a todos, por turno, uno tras otro. Pero esto indudablemente hizo algo en nosotros, algo que no sé cómo explicar».
«Papá era nuestro amigo y nosotros le amábamos.  Pero no era un camarada, era nuestro padre.  Era el jefe de la familia.  No había tribunal de apelación por encima de papá.  Nuestros padres siempre fueron imparciales con nosotros, y no nos castigaban a menos que lo mereciéramos.  Pero nunca nos escapábamos sin castigo si era merecido».
«Nunca ejercieron presión sobre nosotros para que nos hiciéramos misioneros.  Insistían en que buscáramos la guía de Dios.  Pero no era ningún secreto que si alguno de nosotros decidía ir a las misiones estarían muy contentos.  Todo misionero que visitara el distrito donde vivíamos, posaba en nuestra casa».
«En sus hechos demostraban sus palabras.  Pusieron ideales delante de nosotros.  Y nos amaban».

“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:6, 7).
“Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Pr. 3:12).
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).

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