¡Me estafaron y yo no lo sabía!
- Fecha de publicación: Sábado, 21 Septiembre 2024, 20:19 horas
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La presente nota va dirigida más bien a los lectores jóvenes, especialmente para aquellos que no quieren exclamar el día de mañana: «¡Me estafaron y yo no lo sabía!»
Mi deseo es que a tiempo te des cuenta de esto y tomes las precauciones que nadie lo hará por ti. Doy por sentado que deseas prosperar, especialmente si eres cristiano. ¿Te gustaría vivir una vida pura, santa, dedicada al Señor? ¿Quieres ser temeroso de Dios y hacer únicamente lo que a él le agrada porque deseas Su protección y guía?
Te propongo como ejemplo a un joven llamado Daniel. Tú puedes leer su libro y sus increíbles profecías, muchas de las cuales se cumplieron aún antes de Cristo.
Daniel era un hebreo que vivía en Jerusalén. Los caldeos invadieron a Israel y llevaron a muchos miles en cautiverio a su país. Es probable que él era de apenas unos 17 años de edad cuando fue llevado, junto con otros tres amigos íntimos. Todos ellos temerosos de Dios. Daniel no tenía idea de lo que le esperaba en ese país totalmente sumido en el paganismo. Él procuró mantener una muy estrecha comunión con Dios. Era un muchacho de oración y de intachable testimonio. No era pura apariencia, sino que realmente su conducta era del agrado de Dios.
Ahora quiero que notes lo que pasó cuando el rey de Babilonia deseaba algunos jóvenes de mente brillante, inteligentes, de buen comportamiento, que puedan ser parte de cuantos rodeaban y aconsejaban al monarca. ¿Qué hizo para hallarlos? Lee Daniel 1:3-9.
DANIEL SE PROPUSO EN SU CORAZÓN
Nota especialmente los versículos 8 y 9: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos”.
¿Qué cosa se propuso él? “No contaminarse”. En el caso de él, era el alimento físico, todos esos manjares prácticamente irresistibles, especialmente para un joven sano y fuerte. Pero... ¿Acaso no es cierto que hay muchos otros “alimentos” para la vista, la mente, la lengua, las emociones y todo lo atractivo que un muchacho tan joven podría muy bien buscarlo, “gozarlo” y hasta justificar esos apetitos como... “naturales”? Al contaminarse con la inmoralidad que ahora viene a todo color, y está siempre al alcance de cuantos creen que en ello no hay nada malo, siempre y cuando “uno sea moderado”, ¡oh, mi estimado joven, cuán ingenuo puedes llegar a ser!
Pero tú tienes un recurso que otros jóvenes, de ambos sexos, quienes, tal vez sean condiscípulos tuyos no lo tienen y dicen que: «la vida hay que gozarla porque es muy corta». Es cierto, pero... ¿Cómo gozarla? Cuando Daniel “propuso en su corazón no contaminarse”, hizo exactamente lo que todo joven que desea ser sano espiritual, física y emocionalmente, debe hacer. Daniel no hablaba de su decisión con todo el mundo. Su costumbre era hablar con Dios en oración. Para lograrlo tuvo que superar algunas barreras: tuvo que convencer a su jefe, sus otros tres amigos y el resto de muchachos que fueron seleccionados para que se prepararan intelectual y físicamente a fin de comparecer luego de tres años ante el monarca. Daniel tenía que aprender el idioma, tenía que aceptar su nuevo nombre, que ya no sería Daniel (que significa «Dios es Juez»), sino Belsasar, que significa «Príncipe de Bel». A su vez, Bel era el nombre de un dios babilónico originalmente patrono de la ciudad de Nippur, pero que luego pasó a ser el segundo nombre del dios Marduk de Babilonia. ¿Le gustaba a Daniel este cambio? No le importaba nada, porque lo que abrigaba en su corazón y con quien trataba sus asuntos no era Bel, sino con Dios mismo.
Inmediatamente Dios intervino y puso “a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos”.
La convicción de Daniel fue debidamente premiada por Dios casi inmediatamente. Cuando un joven piensa que se encuentra en una situación sin salida, si se ha propuesto agradar a Dios, él se encargará de esa situación y le dará la salida.
Los manjares que Daniel logró rechazar, pueden compararse con las “delicias” que el mundo ofrece en la sexualidad irresponsable, las bebidas alcohólicas, las drogas, las brujerías, la pornografía en sus múltiples versiones, los juegos de azar, las revanchas, las armas de fuego para cuando estés un poco tomado para tener valor y hasta matar a otros sin darte cuenta.
Tú, estimado joven, piensas que jamás lo harás. Piensas que eres lo suficientemente inteligente y educado como para no rebajarte tanto. Dime: ¿Tratas tus asuntos en oración con el Señor? ¿Te has propuesto en tu corazón vivir alejado de los atractivos mundanos? ¿Decidiste por la pureza en todo sentido de la palabra? ¿No hay obscenidades en tu mente ni en tus labios? ¿Te atraen las diversiones con música mundana, diversiones mundanas, amistades mundanas y negocios ilegales, como el tráfico de drogas donde esperas ganar mucho en poco tiempo? ¿Sabes qué te espera si tal fuera tu decisión? Sí, es cierto, tendrás vivienda sin costo, comida que ni los perros comerían, también gratis; vecinos, todos ellos criminales, que, con sólo verlos uno tiembla de miedo. ¡Tú estarás en la cárcel por muchos años!
Tus amigos madrugaron para estafarte. La televisión se encargó de la seducción con sus comerciales y películas prohibidas para menores.
Un consejo: Que revises la clase de amigos que tienes, porque siempre los amigos tienen una gran influencia, especialmente en los jóvenes. Tres eran los amigos de Daniel: Ananías, Mizael y Azarías. Estos muchachos le acompañaban a Daniel en su vida espiritual, oraban con él y por él, porque era muy claro que Dios tenía un gran porvenir para su vida. El apóstol Juan dice a los jóvenes de sus días: “…Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno…” (1 Jn. 2:13b). ¿Estás tú entre los que han vencido al maligno? De tomar tú el camino de Daniel, el Señor sabrá recompensarte aquí y ahora, lo mismo que cuando comparezcamos todos los cristianos ante Su tribunal para obtener el galardón que nos corresponda basado en nuestra conducta.
Tu conducta es muy importante, para ti mismo, para tus padres, para la Iglesia y para el Señor. Compareceremos todos ante Su tribunal, ¿y entonces? El mismo Señor te dirá: “Siervo malo y negligente”, o: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21).
Joven, tú decides, no solamente la eternidad (cielo o infierno), sino el grado que te corresponderá en el gobierno del Señor y por la eternidad.
Hace muchos años un sabio dijo:
«El que no sabe y no sabe que no sabe es un insensato. Apártate de él.
El que no sabe y sabe que no sabe es humilde, enséñale.
El que sabe y no sabe que sabe está dormido. Despiértalo.
El que sabe y sabe que sabe, es sabio. Síguele».
¿Quién es el que sabe todo? Nuestro Creador y Redentor. Jamás hallarás a un aliado mejor que el Señor del cielo. Medita en las palabras del Salmo 119:71, 72: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata”.