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Más que Jonás en este lugar - P2

  • Fecha de publicación: Sábado, 05 Octubre 2024, 18:49 horas

Aquí vemos proféticamente a Israel, en medio del mar de las naciones, fuera de su país.  Cuando los judíos vivían fuera de su territorio, sin la guía y dirección de Dios, les sobrevenía gran aflicción y se convertían en una carga para las naciones.  Sin embargo, simultáneamente, siempre han sido un testimonio del Dios vivo.  Aunque Jonás estaba aislado y escondido en el interior de la embarcación, no podía permanecer allí sin ser descubierto.  De la misma manera, aunque los israelitas se escondieron de tiempo en tiempo en medio de las naciones, manteniéndose en la clandestinidad, cambiando sus apellidos a fin de no ser reconocidos, no pudieron mantenerse ocultos.

Dice además la Escritura de Jonás: “Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: ¿Qué tienes, dormilón? Levántate y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos. Y dijeron cada uno a su compañero: Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás” (Jon. 1:6, 7).

Israel continuamente ha sido objeto de burla, considerándosele responsable por la desgracia de las naciones.  A los judíos siempre se les ha culpado: “Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?  Y él les respondió: Soy hebreo, y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra. Y aquellos hombres temieron sobremanera, y le dijeron: ¿Por qué has hecho esto? Porque ellos sabían que huía de la presencia de Jehová, pues él se lo había declarado. Y le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar se iba embraveciendo más y más” (Jon. 1:8-11).

A pesar de sus infortunios, problemas y aislamiento, el pueblo judío siempre ha sido, voluntaria o involuntariamente, un testimonio para las naciones del mundo, un mensaje, una prueba de Dios, un testimonio del Creador de los cielos y la tierra.  Los judíos nunca han podido negar su identidad.  Cualquiera que confronte a Israel, o al pueblo judío está confrontando a Dios.  Nunca han podido mantener oculta su identidad como judíos y las naciones han temblado frente a ellos, incluso cuando levantan sus manos en su contra.  Los hebreos son un pueblo especial entre todos los demás.  Cuando los marineros le preguntaron a Jonás:¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?”, y él respondió: “Soy hebreo”, “aquellos hombres temieron sobremanera”.

El mundo de continuo ha temblado, se ha estremecido por razón de este pueblo.  Considere, por ejemplo, los imperios en un tiempo poderosos, de Babilonia, Egipto, Roma y Alemania nazi.  El pueblo judío ha estado rodeado por un misterio, el misterio de la realidad de Dios, que no puede ser explicado.  Hoy el mundo entero está preocupado por los hebreos y aunque siempre han levantado el puño en su contra, los controla cierto temor, tal vez incluso reverencia.  Mientras Israel no encuentre su camino de paz a Dios, el mundo no tendrá paz.  Este pueblo es la respuesta a la inquietud de las naciones.

Y seguimos leyendo de Jonás: “Él les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros. Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos. Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido. Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor. Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos” (Jon. 1:12-16).

Primero los marineros gritaban “cada uno clamaba a su dios”, pero luego al comprobar que era inútil, le dijeron a Jonás: “Levántate y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos”.  Estos misterios describen proféticamente el misterio de la expulsión de Israel, quien se convirtió en la salvación de los gentiles.  Eso que tuvo lugar allí fue un misterio para el mismo Jonás.  Porque cuando Dios lo llamó para que fuera a predicar a Nínive, desobedeció su llamado e involuntariamente se convirtió en una bendición para las personas que viajaban en el barco, quienes probablemente nunca se habían visto confrontados con el Dios de los hebreos, quien ahora también era su Dios.

Esta bendición no era entonces para Nínive, sino para la gente que estaba en la embarcación.  Antes que Nínive pudiera ser salvo, los marineros tenían que ser salvos.  Debían primero invocar con temor el nombre de Jehová y ofrecerle sacrificios y votos.  Tuvieron que dejar de remar y hacer lo que Jonás les dijo, arrojándolo por la borda.  Estos marineros son un retrato de la Iglesia en el mar de las naciones.  Los miembros individuales del cuerpo de Cristo, no son salvos por sus buenas obras, sino por la fe en Jesús, por creer en Él.  Los verdaderos hijos de Dios son esos que confiesan, “Que el Señor fue crucificado por nuestros pecados” y quienes testifican simultáneamente, “Que fuimos nosotros quienes le arrojamos al mar”.  Así como los marineros estaban directamente preocupados porque tenían que arrojar a Jonás al mar, nadie tiene más que ver con la cruz que la Iglesia.

Aquí tuvo lugar una intervención maravillosa, Jonás quien desobedeció su llamado para bendecir a Nínive, involuntariamente se convirtió primero en una bendición para los marineros.  Israel, que desobedeció su llamado original para convertirse en bendición para las naciones, involuntariamente se convirtió en una bendición para un pequeño rebaño, llamado la Iglesia, en medio del mar de las naciones.

Así como Dios antes de salvar a Nínive salvó a los marineros, antes de bendecir a todas las naciones por medio de Israel en el milenio de paz, ha salvado a su Iglesia en medio de las naciones del mundo.  Dios usó la desobediencia de Israel para lograr esto, que los gentiles pudieran alcanzar la salvación: “Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos” (Ro. 11:11).

A continuación, hagamos un breve resumen:

  1. El mar es una semblanza de las naciones ateas del mundo.

2. Nínive representa a las naciones que recibirán las bendiciones de Dios, más tarde o durante el milenio de paz.

3. Los marineros simbolizan la Iglesia, la cual es salvada en medio del mar de las naciones, y como un rebaño pequeño encuentra paz y descanso en una embarcación. ¿No le recuerda todo esto a los doce discípulos del Señor que se encontraban en la barca después que el Señor Jesús calmó la tormenta en el mar?: “Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Mr. 4:36-39).

4. Jonás representa a Israel al igual que al Señor Jesucristo.  Los judíos casi se hundieron en el mar de las naciones, para que la Iglesia pudiera ser salva y encontrara paz en el corazón.  Mediante el sacrificio de Jesús, quien es un miembro de la familia de Israel, fue preservada la Iglesia del juicio de las naciones del mundo.  Sobre este barco, en el cual Jonás deseaba huir, se posó la ira de Dios, y se habría hundido.  Por otra parte, si los judíos, quienes nos trajeron a Jesús no hubieran sido puestos a un lado, nosotros nos habríamos ahogado con todas nuestras buenas obras.  Vemos entonces cómo Dios usó la terquedad de Jonás, no sólo para salvar a Nínive, sino para salvar primero a los marineros.  De la misma forma, Dios en su gran sabiduría, usó la terquedad de Israel, para salvar a la Iglesia en medio de las naciones.  Más tarde, durante el milenio de paz, las naciones también serán benditas.  Es así como podemos comprender este clamor de Pablo en Romanos 11:33, 34: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?”
Continuará...

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