Más que Jonás en este lugar - P3
- Fecha de publicación: Sábado, 12 Octubre 2024, 19:44 horas
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Jesús en la historia de Jonás
Respecto a sí mismo, el Señor Jesús dijo: “He aquí más que Jonás en este lugar”. Jonás, quien se encontraba escondido en el interior del barco, estaba oculto en principio de los ojos de los marineros, lo cual señala al Cristo oculto. Sobre Él leemos en 1 Pedro 1:20: “Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. Escondido en Israel, como un secreto para las naciones, Jesús fue reconocido en los últimos días por la Iglesia. Lo que era Jonás en su debilidad y faltas, Jesús lo es en su poder y fidelidad. Por eso Él mismo dijo: “He aquí más que Jonás en este lugar” (Mt. 12:41).
En Jesús, este mundo no perece. Y por Él podemos decir como David: “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado” (Sal. 16:6). Porque Él, quien vino como un judío verdadero, tomó sobre sí nuestros pecados y se dejó clavar voluntariamente sobre la cruz y todo aquel que invoca su nombre es salvo. Esto se encuentra expresado proféticamente en Jonás 1:14, cuando los marineros “clamaron a Jehová”. En Jesucristo, el juicio se transforma en salvación y bendiciones. Mediante Él la Iglesia vino a existir como una pequeña embarcación en medio de las aguas de las naciones del mundo.
Los marineros habrían perecido si no hubieran arrojado a Jonás en el mar. Y el mundo habría perecido si Jesús no hubiera muerto sobre la cruz descendiendo así a las profundidades de la muerte. No habría Iglesia si Israel no hubiera sido arrojado al mar de las naciones del mundo. De esta manera, en la oscuridad y secreto del interior del barco, Jonás vertió un rayo de luz de la paz de Jesucristo. Los marineros demuestran lo que dice la Biblia de Jesús: “Así asombrará él muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído” (Is. 52:15), y “Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fue hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí” (Is. 65:1). Mientras que Jonás les dijo a los marineros: “Soy hebreo”.
Hagamos girar ahora la rueda de la historia ochocientos años después de Jonás, hasta Jesucristo, quien dijo: “He aquí más que Jonás en este lugar”. Leemos en Marcos 4:36-41: “Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis tan amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”
Sí, Jesús es más que Jonás, tal como lo declara Salmo 107:25-30: “Porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso, que encrespa sus ondas. Suben a los cielos, descienden a los abismos; sus almas se derriten con el mal. Tiemblan y titubean como ebrios, y toda su ciencia es inútil. Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron, y así los guía al puerto que deseaban”.
El mensaje de Dios a la humanidad
A través de Dios, la conmovedora y gloriosa historia de Jonás recibe un carácter profético, arrojando luz sobre su maravilloso plan de salvación para el hombre: “He aquí más que Jonás en este lugar”. El nombre de Jesús es la gran ancla de salvación: “Y en su nombre esperarán los gentiles” (Mt. 12:21). La humanidad se encuentra en gran desasosiego, las olas continúan elevándose, justo como cuando Jonás se encontraba oculto en el interior del barco, que se desató “un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave” (Jon.1:4). El hombre se encuentra a punto de arrojar todo por la borda. Pero... ¿Cuántas personas están próximas a lanzarse del barco, dispuestas a perderlo todo porque sus vidas se hunden en las profundidades? ¡Dios no desea esto! “He aquí más que Jonás en este lugar”, ¡tenemos a Jesús! Ya él saltó fuera de la borda por nosotros. Sólo con su muerte las olas se apaciguan y encontramos paz. Leemos de los marineros: “Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos. Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido” (Jon. 1:13, 14). No por las buenas obras, sino sólo por la muerte voluntaria de Jesús encontramos verdadero descanso y paz en Dios.
Brevemente, el Nuevo Testamento enseña lo siguiente con respecto a la justificación, la paz en Cristo. Quienquiera que reciba a Jesús en el barco de su vida entrará en compañerismo con Él a partir de ese momento. Su relación con Dios ya no será más la de un pecador para ser juzgado, sino la de un hijo con su padre. Tal persona es entonces una parte, un miembro del “cuerpo de Cristo”. Eso quiere decir que, a partir de ese momento, quien cree que Jesús es el Cristo, tiene parte en todo eso que proviene de Él y en lo que Él es. Recibe paz, tal como la paz que recibieron los marineros después que arrojaron a Jonás en el mar “y el mar se aquietó de su furor” (Jon. 1:15).
¿Está usted todavía huyendo de Dios? ¿Se está escondiendo de Él junto con sus obras? Su Palabra le está hablando en este momento y usted sabe que el Señor le está llamando, pero sigue huyendo en lugar de acercarse a Él. No hay paz en su vida, sólo tormentas y tal parece que todo está próximo a romperse y hundirse. Algunas veces se siente lleno de miedo, “porque el mar se [ha ido]... embraveciendo más y más”. Muchas personas buscan ayuda en sus propias buenas obras o huyen buscando la ayuda de toda clase de dioses modernos o de otras personas. Sin embargo, las olas se tornan cada vez más altas. El peligro de hundirse aumenta de continuo. A pesar de todo, hay una búsqueda por la verdad en sus corazones, justo como los marineros, quienes a pesar de todos sus esfuerzos inquirieron a Jonás por la verdad: “Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?” (Jon. 1:8). La respuesta para ellos se encontraba solamente en el hombre que había venido del territorio de Israel, mientras que para nosotros hoy, sólo se encuentra en Jesucristo. “He aquí más que Jonás en este lugar”. En el mensaje de Jesús y en su grandioso sacrificio está la salvación.
¿Qué debo hacer para ser salvo?
Leemos en Jonás 1:15, 16: “Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor. Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos”. Hoy no necesitamos tomar a Jesús y lanzarlo al mar, porque eso ya ocurrió hace más de dos mil años en la cruz. Hoy, sólo tenemos que recibir a Jesús en el barco de nuestras vidas. Esto significa en términos concretos, que debemos creer en Jesucristo, en su muerte y resurrección. Debemos asirnos a Jesucristo, justo como los marineros se asieron de Jonás. Luego tendremos paz gloriosa y descanso eterno.