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El milagro de la encarnación - PII

  • Fecha de publicación: Sábado, 21 Diciembre 2024, 19:46 horas

Sigamos con la lista de lo más interesante sobre el nacimiento del Señor Jesucristo y de cada uno de nosotros:

  • El Señor Jesús no contaba con un hogar durante su vida pública, pero la mayoría de los edificios más hermosos del mundo se construyeron en su honor, tal como las catedrales de Notre Dame, Westminster Abbey, Santa Sofía, Chartres, San Juan, etc.
  • Murió como un criminal, pero hoy en día la humanidad conmemora su vida y hasta le han dado su nombre a ciudades y países, tal como el caso de San Salvador, que significa Santo Salvador.
  • Nunca contrajo matrimonio, pero miles de millones de parejas han jurado sus votos matrimoniales y han pedido la bendición delante de Él.
  • Nunca tuvo hijos, pero a un número incalculable de niños le han puesto su nombre.
  • Otra cifra incontable de personas, a lo largo de la historia han padecido muertes crueles antes que renunciar a Su Nombre.

Al meditar en todo esto, hace que surja una pregunta.  El autor Ralph Waldo Emerson, un conferencista y filósofo ateo del siglo XIX, escribió que el nombre de Jesús realmente no aparecía mencionado en la historia del mundo, sino que estaba entrelazado intrínsecamente en ella.

Cuando le preguntaron al autor Herbert George Wells, otro ateo, que a su juicio quién consideraba como la persona que había dejado la huella más imperecedera en la historia, él respondió: «Soy historiador, no soy creyente, pero debo confesar como historiógrafo que ese predicador de Nazaret que no valía un centavo, es irrevocablemente el centro de la historia. Que Jesús es ciertamente la figura más dominante de la historia».

Jesús es reconocido tanto por los escépticos como por los santos como el punto decisivo en la historia de la humanidad.  Pero, realmente «¿Qué niño es este?» Hemos tenido más de dos mil años para especular.  Pero...  era simplemente... ¿Un hombre intachable y moral? ¿Un gran filósofo? ¿Un campeón de la justicia social? ¿Un pacifista? ¿Una figura mítica? ¿Un revolucionario? ¿Una persona dulce y amorosa? ¿Un ejemplo a seguir por todos nosotros?

Esas en realidad no son las preguntas correctas, porque la pregunta real es: «¿Qué dijo el Señor Jesucristo, respecto a sí mismo?» Él le dijo a Zaqueo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19.10).  Y a la madre de los hijos de Zebedeo: “... El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28).  De hecho, admitió que había venido específicamente para ser crucificado.  Dijo: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora” (Jn. 12:27).

También declaró que había venido para ser el punto crucial en la vida nuestra: “Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados” (Jn. 9:39).

Pero... «¿Qué niño es este?»  Cada uno de nosotros tiene que responder esta pregunta por sí mismo.  Nuestra eternidad depende de esta respuesta.  ¿Por qué?  Porque Dios creó a los seres humanos para que estuviéramos con Él, pero la gran mayoría ya sabe lo que ocurrió después que Adán y Eva desobedecieron la única prohibición impuesta por Dios, y como descendientes de Adán y Eva todos heredamos esa condición.  ¡Porque todos somos pecadores!

El problema es que el pecado no puede estar en la presencia de la santidad de Dios, pero como ese mismo Dios nos amaba a pesar de todo y deseaba que estuviésemos con Él, envió a su Hijo, a Jesús quien vino a buscar y salvar eso que se había perdido: ¡Nosotros!

En algunos himnos de Navidad se le da otro nombre a Jesús, le llaman Emanuel, que significa “Dios con nosotros”.  Y Jesús, Dios en la forma de un hombre, vino a la tierra para tender un puente, que está descrito en diferentes lugares en la Biblia: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).

Tal vez usted piensa y diga: «Todo eso está muy bien, pero no es para mí.  Tengo mi propia fe».  O tal vez esté convencido que... «Todos adoramos al mismo Dios».

Pero entonces, «¿Qué niño es este?»  ¡Fue quien hizo las declaraciones más increíbles!  Por ejemplo, a Tomás: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).

Nadie más ha dicho jamás cosas como estas.  Ni Mahoma, ni Confucio, Buda, José Smith o alguien más.  Nadie, excepto el Señor Jesucristo.  Todos hasta los escépticos tienen que reconocer que esto hace del cristianismo algo exclusivo.  Pero el Señor Jesucristo también afirmó: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).  Por lo tanto... «¿Qué niño es este?»  Usted puede llamarlo como mejor le plazca, o puede llamarlo su Señor, pero nunca puede conformarse con ser una “persona indecisa” porque eso realmente no es una opción.  Él no quiso que fuera así.  El Señor Jesucristo fue crucificado por haberse declarado Mesías, un Mesías del cual dijo el profeta Isaías: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:5).  Y quien también declaró de sí mismo lo que leemos en Mateo 20:28: “Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.

Eso es lo que distingue a Jesús, porque sólo Él dio su vida por nuestros pecados.  Y cuando murió sobre esa cruz, un hecho documentado en los registros históricos romanos, ciertamente tal parecía entonces que esto sería lo último que oiríamos de Él.  Sin embargo, la cruz sobre la cual murió es el símbolo más popular en el mundo entero. 

La pregunta una vez más es «¿Qué niño es este?»  Y la respuesta la encontramos en la Biblia: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil. 2:6-8).

Dios, en la Persona de Jesús, dejó el cielo para venir a buscar y salvar lo que se había perdido, es decir, nosotros.  Cuando murió sobre la cruz, estaba diciendo que nos amaba.  Fue el Dios de todo el universo quien declaró esto en su palabra: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).  El Padre nos dio a su Hijo, el Regalo más Grande que puede existir.  Dios es perfecto, por tanto, su regalo es perfecto: Jesús es Dios y por tanto perfecto.  Ese Dios no quiere que ninguno parezca, por tanto, es paciente esperando su respuesta. 

Él tiene la eternidad para esperar, pero... ¿Usted?  ¡Por favor, no espere más, decídase ahora mismo!

“Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hch. 2:21).

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23).

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