¿Cómo resumiría el año que estamos despidiendo?
- Fecha de publicación: Sábado, 28 Diciembre 2024, 20:30 horas
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¿Bueno, muy bueno, regular, malo, muy malo, excelente, sobresaliente?
Como son varias áreas que debemos tocar para poder hacer una evaluación, comencemos por el lado de su estado de ánimo. ¿Fueron muchos sus días tristes? Y si así fue, ¿a qué atribuiría esa condición? ¿Es la tristeza un “buen aliado” o usted la ve como un enemigo que siempre lo lleva a la angustia y depresión? Nuestro estado emocional es muy errático, puede variar desde una ligera expresión del rostro hasta brincos, canciones y gran júbilo, acompañado de un incontenible deseo de compartirlo con amigos y familiares. Pero, por otro lado, si se trata de tristeza, entonces se manifiestan el silencio, el disgusto y la búsqueda de culpables de tal experiencia.
¿Tiene algo que decirnos la Biblia al respecto? Digamos en primer lugar que la tristeza, de cuando en cuando, es inevitable y es saludable para el alma y el espíritu. No es posible hacer “derroche” de alegría en un mundo como el nuestro. Son muchas las razones de tristeza: “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón… Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría” (Ec. 7:2, 3, 10). Si no tuviéramos tristeza en nuestro ser periódicamente, nos tornaríamos brutos, insensibles e indiferentes ante las necesidades de nuestros semejantes.
La vida no siempre es una marcha de victoria y regocijo, a veces es necesario que veamos un cortejo fúnebre; que pasemos unos momentos ante la cama de un moribundo, que oigamos el llanto de quienes, sentados en una mortuoria, se encuentran allí porque el cuerpo de un ser querido está siendo velado.
¡Pero no todo debe ser siempre así! La relación con nuestro Salvador debe ser también de gozo, de vida plena, de alegría, de satisfacción y de victoria. Todo esto lo tenemos al alcance. ¡Cuán oportunas son las palabras de Romanos 12:14, 15!: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. Si podemos bendecir a cuantos nos persiguen, aunque no fuera más que con su lengua insultante y difamadora, no nos sería difícil gozar con ellos.
¿Cómo le fue el año pasado en su vida económica? Si le fue mal, ¿le faltó comida o techo? ¿Dio gracias a Dios porque “…la vida (es) más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mt. 6:25b). Tal vez tuvo muy buenos planes, pero no los pudo alcanzar. ¿Está seguro que esto significa que ha fracasado, o admite que bien puede ser la voluntad del Señor?
Y al hablar de su estado físico de salud, ¿tuvo algún percance? ¿Los médicos le diagnosticaron alguna situación que podría acortar su vida? A todos nos gustaría estar siempre sanos, sentirnos muy bien y no sufrir ningún dolor. La realidad es otra. Hay enfermedades que las contraemos por “voluntad propia”. Nos convencemos que no podemos dejar algún vicio y acortamos así nuestros días de vida. Pero otras veces tomamos todas las precauciones, sin embargo, nos extrañamos cuando un examen médico descubre que hemos contraído justamente el mal contra el cual nos hemos mantenido firmes para no sufrirlo.
¿Qué en cuanto a la vida de servicio para el Señor? ¿Somos fieles en dar para la obra misionera? ¿Amamos a nuestros hermanos y amamos la obra misionera? ¿Hemos sido constantes en la vida de oración? ¿Ha deseado hacer algo más por la causa del evangelio, pero no lo logró? ¿Se dará por vencido o está dispuesto a intentar de nuevo? El Señor le sigue dando vida y con ello las oportunidades para servirle. Recuerde siempre que lo que usted debe hacer, seguramente nadie podrá hacerlo tan bien como usted y solamente usted.
He aquí algunas reflexiones:
• Nunca piense que la vida le ha dado a usted “mal pago”.
• Nunca piense que otros, siendo peores que usted, gozan de la vida y usted solamente sufre.
• Haga todo lo posible por evitar el resentimiento y el rencor.
• Hable menos y escuche más.
• Agradezca más y pida menos cuando esté orando.
• Nunca olvide que la felicidad es “no” necesitarla.
• Reparta más y guarde menos.
• Con respecto al mañana, deje que de esto se preocupe Dios.
• Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro.
• No es una desgracia fracasar, pero es pecado no hacer lo mejor que pueda.
• ¿Le parece que otros son felices y usted no? No olvide: «Hay muchas lágrimas en el corazón que nunca llegan a los ojos».
Comience el nuevo año de rodillas ante Dios. Si puede hágalo con su cónyuge, y aún mejor, con toda su familia. Nunca olvide que Dios toma muy en serio nuestras oraciones. Si nosotros la tomáramos tan en serio como él, los días de estudio bíblico y oración sería la reunión más concurrida. ¿Los servicios de los días miércoles serán tan desérticos el año que viene como el que estamos dejando? ¡Cuánto ganaríamos nosotros mismos, nuestros hogares y nuestra Iglesia si tan sólo despertáramos a la realidad de la vida de oración!
He aquí algunas de las tantas promesas divinas para cuantos estén dispuestos a orar fervientemente:
1. “Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré” (Sal. 91:15).
2. “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay; seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desamparar Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad… Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído…” (Isaías 41:17, 58:9, 65:24)
3. “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Lc. 11:9).
4. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
5. “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él” (1 Jn. 3:21, 22).