Efraín y Manasés - (P IV)
- Fecha de publicación: Sábado, 01 Febrero 2025, 16:51 horas
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Después del hambre
El recuento de las bendiciones otorgadas sobre Efraín y Manasés está registrado en Génesis 48:14-20.
De acuerdo con el registro de la Escritura, este evento sucedió después del tiempo de la hambruna. El otorgamiento de estas bendiciones tuvo lugar luego que José se reveló ante sus hermanos y de inmediato ellos fueron proclamando su gloria y el hecho que era gobernador de todo el territorio de Egipto: “Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía” (Gn. 45:26).
De tal manera que lo que está anticipado en las bendiciones otorgadas sobre Efraín y Manasés, tiene que ver con los eventos y condiciones que se sucederán después de la gran tribulación y la revelación del Señor Jesucristo ante Israel. Los acontecimientos que rodearon el otorgamiento de las bendiciones de Jacob sobre los hijos de José, son semblanza de ese tiempo cuando Israel convertido, vaya y proclame “la gloria de Jesús y el hecho de que es gobernante sobre toda la tierra”.
La Biblia nos dice, que Jacob había adoptado los dos hijos de José, cuando dijo: “Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos. Y los que después de ellos has engendrado, serán tuyos; por el nombre de sus hermanos serán llamados en sus heredades” (Gn. 48:5, 6). De tal manera que ambos recibirían bendiciones de hijos, participando de la herencia y recibiendo porción completa junto con los otros hijos de Jacob. José recibió la herencia como primogénito, la cual perdió Rubén cuando tuvo relaciones incestuosas con la mujer de su padre.
Aunque cada uno de los hijos de José recibió porciones completas, fueron bendecidos con el pensamiento de una porción doble. Uno fue bendecido con las bendiciones de arriba, recibiendo lo que le corresponde al primogénito. En este respecto, Jacob entonces es una semblanza de Dios el Padre, y José, su hijo, de Jesús, el Hijo de Dios. Manasés y Efraín, adoptados por Jacob, son semblanzas de Israel y la Iglesia, adoptados por Dios el Padre. Ambos recibirán porciones completas de los bienes del Padre, pero uno recibirá bendiciones mayores que el otro y la porción doble que le corresponde al primogénito.
Así como José, el tipo de Jesús, recibió la herencia doble del padre, Jesús como el antitipo también recibió la porción doble del Padre. Y así como el hijo en el tipo recibió la bendición que le pertenecía al primogénito, el antitipo también recibirá doble porción por medio de Cristo. Note lo que dice Romanos 8:16, 17a: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo...”
Cuando llegó el momento para que Jacob bendijera a Efraín y Manasés, José colocó a Efraín enfrente de la mano izquierda de Jacob y a Manasés enfrente de su mano derecha. La mano derecha debía ser colocada sobre la cabeza del mayor y de esta manera recibiría la bendición que le correspondía como primogénito. Note que la Biblia nos dice que el Señor Jesucristo, el primogénito de Dios, se encuentra sentado a la diestra del padre. Sin embargo, Jacob colocó su mano derecha sobre Efraín, el hijo menor, y la izquierda sobre Manasés, el mayor, fue así como Jacob bendijo a sus dos hijos.
El patriarca sabía que le estaba otorgando al más joven, la bendición que le pertenecía al mayor, y leemos en Hebreos 11:21 que Jacob bendijo a Efraín y Manasés en esta forma: “Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José...” (He. 11:21). Es decir que Jacob los bendijo “por fe”. Para poder bendecir a sus hijos “por fe”, Jacob tenía que conocer la mente de Dios en este asunto y actuar en conformidad con su voluntad revelada. Fe, es creer simplemente lo que Dios tiene que decir. Por lo tanto, es evidente que el Señor previamente le había revelado ciertas cosas a Jacob respecto a Efraín y Manasés. Esta misma verdad podemos verla en el capítulo 49 de Génesis, donde está registrada la profecía de Jacob sobre cada uno de sus hijos. Las palabras de Jacob, indudablemente constituyen la revelación de Dios.
Tanto Efraín como Manasés se iban a convertir en pueblos, pero Efraín, el más joven, iba a ser más grande que Manasés, el mayor. Esto porta la verdad, no sólo concerniente a los descendientes de Efraín y Manasés, sino también con relación a las circunstancias y eventos que rodearon la experiencia que conllevó a las bendiciones que recibieron.
La pérdida de Israel de la doble herencia celestial, incluía la relación de la nación como “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa”, pero la posición y llamado de Israel con respecto a la porción terrenal de la herencia, permaneció sin cambiar. Este llamado no sólo estaba íntimamente asociado con los términos incondicionales del pacto Abrahámico, sino que, como hijo, Israel debe recibir una porción completa de la herencia del Padre. Estos hechos presentan una barrera inexpugnable en el sendero de todos los que atacan el lugar futuro de Israel en el plan y propósito de Dios.
Los cristianos heredarán los derechos de primogenitura y constituirán el nuevo orden de hijos que gobernarán en los lugares celestiales como coherederos con Cristo. Integrarán la clase gobernante de “sacerdotes y reyes” que gobernarán con el Rey Sacerdote, de acuerdo al orden de Melquisedec. La porción doble de la herencia del Padre que recibirá la Iglesia, tiene que ver con ambas esferas del reino, celestial y terrenal. Las bendiciones para los cristianos son celestiales, pero también recibirán una herencia terrenal, porque serán coherederos con Cristo, ya que el Padre le prometió a su Hijo: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Sal. 2:8). “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre” (Ap. 2:26, 27).
Esta herencia y posesión terrenal, completamente separada de las bendiciones terrenales y herencia de Israel, está asociada con el mundo presente bajo Satanás, porque “Los reinos del mundo... (serán) de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Ap. 11:15).