La escuela de ladrones
- Fecha de publicación: Domingo, 07 Septiembre 2025, 07:58 horas
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Hoy vamos a meditar sobre lo que podríamos llamar: “La escuela de ladrones”. Hace algunos años un joven comentó cómo supo de la existencia de esta... “escuela de ladrones”, específicamente explicó de unas cuantas “materias” que se dictan en esa “escuela” y cómo mucha gente se expone a ser víctimas de asaltantes (graduados o no en dicha escuela), de modo que, de paso nos hizo ver de las precauciones que necesitábamos tomar como recursos “anti-cacos”.
Pero... si hay tal cosa como esa “escuela de ladrones”, esto despierta una serie de interrogantes, como por ejemplo, ¿quién es su fundador? ¿Cuándo y dónde se estableció la primera escuela? ¿De dónde sacan materiales didácticos quienes hoy las encabezan? ¿Cuáles son los valores más apetecidos de los “graduados” de esta escuela? Hay muchas otras preguntas, pero con esto nos basta por ahora.
Su fundador se llama Satanás. Él no se graduó en ninguna escuela, él simplemente se “autograduó”. Él demostró que tiene una gran capacidad para escoger los objetos que ha de robar; lo que usted menos piensa. Son los ALUMNOS, aunque graduados en su escuela, no siempre lo hacen tan bien. Justamente aquellos que roban los valores de mayor precio nunca concurrieron a ninguna de estas escuelas, aunque son los ladrones más peligrosos. Nunca la policía los persigue, nunca van a la cárcel por lo ladrones que son.
Pues bien, hablemos un poco de lo que roba Satanás. Su primer asalto como ladrón él lo perpetró en el Edén. Allí vivía una pareja, la primera de la raza humana. No tenían vecinos malos, no había patoteros por ningún lado, estaban rodeados de lo que podríamos llamar: seguridad absoluta y ambiente ideal. Esa pareja se paseaba por ese huerto, la propiedad que nada les costó. Imaginaban grandes cosas relacionadas con quien les había colocado allí. Mantenían muy buena relación con el Dueño del huerto. Nunca recibieron la nota de pago, ni por ocupar la vivienda ni por todo cuanto tenía que ver con los alimentos, la energía, el agua, etc.
Pero alguien estaba muy disgustado. Ese alguien era Satanás, el enemigo, tanto de Dios como de esa pareja, compuesta del único matrimonio ideal, los esposos Adán y Eva. Satanás se propuso perpetrar el primer asalto. Dios, el dueño de esa maravillosa propiedad (el Edén), dejó bien en claro a los esposos que la ocupaban cuál debía ser el comportamiento de ellos. No les dijo mucho acerca del enemigo ni de su estrategia, insistió en un punto: «Si me obedecen, no tendrán quien los incomode, ni asalte ni los dañe».
Un día el asaltante llegó, pero no lo hizo armado de machete, de pistola o de alguna bomba para hacer volar esa dulce y plácida vivienda. Él envió a una... mensajera, de nombre Serpiente, para que hablara con la primera y única esposa feliz que hasta ese día habitaba el planeta. Ambas entraron en conversación. El tema era la cuestión Dios, su creación, su mensaje para esa pareja, su única restricción. Ambas, Eva y la señorita Serpiente, hablaban y contemplaban el desfile de esos animales, entre los cuales reinaba una perfecta armonía. Animales vacunos, leones, pumas, tigres y todo tipo de animales conocidos hoy como salvajes, sin embargo, estaban y pastaban todos juntos. Se podía ver al cachorro de león jugueteando con el encanto de un corderito. Más allá un tremendo león pastando junto a vacas y caballos.
Por otra parte, la conversación de la encantadora visitante era también agradable. Ambas, Eva y la Serpiente contemplaban el huerto en dirección a las plantas frutales, Eva notó que su visitante casi no sacaba los ojos de una planta en particular, y era justamente la que también el Dueño del huerto les había hablado, tanto a ella como a su esposo, para que no la tocaran y definitivamente que no comieran de su fruto.
Después de un breve, pero extraño silencio entre ambas, la encantadora Serpiente volvió a hablar, y dijo: «¿Así que el Dueño y Señor de esta propiedad les prohibió comer de cuantos árboles hay aquí? ¿Todos esos frutos tan apetecibles, ustedes no deben tocar?» «¡No, no exageres amiga Serpiente! El Dueño nunca dijo tal cosa. Lo que él dijo es exactamente lo contrario, y es que podemos comer de todos los árboles, menos uno, el del conocimiento del bien y del mal». «¿Por qué?» - le replicó la serpiente. «Porque, nos dijo, que cuando comiéramos de ese fruto, moriríamos». «¿Esto le dijo el Dueño del árbol?» «Sí» - respondió nuevamente la señora Eva. «La verdad no es esa» - dijo la visitante. «La verdad es que el Dueño los quiere tener siempre aquí limitados a su propiedad. No quiere que ustedes sean ustedes, teniendo su propia personalidad. ¿Sabes Eva?, ustedes pueden ser como el Dueño. Crear sus Huertos, hasta pueden crear su propio entorno, su futuro y ciertamente lograr su máximo potencial como humanos». «¿Es verdad esto, Serpiente?» «Sí, por supuesto. Yo me he graduado en la Escuela de Ladrones y sé lo que digo». «¿Y qué significa... Ladrones?» «No te preocupes señora, por ahora, ya lo sabrás». Mientras transcurrían los minutos y las horas de este fatal diálogo entre estas dos damas, el Director de la escuela de ladrones junto con sus innumerables alumnos (los demonios) ¡estaban de fiesta, viendo que las cosas les iban como habían planeado! «Ven, Eva» - le dijo la visitante - «vamos al árbol y míralo bien, sí, así de cerca. ¿Te das cuenta que comiendo su fruto podrás ser más inteligente? ¿No te das cuenta de lo delicioso que es su fruto?» Así las cosas, doña Eva alargó la mano, tomó del fruto y listo, se dio cuenta de lo ladrona que era esa sinvergüenza. Al momento se dio cuenta que le robó lo más preciado. Le robó su inocencia, su pureza espiritual y su comunión con el Dueño de la creación. A cambio le dejó temores, angustia, vergüenza, desconsuelo, mentira y un futuro que parecía sombrío y deprimente. ¡Cuánto se lamentó de lo que había hecho! Pero su visitante, hecho su trabajo, se fue hasta desaparecer de la vista. Y lo que sucedió después, usted ya lo sabe. Pero... ¿cuál fue el mayor asalto y el mayor botín que se llevó el asaltante? ¡Nada menos que el Paraíso! Sin embargo, ¿hemos perdido todo? La pérdida es sólo aparente, porque el Dueño del Paraíso nos tiene preparado otro aún más maravilloso.