Boletin dominical - 24/05/09
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
- Visitado 3976 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
Un predicador francés encargado de una pequeña congregación, hizo imprimir el siguiente cartelito para que fuese colgado de la pared en los hogares, de los miembros de esa iglesia, que decía:
«COMPRENDAN BIEN EL VALOR DE ESTAS PALABRAS: UN DIOS, que los mira a quien sirven tan mal. UN MOMENTO, que se les escapa; del cual sacan tan poco provecho. UNA ETERNIDAD que los espera, a la cual dan tan poca importancia».
¿No estaremos necesitando nosotros también algo así colgando de las paredes de nuestros hogares? El impacto de un texto colgado de la pared del dormitorio de un adolescente, por ejemplo,
Un predicador francés encargado de una pequeña congregación, hizo imprimir el siguiente cartelito para que fuese colgado de la pared en los hogares, de los miembros de esa iglesia, que decía:
«COMPRENDAN BIEN EL VALOR DE ESTAS PALABRAS: UN DIOS, que los mira a quien sirven tan mal. UN MOMENTO, que se les escapa; del cual sacan tan poco provecho. UNA ETERNIDAD que los espera, a la cual dan tan poca importancia».
¿No estaremos necesitando nosotros también algo así colgando de las paredes de nuestros hogares? El impacto de un texto colgado de la pared del dormitorio de un adolescente, por ejemplo, puede representar el cambio de la vida de ese muchacho hasta el día de su partida.
Mis recuerdos me llevan a mi infancia y nunca puedo olvidar el texto de Mateo 11:28, donde dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Cuando los muchachos y las muchachas en su adolescencia o incluso mucho antes tienen ante sus ojos algunos textos bíblicos muy visibles, es como si los ojos del Señor los estuvieran mirando. El impacto es saludable para el alma y la mente. Se habla mucho de memorizar textos bíblicos y nos sentimos muy felices cuando logramos memorizar capítulos enteros. Pero cuando el fin de esta práctica es la memorización en sí, entonces hemos perdido el verdadero beneficio de la PALABRA.
En algunas iglesias se hacen concursos para recompensar a quien más versículos y capítulos ha memorizado. No está mal hacerlo, pero si el fin es ganar la competencia, el provecho será mínimo.
¿A qué edad es bueno inculcar la Biblia en nuestros hijos? La respuesta la tenemos en Deuteronomio 6:5-9: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
¿Quién debe ocuparse de esto? Los padres, razón por la cual el Señor nos dice: “Las repetirás a tus hijos”. No dice: «Las repetirás a tus alumnos» como si se tratara del maestro de la Escuela Bíblica Dominical. Dice también: “Hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino”. Como si todo esto fuera poco, dice además que se debe hacer “al acostarte, y cuando te levantes”.
¿Cuál de los padres debe hacerlo, papá o mamá? No es necesario estudiar mucho la Palabra de Dios para darnos cuenta de que esto es deber del esposo y padre.
¿Qué ocurre si a él no le importa el aspecto de la vida espiritual de sus hijos? En tal caso lo hará la esposa y madre. Son muchos los varones, esposos, padres que no tienen ningún interés en proveer a sus hijos la formación espiritual. Tal vez lo hagan en la parte intelectual y física, pero lo más importante lo abandonan completamente. Por lo visto no les importa que sus hijos vayan al infierno. Pablo es claro cuando dice: “Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti. 5:8).
Los... “suyos” son su familia, pero de manera especial sus propios hijos, ya que a veces una pareja de padres tienen también que hacer lo que puedan por sus propios padres si estos atraviesan por problemas económicos, físicos o espirituales. Las palabras que Pablo usa, «peor que el infiel», es lo mismo que decir que el padre que no se interesa en la vida espiritual de sus hijos, es peor que un adúltero (infiel).
Aquí en Paraguay, he notado que el hecho de que el papá y esposo abandone a sus hijos y esposa, hasta parece una virtud de alguien que “realmente es hombre”, sin darse cuenta que se trata de una piltrafa moral y espiritual. Es un individuo que se propuso guiar a sus hijos sistemáticamente al infierno. ¿Por qué lo hace? ¿No será que él mismo va en esa dirección y quiere tener a sus hijos consigo? ¡Oh, si la madre no se pone firme y literalmente aísla a sus hijos de un agente del príncipe de los demonios, podrá verse completamente sola en el cielo en cuanto a su propia familia! Es aquí donde la madre debe volcar abundantes oraciones ante el Señor, intercediendo por sus hijos para que no acompañen a un papito que es «peor que el infiel».
En tales situaciones la madre no tiene otra alternativa que tomar el timón de la familia y no permitir que cuanto ella haga, su propio esposo, con su actitud mundana e indiferente, lo destruya.
Aquí no valen lamentos, ni “principios” tales o cuales muy bien elaborados por los “expertos en matrimonios”. Se impone la urgencia. Fue la madre la que sufrió tanto para traer al mundo a sus hijos, sean estos dos o doce. Es ella la que debe asegurarse de que todos ellos sean salvos y puede estar segura de que se lo agradecerán eternamente.
¿En cuanto al esposo y padre? Es probable que él ya se haya entregado a Satanás. Deberá continuar con ese horrible amo hasta que arrepentido asuma su responsabilidad.
De nada valen los esfuerzos por ofrecer una “fachada de familia unida y padres dedicados a la familia y al Señor”.
Hermana: Conviértase si es necesario en pastora, predicadora, cabeza y todo cuanto tiene que ver con la dirección del hogar, tanto en lo espiritual como en lo material también. Tenga al Señor por aliado, no a uno que «es peor que el infiel».
J. A. Holowaty, Pastor