Boletin dominical - 07/06/09
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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«Sanidad en la expiación»
El segundo texto de que echan mano para fundar sus torpes enseñanzas es este:
“Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”
(Mt. 8:16, 17).
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Segundo: «Sanidad en la expiación»
El segundo texto de que echan mano para fundar sus torpes enseñanzas es este: “Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”(Mt. 8:16, 17).
Los hermanos “sanadores” deducen de ese texto que en la cruz el Señor, además de cargar con las iniquidades de todos nosotros, llevó también nuestras enfermedades y aflicciones físicas. Así hizo expiación por los males del alma y también expió en la cruz las dolencias del cuerpo. Hasta los queridos hermanos de la Alianza Cristiana y Misionera se han dejado llevar por el error y como la mujer del templo Angelus, de California, anuncian un “evangelio cuádruple”, es decir: Cristo nuestro justificador, Cristo nuestro santificador, Cristo nuestro sanador, y Cristo rey que viene. Y repiten esa falsedad de que Cristo murió en la cruz también por nuestras enfermedades. ¡Pero no hay ni señas de tal evangelio en las Escrituras, ni el apóstol Pablo mencionó tal cosa extraña, ni se halla en ninguna de las cartas a las iglesias!
La mujer del templo Angelus enseña que hubo dos expiaciones: una en la cruz, donde el Señor derramó su sangre para limpiar nuestros pecados; y otra, en el sufrimiento que padeció cuando le dieron azotes y le tiraron de la barba, para pagar por nuestras enfermedades corporales. Otro propagandista de la “sanidad” declara que en la Santa Cena tenemos el pan para curar el cuerpo y el vino para limpiar el alma. Estas enseñanzas son blasfemas y diabólicas, y tales embaucadores alteran y tuercen la Palabra de Dios para sembrar con mentira herejías de perdición. Entonces, ¿qué enseña ese pasaje de Mateo 8:16, 17? Pues enseña sencillamente que el ministerio de curación del Señor se cumplió allí AQUEL DÍA, es decir, tres años antes de que Él expirara en la cruz.
Tercero: “Sanad enfermos”
¿No dijo el Señor expresamente a sus enviados que sanasen los enfermos? Es un argumento favorito de los “sanadores”. Y añaden: «Así pues nosotros predicamos y al mismo tiempo sanamos a los enfermos que hay en las congregaciones». Pero el pasaje dice textualmente: “Sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel... Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”(Mt. 10:6, 8).
Notemos bien el pasaje. ¿Para quién era el anuncio? Para “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, los judíos. ¿Qué iban a hacer entre ellos? A llevarles la salud del cuerpo y a dar resurrección a los muertos. Esto era preciso porque estaba de acuerdo con la profecía y las promesas del Ungido que había de venir. Por eso les mandó estrechamente que fuesen a los judíos y no a las ciudades de los samaritanos ni a los caminos de los gentiles (vs. 5, 6). Era para testimonio “a lo suyo...”(Jn. 1:11). Los que hacen tanto alarde de la sanidad, ¿por qué no resucitan los muertos si esto también les fue mandado a los discípulos?
Tienen un culto de la semana dedicado a la “sanidad divina”, ¿por qué no tienen también una noche para levantar los muertos? No, mis amados lectores, hermanos y amigos. Ese mensaje fue para aquellos días exclusivamente, y era particular para “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, para mostrarles con señales que Cristo era el Mesías de ellos, el Ungido de Dios anunciado por los profetas (Lc. 4:17-21). La Iglesia no se hallaba todavía en el mundo. Esta orden de sanidad no es pues para nosotros, ni por asomo. Para usar bien la Palabra de verdad (2 Ti. 2:15), no hay que perder de vista los tres grupos de 1 Corintios 10:32: los JUDÍOS, los GENTILES y la IGLESIA DE DIOS. No podemos impunemente darle a un grupo lo que pertenece al otro, porque sería hacer violencia a la Palabra, desobedeceríamos a Dios y labraríamos nuestra propia destrucción. No le podemos dar la Santa Cena al judío; ni imponerle el sábado y los sacrificios judaicos a la iglesia; ni entregar ambas cosas a los gentiles que andan en la carne, porque sería «echar las perlas a los cerdos» (Mt. 7:6). Ni vamos a tomar el mensaje de la casa de Israel para aplicarlo a los que son de Cristo por la fe, porque estos no necesitan judaizar, sino están llamados a formar la Iglesia del Nuevo Testamento y andan por fe y no por vista.
Cuarto: «Ungir con aceite»
Citan este famoso pasaje de Santiago 5:14, 15: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Este es el texto más usado o más abusado por los sanadores.
Enseñan que aquí se nos da la dirección que debemos seguir para sanar a todos los enfermos. En los “servicios de sanidad divina” usan el texto para sus curaciones “infalibles” y muchas pobres almas se van decepcionadas y tristes. ¡No hay tal curación! Y ellos se excusan diciendo que le faltó al sujeto la fe sanadora. Y no se acuerdan que el paralítico en Betesda, el cojo en la Puerta Hermosa, el hombre que nació ciego, Malco y otros muchos fueron curados sin tener fe y sin siquiera pedir ni esperar la curación. Malco era un declarado enemigo que venía contra el Señor a fin de arrestarle. El cojo quería dinero, ni pedía ni esperaba sanar de su cojera. El ciego ni siquiera sabía quien fuese el Señor, el Hijo de Dios, pero los sanadores se escudan en esa invención para excusarse de sus fracasos.
Dios no da aquí un método ni regla general como panacea para todos los males. Se trata sencillamente de un caso único y especial. Si ese método fuera aplicable y efectivo ningún cristiano moriría en esta tierra. Es preciso usar la lógica para discurrir con acierto y con sinceridad de verdad.
Muchos cristianos mueren en la Alianza Cristiana y Misionera, y en todas las iglesias, cada día. Jóvenes, niños, ancianos acaban sus días según la voluntad de Dios, y van a la presencia de Dios «donde no habrá más dolor» (Ap. 21:4). Muchos hermanos de la Alianza Cristiana y Misionera, y de las congregaciones de “la sanidad” están enfermos, muchos en casas de locos y otros en los hospitales. Al llegar a una congregación de estos hermanos no hallamos personas sanas, robustas, rebosantes de salud solamente, sino hay como en todas las iglesias personas débiles, anémicas, diabéticas, con espasmos de tos, asmáticas, con antiparras o espejuelos, sufriendo del reuma y de muchas otras dolencias.
No podemos hacer violencia a la Palabra de Dios para sostener ideas humanas de hombres de entendimiento escaso o que siguen a guías maliciosos que han querido apartarnos de la verdad. El “enfermo” de Santiago 5:14 es un caso muy particular. La carta de Santiago fue la primera que se escribió y se dedica a los judíos (“...a las doce tribus que están en la dispersión...”) según se lee en Santiago 1:1.
No hay que olvidar que los judíos tenían una promesa y un pacto donde se les daría salud si se mantenían obedientes a Dios, pues de lo contrario la enfermedad les vendría como castigo. Por eso, si llamaban a los ancianos y se reconciliaban con Dios eran perdonados y sanaban de sus males. Nunca jamás en parte alguna se hizo tal promesa a la iglesia. Aquellos eran PUEBLO TERRENAL, y estos (la Iglesia) un PUEBLO CELESTIAL, y sus promesas son del cielo, no de la tierra. De las miles de promesas que se cuentan en la Biblia, ni una sola ofrece a los cristianos ni dinero ni salud, antes se enseña, «que por muchas tribulaciones entramos en el reino de Dios» (Hch. 14:22; 9:16).
J. A. Holowaty, Pastor