Boletin dominical - 14/06/09
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Alemania a principios del siglo XX... Durante una conferencia con universitarios, un profesor de la universidad de Berlín le propuso un desafío a sus alumnos con la siguiente pregunta: «¿Creó Dios todo lo que existe?» Un alumno respondió valientemente: «Sí, Él lo creó».
«¿Realmente creó Dios todo lo que existe?», volvió a inquirir nuevamente el maestro. «Sí señor», replicó el joven.Mas sobre el pentecostalismo
Si quisiéramos titular de alguna manera esta reflexión, podríamos formularnos la siguiente interrogante: «¿SI DIOS CREÓ TODAS LAS COSAS, CREÓ TAMBIÉN EL MAL?»
Alemania a principios del siglo XX... Durante una conferencia con universitarios, un profesor de la universidad de Berlín le propuso un desafío a sus alumnos con la siguiente pregunta: «¿Creó Dios todo lo que existe?» Un alumno respondió valientemente: «Sí, Él lo creó».
«¿Realmente creó Dios todo lo que existe?», volvió a inquirir nuevamente el maestro. «Sí señor», replicó el joven.
El profesor agregó: «Si Dios creó todo lo que existe, entonces Dios hizo el mal, ya que el mal existe. Si establecemos que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, ¡entonces Dios es malo!»
El joven permaneció en silencio ante el argumento del profesor, quien feliz se regocijaba por haber probado una vez más, que la fe es sólo un mito.
Otro estudiante levantó la mano y dijo: «¿Puedo hacerle una pregunta profesor?» «¡Lógico!», fue la respuesta del maestro.
El joven se puso de pie y preguntó: «Profesor, ¿existe el frío?» «¡Pero qué pregunta es esa! ¡Lógico que existe! ¿O acaso nunca sentiste frío?»
El muchacho respondió: «En realidad, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que consideramos frío, es en verdad la ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es factible de estudio cuando posee o transmite energía, el calor es lo que hace que este cuerpo tenga o transmita energía.
El cero absoluto es la ausencia total de calor. Todos los cuerpos quedan inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Nosotros creamos esa definición para describir de qué manera nos sentimos cuando no tenemos calor.
Pero... ¿Existe la oscuridad?», continuó el estudiante. El profesor replicó: «¡Existe!» El estudiante añadió: «La oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad la ausencia de luz. Podemos estudiar la luz, ¡la oscuridad no! A través del prisma de Nichols se puede descomponer la luz blanca en sus varios colores, con sus diferentes longitudes de ondas. ¡La oscuridad no! ¿Cómo se puede saber cuál es el grado de oscuridad en un espacio determinado? Con base a la cantidad de luz presente en ese espacio.
La oscuridad es una definición utilizada por el hombre para describir qué ocurre cuando hay ausencia de luz».
Finalmente, el joven volvió a preguntarle al profesor: «Señor, ¿existe el mal?» El profesor respondió: «Como afirmé en un principio, vemos el abuso sexual con menores, los crímenes, la violencia en todo el mundo. Esas cosas son del mal».
El estudiante replicó: «Señor, el mal no existe. Por lo menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia del bien... De conformidad con los casos anteriores, el mal es una definición que el hombre inventó para describir la ausencia de Dios. Dios no creó el mal... El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos. Es igual a lo que ocurre con el frío cuando no hay calor, o con la oscuridad cuando no hay luz».
El joven estudiante fue aplaudido de pie por sus compañeros y el maestro, moviendo la cabeza permaneció en silencio. El director de la universidad se dirigió entonces al joven estudiante y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» «¡Me llamo Albert Einstein!», respondió.
¡Oh si nuestros jóvenes hoy fueran tan decididos como para enfrentar con la verdad a profesores que se burlan de la inteligencia de sus alumnos!
¡Debe existir una marcada diferencia entre los profesores cargados de teorías quienes vuelcan su odio y burlas contra el verdadero cristianismo y los alumnos sin Dios y sin esperanza!
En primer lugar, nuestros jóvenes conocen a Dios y saben que son salvos por la fe en Cristo Jesús. Se supone que conocen la Palabra de Dios, que tienen cierta inquietud por vivir para el Señor y por lo tanto, son el único segmento en toda aula para refutar a profesores cuyas cátedras parecen tener por objetivo pervertir aún más la sociedad.
Además, son nuestros jóvenes quienes tienen buen material impreso. Libros escritos por hombres de Dios quienes proveen a los cristianos una formidable herramienta para aceptar los desafíos actuales. El Señor no necesita de muchos jóvenes para producir el cambio. La tarea de convencer al pecador y hacer de él una nueva criatura, un... nacido de nuevo, es del Señor. Es el Espíritu Santo el que puede cambiar a quien se burla de Dios y de su Palabra.
¿Acaso no puede un estudiante pedir la palabra, con todo respeto, y dirigiéndose a su profesor (si éste se burla de la fe cristiana y de la existencia de Dios), taparle la boca sin insultarlo? Por ejemplo podría decir: Un renombrado monarca hebreo, llamado David, escribió unos 900 años A.C.: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios...” (Sal. 14:1). Si el profesor se incomoda, se enoja o incluso disciplina al alumno por semejante “atrevimiento”, será muy claro para el resto del alumnado que el mismo profesor se da por aludido.
¿Saben, ustedes los jóvenes, que hay muchos otros en la misma clase que no piensan como ese profesor y que apoyarían con un nutrido aplauso si se levantara un joven o una señorita y enfrentara a su atrevido profesor?
Dejo esto a cargo de los jóvenes estudiantes de nuestra iglesia y me gustaría saber de cuantos tengan valor para hablar lo que corresponde y a quien corresponde. Quiera el Señor sembrar esta inquietud en los estudiantes que son parte de esta iglesia bíblica.
J. A. Holowaty, Pastor