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Boletin dominical - 10/01/10

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

  «Acontecimientos que indiscutiblemente implicaban una acción inmediata y poderosa de parte de Dios cuyo objetivo era revelar Su carácter y propósitos.  Las palabras que se emplean en las Escrituras para describir algo milagroso, son, señal, maravilla, prodigio, obra, hecho poderoso, portento, poder.  Estos términos indican la inspiración de los autores de la Escritura que percibieron el dominio divino sobre la naturaleza, la historia  y los seres humanos».
Al preguntar a la audiencia cuál es el mayor milagro, llegaron muchas respuestas: la creación, el ser humano, el Nuevo Nacimiento, la resurrección de los muertos, etc.

¿CUÁL ES EL MAYOR MILAGRO EN LA BIBLIA?

     En primer lugar, debemos definir el término «milagro».  El diccionario dice: «Fenómeno que se atribuye a una intervención divina en lugar de a una causa natural.  Suceso o cosa extraordinaria y maravillosa».

LO QUE DICE EL DICCIONARIO BÍBLICO:

     «Acontecimientos que indiscutiblemente implicaban una acción inmediata y poderosa de parte de Dios cuyo objetivo era revelar Su carácter y propósitos.  Las palabras que se emplean en las Escrituras para describir algo milagroso, son, señal, maravilla, prodigio, obra, hecho poderoso, portento, poder.  Estos términos indican la inspiración de los autores de la Escritura que percibieron el dominio divino sobre la naturaleza, la historia  y los seres humanos».

Al preguntar a la audiencia cuál es el mayor milagro, llegaron muchas respuestas: la creación, el ser humano, el Nuevo Nacimiento, la resurrección de los muertos, etc.

Si vamos al caso, la lista de milagros se hace tan larga que es difícil mencionarlos todos.

Israel es un milagro, el nacimiento de Isaac cuando su madre ya tenía 90 años de edad es un gran milagro, porque no es común que una mujer conciba a esa edad.
Pero... ¿Cuál es el Mayor Milagro?  ¡ES JESUCRISTO!  Tal como aparece, su nombre y su título.  Recordemos que estamos hablando de Jesús el Cristo, el Mesías.

Veamos algunos de los milagros verdaderamente sorprendentes.  Toda la vida de nuestro Salvador está envuelta en milagros.  Por falta de espacio vamos a enumerar solamente algunos de ellos:

• ¿Cómo es que Él es el Hijo de Dios y es Dios mismo?: “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre.  El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió... Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.  Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?  El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Jn. 5:23; 14:8, 9).
• ¿Cómo es que Él estaba con ellos y al mismo tiempo en el cielo, cuando dijo: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:3)?
• ¿Cómo es que tanto el Padre como el Hijo parecen intercam-biarse y al mismo tiempo el Padre es mayor que el Hijo?: “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.  Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.  Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies.  Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas.  Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Co. 15:25-28).
• ¿Cuál de ellos es el Creador?  ¿Es Dios el Padre o es Dios el Hijo?: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1).  “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16).  “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino” (He. 1:8).  “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo.  Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Jn. 5:20).

¿Es posible tener una respuesta satisfactoria para todo esto?  ¿Es todo un... misterio, un milagro o ambas cosas?  ¿Cuál es la diferencia entre ambos?  Entende-mos que un misterio es algo no revelado. El milagro es algo revelado, pero incomprensible.

¿Cómo es eso que Cristo es “...principio y fin...” (Ap. 1:8)?, ¿y qué de Dios el Padre?

¿Y qué si comparamos Apoca-lipsis 1:8 con Isaías 44:6?: “Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios”.

¿Cómo el cristiano regenerado maneja toda esta situación?  ¿Cuál es la doctrina que interviene en esta revelación de Jesucristo?  ¡Cuán oportunas nos resultan las palabras de Hebreos 11:1, 6!: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve... Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.

Así que, el mayor milagro es que Dios, cuya grandeza no cabe en nuestra pequeñez y limitacio-nes, siendo el Creador del Univer-so y del mismo hombre, asuma la condición de sus creaturas.

¡Hay muchísimas preguntas más como para secar el cerebro cuando tratamos a la persona de Jesucristo!, pero esto nos basta para entender que realmente “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay”.  Y como si esto fuera poco, en esto de... “crea que le hay”, se nos dice también que Él “es galardonador de los que le buscan”.

¿Cuál es ese... galardón?  Sin duda la salvación del pecador.

¿Entenderemos algún día lo que ahora es nuestro solamente por la fe?: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.  Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.  Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co. 13:12, 13).

Nuestra querida fe nos acompañará hasta cuando llegue mos a la misma presencia de Aquel a quien amamos y en quien creímos sin haberlo visto: “A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 P. 1:8, 9).

Cuando lleguemos al portal celestial, el Señor nos dará la bienvenida y nosotros nos despe-diremos para siempre de estas dos inseparables amigas que nos han acompañado a lo largo de nuestra peregrinación terrenal.  Ellas son, la fe y la esperanza.  El amor es quien nos seguirá acompañando por la eternidad. 

J. A. Holowaty, Pastor

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