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Boletin dominical - 07/02/10

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
   Dicen aquellos que han tenido la experiencia de la... «muerte clínica», que han visto su cuerpo sobre una camilla y los médicos tratando de volverlo a la vida... que no entendían por qué estos estaban tan preocupados por hacer algo por ese cuerpo.
Bíblicamente hablando, la llamada «muerte clínica» corresponde a casos donde el corazón se detiene, pero el alma (espíritu) aún no ha abandonado el cuerpo.  Dicho en términos médicos, «las células aún no han muerto».

       Dicen aquellos que han tenido la experiencia de la... «muerte clínica», que han visto su cuerpo sobre una camilla y los médicos tratando de volverlo a la vida... que no entendían por qué estos estaban tan preocupados por hacer algo por ese cuerpo.

Bíblicamente hablando, la llamada «muerte clínica» corresponde a casos donde el corazón se detiene, pero el alma (espíritu) aún no ha abandonado el cuerpo.  Dicho en términos médicos, «las células aún no han muerto».

No hace mucho los medios de comunicación informaron que en un hospital aquí en la ciudad, una criatura de pocos días había sido entregada a sus familiares, quienes se la llevaron a una mortuoria y la estaban “velando”.  Pero mientras conversaban, repentinamente oyeron una vocesilla de la criatura en su ataúd, porque en realidad no había muerto.  Estornudó y se movió.  Grande fue la sorpresa de quienes estuvieron allí, especialmente sus padres.

Se han escrito varios libros sobre experiencias que han tenido personas mayores a las que “revivieron” con la ayuda de los médicos.

Cuando una persona realmente muere, es imposible lograr que sobreviva, ya que su “vida” (alma) ha partido a la eternidad: Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio (Ec. 12:7).  Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.  Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger (Fil. 1:21, 22).

Note las expresiones, “vivir es Cristo... morir es ganancia... vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra”.  Cuando uno vive la vida cristiana en toda su plenitud, sirviendo al Señor de manera generosa y total, entonces la experiencia de Pablo llega a ser la misma.  Por un lado, uno sabe que la muerte física es “partir y estar con Cristo”, pero por el otro, ya sea que uno tenga hijos, cónyuge u otros de su entorno aún no salvos, desea seguir “en la carne” (vivir físicamente) para físicamente poder comunicarse con los demás.  La causa del Señor debe ser la única razón del deseo de seguir viviendo.

Esto hace que la muerte física no signifique lo mismo para todos.  Para algunos es un pensamiento horrible, fatal, final, incierto, como tirarse al vacío.  Se trata de personas no salvas.  A los cristianos Pablo escribió: “...No os entristezcáis como los que no tienen esperanza.  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Ts. 4:13b, 14).

Dicho en otras palabras, así como resucitó nuestro Señor, así también “con Jesús” resucitarán todos aquellos que murieron siendo de Él.

Habiendo tantos pecadores por todas partes que aún no son salvos, y sabiendo nosotros que más allá de la muerte física no hay salvación, si nosotros, siendo salvos nos desesperamos por morir cuanto antes, estaríamos deseando que los demás vayan al mismo infierno.

Más allá de nuestra limitada dimensión, la muerte tiene completamente otra cara.  ¡Simplemente no existe!: Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.  Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven (Lc. 20:37, 38).

Cuando hablamos tanto de la vida como de la muerte, la única fuente segura para informarnos sobre esto es la Biblia, porque se trata de la Palabra de Dios.  En lugar de confiar uno en sus imaginaciones propias, es mucho mejor tomar en serio lo que nos dice el Dador de la vida.  Los que para nosotros han muerto, para Él “todos viven”.  Pero... ¿En dónde están viviendo los que para nosotros ya han muerto?  Permitamos que el Señor nos conteste: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación (Jn. 5:28, 29).  En el momento de la muerte física, la persona abandona su cuerpo y parte a la eternidad, nunca quedó dormida, ni inconsciente, ni flotando por los aires.  Hay una gran diferencia entre el cuerpo y el alma.  Los hombres se encargan del cuerpo muerto.  Para eso está el ataúd, la mortuoria, el cementerio, etc.; y ciertamente muchos para llorar.  Pero Dios mismo se encarga del alma, y ésta va a la eternidad que ha escogido.  Si recibió a Jesucristo, ha partido a Su presencia.  Por eso Él dijo: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.  En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.  Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (Jn. 14:1-3).  Si Jesús es ahora mismo su Salvador, el lugar que Él fue a preparar para los suyos, ¡es para usted también!

Pero... ¿Qué en cuanto a los que ya están con Él en el cielo?  Si ellos pudieran comunicarse con nosotros, ¿qué nos dirían?  ¡Imagine algunas “cartas” o “llamadas” que recibiríamos!  Suponga que una madre le dice a sus hijos: «¡Esto es maravilloso!  El primer rostro que vi cuando los abandoné, fue el del Salvador!

       Hijos, no intenten imaginarlo.  Es imposible.  Todo esto es tan único que ahora me doy cuenta de cuánta razón tenía Pablo cuando escribió lo que ustedes pueden leer en 2 Corintios 12:3, 4: Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar’.  ¡Con razón luego agrega en Filipenses 1:21 que desearía ‘partir y estar con Cristo’ y que ‘el morir es ganancia’!

       ¿Quieren algunas recomendaciones, hijos?  Aquí van:

1.    Hagan todo cuanto puedan por los perdidos para que sean salvos.  No importa si no logran verlos recibir a Cristo.  Dejen esto al mismo Salvador.

2.    Vivan una vida de oración y eviten el pecado a toda costa.

3.    Cooperen con la proclamación del evangelio ayudando a quienes son misioneros y pastores.

4.    ¿Saben?  Al pensar en el lamento cuando muere un cristiano, salvo por la fe en Cristo, no puedo entender por qué.  Mi única explicación es que, sin saberlo, ellos más bien lloran por los vivos muertos.

       ¡Qué ironía: Los muertos vivos y los vivos muertos!  Pero la gran mayoría de los vivos muertos no se dan cuenta de ello.  Hijos: Me estoy dando cuenta de que la preparación para todos los redimidos está casi terminando, de modo que muy pronto nos daremos el gran abrazo que perdurará para siempre.

                                                              Vuestra madre desde el cielo.

       ¡Ah... casi me olvido!  Aquí nadie ora, porque lo de Isaías 65:24 se cumple literalmente:Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído’.  ¿Qué cómo me parezco?  Aunque intente explicarles, no me entenderán».

J. A. Holowaty, Pastor

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