El rapto antes de la Tribulación
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
El rapto antes de la tribulación
Entre los dispensacionalistas prevalece la tendencia a pensar del cambio de una dispensación a la próxima, como un punto separado a lo largo de la línea del tiempo. Podemos ver los gráficos que marcan los cambios de la promesa a la Ley, y de la Gracia al reino. Sin embargo, cada uno de ellos es más que sólo un punto a lo largo de una línea, ya que entre el uno y el otro transcurrieron años. Moisés y la experiencia en Egipto abarcó décadas. Desde el nacimiento de Jesús hasta la formación de la iglesia primitiva y la terminación del Nuevo Testamento, pasó cerca de un siglo. Y tal vez la Biblia sorprendentemente hable de una larga transición desde la edad de la Iglesia hasta la tribulación y hacia el Reino. Uno podría argumentar de que ahora mismo estamos en esa transición.
Como veremos, la Biblia se refiere a un cambio más o menos gradual de la edad de la Iglesia hasta los siete años de la tribulación. Este período está marcado en sí mismo, tanto por inestabilidad como por calamidades, no obstante la magnitud de sus convulsiones serán mucho menores que esas que ocurrirán durante el período de siete años de la tribulación.
Tres veces en el Nuevo Testamento encontramos el término “gran tribulación”, usado para describir un período de tiempo cuando el mundo será juzgado en la forma más extrema y devastadora. Tal como dijo el Señor Jesucristo: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21).
Él habló de este evento inminente como un trastorno mucho mayor que cualquier otro que le hubiera jamás precedido. Dada la larga historia de la tierra de volcanismo, terremotos, choque de meteoros, cambios en las placas tectónicas, inundaciones, incendios y similares... incluyendo el gran diluvio de Noé... Los desastres en serie de la tribulación serán inimaginables.
Como parte de su mensaje a la iglesia de Tiatira, el Señor Jesucristo se refirió a una mujer llamada “Jezabel”. Él prometió que si no se arrepentía, la arrojaría en tribulación, la juzgaría. Le dijo: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella” (Apocalipsis 2:20-22).
Un poco más tarde, el apóstol Juan es visto en el cielo, mientras observa a un número incalculable de personas. Uno de veinticuatro ancianos está parado cerca de él, y el apóstol le pide que le identifique a este grupo. Su respuesta lo asocia específicamente con este período de juicio, le dijo: “... Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:14b).
En la respuesta del anciano a Juan, podemos ver que se trata de un período terrible, más que ninguno otro en la historia de la humanidad... y que se cierne sobre nosotros como una tormenta.
Vemos que se aproxima inexorablemente. El renacimiento de Israel, que fuera una profecía, ya es una realidad. El Magog profetizado - Rusia - está armando ya activamente a las naciones en el Medio Oriente. Persia - el Irán de hoy - está surgiendo como un gran ejército en asociación con Rusia. En breve veremos cómo todas las piezas de esta profecía se irán juntando para su cumplimiento.
Es absolutamente cierto que el tiempo de la tribulación se aproxima que se acerca. En el capítulo 6 de Apocalipsis, la Biblia declara que se iniciará con un holocausto nuclear... guerra, depresión, hambre y enfermedades que se extenderán por todo el planeta. Es casi seguro, que el enfrentamiento bélico en cuestión comenzará o en Israel o en sus alrededores, conforme sus enemigos avancen hacia su territorio para la solución final. Como consecuencia de esta confrontación, una economía global controlará a las multitudes subordinadas, y la compra y la venta requerirán que la humanidad se someta al Anticristo.
El profeta Daniel dijo, que el período sería de siete años de duración. La complejidad de su proceso de desarrollo, es quizá sin precedentes, ya que involucrará la geología, la astronomía, la política, guerras y desastres de varias clases y duración.
A pesar de todo, el informe de Juan nos deja ver, que pese a los muchos cataclismos, tiene su lado bueno. Millones de personas de cada nación de la tierra creerán durante ese tiempo. Israel será purificado y elevado a la condición de Reino. Y los santos de la era, serán resucitados para morar en el reino celestial. Juan fue testigo de todo eso.
La inminencia e Israel
Como pretribulacionistas creemos en la doctrina de la inminencia - es decir tenemos fe en que el Señor Jesucristo puede retornar en cualquier momento sin ninguna insinuación o advertencia. Pero hay una condición que debe ser considerada cuando pensamos en el rapto. Y es ésta: la profecía es extremadamente explícita respecto al hecho que los eventos de los tiempos finales tendrán lugar en conjunción con acontecimientos en la nación de Israel.
Cuando los apóstoles escribieron sus epístolas, Israel todavía estaba morando en su territorio. Esto dejó de ser verdad después que los romanos sofocaron la revuelta de Bar Kochba, un judío que se proclamó mesías.
Cuando Pablo, Pedro, Santiago, Juan y Judas y el escritor de la epístola a los Hebreos enviaron sus cartas, el templo de Herodes todavía estaba operando plenamente, e Israel era una nación. Incluso cuando Juan escribió, siguiendo la destrucción del templo en el año 70 de la era cristiana, Israel todavía no había sido dispersado por completo, esto ocurrió después de la última revuelta judía bajo Simón Bar Kochba en el año 135 de la era cristiana, cuando fueron diseminados en los cuatro extremos de la tierra, más de tres décadas después de la muerte del apóstol Juan.
Por consiguiente, en un sentido, cuando los apóstoles escribieron sobre la anticipación apostólica del retorno de Jesús por la Iglesia, lo hicieron dentro del contexto de la presencia actual de Israel en su propio territorio, con Jerusalén como su capital.
Siguiendo la diáspora vino un largo período de tiempo cuando esto dejó de ser así. Transcurrieron cerca de dieciocho siglos, 1.813 años entre la partida final de Israel del territorio después de la revuelta final, y su resurgimiento como estado en 1948.
Durante este período, la iglesia institucional abandonó la doctrina del retorno inminente de Cristo. En varias ocasiones, se fijaron fechas, pero todas concernientes a la segunda venida, no al rapto. A lo largo de los siglos, las iglesias estatales siguieron el liderazgo de Agustín de Hipona, y abandonaron la posición profética de que los judíos retornarían a Israel para esperar desde allí a su Mesías. De acuerdo con las enseñanzas de Agustín, bajo el gobierno de Cristo, la Iglesia, no Israel, presidiría sobre el Reino.
Cuando Pablo escribió sobre el rapto en su segunda epístola a los Tesalonicenses, fue en base a que la Iglesia será arrebatada, antes que el Anticristo se auto proclame dios en el templo judío: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:3 y 4).
Aquí, Pablo asocia el rapto, que ocurrirá primero, con el evento en el templo, que ocurrirá después. El templo estuvo presente en su día, y estará nuevamente durante la tribulación. Para que esta profecía tenga cumplimiento, Israel debe estar presente en su territorio para edificar su casa de adoración. En otras palabras, la presencia de Israel en el territorio es un prerrequisito para el cumplimiento de la profecía que se relaciona específicamente con la Iglesia.
Hoy, Israel está de regreso en su territorio, y a partir de su retorno han estado preocupados con reconstruir el templo. Pero desde que se establecieran como estado, la oposición árabe e islámica han hecho eso imposible. Los cristianos han observado con gran interés, como grupos como los Fieles del Monte del Templo y el Instituto del Templo de Jerusalén se preparan para reconstruir su centro de adoración.
La desaparición de la Iglesia del mundo, traerá consigo apostasía. Y la apostasía que imperará antes de la revelación del Anticristo indica fuertemente que para entonces la influencia de la Iglesia ya habrá sido removida. El apóstol dice, que sólo entonces se revelará el “inicuo”.
Es indudable que Pablo se está refiriendo al arrebatamiento de la Iglesia, lo cual incluye la remoción del Espíritu Santo antes de la tribulación, pero lo hace en el contexto de acciones que requieren que Israel tenga un templo que esté funcionado, ya sea en el tiempo del rapto, o un poco después de eso.
Esta simple condición ha sido una verdad desde que los apóstoles nos dieron el Nuevo Testamento. En su epístola a los Romanos, Pablo escribió en un lenguaje de expectativa, refiriéndose, no a la salvación inicial del creyente, sino a la salvación general de la Iglesia en el rapto: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Romanos 13:11 y 12).
A comienzos de su ministerio, aproximadamente en el año 51 de la era cristiana, Pablo le escribió a los fieles en Tesalónica, con palabras que sugerían que cierto número de sus contemporáneos estarían vivos para el momento del retorno de Cristo por su Iglesia. Claro está desde nuestra perspectiva actual, el “nosotros”, en los siguientes versículos, se refiere a esos que están vivos hoy, y quienes estarán vivos en el futuro: “Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17).
Hacia el final de su vida, en el año 66 de la era cristiana, el ansia de Pablo por el retorno del Señor se hizo más fuerte que nunca. Urgió a Tito con palabras que le recordaran, que la esperanza del retorno inminente de Cristo, debía ser el centro de la vida cristiana: “Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12 y 13).
Un poco después de haber escrito estas palabras, Pablo fue ejecutado por el gobierno romano. La cosa importante para recordar es que él esperó el retorno inminente del Señor hasta el fin de su vida. Y todavía, para finales del primer siglo, Juan animó a su propio rebaño para que viviera con la expectativa de que el Señor podría regresar en cualquier momento: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:2 y 3).
Durante la vida de los apóstoles, Israel era una realidad presente. E incluso, aunque el templo ya no existía cuando Juan registró estas palabras, el Anticristo podía todavía manifestarse en cualquier momento. Pero después de la muerte de Juan, Israel fue derrotado y dispersado. Por dieciocho siglos los judíos dejaron de estar presentes en su territorio antiguo. La expectativa del retorno inminente del Señor Jesucristo fue olvidada, junto con la creencia de que la casa de David una vez más habitaría la tierra santa. Por extensión, lo que sigue lógicamente es, que la doctrina de la inminencia depende en gran manera de la existencia actual de Israel como nación.
Para ilustrar el punto, suponga por un momento que el próximo año, las circunstancias de alguna forma obliguen a Israel a dispersarse en todo el mundo, exactamente como ocurrió en el año 135 de la era cristiana, cuando los ejércitos de Adriano destruyeron a Jerusalén de una vez por todas, reconstruyéndola posteriormente y dándole el nombre de Aelia Capitolina. Suponga que los árabes crearan una nueva Palestina, permaneciendo Jerusalén como su nueva capital, con el nombre de Al Quds. Bajo estas circunstancias, la posibilidad de reconstruir el templo llegaría a ser algo bastante remoto. ¿Estarían entonces los cristianos esperando fervientemente el rapto y la tribulación venidera, que es ahora tan común entre los creyentes bíblicos? ¡Absolutamente no! El cumplimiento profético requiere de la presencia de la nación de Israel.
Si Dios permitiera que tal cosa ocurriera, los cristianos una vez más estarían esperando el retorno de los judíos y que volvieran a capturar el monte del templo, exactamente como algunos de ellos estaban haciendo en el siglo diecinueve. Si Israel no se encuentra en su territorio, las profecías de los últimos días no pueden tener cumplimiento.
Una transición extraña
Claro está, Israel se encuentra ahora en su tierra. Hace como un siglo, los judíos y los cristianos trabajaron unidos para darle vida al moderno movimiento sionista. Israel fue preservado de dos guerras mundiales y un holocausto, para convertirse en un estado. Luego, librando varias otras confrontaciones en su propio territorio, Israel emergió hasta convertirse en una potencia mundial.
Siguiendo a la guerra de los Seis Días en 1967, y la toma de Israel del monte del templo, millones de cristianos comenzaron a convencerse de que estaban viviendo en tiempos proféticos. Sólo piense en los muchos libros sobre profecía que se han escrito desde que tuviera lugar este evento singular.
Existe en la actualidad un grupo considerable de cristianos que están convencidos, que en algún momento, antes de que se inicie la tribulación, el Señor descenderá del cielo y los llevará a casa en el rapto.
Pero prevalece una pregunta válida con respecto al tiempo del rapto. Conforme discutimos lo que dice la Biblia sobre la transición, de lo que podríamos llamar “un medio normal” hacia lo que habrá de ocurrir durante la tribulación, examinaremos los muchos pasajes de la Escritura que hablan de los horrores y cambios volátiles que tendrán lugar, antes de que se inicien los siete años de la tribulación.
Claro está, han surgido muchas discusiones apasionadas entre los cristianos, con respecto al tiempo preciso del rapto, particularmente con referencia a los siete años de la tribulación. Los argumentos usualmente fluctúan, entre las ideas del rapto a mediados o después de la tribulación. La década de 1970 también fue testigo del desarrollo de la teoría del rapto antes de la tribulación, la cual coloca la partida de la Iglesia antes de este período.
Sin embargo, la firmeza de la posición pretribulacionista descansa sobre dos premisas básicas. Primero que todo, el Señor promete que no hará descender su ira sobre sus elegidos, esos justificados en Cristo. Segundo, su ira está determinada en conformidad con un evento específico en la vida de la nación de Israel, mencionado así por el profeta Daniel: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:26 y 27).
Son muchos los libros y artículos que se han escrito con relación a estos versículos, pero se reducen a un solo hecho: En el futuro, un “príncipe” llegará a Israel. Nosotros le llamamos el Anticristo, pero los israelíes lo recibirán como si se tratase de su Mesías. Él firmará un documento confirmando “por otra semana... el pacto con...” ellos - por un período de siete años.
Daniel dice, que es precisamente la firma de este papel ratificando el pacto, lo que iniciará el período de siete años de la tribulación. En otras palabras, esos que estén vivos en ese tiempo, podrán identificar con precisión el principio de la tribulación. Desde ese momento comenzarán a transcurrir los 1.260 días de la primera mitad de la tribulación. Pasarán tres años y medio durante los cuales se suspenderá el orden natural de las cosas.
Elías antes de la tribulación
Pero esto plantea una pregunta legítima. ¿Cuáles son los eventos que nos conllevarán para que Israel haga este pacto con el Anticristo? Es cierto que él no hará esto mientras todas las cosas estén bien, sino que primero tendrán que ocurrir eventos significativos que conllevarán a esta firma. No se equivoque, es absolutamente necesario que el Anticristo comience a ascender al poder antes de la tribulación.
El capítulo 6 de Apocalipsis dice que emergerá inicialmente, durante un período de guerra, depresión, hambre y epidemias. Esto tendrá lugar antes de la tribulación, ya que la firma del pacto iniciará lo que sus contemporáneos creerán que será un pacto de paz.
La lógica nos dice que los cuatro jinetes del Apocalipsis, comenzarán a cabalgar antes que se firme el pacto, es decir antes del período de siete años de la tribulación. Igualmente ocurrirán otras cosas antes de la tribulación.
Una de ellas, será que el profeta Elías se manifestará ante su pueblo. ¡Elías y el Anticristo llegarán a Israel más o menos en el mismo tiempo! Aparentemente, el profeta de la antigüedad traerá una maldición sobre el territorio, tal como hiciera en el episodio durante el cual no llovió en Israel en los días del rey Acab. En cualquier caso, el juicio se iniciará con el auge del Anticristo al poder.
Los eruditos más respetables en profecía creen que Elías es uno de los testigos que viene a plagar el reinado del Anticristo. Y dice la Escritura al respecto: “Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran” (Apocalipsis 11:3-6).
Sabemos que los 1.260 días comenzarán a la firma del pacto, y sabemos que Elías alterará el clima de alguna forma. Él, y el otro testigo que le acompañará, el cual los estudiosos creen que es Moisés, plagará las aguas de los ríos, lagos, océanos y de las nubes.
El Rapto antes de la revelación de Elías
Otros eventos de la tribulación y del período que conllevará a ella, son menos específicos. Hay una tendencia a pensar que en el instante en que la Iglesia sea arrebatada, comenzará la tribulación, pero esto no es cierto, ¡no puede serlo!
Hay una gran verdad acerca del rapto que raras veces se discute, y es que tendrá lugar en un intervalo desconocido antes de la revelación del Anticristo, pero en cuanto a la tribulación, esos que estén vivos aquí en la tierra, podrán reconocerla de inmediato tan pronto confirme el pacto de siete años con los líderes de Israel. La profecía que habla de la venida de Elías en los últimos días, también nos dice que aparecerá ante Israel, en algún momento antes del período de siete años del “Día del Señor”.
Malaquías dice esto muy claramente: “Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:4-6).
El capítulo 4 de Malaquías es la última profecía en el Antiguo Testamento. Habla de la tribulación y de la segunda venida de Cristo. Además, menciona tanto a Moisés como a Elías. Si tal como creemos habrá dos testigos, ellos representan a la ley y a los profetas.
Lo último de la profecía de Malaquías es para Israel “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”.
La Escritura entonces nos dice que él le revelará su identidad a su pueblo antes de que se firme el pacto de siete años.
Esto hace que surjan muchas preguntas. Permítame mencionarle algunas: ¿A quiénes se les aparecerá el profeta? Si llegara hoy... ¿Se reuniría con Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel? ¿Llegará al Instituto del Templo, o al nuevo Sanedrín refundado en Israel? ¿O se reunirá tal vez con los jasídicos o con los rabinos ortodoxos? Y lo más importante: ¿Cómo hará para unir a esos grupos religiosos en un Israel tan dividido en materia de religión?
Su misión, tal como la describe Malaquías es hacer “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres”, es decir reunirlos. Es difícil saber con precisión cuál es el significado exacto de esto, pero ciertamente parece indicar que animará la reconciliación y la unidad espiritual entre los miembros de la casa de David, algo que no se ha visto en una forma real desde que se consagrara el templo de Salomón. Para llevar a cabo tal proeza requerirá la presencia de una autoridad espiritual increíble que simplemente no existe hoy.
Como ya hemos dicho en otros mensajes de Profecías Bíblicas, cada familia judía espera la aparición de Elías durante la celebración de la cena del Cordero Pascual. Ellos incluso preparan un lugar para él y le sirven la copa tradicional de vino. Hay gran expectativa entre todos, cuando envían a un miembro de la familia a la puerta para ver si está parado afuera.
El rabino Abraham Twerski escribe en la página 170 del libro De la esclavitud a la libertad: “Mientras que cada participante a la cena Pascual bebe de su propia copa, la copa de Elías es tradicionalmente un cáliz largo, y muchos tienen la costumbre de compartirlo con los demás”.
“Una vez la copa de Elías está llena hasta el borde, la puerta de la casa se abre completamente, tal vez para simbolizar nuestra invitación al espíritu del profeta quien será el heraldo de la redención final. Según la tradición, Elías tiene que beber de esta copa, cuyo contenido es después distribuido entre todos los participantes a la cena”.
Cuando se sirve la cuarta copa de la cena Pascual, también se sirve la de Elías. Y sigue diciendo el rabino en su libro, que entonces se repiten estas palabras: “Derrama tu ira sobre las naciones que no te reconocen y sobre los reinos que no invocan Tu Nombre. Porque ellos han devorado a Jacob o Israel, y destruido su habitación. Derrama tu ira sobre ellos y permite que tu furor los alcance. Persíguelos con tu enojo y aniquílalos por debajo de los cielos del Señor”.
No podría haber una descripción más clara del papel clave de Elías en el plan de Dios. Pero tal como dijo Malaquías, la labor del profeta se centrará en traer renovación espiritual y redención a su pueblo.
La Escritura es bien explícita: ¡Elías vendrá visiblemente al mundo antes de la tribulación! Él será el heraldo de la ira de Dios, la cual ya se está gestando en este momento. Por lo tanto es muy importante preguntar: ¿Qué más ocurrirá mientras Elías se revela? ¿Permanecerá oculto hasta que el Anticristo firme el pacto, y luego hará su aparición con el poder del juicio? De hecho, la Biblia nos dice que a su venida, tendrán lugar eventos que estremecerán la tierra.
La plaga de langostas de Joel
Entre más uno examina el período de transición que precederá la tribulación, más parece que este tiempo estará marcado por un cambio increíble. Trastornos en una escala global se convertirán en el orden del día. Y aparentemente se iniciarán en algún momento antes de la tribulación. Esto se halla ilustrado en la profecía de Joel, la cual habla del asombroso caos global que prevalecerá específicamente antes de la tribulación: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado” (Joel 2:28-32).
Aquí encontramos la evocadora imagen de Joel de las condiciones que se manifestarán durante el día del Señor - la tribulación. De acuerdo con él, un nuevo despertar espiritual tendrá lugar sobre su pueblo... la nación de Israel. Ellos serán guiados por sueños y visiones que les confirmarán que están viviendo en los últimos días.
También, tendrá lugar un gran derramamiento del Espíritu Santo de Dios. Pero más que todo, veremos en términos gráficos, que se manifestarán grandes eventos geofísicos.
Asombrosamente, ¡Joel dice que todo esto comienza a ocurrir antes de la tribulación! Pero... ¿Qué podría ocasionar la aparición de “sangre, y fuego” con “columnas de humo” antes de la tribulación? En el mundo natural, los volcanes se ajustan a esta descripción, al colmar la atmósfera con partículas y vapores asfixiantes que oscurecen la visibilidad, tanto de día como de noche. Esto ya ha ocurrido en varias ocasiones históricas.
Los volcanes de Santorini y Krakatoa oscurecieron los cielos por años, pero durante el período de la tribulación será peor.
Otra posibilidad distinta para explicar este caos, sería una guerra nuclear general. Desde las explosiones dobles en Hiroshima y Nagasaki, muchos científicos han especulado que una guerra nuclear contaminaría la atmósfera con lluvia radiactiva mortal que flotará a grandes alturas por meses o años.
Ellos a menudo se han referido a esto, como a un “invierno nuclear” causado por el oscurecimiento resultante del sol. Es concebible que esto también pueda hacer que la “luna se vuelva como sangre”. Es decir que se vea una luna rojiza, en medio del polvo y los desechos.
Cualquiera sea la causa, este evento catastrófico tendrá lugar antes del período de siete años de la gran tribulación. Por lo tanto, vemos ahora que hay por lo menos dos cosas que están profetizadas y que deben ocurrir antes que el Anticristo firme este pacto engañoso: La llegada de Elías y una especie de perturbación global.
El primer sermón a la Iglesia
El primer sermón de la edad a la Iglesia fue pronunciado por Pedro el día de Pentecostés. Ese día, mencionó la profecía de Joel, acerca del horrible caos que tendrá lugar antes del día del Señor. Esto ha hecho que muchos se pregunten: ¿Qué razón tuvo Pedro para haber citado este texto de la Escritura?
Y dicen: ¿Por qué ilustraría Pedro, el nacimiento de la Iglesia con una profecía de tribulación? A la luz de lo que ahora sabemos respecto al hecho que Israel tiene que estar residiendo en su territorio, la respuesta es simple: Pedro quiso que supiéramos cuál sería el período de existencia de la Iglesia, desde su principio hasta su fin.
Primero, recordó la profecía de Joel de un derramamiento significativo del Espíritu Santo. Luego predijo la idea general de salvación, inicialmente en el sentido del nuevo nacimiento en Cristo, y después la salvación física de este mundo por medio del arrebatamiento de la Iglesia. “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:16-21).
Usando las palabras de Joel, Pedro pronunció aquí una profecía sobre el principio y fin de la edad de la Iglesia, antes del día del Señor. Él interpretó el mensaje del profeta del Antiguo Testamento, en una forma que se refiere directamente a la Iglesia.
Estas palabras revelan un cuadro evidente. En algún momento antes de que el Anticristo firme el pacto, habrá una perturbación monumental que estremecerá el entero globo. En su discurso del monte de los Olivos, el Señor Jesucristo habló de las guerras, hambres, enfermedades y terremotos masivos que caracterizarán este período, y rápidamente declaró: “... Pero aún no es el fin” (Mateo 24:6b). Nosotros podríamos llamarlo un caos antes de la tribulación que oscurecerá hasta el sol y la luna.
Elías aparecerá en este tiempo, y algo lo capacitará para atraer la atención de Israel. Esto será muy probablemente, cuando haga que cese ese ciclo catastrófico. Para hacerlo, tendrá que desplegar públicamente poderes milagrosos, marcando la transición hacia una nueva dispensación.
Este también será el tiempo, cuando Pablo dice que ocurrirá una “gran apostasía”, lo cual quiere decir que reinará una confusión masiva. Imagine que los líderes mundiales de hoy, se encuentren de súbito indefensos ante un gran caos. Conociéndolos como ya los conocemos, es posible que tal vez recurran a medidas radicales para retener el poder.
Guardado por el Señor
A un profeta bíblico de la antigüedad, se le dio un nombre especial - “Sofonías”, el cual significa “guardado por el Señor”. Su entera profecía es una advertencia para Israel en los últimos días, y su nombre es un presagio del intento de su profecía. Algo de naturaleza tenebrosa se aproxima y llegará antes de la tribulación. Escuche la advertencia de Sofonías al Israel de los últimos días: “Congregaos y meditad, oh nación sin pudor, antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová, antes que el día de la ira de Jehová venga sobre vosotros. Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová” (Sofonías 2:1-3).
En el capítulo inicial de la profecía, Sofonías advierte de un horrendo juicio que se extenderá a través del mundo entero. Es tal vez es la descripción más gráfica que ofrece la Biblia de los horrores infligidos durante la tribulación.
Luego, en el capítulo 2, exhorta a su pueblo, les llama espiritualmente ciegos y parias y les dice que “se congreguen”, es decir literalmente que se unan, refiriéndose a una reconciliación espiritual y auto análisis que conllevará a la redención. Esta profecía está dirigida precisamente al Israel de hoy, el que está dividido en dos facciones debilitadas por desacuerdos internos y enemigos externos. Y tal como dice la profecía de Malaquías, ésta también será la misión de Elías para su pueblo, vendrá para traer reconciliación entre las facciones dispares de Israel. El dispensacionalismo clásico sostiene que cuando Elías se revele, la Iglesia ya habrá partido.
Pero... ¿Cómo sabrá Israel que es tiempo para congregarse? Dios los despertará espiritualmente en el momento apropiado. “El decreto” mencionado anteriormente, es la decisión final de Dios para desatar su juicio. Otras profecías nos dicen que el impacto final en el proceso de juicio, será cuando el Anticristo firme el pacto por siete años.
Finalmente, notamos que la advertencia de Sofonías aplica a un Israel reunificado, que está viviendo en un período transicional, justo antes de la tribulación. Como ya hemos visto, este será un tiempo de caos y tinieblas espirituales, cuando la destrucción desatada sea el orden del día. Se le dice a Israel que preste atención a las advertencias, porque el furor de la ira de Dios se desatará muy pronto.
El rapto antes de la tribulación
Al examinar las profecías anteriores, uno bien podría responder con una pregunta obvia: Si los horrores globales se desatan antes de la tribulación, ¿acaso la Iglesia no estará presente para experimentarlos? La respuesta es: ¡No necesariamente!
¿Cuándo comenzará el día de la ira? Se iniciará, no con guerra, terremotos o erupciones volcánicas, sino cuando el Anticristo confirme el pacto. Probablemente estallará un conflicto bélico mucho antes de que el Anticristo firme este documento.
Imagine por un momento que irrumpa un confrontación en el Medio Oriente, posiblemente con Irán. Conforme las tensiones aumenten, Rusia y los estados aliados podrían reaccionar escalando sus posiciones. En algún punto, Damasco y Egipto serán aniquilados. La profecía es bien clara a este respecto. Luego Gog, comandando una vasta alianza del norte, avanzará en contra de Israel. Todo esto parece que ocurrirá justo antes de la tribulación.
Si la guerra se transforma en nuclear, la atmósfera estará colmada con residuos que oscurecerán el sol y la luna... antes de la tribulación... tal como profetizó Joel. Para ese tiempo, y en medio del creciente caos, Elías hará su aparición... antes de la tribulación, tal como fue profetizado.
Ezequiel predijo que Israel obtendrá la victoria en esta monumental batalla, y que pasará siete años quemando las armas de sus enemigos, quienes yacerán muertos en el campo de batalla. El libro de Apocalipsis nos dice, que a mediados de la tribulación, Israel se convertirá en un fugitivo de las fuerzas de Satanás, por lo tanto es obvio que a partir de este momento ya no podrá estar quemando las armas. En su discurso del monte de los Olivos, Jesús le advierte a los judíos que cuando tenga lugar la “abominación desoladora” en los últimos días, deberán huir para salvar sus vidas. Este evento asimismo ocurrirá a mediados de la tribulación.
Todo esto coloca la primera guerra de la serie, por lo menos tres años y medio antes de la tribulación, a fin de darle a Israel los siete años necesarios para quemar las armas después de su victoria.
Este escenario es presentado por Pablo en su primera epístola a los creyentes de Tesalónica. Refiriéndose al rapto, él ofrece un escenario que involucra una guerra futura que llegará con la velocidad de un rayo. Por definición debe ocurrir antes de las acciones del Anticristo al principio de la tribulación. Las personas en el mundo sin duda sentirán que algo no está bien, y estarán preocupadas por la paz y la seguridad. Pero sus esperanzas se frustarán cuando todo se convierta en tinieblas... en tinieblas reales, si tomamos literalmente las palabras de Joel respecto al sol y la luna.
“Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tesalonicenses 5:1-11).
Ésta es una carta para la Iglesia, no obstante las advertencias de Pablo acerca de la guerra son dadas para Israel y las naciones, no para la Iglesia. Están dirigidas a esos que “se queden”.
Los profetas del Antiguo Testamento, tal como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y los profetas menores, todos hablaron de un período transicional antes de que se desate plenamente la ira de Dios. Ellos una y otra vez usaron las palabras “antes” o a “las puertas”, como una forma de advertirle a Israel que debe estar atento en los últimos días.
Cuando las señales de los tiempos comiencen a multiplicarse... incluso tal como está ocurriendo ahora mismo... esté atento. Moisés y Elías harán su aparición muy pronto, y con ellos un mundo de problemas, no para la Iglesia, sino para Israel. Porque Dios no nos ha puesto para ira.
¡Manténganse alertas y anímense unos a otros con el pensamiento de que el rapto tendrá lugar antes de la tribulación!
La desaparición
Muy pronto llegará un día en que Israel se advertirá de la horrorosa verdad, que quienes más les apoyaban, sus más fieles amigos, de alguna forma desparecieron. ¡Los cristianos amigos de Sion desaparecieron! No sabemos cómo les irá a parecer esto a ellos, pero la Biblia contiene fuertes sugerencias de que tendrán lugar interrupciones de toda clase con creciente intensidad, tal como dijo el Señor Jesucristo cuando usó la frase: “Porque... habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:7b).
Hay una profecía en el pequeño libro de Miqueas que describe esta experiencia con emoción patética y un sentimiento de desesperación. Escrita desde la perspectiva de Israel, fue registrada originalmente en la era del cautiverio en Asiria en el siglo octavo antes de Cristo. Pero como una metáfora se extiende hasta un futuro distante, hasta los días de la situación difícil de Israel que seguirán a la remoción de la Iglesia, pero antes del comienzo de la tribulación.
Se inicia con un lamento de desaliento y un sentimiento de que algo muy terrible ha ocurrido: “¡Ay de mí! porque estoy como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia, y no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos. Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan por sangre; cada cual arma red a su hermano. Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman. El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión. No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca. Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa” (Miqueas 7:1-6).
El escenario es la siega de verano, y el Señor Jesucristo explicó más tarde que era un símbolo del fin de la edad. En Apocalipsis, la vendimia de las uvas es semblanza de la tribulación. “Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras” (Apocalipsis 14:18).
Hablando para Israel, Miqueas nota con desaliento que “Faltó el misericordioso de la tierra”. Aquí la palabra hebrea que se tradujo como “faltó” es avad, que significa “desaparecer” o más específicamente “esfumarse”.
Qué descripción más perfecta del mundo después del rapto, en el cual “el misericordioso” - el piadoso, el hombre justo - no se encuentra en ninguna parte. ¡Ha desaparecido de súbito! Desprovistos del Espíritu Santo para que los guíe, de moralidad y ética, esa edad estará caracterizada por impulsos brutales e inhumanos.
Verdaderamente, esto es exactamente lo que Miqueas tiene que decir sobre ese mundo, en el cual sus contemporáneos serán como zarzas y espinas. No se podrá confiar en nadie. Incluso el amigo más íntimo o familiar, es muy probable que le venda por ganancia. Las familias estarán internamente en guerra, y los hogares destruidos por los conflictos.
El punto de vista de Miqueas de este mundo después del rapto, es seguido por imágenes que son específicamente tribulacionistas. En otras palabras, él también muestra un programa de eventos que comienza antes de que se manifieste el Anticristo, pero que luego cambia a la tribulación.
“Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto. Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos. Lamerán el polvo como la culebra; como las serpientes de la tierra, temblarán en sus encierros; se volverán amedrentados ante Jehová nuestro Dios, y temerán a causa de ti” (Miqueas 7:15-17).
Los milagros en Egipto, la confusión de las naciones y el espectáculo de los hombres viviendo bajo la tierra para escapar de los horrores de la tribulación, están descritos plenamente en el libro de Apocalipsis.
Miqueas muestra que el mundo antes de la tribulación estará caracterizado por la iniquidad desenfrenada, mientras que después que se firme el pacto se desatarán toda clase de conflictos geofísicos, políticos y militares.
La invasión del norte
Regresando al lamento de Miqueas acerca del estado de la sociedad, él describe un cuadro gráfico de un mundo ateo enloquecido. En el Israel de su día, la moralidad había declinado y la sociedad se había convertido en rica, indolente y perezosa, en una economía que proveía un estilo de vida opulento. Con tristeza, hace notar la decadencia de la moralidad pública y advierte sobre el juicio venidero... tanto a sus contemporáneos, como al Israel del día de hoy.
Tal vez su frase más reveladora es, “... El día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión” (Miqueas 7:4b). Esto habla del día del juicio, o la tribulación, y de las naciones que vienen a apoderarse del botín de Israel. Los eruditos en profecía creen que el día del Señor se iniciará después de la invasión combinada de los ejércitos del norte, mencionados en Ezequiel 38:2b, como “Gog en tierra de Magog”.
En un lenguaje cuidadosamente estructurado, la profecía de Miqueas nos dice que la desaparición del “misericordioso de la tierra”, tiene lugar antes de esta invasión, la cual es de hecho, la primera de muchas batallas que se librarán durante el período de la tribulación.
Israel ha sufrido repetidamente asaltos del invasor del norte. En el día de Miqueas, fue Asiria, la primera invasión de importancia desde el norte. Un siglo después, Jeremías habló de la futura invasión babilónica, dijo: “Alzad bandera en Sion, huid, no os detengáis; porque yo hago venir mal del norte, y quebrantamiento grande” (Jeremías 4:6).
Un poco después, hablando como un profeta del cautiverio babilónico, Ezequiel profetizó sobre otra incursión del norte, sobre la tan conocida invasión de la fuerza aliada de Gog: “Vendrás de tu lugar, de las regiones del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos ellos a caballo, gran multitud y poderoso ejército” (Ezequiel 38:15).
Otra profecía - ésta de parte de Isaías - se refiere al juicio en los últimos días de esos que han tratado de apropiarse para sí mismos del territorio otorgado a Israel: “Aúlla, oh puerta; clama, oh ciudad; disuelta estás toda tú, Filistea; porque humo vendrá del norte, no quedará uno solo en sus asambleas” (Isaías 14:31).
El patrón puede verse muchas veces. El Israel antiguo experimentó un colapso espiritual, y el enemigo asirio llegó. Más tarde los judíos cayeron en la idolatría y los babilonios llegaron. En la era moderna, la apostasía espiritual y el rapto de la iglesia resultará en el juicio final, precedida por otra invasión del norte, en esta ocasión de Gog.
Primero tiene lugar la desaparición de los justos, seguida por la degeneración de la sociedad, y finalmente la invasión del norte, justo antes de los siete años de la tribulación. Después de eso, Miqueas concluye con una nota de esperanza, y luego de la derrota, Israel experimentará finalmente salvación: “Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá. Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Miqueas 7:7 y 8).
Ciertamente, estas palabras aplican al Israel del propio tiempo de Miqueas, pero también se extienden hasta los días del Apocalipsis y Armagedón: “Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto. Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos” (Miqueas 7:15 y 16).
Las palabras finales de esta profecía están dirigidas a las naciones de los últimos días, cuando se congreguen desde el norte para conquistar a Jerusalén y sean exterminadas por un acto de la voluntad de Dios, con la segunda venida del Señor Jesucristo. “Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16:16).
El punto de vista de Pablo
En el Nuevo Testamento, ésta es exactamente la situación presentada por Pablo en su segunda epístola a los Tesalonicenses. Él habla de una fuerza que restringe y que un día será removida. Los eruditos respetables están de acuerdo, en que es un cuadro del mundo después del rapto del pueblo de Dios, luego del cual la humanidad experimentará un cambio radical en sus valores.
El inicuo entonces quedará en libertad con toda su furia, y la sociedad estará fuera de control, exactamente tal como el cuadro que presenta Miqueas. Será un mundo sin compromisos morales, con una ética degenerada y sistemas de leyes y justicia en colapso. La traición y la intriga gobernarán y controlarán la vida: “Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (2 Tesalonicenses 2:6-9).
El teólogo y erudito inglés William Edwy Vine, autor del Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, comenta acerca del término griego que se traduce “detiene” en el pasaje anterior. Se origina de katecho, que significa “sujetar fuerte o profundo”. Él escribe: “En el versículo 6, se dice que está deteniendo la iniquidad, impidiendo que se desarrolle. En el versículo 7, se le quita la fuerza a eso que lo retiene”.
Esta expresión puede aplicar a un individuo, o una persona que dirige un grupo, con un resultado específico. En breve, Vine cree que la influencia que restringe es una persona que actúa como una influencia que guía sobre un grupo. En este caso, el resultado es la preservación y purificación de la sociedad. El intento de Pablo es describir la influencia del Espíritu Santo y la Iglesia como los principales agentes para restringir la iniquidad.
Para el observador contemporáneo objetivo, es obvio que durante el último siglo más o menos, los déspotas y revolucionarios de este mundo, han fracasado en su deseo de imponer un gobierno mundial, precisamente debido a la propagación del cristianismo. Tanto los alemanes, italianos, japoneses, rusos y chinos han tratado de imponer gobiernos fascistas o sociedades comunistas.
Aunque algunos no lo acepten, la realidad es que ellos no lograron sus objetivos debido al fundamento global del cristianismo en sus muchas formas y denominaciones. Los movimientos misioneros y los despertares espirituales habían creado un carácter distintivo que restringió el crecimiento del ateísmo y las filosofías materialistas, mientras ellas se expresaban a través de los gobiernos fascistas y comunistas. Los varios movimientos de resistencia, los grupos de ayuda y los médicos misioneros en todas partes del mundo, muy a menudo están integrados por cristianos.
¡Uno sólo puede tratar de imaginar los horrores de un mundo desprovisto del ejemplo del amor de Cristo, no como una historia pasada, sino como una fuerza viva en las varias instituciones cristianas de caridad impulsadas por el Espíritu Santo!
La gran pregunta
Cuando el Señor Jesucristo habló sobre el tema de la tribulación, claramente declaró que ocurrirían muchas perturbaciones sobre la faz de la tierra, antes del arribo de la tribulación.
Su famoso discurso desde el monte de los Olivos, es a no dudar uno de los más discutidos en toda la profecía. En él, el Señor responde a una pregunta que le hicieran sus discípulos. Básicamente querían saber cuál sería la recapitulación de los eventos proféticos.
Como ya discutimos el intervalo de tiempo entre el rapto y la tribulación, la disertación que le diera el Señor a sus discípulos nos ofrece varias piezas críticas de información. Primero analicemos cuidadosamente la pregunta que ellos le plantearon, la cual comienza con su partida desde el monte del templo: “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:1-3).
En este importante momento, el evangelista Mateo es muy cuidadoso en describir el escenario antes que los discípulos planteen la pregunta. En el capítulo anterior, el Señor Jesucristo pronunció un apasionado discurso al pueblo. Mientras lo hacía se encontraba parado en algún lugar del monte del templo, a no dudar desde una área bien visible dentro de sus muros. Su declaración está expresada como una despedida para la nación de Israel.
En ella, el Señor pronunció ocho lamentos contra los escribas y fariseos, quienes constituían el cuerpo gobernante de la nación, tal como dijo sentados en la cátedra de Moisés. Él los presenta como el último ejemplo de hipocresía, ya que pretenden ser justos, cuando de hecho son exactamente lo opuesto.
El Señor concluye colocando sobre ellos la responsabilidad acumulada de muchas generaciones pecadoras que derramaron la sangre de inocentes, dice: “Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación” (Mateo 23:34-36).
Después de colocar este pesado juicio sobre Israel, Jesús se lamentó respecto a las catástrofes que le iban a sobrevenir a su pueblo y a Jerusalén, fue un día tenebroso cuando el Señor se lavó sus manos y dejó a su propia suerte a esta ciudad pecadora.
“Pero aún no es el fin”...
Fue en medio de este contexto que los discípulos le plantearon la pregunta, ya que a no dudar se sintieron muy agravados cuando habló de su partida. Ellos esperaban verlo tomar el poder como Mesías y Rey. Ahora había cerrado efectivamente esa puerta, sin embargo a pesar de todo sabían que Él estaba destinado a gobernar sobre su pueblo.
Hay una nota curiosa acerca del comportamiento de los discípulos, después que Jesús salió del monte del templo. “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo” (Mateo 24:1).
Pero... ¿Por qué le enseñaron los edificios? ¿Qué podían mostrarle, que Él no hubiera visto ya miles de veces?
Por el contexto, tal parece que ellos sentían urgencia por recordarle la importancia de esta edificación. Basados en su magnífica belleza, tal vez querían decirle: “Mira, Señor, todo está en su lugar. ¿Por qué no tomas el poder ahora?”. Pero poco tiempo después, debieron estarle rogando que cambiara de idea.
Él respondió en términos claros, que toda esta magnífica arquitectura, una de las maravillas del mundo antiguo, muy pronto quedaría reducida a escombros. Ellos deben haberse quedado estupefactos, y reaccionaron como cualquiera de nosotros habría hecho. Era un artículo de fe que Él tomaría el poder en algún momento determinado, por lo tanto la pregunta de los discípulos era completamente lógica: “¿Cuándo vendrás para tomar el poder y cuándo le pondrás fin al orden mundial actual?”.
Los discípulos estaban bien al tanto de que Roma estaba en control, y que lo estaría hasta tanto no se estableciera el Reino Mesiánico. El Señor respondió la pregunta sobre el “fin del siglo” tan abierta y honestamente como le fue posible, dado el nivel de comprensión de ellos. Note en estos versículos las palabras “principio” y “fin”.
“Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:4-8).
Ellos le habían preguntado acerca del fin, y Él les responde que “aún no es el fin”. De hecho, estaba diciendo que antes que llegue el fin - la tribulación, vendrá un período de guerras globales, hambre, enfermedades y terremotos. De una manera fuerte su respuesta está estrechamente correlacionada con los testimonios de Joel, Sofonías y Miqueas, quienes hablan de toda clase de trastornos antes de los siete años de la tribulación.
El Señor sigue diciendo, que cuando comience la tribulación, “el fin” estará cerca. “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). Aquí usa la frase “el fin” para describir los siete años de la tribulación. Cuando examinamos esto dentro del contexto de otras Escrituras podemos saber que Jesús se estaba refiriendo al séptimo año de la tribulación y a su segunda venida.
Finalmente, le dice a sus discípulos: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). A diferencia de los discípulos del Señor Jesucristo en ese tiempo, nosotros tenemos la información que nos ofrece el capítulo 7 de Apocalipsis. Por medio de él sabemos que doce mil, de cada una de las doce tribus de Israel proclamarán el Evangelio a todo lo ancho del mundo, tal como afirmó el propio Señor: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
Los discípulos le hicieron una pregunta simple respecto al tiempo del fin del sistema mundial... del poder mundial gentil, y Jesús presentó un bosquejo del futuro en tres partes. Primero describe una serie de confrontaciones antes de la tribulación. Después, la firma del Anticristo que confirma el pacto e inicia los días de la tribulación, durante los cuales, representantes de las doce tribus predican el Evangelio del reino venidero al mundo entero. Finalmente, tiene lugar la abominación desoladora a mediados de la tribulación, iniciándose los horrores de la segunda mitad de los siete años que culminan con su segunda venida.
Tiempos de los gentiles
En un sentido, ahora estamos viviendo en el período “antes de la tribulación”, y así ha sido por dieciocho siglos desde la diáspora de los judíos. En el evangelio de Lucas, cuando Jesús habló de su segunda venida, mencionó la conmoción de los tiempos finales y luego dijo esto: “Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan. Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:24-28).
Jesús le presentó a sus discípulos un punto de vista de la historia centrado en la premisa que el sistema mundial debe alcanzar su máximo poder antes de su retorno visible a la tierra.
Claro está, sabemos que los tiempos de los gentiles llegarán a su clímax bajo el reinado del Anticristo durante la tribulación. Pero aparentemente, el auge del gobierno global estará acompañado por señales en los cielos que ocurrirán antes de la tribulación. “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová” (Joel 2:31).
Si tomamos las palabras de Jesús literalmente, podemos esperar ver varias inestabilidades astronómicas que causen gran temor en el mundo. Actualmente hay consternación entre los astrónomos con respecto a los cambios que vemos en el sol. En lugar de continuar con su ciclo regular de manchas, misteriosamente se ha quedado quieto, trayendo una nueva serie de parámetros que tiene confundidos a los astrónomos solares. Recientemente, estos científicos han expresado ansiedad sin saber qué ocurrirá próximamente.
El Señor Jesucristo, anticipó este caos fuera de lo común, y se refirió a la confusión en el mundo “a causa del bramido del mar y de las olas”. Ya hemos visto como en la actualidad ha crecido el temor entre las personas por los huracanes, tifones, tornados y las variaciones en el clima de toda clase. De manera significativa, en varias ocasiones los terremotos submarinos han causado tsunamis... olas gigantescas que han inundado y arrasado extensas áreas, causando destrucción y muerte.
Tal como dijo el Señor, estas cosas han comenzado en una forma muy sutil, y ciertamente estamos esperando su retorno. Antes de que todas estas catástrofes alcancen la ferocidad profetizada, la Iglesia partirá en dirección a su hogar.
En el período justo antes de la tribulación, la Biblia dice que Israel continuará en su estado de ceguera, lo que permitirá el auge del imperio mundial gentil, ocasionado con esto su último juicio: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Romanos 11:25).
El diluvio
En su respuesta a los discípulos, el Señor Jesucristo también usó la metáfora del gran diluvio de Noé. Dijo que la tribulación llegará de súbito, sin advertencia y sin remedio.
En el tiempo de Noé los ángeles caídos le trajeron conocimiento prohibido a la humanidad y corrompieron la civilización, pero no sólo eso, sino que además tomaron mujeres como esposas y procrearon una descendencia híbrida.
El resultado fue una destrucción horrible de la civilización, la cual finalmente se sumió en la más completa degradación. “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
La Biblia guarda silencio acerca de los detalles de este período, pero la historia secular registra una variedad de dioses, diosas, semidioses, pecados antiguos e ídolos. La mitología antigua está colmada de narraciones que detallan la maldad de los dioses involucrados con los seres humanos y de todas las perversidades que practicaban.
Se han escrito muchas historias y se han hecho muchas películas tratando de reproducir la historia de Noé y sus hijos construyendo una embarcación gigantesca en una tierra donde nunca había llovido. Siempre se les presenta como objeto de burla y ridículo de sus contemporáneos, aunque la Escritura no dice nada respecto a la reacción de los vecinos de Noé. Tal parece como si ellos ni siquiera sabían lo que estaba haciendo el patriarca. Él estuvo construyendo la embarcación y cuando llegó el tiempo, los animales subieron a bordo, de dos en dos. Luego llegó el diluvio.
Los paralelos con los últimos días son obvios. El Señor Jesucristo hablando de ese día, dijo que como los vecinos de Noé, las personas vivas antes de la tribulación serán tomadas completamente por sorpresa: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:36-39).
Ellos deberían haber sabido, pero estaban ciegos a la verdad. Recuerde que el Señor Jesucristo se refirió al período de tiempo antes de la tribulación, y esos con ojos espirituales para ver, como Noé y su familia sabrán que el diluvio se acerca, mientras que todos esos ciegos por el pensamiento de que este mundo es la medida de todas las cosas, serán arrasados.
Cuando comenzó la lluvia, Noé y su familia ya se encontraban dentro del arca que había sido cerrada por el propio Dios. El punto es: Antes que llegara el juicio, ellos fueron removidos efectivamente del escenario. Gracias a Dios tenemos “la esperanza bienaventurada”.