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Lo que Aarón Burr le dijo a Dios

La nieta de Aarón Burr, quien fuera el tercer vicepresidente de Estados Unidos, sirviendo bajo la administración del presidente Thomas Jefferson, le entregó su corazón a Cristo en una reunión evangélica.  Esa tarde ella le dijo a su abuelo: "Desearía que tú también fueras cristiano".  Él replicó: "Cuando era un joven, asistí a una campaña evangélica.  Ese día sentí una gran necesidad de la misericordia y perdón de Dios y supe que tenía que entregarle mi corazón a Cristo, pero salí de allí sin hacerlo.  Luego me paré bajo las estrellas y mirando hacia el cielo dije: 'Dios, si tú no me molestas más, nunca te molestaré'.

El prisionero que no quiso ser libre

Cuando la Bastilla estaba próxima a ser destruida, un prisionero fue sacado de la tenebrosa celda en que se encontraba encerrado.  En lugar de recibir gozosamente la libertad que le estaban garantizando, por extraño que parezca, suplicó que le llevaran de regreso a su calabozo.  Hacía tanto tiempo que no había visto la luz que sus ojos no podían soportar el resplandor del sol.

Falta de arrepentimiento

Si no hay arrepentimiento no puede haber perdón.  Hace algunos años un asesino en Estados Unidos fue sentenciado a muerte.  El estado se sentía profundamente en deuda con el hermano del asesino por servicios que le había prestado a la nación, y cuando éste le imploró al gobernador del estado el perdón para su hermano, el gobernador se lo garantizó.  El hombre visitó a su hermano con el perdón en el bolsillo.  "Qué harías" - le dijo - "¿si recibieras el perdón?".

Arrepentimiento

Un maestro de escuela dominical les preguntó en una ocasión a los niños de su clase que significaba la palabra "arrepentimiento".  Un pequeño niño levantó su mano y dijo: "Es arrepentirnos de nuestros pecados".  Una niñita también levantó su mano y replicó: "Es arrepentirnos lo suficiente para dejar de cometerlos".

Renunciando a las necedades

"Bueno, Pedro, buen amigo... " - le dijo un hombre a otro que se había convertido no hacía mucho.  "He oído decir que has renunciado a todos los placeres".  "¡No!  ¡No!" - respondió vivamente Pedro.  "La cosa es exactamente lo contrario.  Justamente he encontrado todos mis placeres y he renunciado a todas mis necedades".

El dilema de Israel

  • Publicado en Israel

A lo largo de los siglos el pueblo judío ha tenido que sufrir persecuciones, ataques sin paralelo, peligro y muerte.  Experimentó el dolor, la soledad y la angustia a lo largo de siglos de dispersión.  Cientos de años de persecución culminaron en el Holocausto, cuando Hitler y los nazis intentaron aniquilarlos sistemáticamente y seis millones de ellos fueron asesinados.  Hoy, a pesar de todo, esto no ha cambiado, porque el pueblo judío continúa luchando por sobrevivir.

Todas las cosas les ayudan a bien

Un anciano en una ocasión soñaba tristemente sobre su pasado.  Vio delante de él una larga lista de cosas en su vida que eran malas y por las cuales se lamentaba y se sentía avergonzado.  En su sueño estaba a punto de tomar un borrador y a borrar todas esas cosas de su biografía, cuando de repente descubrió que dondequiera que había buenas acciones brillando en medio de la historia de su vida, las mismas habían sido forjadas por el arrepentimiento y el dolor de transgresiones pasadas y que si borraba esas acciones equivocadas, destruiría al mismo tiempo todo lo que de noble o bello pudiera haber en su carácter.

Fue directo a su casa

Henry Moorhouse, el evangelista inglés que nació en la ciudad de Manchester, fue un jugador empedernido, líder de una pandilla y ladrón.  Sin embargo, durante un gran despertar espiritual que tuvo lugar en 1859, Henry  le entregó su vida al Señor Jesucristo.   En una tarde en que predicaba con todo el amor y devoción a Dios, en la reunión se encontraba un hombre perverso que trabajaba en una mina de carbón, tenía un temperamento violento, era un borracho empedernido y cuando bebía maltrataba a su esposa y a sus hijos.  Su nombre era Ike Miller.

¡No lo despierten!

En una reunión evangélica al aire libre, el pastor le dijo a la concurrencia que deseaba que algunos de ellos dieran sus testimonios.  Mientras esto ocurría un escéptico que pasaba justamente en el momento en que un exalcohólico ofrecía su testimonio de cómo Dios le había salvado, se paró a escuchar.  El exalcohólico estaba diciendo cómo Jesús había hecho un milagro y había salvado su pobre alma.

Igual que mi perro

Un niñito de seis años fue invitado a almorzar en la casa del vecino.  Cuando estaban sentados todos en la mesa se sirvió la comida.  El niño estaba confundido y con la franqueza característica de su edad le preguntó al dueño de la casa: “¿No hacen ninguna oración antes de comer?”.

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