Charles Thomas Studd
- Publicado en Anécdotas
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Col. 3:23–24)
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Col. 3:23–24)
“Caminó, pues... con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Gen. 5:24)
Al hablar de los 144.000 evangelistas que predicarán durante la gran tribulación, el escritor cristiano Walter K Price dice: "¡Ciento cuarenta y cuatro mil judíos salvados, más una multitud que ningún hombre puede contar, de todas las naciones, que han sido lavados en la sangre del Cordero! Y todo esto dentro de los límites del período de la tribulación. ¡Qué despertar espiritual! Ni Pentecostés en el primer siglo, ni la Reforma, ni el gran despertar evangélico en Inglaterra, ni el que tuvo lugar en las Colonias, podrá compararse a este. Ni Lutero, ni Wesley, Whitefiled, Finney, Moody, Sunday ni ningún predicador, individual o colectivamente, podrán jamás sumar estadísticas como estas'.
Woodrow Wilson, quien fuera presidente de Estados Unidos, contó que en una ocasión, mientras se encontraba en la barbería, advirtió que una personalidad había entrado al lugar. Una persona se sentó en la silla que estaba a su lado y cada palabra que pronunciaba demostraba un interés personal y vital en el hombre a quien estaba sirviendo, pero antes de que concluyera el señor Wilson advirtió que había estado asistiendo a un servicio evangelístico, porque el hombre que se encontraba su lado era el gran evangelista Moody.
Cuando joven, Dwight Lyman Moody el gran evangelista, predicador y escritor norteamericano del siglo XIX, fue llamado de súbito para predicar en un funeral. Él comenzó a escudriñar los evangelios tratando de encontrar algún sermón pronunciado por Cristo durante un funeral, pero buscó en vano.