La puerta del principio y el fin
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Nacida en 1516, María Tudor fue la única hija sobreviviente del rey Enrique Octavo y de su primera esposa Catalina de Aragón. Como la madre de María era española, la hija del rey Fernando Segundo de Aragón, y como su padre, incluso después de romper relaciones con la iglesia de Roma, todavía mantenía básicamente creencias católico romanas, María fue criada como católica. Cuando tenía quince años, sus padres se divorciaron, y ella y su madre fueron a exilios separados, para no verse nunca más la una con la otra.
A los diecisiete años, después del nacimiento de su media hermana Elizabeth, y la declaración de que el matrimonio de sus padres había sido anulado, María fue declarada una bastarda, perdiendo su título de princesa y su derecho de sucesión al trono. Como creía que sus problemas se debían principalmente a la Reforma en Inglaterra, se aferró tenazmente al catolicismo romano, encontrando consuelo en su fe. Después que el parlamento revocó la anulación del matrimonio de sus padres y restauró su legitimidad, María regresó a la prominencia y se convirtió en vocera del catolicismo.
En el año 1544 Enrique Octavo redactó su testamento, designando el orden de sucesión al trono después de su muerte. Primero sería su único hijo Eduardo, después María, y luego Elizabeth, si alguno de los dos primeros moría sin tener un heredero.
A la muerte de Enrique Octavo, su hijo de nueve años le sucedió en el trono, convirtiéndose en el rey Eduardo Sexto, y como era un niño piadoso, de manera decisiva guió a Inglaterra hacia el protestantismo. A María le gustaba su hermano, pero no su fe evangélica. Como Eduardo sufría de sífilis congénita, murió de tuberculosis a la edad de quince años. Unas pocas semanas antes de su muerte, sin autorización del parlamento, enmendó el testamento de su padre nombrando a su prima Lady Jane Gray, quien también era evangélica, como su sucesora en lugar de su hermana María.
El reinado de Jane Grey duró nueve días al cabo de los cuales fue remplazada por María, quien se convirtió en la reina María Primera en 1553.
Tras convertirse en reina, María se dispuso regresar a Inglaterra a sus raíces católico romanas. En el principio fue tolerante con los protestantes, esperando que se convirtieran al catolicismo. Declaró que no “impondría o restringiría las conciencias en materia de creencias religiosas”. Ésta fue una de las primeras declaraciones de tolerancia religiosa dadas por un gobierno moderno.
Al cabo de unas semanas su popularidad inicial había desaparecido, cuando Inglaterra la vio como una española primero y luego como una inglesa Tudor. Ella no era muy atractiva, y como su hermano Eduardo Sexto había heredado la sífilis congénita. Esto le provocaba severos dolores de cabeza y rinitis crónica que le causaba perpetuo mal aliento. No era atractiva para nadie.
María rápidamente advirtió que su aproximación indulgente hacia los protestantes no estaba funcionando. Aunque eran una minoría, eran financieramente poderosos. Temía que una rebelión de los protestantes pusiera a su media hermana protestante, Elizabeth en el trono. Por consiguiente, el 4 de marzo de 1554, María expidió un edicto que restituía la adoración católica y prohibía el protestantismo y otras “herejías”.
Se ganó el título de “María la Sanguinaria” al poner en vigor el edicto y seguir la sugerencia de sus consejeros de darle muerte a cualquiera que representara una amenaza para ella. Lady Jane Grey, su esposo y su padre fueron ejecutados, al igual que otros cientos de rebeldes que fueron parte de una conjura para apoderarse del trono. María incluso hizo recluir por meses a su media hermana Elizabeth en la torre de Londres, mientras investigaba cuál había sido su papel en la conjura. Elizabeth sobrevivió, sucediéndola finalmente como reina.
En 1555 comenzó el reinado de terror con la ejecución de clérigos protestantes que se rehusaron a aceptar el credo católico restablecido. A los “herejes” se les dio la oportunidad de retractarse. Si no lo hacían eran quemados en la hoguera. Los más prominentes fueron Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury y los depuestos obispos Latimer y Ridley. Muchos ministros y líderes protestantes fueron ejecutados, pero la mayoría de mártires eran personas laicas que se habían convertido a Cristo conforme la Reforma se propagaba a través de Inglaterra.
A lo largo de todo su reinado, María la Sanguinaria reclamó la vida de más de trescientos protestantes. Todo terminó con su muerte en 1558.
Reflexión
María la Sanguinaria gobernó como una terrorista - asesinando a todo el que se le oponía. ¡Qué gran contraste con el Señor Jesucristo, quien dio su vida por sus enemigos!
“Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (Colosenses 1:21 y 22).