De la maldición a la bendición
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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El primer grupo de judíos retornó del cautiverio babilonio aproximadamente en el año 537 antes de Cristo, cuando Ciro, el rey de Persia, expidió un decretó autorizándolos para que regresaran a Jerusalén y reconstruyeran el templo que los babilonios habían destruido. Después que se inició la construcción, los samaritanos y otras tribus vecinas los intimidaron de tal forma, que los judíos cesaron de trabajar de los años 530 al 520 antes de Cristo.
Cuando los israelitas suspendieron la obra en el templo, Dios envió una sequía como juicio sobre ellos. En ese tiempo, cuando los profetas Hageo y Zacarías les profetizaron del juicio de Dios, por su falla al haber abandonado el trabajo en el templo de Zorobabel, el gobernador de Judá, y Jesúa el sumo sacerdote, respondieron a las profecías motivando al pueblo para que continuara la obra. “Profetizaron Hageo y Zacarías hijo de Iddo, ambos profetas, a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén en el nombre del Dios de Israel quien estaba sobre ellos. Entonces se levantaron Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac, y comenzaron a reedificar la casa de Dios que estaba en Jerusalén; y con ellos los profetas de Dios que les ayudaban” (Esdras 5:1 y 2).
Cuando Tatnai, el gobernador de la provincia occidental del Éufrates, y sus colegas, se enteraron que la construcción se había reanudado, llegaron pronto a Jerusalén y preguntaron: “... ¿Quién os ha dado orden para edificar esta casa y levantar estos muros? Ellos también preguntaron: ¿Cuáles son los nombres de los hombres que hacen este edificio? Mas los ojos de Dios estaban sobre los ancianos de los judíos, y no les hicieron cesar hasta que el asunto fuese llevado a Darío...” (Esdras 5:3b-5a).
Tatnai inmediatamente le escribió una carta al rey Darío, pidiéndole que buscara en los archivos reales en Babilonia, para verificar si era cierto que el rey Ciro había expedido un decreto autorizando la construcción del templo en Jerusalén. Al recibir la carta, Darío dio la orden para buscar en los archivos babilónicos. Pero fue en la fortaleza de Acmeta, en la provincia de Media que se encontró un rollo que decía: “En el año primero del rey Ciro, el mismo rey Ciro dio orden acerca de la casa de Dios, la cual estaba en Jerusalén, para que fuese la casa reedificada como lugar para ofrecer sacrificios, y que sus paredes fuesen firmes; su altura de sesenta codos, y de sesenta codos su anchura; y tres hileras de piedras grandes, y una de madera nueva; y que el gasto sea pagado por el tesoro del rey. Y también los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, los cuales Nabucodonosor sacó del templo que estaba en Jerusalén y los pasó a Babilonia, sean devueltos y vayan a su lugar, al templo que está en Jerusalén, y sean puestos en la casa de Dios”.
Por lo que el rey Darío envió este mensaje: “Ahora, pues, Tatnai gobernador del otro lado del río, Setar-boznai, y vuestros compañeros los gobernadores que estáis al otro lado del río, alejaos de allí. Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa de Dios en su lugar. Y por mí es dada orden de lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para reedificar esa casa de Dios; que de la hacienda del rey, que tiene del tributo del otro lado del río, sean dados puntualmente a esos varones los gastos, para que no cese la obra. Y lo que fuere necesario, becerros, carneros y corderos para holocaustos al Dios del cielo, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que dijeren los sacerdotes que están en Jerusalén, les sea dado día por día sin obstáculo alguno, para que ofrezcan sacrificios agradables al Dios del cielo, y oren por la vida del rey y por sus hijos. También por mí es dada orden, que cualquiera que altere este decreto, se le arranque un madero de su casa, y alzado, sea colgado en él, y su casa sea hecha muladar por esto. Y el Dios que hizo habitar allí su nombre, destruya a todo rey y pueblo que pusiere su mano para cambiar o destruir esa casa de Dios, la cual está en Jerusalén. Yo Darío he dado el decreto; sea cumplido prontamente” Esdras 6:3-12
Tatnai hizo como le fue ordenado. Los líderes judíos continuaron su trabajo y concluyeron el templo el 12 de marzo del año 516 antes de Cristo, setenta años después de su destrucción ocurrida en el año 586 de la misma era. Luego, todos los que habían retornado a Jerusalén, dedicaron el templo a Dios. “Entonces los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás que habían venido de la cautividad, hicieron la dedicación de esta casa de Dios con gozo” (Esdras 6:16).
Reflexión
Los judíos experimentaron una sequía por desobedecer a Dios, para luego recibir las bendiciones del gobierno persa, el que pagó por todos sus gastos cuando fueron obedientes. ¿Ha experimentado usted alguna vez la disciplina del Señor por haber sido rebelde y sus bendiciones cuando ha sido fiel?
“Pero así como ha venido sobre vosotros toda palabra buena que Jehová vuestro Dios os había dicho, también traerá Jehová sobre vosotros toda palabra mala...” (Josué 23:15a).