Menu

Escuche Radio América

Nos encontramos nuevamente

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
William Hunter un joven seguidor de la Reforma, fue a Londres en 1553 para trabajar como aprendiz tejiendo seda.  Ese año, Eduardo Cuarto, el joven rey protestante murió, y su hermana María ascendió al trono.  María era una católica fervorosa, quien estaba determinada a purificar a Inglaterra de la herejía evangélica y a restablecer la iglesia católico romana como la religión del estado. 
Después de perder su trabajo por rehusarse a recibir la comunión en la iglesia católica, William regresó a Burntwood su villa natal.  Su hermano más tarde escribió acerca de lo que ocurrió después que el sacerdote de la localidad lo encontró leyendo la Biblia.

         “¿Por qué te estás entrometiendo con la Biblia?”  - le preguntó a William.  “¿Acaso puedes explicar la Escritura?”.

         “Padre, no pretendo exponer la Escritura” - replicó - “Encontré la Biblia aquí cuando llegué, y la leo para mi consuelo”.

         “Este mundo dejó de ser divertido, desde que apareció la Biblia en inglés” - agregó el sacerdote.  “Percibo tu mente lo suficiente: tú eres uno de esos a quienes no le gusta las leyes de la reina.  Debes darle vuelta a la hoja, o de otra manera te convertirás en otro más de los herejes que se achicharrarán por esto, te lo garantizo”.

Y William le respondió: “Dios me dio la gracia para creer en su Palabra, y confesaré su nombre a quienquiera que venga y me pida cuenta de eso”.

         El sacerdote salió caminando de la capilla furibundo e hizo que el joven de diecinueve años fuera arrestado y enviado a una prisión en Londres.  El obispo le dijo a William que había sido arrestado a fin de restaurarlo a la fe católica, a lo que él respondió: “Yo no he caído de la fe católica de Cristo, sino que la confieso con todo mi corazón”.  Durante los siguientes nueve meses, rehusó retractarse en doce ocasiones.  Finalmente el obispo lo sentenció a morir en la hoguera, y la reina María la Sanguinaria, firmó su sentencia de muerte.

         La mañana del 26 de marzo de 1555, estaba oscura cuando William era conducido hasta la hoguera erigida en el centro de Burntwood.  Su hermano contó así sus últimos momentos: “Su padre... le habló, llorando y le dijo: ‘Dios esté contigo hijo mío’.  Y William respondió: ‘Dios esté contigo, buen padre, y sea de gran consuelo para ti, porque nos encontraremos nuevamente cuando estemos contentos’.  Entonces William se arrodilló y recitó el Salmo 51'.

         “Luego dijo el sheriff: ‘Aquí está una carta de la reina.  Si te retractas vivirás’.  ‘¡No!’ - aseguró - ‘No me retracto’.  A continuación, William se puso de pie y caminó en dirección a la hoguera y se quedó parado allí.  De inmediato llegó un alguacil y lo ató con las cadenas... y William  dijo: ‘Buenas gentes, oren por mí mientras me vean vivo, que yo oraré por ustedes... Que el Hijo de Dios brille sobre mí’; y de inmediato el sol emergió detrás de una nube oscura e iluminó su rostro de forma tan radiante, que el alguacil tuvo que mirar hacia otro lugar como consecuencia de ello, porque había estado muy oscuro hacía sólo unos instantes antes...’

         “Rápidamente se encendió el fuego.  Entonces William depositó su libro de Salmos en la mano de su hermano, quien le dijo: ‘William, piensa en la pasión de Cristo y no tengas miedo’.  William contestó: ‘No tengo miedo’.  Entonces levantó sus manos y dijo: ‘Señor, Señor, Señor, recibe mi espíritu’, e inclinando su cabeza nuevamente en medio del humo sofocante, entregó su vida por la verdad”.

Reflexión

         Aunque hoy aceptamos como algo normal la libertad que tenemos para leer la Biblia, no siempre fue así.  Incluso actualmente en muchos países musulmanes, las Biblias están prohibidas por considerarlas una propaganda cristiana. ¿Moriría usted por el privilegio de leer su Biblia? ¿La valora lo suficiente para leerla diariamente?

         “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

Modificado por última vez enMartes, 02 Noviembre 2010 04:41
volver arriba