Un honor inmerecido
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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El apóstol escribió: “Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey” (1 Pedro 2:17). Cuando Pedro le dijo a los cristianos que mostraran respeto por el rey, ¿sabe quién era el monarca en ese tiempo? Era Nerón durante los últimos años de su reinado.
Nacido en el año 37 de nuestra era, Nerón se convirtió en emperador del imperio romano en el año 54. Los primeros cinco años de su reinado, fueron conocidos por una administración al parecer ordenada, porque permitió que el filósofo Séneca, y Burrus, el comandante de los pretorianos, gobernaran el imperio por él. Hombres capaces, nombrados a no dudar por Séneca y Burrus, regían las provincias con sabiduría.
Sus problemas comenzaron en el año 58, cuando una perversa mujer llamada Popea puso sus ojos sobre él y se convirtió en su amante. El historiador romano Tácito, la describió como alguien dotado de todos los atributos de la naturaleza, excepto una mente honorable. Bajo su influencia, el monarca gradualmente se liberó de todas las restricciones, ignoró los consejos de sus sabios consejeros, y se hundió en la inmoralidad y el crimen.
Popea primero lo indujo a asesinar a su propia madre Agripina. Luego, cuando Burrus murió en el año 62, ella obligó a Séneca a que se retirara de la corte imperial, removiendo por medio de esto todo rastro de su ordenado gobierno. Nerón entonces hizo que la cabeza de su primera esposa asesinada le fuera presentada a Popea, quien gustó de esta misma medicina en el año 65, cuando él en un ataque de furia, la pateó en el vientre a pesar de estar embarazada, y le dio muerte.
Los excesos de Nerón agotaron el tesoro y fueron el principio de la decadencia del imperio romano y su caída subsecuente. Se rodeó a sí mismo con hombres codiciosos y arrogantes. La situación se deterioró rápidamente en el año 64, cuando ordenó el incendio de Roma el que destruyó la mitad de la ciudad. En respuesta a los rumores de que había iniciado el fuego para dejar espacio para sus planes megalomaníacos de construcción, culpó a los cristianos por el incendio.
Esto dio comienzo a la primera persecución sistemática de los cristianos. Fueron arrestados en grandes números y sometidos a atrocidades indescriptibles. El historiador romano Tácito registró: “Algunos eran cubiertos con pieles de animales y luego eran devorados por perros salvajes, otros eran crucificados, o quemados como antorchas para que iluminaran la noche”. Esos fueron los mismos cristianos a quienes Pedro les escribió su epístola, justo siete años antes. La evidencia parece indicar que tanto el apóstol Pedro como Pablo fueron martirizados por Nerón como parte de su persecución.
Conforme llegó a estar más y más consumido por su despotismo, sensualidad y delirios de grandeza, las provincias romanas aceleraron sus demandas de que fuera removido como gobernante. Su bufonería alcanzó nuevas alturas cuando fue a Grecia a competir en los juegos griegos y como era césar se le permitió que ganara cada una de las competencias. En el fin, perdió su voluntad para vivir y no hizo nada para hacerle un alto a la rebelión creciente en su contra. Le puso fin a su propia vida trágica al suicidarse el 9 de junio del año 68.
A pesar del carácter despreciable de Nerón, Pedro le ordenó a los creyentes cristianos que honraran y respetaran al rey. Los cristianos deben mostrar respeto por sus gobernantes, sin importar cuán malas puedan ser las cosas.
Reflexión
¿Qué está haciendo para honrar a los oficiales elegidos con quienes usted no está de acuerdo? Piense de los que menos le gustan, y determine cómo puede aplicar la ordenanza de “honrar al rey”. Como cristianos somos ciudadanos responsables de nuestra comunidad, estado y nación. Mostrar respeto por un gobernante, no significa condonar todo lo que hace, sino respetar el cargo de que está investido.
“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien” (1 Pedro 2:13 y 14).