Alejandro El Grande
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Alejandro Tercero de Macedonia, a quien conocemos como Alejandro el Grande, nació en el año 356 antes de Cristo. Fue el conquistador más exitoso de todos los tiempos, una figura tan importante en la historia del mundo, que los capítulos 2, 7, 8 y 11 de Daniel contienen profecías de él y de su reino. Por ejemplo Daniel 11:3-4 dice:
“Se levantará luego un rey valiente, el cual dominará con gran poder y hará su voluntad. Pero cuando se haya levantado, su reino será quebrantado y repartido hacia los cuatro vientos del cielo; no a sus descendientes, ni según el dominio con que él dominó; porque su reino será arrancado, y será para otros fuera de ellos”.
Incluso desde niño Alejandro no tenía miedo. Domó a un hermoso y brioso caballo al que llamó Bucéfalo, quien nadie más se atrevía a tocar, y el que más tarde lo llevó sobre su lomo, todo el camino hasta India.
Discípulo de Aristóteles, a la edad de dieciséis años se convirtió en corregente de Macedonia con su padre el rey Filipo, quien había sido la primera persona en unir las ciudades de Grecia en una organización política. Siendo aún adolescente, fue nombrado líder de una campaña militar. Dos años más tarde, como comandante de parte de la caballería Macedonia, le salvó la vida a su padre en batalla.
Cuando Alejandro tenía veinte años, su padre murió y él se convirtió en rey. Asimismo en líder de la Liga de Corinto, que fundó su papá, uniendo a toda Grecia bajo su autoridad.
De inmediato fue a la ofensiva y primero conquistó a Asia Menor, luego la costa del Mediterráneo todo el camino hasta Egipto. Allí fundó a Alejandría, la cual pronto se convirtió en la ciudad más importante en el Mediterráneo. Le llamó así en su honor, al igual que a otras sesenta ciudades, aparentemente muy complacido con su nombre.
La siguiente ambición de Alejandro lo llevó hacia el este. El mayor logro de su carrera fue cuando derrotó a los persas y como premio controló la espléndida capital de su imperio. Llegó hasta India sobre su fiel caballo Bucéfalo en el año 327 antes de Cristo. En este punto sus agotados soldados se rehusaron a continuar, y así tuvo que regresar al oeste. Allí Alejandro dejó estupefacto a sus compatriotas al adoptar el estilo de la corte persa, incluyendo el harén.
Estaba tan impresionado con su propio éxito, que en el último año de su vida, aparentemente creyó que lo apropiado era que sus súbditos griegos reconocieran su grandeza y le adoraran como a dios. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para disfrutar de la adoración, ya que murió en Babilonia el 10 de junio del año 323 antes de Cristo, a la edad de sólo treinta y tres años. En trece años había conquistado la mayor parte del mundo entonces conocido, y sus triunfos militares propagaron hasta tal grado la influencia griega sobre el Cercano Oriente, que permaneció por más de mil años. Fue debido a Alejandro el Grande que el Nuevo Testamento fue escrito en griego.
Después de su muere, el poderoso imperio que levantó se quebrantó y se dividió entre sus cuatro generales: Macedonia y Grecia bajo Antípatro y más tarde Casandro; Tracia y Asia Menor bajo Lisímaco; Siria bajo Seleuco y Egipto y Palestina bajo Tolomeo.
Dios no tuvo tolerancia por un emperador mundial que deseaba ser adorado.
Reflexión
Dios no se impresiona por esos que se sienten impresionados consigo mismos, ni les da crédito por sus logros. Es celoso y no comparte su gloria con otro, sea rey o emperador.
“Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos. Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies” (Nahum 1:2 y 3).