Un amor no demostrado
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Alexander Duff nació en Escocia en 1806, era hijo de un granjero piadoso que hablaba gaélico. Creció recibiendo el alimento espiritual del Libro de los mártires de Fox y la poesía gaélica de Dugald Buchanan.
El poema más conocido de Buchanan El día del juicio, alarmó tanto al joven Alexander que tuvo un sueño aterrador, vio que la humanidad comparecía ante el juicio de Dios, y observaba aterrorizado cómo la sentencia Divina era pronunciada de una persona a otra, y se preguntaba qué sería lo que el Señor diría sobre él. Se despertó temblando, y fue debido a esta experiencia que tuvo la seguridad que su salvación dependía de la aceptación de la sangre redentora de Cristo.
Mientras asistía a la Universidad de San Andrews, Duff se interesó en las misiones foráneas y aceptó el llamado para ser el primer misionero de la Iglesia de Escocia para India.
No había pensado en el matrimonio durante sus años universitarios, incluso ni siquiera cuando aceptó su llamado misionero. Después de escuchar a Duff explicando esto, un cristiano anciano replicó: “Bueno... mi consejo es que observe a su alrededor tranquilamente; y si en la providencia de Dios conoce a una de las hijas de Sion, cruzando como usted el desierto de este mundo, con su rostro dirigido en esa dirección, inicie una conversación amable con ella. Si encuentra que en mente, corazón, temperamento y disposición, ustedes congenian, y si Dios pone en el corazón de ella que esté dispuesta a abandonar a padre y madre y decidir unir su suerte con usted, considérelo como una señal de parte de la providencia Divina, de que debe usar los medios apropiados para asegurar una sociedad cristiana con ella”.
De alguna forma Duff captó el significado de su consejo y el 9 de julio de 1827, contrajo matrimonio con Anne Scott Drysdale, con quien congenió por cerca de cincuenta años.
Duff fue ordenado en agosto de 1829, y en el mes de octubre se embarcó con Anne para Calcuta. Durante el viaje sobrevivieron a dos naufragios, incluyendo uno en el cual perdió toda su biblioteca personal - lo que representó una pérdida tremenda para un misionero educador.
Al llegar, se dispuso a alcanzar las castas altas valiéndose de la educación superior. Su plan era enseñar artes occidentales y ciencia junto con la Biblia a la élite de India, y en unos pocos meses abrió el centro docente con cinco estudiantes. La noticia se propagó como un fuego desatado, y para finales de la semana unos trescientos estudiantes más habían solicitado su admisión en la escuela. En la primera década de funcionamiento del plantel, la asistencia de estudiantes sumó un promedio de ochocientos. El Colegio Duff como se le conocía, se convirtió en la misión escuela más grande de India.
Duff tuvo más éxito como educador que como evangelista. Sólo se registraron treinta y tres conversiones entre los estudiantes. A pesar de todo, los convertidos llegaron a ser cristianos influyentes en India. También fue un gran misionero estadista y orador, quien influenció a cientos para que realizaran trabajo misionero voluntario y para que decenas de miles contribuyeran con su apoyo económico.
Duff era un hombre serio, un presbiteriano solemne, cuyos logros fueron alcanzados por medio de grandes sacrificios de su esposa y su familia. Tal vez ningún otro misionero tuvo una esposa más dedicada que Anne. Fue una fuente de amor y gozo para toda la familia.
Podemos echar una ojeada a la dinámica de la familia cuando leemos la descripción de su hijo menor al quedarse en Inglaterra siendo un adolescente, mientras sus padres regresaban a India. Dijo: “Recuerdo muy bien... cómo el corazón de mi madre y el mío propio estaban a punto de romperse, y cómo en el Puente de Londres mi padre leía las noticias matutinas en el periódico, mientras nuestros corazones se derramaban con dolor”.
Anne murió en Inglaterra después de una enfermedad breve en 1865. Con una calidez que no era característica en él, Duff le escribió a su hijo en India así, para informarle sobre la muerte de su madre: “La más amante, adorable y querida de las esposas y madres, es ahora uno de los espíritus radiantes que brillan en el reino superior”.
Reflexión
Alexander Duff fue bendecido con una esposa que complementó esas cualidades de las cuales él carecía. Sin embargo, si hubiera podido expresar más libremente sus sentimientos a su esposa e hijos, su vida familiar pudo haber sido más provechosa para todos. ¿Alguna vez ha tenido problemas para mostrar su amor? Dios desea que expresemos nuestro afecto los unos por los otros. Por eso envió a su Hijo como la máxima demostración de su amor por nosotros.
“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18).