Una vida de sacrificio
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Adoniram Judson, nacido en 1788, había sido parte del primer contingente americano misionero que se embarcó para Asia en 1812. Su carrera misionera en Burma fue dolorosa, pero muy fructífera. Tuvo que pasar diecisiete meses horribles de encarcelamiento y perdió su primera esposa, Ann y tres hijos. A pesar de todo tradujo la Biblia al birmano y vio a muchos acercarse a Cristo.
En 1845, Adoniram, con una salud muy pobre se embarcó con Sarah, su segunda esposa, y sus tres hijos mayores para América. El plan era dejarlos en ese país por su educación. Sin embargo, durante el viaje Sarah murió y Adoniram quedó viudo por segunda vez.
Mientras estaba allí, Judson viajó de Boston a Filadelfia con el doctor Gillette, quien le dio un libro de historias cortas llamado Trippings escrito por Fanny Forester. Judson leyó porciones del libro y comentó que era lamentable que una persona con tales dones intelectuales desperdiciara sus talentos en ficción popular y que le gustaría decírselo a ella misma.
El doctor Gillette replicó que podría conocerla ya que la escritora estaba hospedándose en su casa en Filadelfia. Su nombre real era Emily Chubbuck.
Cuando se conocieron, Judson tuvo que disculparse al enterarse que ella había sido forzada a escribir ficción para escapar de la pobreza. Él le preguntó si podría redactar un libro acerca de su esposa fallecida recientemente y Emily estuvo de acuerdo. Así pasaron mucho tiempos juntos trabajando en el proyecto. Conforme hablaban, Emily le reveló que cuando niña, leyó un libro sobre Ann, la primera esposa de Judson, y había sentido desde entonces que ella misma sería misionera.
El romance nació en medio de la camaradería, y Adoniram y Emily se casaron en junio de 1846. Con su carga por el trabajo en Burma y su salud quebrantada, Adoniram hizo preparaciones para regresar después de nueve meses. Consciente de que muy probablemente no volvería a ver a sus hijos nuevamente, el 10 de julio de 1846, les escribió unas cartas que decían:
Mis queridos hijos:
Adiós. Nos embarcamos mañana alrededor del medio día. Muchas veces miraré sus retratos y lloraré por ustedes, y oraré para que puedan llegar a ser muy pronto cristianos verdaderos. George ama a tu hermano, Boardman a tu medio hermano de dieciocho años, y a tío y tía Newton. Oren cada mañana y tarde. Su nueva madre les envía su amor. No lo olviden’.
Su afectuoso padre.
A. Judson”
“Mi querida Hija:
Adiós. Zarparemos mañana alrededor del medio día. Creo que la fotografía que te tomaron es muy buena. Me llevaré una conmigo, y la miraré muchas veces y lloraré al verla, asimismo oraré mucho para que te conviertas en una fiel cristiana.
Ama a tus queridas tías y primos, con quienes vivirás; ora cada mañana y tarde. Espero que podamos vernos nuevamente aquí en la tierra, pero si no es así, nos veremos en el cielo, y estaremos muy felices juntos. Tu nueva madre te envía su amor.
Tu cariñoso padre.
A. Judson”.
Judson vivió sólo cuatro años más, pero dejó tras de sí una iglesia de siete mil birmanos y más de cien pastores nativos.
Reflexión
La vida era dura y el sacrificio grande para los primeros misioneros como Adoniram Judson. ¿Le he llamado Dios para que le entregue todo?
“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37 y 38).