¿Al estilo primitivo?
- Fecha de publicación: Lunes, 17 Diciembre 2007, 21:37 horas
- Escrito por Pastor, J. A. Holowaty
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Cuando leemos las epístolas del apóstol Pablo, descubrimos que la vida de él, los viajes que hacía, los hermanos que lo hospedaban, el tiempo del que disponían para conversar (especialmente sobre asuntos de las doctrinas de Cristo y lo que todavía el mismo apóstol recibía por revelación), todo esto difiere mucho de nuestro «no tengo tiempo» actual.
Pero no se necesita viajar muy lejos, saliendo de Asunción, para encontrarnos con modestas viviendas, implementos agrícolas, maneras de preparar los alimentos y tantas otras cosas muy a la antigua.
Esta fue la experiencia vivida entre unos cuantos hermanos quienes el 1 de septiembre pasado tuvimos la oportunidad de viajar a Acahay, a menos de dos horas de viaje desde Ñemby. Allí nos recibieron hermanos muy sencillos ¡pero con una sonrisa que es raro ver en estos lugares de tanta velocidad! Mi propia experiencia tuvo características especiales, ya que los hermanos en las campiñas casi no hablan más que el guaraní. El hermano José Villasboa, quien desempeña el cargo de encargado de una congregación pequeña, no lee, de modo que para predicar una de sus hijas pasa al frente con su Biblia en guaraní, lee el texto que él le solicita y entonces elabora su breve sermón.
¿Qué cantan esos hermanos? Aunque le parezca increíble, este mismo hermano es quien “escribe” (dicta) sus canciones y luego, guitarra en mano, comienza a cantar. No, no hay música escrita. Todo está en la memoria y en el corazón. Justo antes de comenzar el servicio, que fue un sábado supuestamente para las 10:30 Hs. un grupo de estos fieles hermanos estuvieron gozando de la sombra al fondo, atrás del modesto templo. Entre el hermano José y su hijo le daban “con tutti” a las cuerdas, tanto las propias (vocales), como las de sus instrumentos. Los hermanos que dominan bien el guaraní me dijeron que la letra de cada una de esas canciones reflejan la sana doctrina. No encontraron nada objetable.
Cuando ya parecía que su repertorio llegaba al fin, nos movimos todos hacia el templo y entonces… más música. Yo los escuchaba y los miraba, pero era demasiado claro que lo hacían de todo corazón. Me fue difícil contener las lágrimas, porque aquello era un verdadero banquete espiritual para mi alma. Reconocí que no lo merecía, y una vez más le di gracias a Dios por ese ramillete de hermanos, quienes rodeados de tantas limitaciones materiales y comodidades mínimas, vibraban de gozo. Creo que todos nosotros recibimos de ellos más de lo que ellos recibieron de nosotros.
Haciendo un poco de historia, esa pequeña congregación comenzó hace ya varios años. Pero han experimentado frustraciones y disgustos debido a ciertas enseñanzas extrañas que algunos hermanos que se ofrecieron ayudarles, comenzaron a inyectarles. Lo sorprendente es que, a pesar de todo, ellos no cayeron de su lealtad a las enseñanzas neotestamentarias. Nos dimos cuenta, tanto nosotros como ellos, de que éramos perfectamente compatibles, que podríamos seguir trabajando. Ni ellos ni nosotros teníamos motivo alguno para temer. Es cierto que para llegar a ese lugar la mejor manera es hacerlo... en espíritu, porque físicamente resulta difícil y en buena parte peligroso.
Es probable que, tanto Pablo el apóstol, como sus compañeros en la empresa del Señor, hayan tenido experiencias parecidas con frecuencia. Esos hermanos no saben nada de depresión, de psicólogos y psicología, de antidepresivos, de insomnio, de cuentas que pagar y de que «el sueldo no alcanza». Simplemente no tienen, ni sueldo ni cuentas. Ellos no necesitan de expertos para que les enseñen cómo alabar al Señor. Esos... sabores de alabanzas que nosotros casi desconocemos, brotan de esas vidas como agua cristalina de una fuente que deja correr el agua pura serpenteando entre piedras y matorrales.
Debemos orar por ellos y debemos orar también por nuestro hermano Amado Mareco, quien es ahora el encargado en ese lugar. Tanto él como los esposos Pedro y Ketty González suelen viajar hasta allí, ayudándoles en todo.
Cuando nosotros hicimos el viaje, incluyendo a Magno y Marta Díaz, nos dimos cuenta de que era necesario llevar algo de alimento, no sólo para nosotros, sino de manera especial para ellos. Cuando terminamos el servicio en el templo, cuando ya nos sentimos satisfechos de lo que el Señor nos sirvió, cuando el primer banquete había concluido, entonces nos fuimos a la casa del hermano José. ¿Casa? No, no era necesario tanto. No tuvimos cómodos asientos ni aire acondicionado, pero para gozar de bastante asado y varios otros platos, más gaseosa, nos bastó una rústica mesa improvisada y los asientos: bastante piedras de modo que todos pudimos sentarnos. Mientras ellos hablaban (en guaraní) yo comía (pero en español).
Los minutos pasaban y la hora de nuestra partida se acercaba, porque para el día siguiente yo tuve que estar en condiciones para las dos conferencias en nuestro santuario en Ñemby. ¡Valió la pena el viaje y espero volverlo a hacer!
Esos hermanos no saben nada de G12, de ecumenismo, de “profetas y profetizas”, “pastoras” y “revelaciones modernas”, ni de supuestos avivamientos en estos últimos tiempos. Todo lo que saben es que son salvos por la fe en Cristo y buscan la manera de rendirle culto. ¡Cuánto podríamos aprender de ellos!
¿Y el viaje? Bueno, no espere viajar en avión, ni por una carretera hecha por los mejores ingenieros. Se trata de caminos descuidados, sanjones por todas partes, al menos una buena parte antes de llegar al lugar. No se preocupe que no necesita saber de la calle y el número donde vive el pastor y dónde está el templo. En cuanto al “tráfico”, encontrará una que otra vaca andando por el camino, alguna carreta tirada por una yunta de bueyes, incluso alguien “modernizado” transportándose sobre una moto. ¿Hay corriente eléctrica? Sí, gracias al Señor. ¿De qué vive esa gente? Seguramente del modesto cultivo de sus tierras. Tienen algunos animales, incluyendo aves. ¿Hay allí estaciones de servicios? No es necesario, porque sus “4 X 4” son más bien “2 x 2”, marca “Bueyes”. Antes de llegar al lugar, como algo muy especial, uno debe cruzar un arroyo de aguas cristalinas y puede ver las piedras que aseguran que usted no quedará empantanado. ¡Pero no pretenda hacerlo en cualquier vehículo! Asegúrese que es lo suficientemente alto como para no quedar “colgado” allí. Además, ni bien atraviesa ese “puente sin puente”, el empinado camino, con sus impresionantes sanjones, le ofrece otra de esas “antigüedades” que seguramente gozaron tanto Pablo como los demás misioneros.
Estos hermanos toman muy en serio las palabras de 1 Timoteo 6:6-10: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”.
Le sugiero también algunos otros textos: “Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación” (Pr. 15:16). “También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3:14). “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11). “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (He. 13:5).