El milagro de Johane
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El milagro de Johane
Malla Moe, una inmigrante noruega-americana, llegó a Suazilandia, África, en 1892 como misionera con la Misión Escandinava Alianza. No tenía entrenamiento teológico formal, sino una carga increíble por las almas. Había dedicado su vida entera a ganar africanos para Cristo. Sirvió al Señor en Suazilandia hasta su muerte en 1953, a dos meses escasos de cumplir sus noventa años.
Después de algún tiempo de permanecer allí, Malla comenzó a sentirse abrumada por las demandas de la predicación y enseñanza de su ministerio. Mientras oraba para que Dios le enviara un ayudante, creyó escuchar una voz que le decía: “Enviaré a alguien para que trabaje contigo”, pero el tiempo transcurría y no llegaba nadie. Bien poco sabía ella, que esa persona había estado allí todo el tiempo, ¡en la cocina!
Mapelepele Gamede, un adolescente, trabajaba en la cocina de la misión. Le gustaba colaborar con la misionera noruega-americana, y para complacerla se había bautizado y permitió que le cambiaran su nombre a Johane. Unos pocos días después de su bautizo, Malla y una pareja misionera visitante planearon viajar de regreso a la antigua misión donde estuviera Malla, con Johane sirviendo como su guía. Antes de partir el joven tuvo un argumento con uno de los misioneros, acerca de cuánto dinero le debían. Se enojó tanto que rehusó dirigir el grupo y en lugar de eso se marchó a pie para su casa, dejándolos para que realizaran la difícil jornada por su cuenta.
Transcurridos unos pocos días, un Johane sumiso se reunió con el grupo. Le habían atacado dos hombres que querían dinero, y le habían lastimado la pierna. Dijo: “Sé que hice mal al enojarme. Me arrodillé y le pedí a Dios que me perdonara, y Él me dirigió de regreso a ustedes”. Malla le perdonó y le curó la herida de su pierna, y él los guió el resto del camino. El 23 de mayo de 1895, el grupo llegó sano y salvo a su lugar de destino, la estación misionera en Bulunga.
Allí, Malla continuó orando para que Dios le enviara un ayudante. Mientras lo hacía, creyó oír la misma voz de antes que le decía: “¡Allí tienes a tu muchacho!”. De inmediato se dio cuenta que su ayudante sería Johane.
Sin embargo, Johane no era fácil de convencer - era un joven muy tímido que no sabía leer y estaba prácticamente petrificado ante el pensamiento de predicar. No podía estudiar la Biblia debido a su falta aparente de habilidad para aprender a leer, y estaba convencido que no tenía capacidad para estudiar. Y decía: “He orado, pero no me ha servido de nada. Dios no quiere que aprenda”. Estaba tan desanimado que Malla tenía temor que desistiera y la abandonara, pero continuó orando por él.
Una noche Johane tuvo una especie de visión, en la cual un hombre con una toga blanca le preguntó cuántos días le quedaban. Cuando Johane respondió que no sabía, el hombre respondió: “Sé cuantos días tienes, y recibirás tu recompensa de mí”. Johane estaba aterrado.
Al día siguiente no podían encontrarlo. Malla estaba preocupada pensando que había terminado por desanimarse y había abandonado la estación en la misión. Para su alivio, esa noche Johane llegó a la misión con una sonrisa triunfante en su rostro y su Biblia en la mano, y le dijo: “Dios me ha enseñado a leer. Ascendí la montaña y oré. Y me dijo en mi corazón que me enseñaría, y cuando abrí la Biblia pude leer”.
Para asombro de todos, ¡podía leer! Fue verdaderamente un milagro. Asimismo fue milagroso el cambio de su corazón. Era una persona completamente diferente. No sólo podía leer la Biblia, ¡sino que su fe era verdaderamente real! De inmediato comenzó a predicarle a su pueblo con gran valor.
Reflexión
¿Alguna vez ha tratado de actuar en forma religiosa, para descubrir que no funciona? El bautismo y las actividades religiosas no cambian nuestras vidas, tal como Johane descubrió, sólo Cristo puede hacer esto.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).