Robert Annan
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Robert Annan
Cuando niño Robert Annan fue un nadador natural, tanto que sus amigos le llamaban “Perro de agua”. Pero la vida en Dundee, Escocia, en la década de 1840 no era todo diversión y juegos. Mientras aprendía albañilería de su padre, se asoció con la gente equivocada y a la edad de catorce años pasó tres meses en prisión.
Después que quedó en libertad, su padre decidió ayudarlo a comenzar una nueva vida y le dio dinero para que viajara a América. Sin embargo, Estados Unidos no fue la tierra de oportunidades para el joven, y pronto su dinero se había acabado. Viajó a Canadá, se unió al ejército de Bretaña, y terminó de regreso en Inglaterra, en donde desertó. Cuando finalmente se entregó fue castigado severamente.
Después del fiasco de su experiencia militar regresó a Dundee. Estaba seguro que había concluido una página de su historia, pero se emborrachó junto con sus viejos amigos y mientras caminaba la mañana siguiente con un tremendo malestar por haber bebido alcohol en exceso, se dio cuenta que no podía reformarse por sí solo.
Desde 1860 hasta 1861 las reuniones evangélicas se celebraban en un gran salón en Dundee. Como no había mucho que estuviera sucediendo en el pueblo, Robert decidió ir. Sin embargo, el mensaje que escuchó sólo lo hizo sentirse más desesperado. Mientras estaba saliendo del lugar de reunión, detuvo sus pasos. Otros se habían quedado para conocer el camino de salvación... ¿Sería que regresaba y se unía a ellos? Finalmente decidió hacerlo, pero cuando caminaba de regreso, la puerta del salón se cerró ante su rostro... ¿Significaba esto que se le había cerrado el camino de salvación para siempre?
Torturado por esa pregunta, golpeó a la puerta de la casa del ministro a media noche. “¿Qué debo hacer para ser salvo?” - le preguntó. El pastor le explicó que la salvación estaba en Jesucristo, pero Robert no estaba listo.
Huyó hasta el establo donde su padre guardaba el heno y pasó la noche orando por misericordia. Su familia lo encontró allí el día siguiente y lo persuadió para que fuera a su casa. Pero por tres días no comió ni durmió mientras esperaba escuchar la voz de Dios desde el cielo.
Dos ministros fueron a visitarlo y le dijeron: “¿Tú piensas que si escuchas una voz asegurándote que eres salvo, o sientes alguna cosa extraña dentro de ti, creerías y confiarías en Jesús? Dios nos dio su Palabra, ¿confiarás en eso? ‘Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo...’ Jesús dijo: ‘Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera’”.
Tres días después desistió de su idea de querer escuchar la voz audible de Dios y simplemente creyó en Jesucristo como su Señor y Salvador.
Continuó trabajando varios días como albañil, pero se convirtió en líder de un grupo de jóvenes que predicaban regularmente en las esquinas de las calles. Muchos de quienes le escuchaban llegaron a conocer a Jesús personalmente tal como él.
El 24 de julio de 1867, mientras Robert Annan se relajaba sobre una balsa en el puerto de Dundee, experimentó la presencia de su Salvador en una forma tan real que se preguntaba si acaso estaba en el cielo.
El domingo siguiente mientras predicaba en la calle, dijo: “No puedo decirle a ustedes cuán feliz estuve el pasado miércoles por la mañana, allí sobre el agua cuando el Señor me mostró su gloria... Tal vez no tenga nunca otra oportunidad de hablarles a ustedes. Quizá esté en el cielo antes del próximo sábado”.
El miércoles siguiente se levantó a las cuatro de la mañana para orar. Cuando salió escribió con un pedazo de tiza sobre la puerta “MUERTE”, y “ETERNIDAD” sobre el pavimento enfrente de su casa. Luego se fue a trabajar en el puerto.
Al medio día un jovencito cayó en el agua y se estaba ahogando. Robert “el perro de agua”, había rescatado a otros antes, y rápidamente se lanzó al agua para salvarlo. Pero ese día fue diferente. Después de entregarle el muchacho a otros rescatistas en un bote, se deslizó suavemente bajo las olas, pasando a través de las puertas de la Muerte hacia la Eternidad.
Reflexión
¿Por qué el Señor se le reveló a Robert Annan ese día sobre la balsa y no durante la noche que pasó en el establo de heno? ¿Es apropiado implorarle a Dios por una revelación especial?
“Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).