No sé cuándo será
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No sé cuándo será
Philipp Paul Bliss nació en 1838 en un hogar humilde en el norte del estado de Pensilvania. Siendo prácticamente un niño salió de su casa para trabajar en distintas ocupaciones, de tal manera que su educación fue muy escasa. Su amor por la música lo llevó a fabricar instrumentos musicales de cualquier material que tuviera a su disposición. A la edad de diez años escuchó la melodía de un piano por primera vez. Embelesado siguió el sonido hasta el hogar de una mujer, y entró en la casa sin permiso, la dama de inmediato dejó de tocar. En lugar de huir, él exclamó: “¡Oh señora, por favor, siga tocando!”.
Así como comenzó a amar la música a una edad temprana, también amaba a Dios. En una ocasión dijo que no podía recordar un momento en que no se lamentara por su pecado y no dejara de amar a Cristo. Cuando tenía catorce años durante un despertar espiritual hizo confesión pública de su fe. Luego fue bautizado en la Iglesia Bautista de Cherry Fiats, del condado de Tioga, Pensilvania. Al poco tiempo empezó a participar en reuniones y servicios evangelísticos.
Poco después de eso se convirtió en maestro de la escuela dominical, un compromiso que continuó por el resto de su vida. Pronto descubrió que compartir su música con los niños era particularmente remunerador. Y escribió: “Pienso con cuánta facilidad los niños pueden captar el significado de un himno, y cuán perdurable puede ser su influencia... ¿Acaso usted no se acuerda de las canciones que escuchó en su infancia? Más que eso, ¿acaso no evoca hasta la propia voz y manera como fueron cantadas? Mientras los sermones - hábilmente escritos, bien expresados, con oratoria y tierna súplica - ¿en dónde se encuentran? ¡Los propios textos los olvidamos!”.
Aunque no recibió entrenamiento formal de música, comenzó a escribir himnos y a dar conciertos tiempo completo. Escribía tanto las palabras como la melodía para la mayoría de ellos. Era conocido por su gran talento, ya que con sólo escuchar una historia sentía la inspiración y componía una tonada para ella. De esta manera formaba la letra y la música de los himnos al mismo tiempo. Por ejemplo después de escuchar al gran predicador Dwight L. Moody que contó la historia de un naufragio causado por un problema en el faro, escribió: “Permite que las luces bajas estén encendidas”. Mientras esperaba por un tren en Ohio entró brevemente en una iglesia y escuchó al predicador que dijo: “Ser casi salvo, es estar enteramente perdido”. De esto escribió su tan conocido himno “Casi persuadido”.
Por un tiempo Bliss trabajó para Dwight L. Moody en Chicago como escritor de himnos para sus reuniones evangelísticas. El 14 de diciembre de 1876, él y su esposa, sin saberlo, participaron en el que sería su último servicio evangélico juntos. A la conclusión de la ceremonia, cantaron uno de sus himnos titulado No sé cuándo será.
Más tarde ese mes, después de visitar el hogar de su infancia en Pensilvania para navidad, Bliss y su esposa abordaron un tren para regresar a Chicago y ministrar junto con Moody. Mientras cruzaban el puente de una línea férrea cerca de Ashtabula, Ohio, el puente colapsó, arrastrando el tren dieciocho metros y medio abajo hasta un barranco. Los observadores lo vieron salir con vida entre los restos ardientes, para luego introducirse a través de una ventana, en medio de las llamas en busca de su esposa. Bliss de treinta y ocho años y su cónyuge, estaban entre los más de cien pasajeros que perecieron en la tragedia.
En su funeral se canto el himno que entonaran juntos públicamente, aunque en esta ocasión con un nuevo significado:
No sé cuando será que a mi Rey he de ver.
Pero sé que a su lado me quiere tener.
Cuando venza a la noche la eterna luz.
¡Qué gozo morar con Jesús!
Yo no sé cómo será el palacio de luz
Pero sí que me espera en su trono Jesús,
Que sentado a sus plantas feliz he de estar.
¡Oh quién lo pudiera ya ver!
Reflexión
Si usted muriera de súbito en un accidente, ¿le daría el Salvador la bienvenida al cielo? ¿Cómo lo sabe? En muchas formas la vida es como un período de prueba para determinar si le entregamos o no nuestro entero corazón al Salvador, a quien Dios envió para redimir a su pueblo.
“Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:68 y 69).