Anne Askew
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Anne Askew
Anne Askew nació en Lincolnshire, Inglaterra en 1521 en una familia de la alta burguesía. Cuando sólo tenía quince años su padre William Askew la obligó a contraer matrimonio con Thomas Kyme, como un sustituto por su hermana Marta, quien había muerto recientemente. Se rebeló contra su esposo al negarse a adoptar su apellido, y discutían casi a diario debido a sus creencias religiosas, ya que ella apoyaba a Martín Lutero y él era católico romano.
Finalmente abandonó a su cónyuge y se trasladó a Londres en donde daba testimonio cristiano por las calles y distribuía libros evangélicos. Estos libros habían sido prohibidos y fue arrestada por esto. Hicieron comparecer a su esposo y le ordenaron que la llevara a su casa en Lincolnshire. Sin embargo, al cabo de unos días escapó y no pasó mucho tiempo cuando se encontraba de nuevo predicando en las calles de Londres.
Fue arrestada nuevamente y encarcelada, en esta ocasión por tener en su poder una Biblia en inglés. Se le ordenó a Sir Anthony Kingston, el alguacil de la torre de Londres, que la torturara en un intento por forzarla a que diera los nombres de otros evangélicos. La colocaron en el potro del tormento y sus verdugos se ensañaron con ella atormentándola terriblemente, sólo por el delito de no renunciar a su fe.
La ataron al cruel potro una y otra vez y le dislocaron las coyunturas. En cada sesión de torturas los frailes de la Inquisición le ofrecían dejarla en libertad si negaba su fe en Jesucristo y abrazaba la iglesia católica. Anne se desmayaba del dolor, pero cuando recobraba la conciencia, les predicaba a sus verdugos y les decía que más importante que la religión era la relación del hombre con Cristo. Kingston estaba tan impresionado con su comportamiento que se rehusó a seguir atormentándola y el Lord Canciller de Enrique Octavo tuvo que hacerse cargo de ella.
Después de un largo período de torturas, Anne seguía negándose a dar nombres o a renegar de su fe. Su cuerpo estaba tan lastimado que tuvieron que llevarla cargada al juicio. Encontrada culpable por ser protestante fue condenada a morir en la hoguera.
El día de su ejecución, fue transportada en una silla hasta el poste donde sería quemada viva. Tuvieron que cargarla porque todos sus huesos estaban dislocados y ya no podía caminar. En el último momento antes de que le prendieran fuego, le ofrecieron el perdón del rey, si renunciaba a su fe, pero ella dijo: "No he venido hasta aquí para negar a mi Señor y Maestro".
La arrastraron hasta el poste y la ataron a la estaca que tenía un pequeño asiento ya que de ninguna manera podía permanecer erguida. Sus verdugos le colocaron una bolsa con pólvora alrededor de su cuello como un acto humanitario a fin de acelerar su muerte, la cual explotó casi inmediatamente después de encendido el fuego.
Fue quemada en Smithfield, Londres a la edad de 25 años, junto con John Lascelles y otros dos evangélicos. Quienes vieron su ejecución quedaron profundamente impresionados por su valor. Fue perseguida como hereje y de acuerdo con los registros de esa época, fue la única mujer en ser torturada en la Torre de Londres antes de ser quemada en la hoguera.
Reflexión
Anne Askew, rodeada de llamas como bendito sacrificio para Dios, durmió en el Señor el 16 de julio de 1546, dejando tras de sí un singular ejemplo de constancia cristiana para seguimiento de todos los hombres. Murió orando por sus victimarios.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1 y 2).