Nadie quería saber nada de Dios
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Nadie quería saber nada de Dios
Dos veces Nabucodonosor había deportado los judíos a Babilonia. Ezequiel, un sacerdote había sido parte de la segunda deportación en el año 597 antes de la era cristiana. En Babilonia había profetizado que Dios enviaría a Nabucodonosor una vez más para destruir a Jerusalén completamente, debido a los pecados y apostasía del pueblo judío. Dios incluso le informó y así está registrado en Ezequiel 21:1-14 del día en que comenzaría el asedio.
Luego, el 8 de enero del 585 antes de Cristo, un fugitivo que había escapado de Jerusalén llegó a donde Ezequiel en Babilonia y le dijo: “La ciudad ha sido conquistada”. Esta noticia significaba que más exilios estaban en camino.
Ezequiel entonces recibió un mensaje del Señor. La primera parte trata con los judíos que no habían sido llevados cautivos a Babilonia y estaban viviendo en las ciudades en ruinas de Judá. Estas personas razonaban entre ellas mismas, que si Abraham, una sola persona, había tomado posesión del entero territorio de Israel, entonces ellos que eran muchas personas, ciertamente merecían la tierra completa como su posesión.
El mensaje de Dios a ellos, fue este: “Por tanto, diles: Así ha dicho Jehová el Señor: ¿Comeréis con sangre, y a vuestros ídolos alzaréis vuestros ojos, y derramaréis sangre, y poseeréis vosotros la tierra? Estuvisteis sobre vuestras espadas, hicisteis abominación, y contaminasteis cada cual a la mujer de su prójimo; ¿y habréis de poseer la tierra? Les dirás así: Así ha dicho Jehová el Señor: Vivo yo, que los que están en aquellos lugares asolados caerán a espada, y al que está sobre la faz del campo entregaré a las fieras para que lo devoren; y los que están en las fortalezas y en las cuevas, de pestilencia morirán. Y convertiré la tierra en desierto y en soledad, y cesará la soberbia de su poderío; y los montes de Israel serán asolados hasta que no haya quien pase. Y sabrán que yo soy Jehová, cuando convierta la tierra en soledad y desierto, por todas las abominaciones que han hecho” (Ezequiel 33:25-29).
La segunda parte del mensaje trata con el pueblo cautivo en Babilonia con Ezequiel. Respecto a ellos, Dios le dijo a Ezequiel: “Y tú, hijo de hombre, los hijos de tu pueblo se mofan de ti junto a las paredes y a las puertas de las casas, y habla el uno con el otro, cada uno con su hermano, diciendo: Venid ahora, y oíd qué palabra viene de Jehová. Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra. Pero cuando ello viniere (y viene ya), sabrán que hubo profeta entre ellos” (Ezequiel 33:30-33).
Cuando Dios originalmente llamó a Ezequiel, le advirtió que el pueblo judío de su día era rebelde, de un corazón endurecido y terco, pero que de todas manera les diera su mensaje, así fuera que escucharan o no. “Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos” (Ezequiel 2:3-5).
¡Ezequiel ahora estaba experimentando la realidad de lo que Dios le había dicho, porque nadie escuchaba!
Reflexión
¿Por qué cree que los judíos del día de Ezequiel eran tan evidentes en su obediencia a los mandamientos de Dios? ¿Por qué cree usted que los exiliados en Babilonia no tomaron seriamente el mensaje de Dios por medio del profeta Ezequiel? ¿Puede usted pensar de situaciones en nuestro mundo hoy, que sean paralelas con esas del día de Ezequiel? ¿Qué lecciones podemos aprender?
“Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21:43).