Un carbón arrebatado del incendio
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Un carbón arrebatado del incendio
El 9 de febrero de 1709, John Wesley, quien entonces era conocido como Jacky, y era sólo un niño de cinco años, estaba acostado en su cama en el segundo piso de la rectoría en Epworth, Lincolnshire, Inglaterra.
Al despertarse, Jacky se sintió perplejo al advertir que la habitación estaba iluminada, a pesar de que las cortinas que colgaban alrededor de los cuatro postes de la cama estaban cerradas. Sacó su cabeza fuera y alcanzó a ver lenguas de fuego en el cielo raso. Luego se dio cuenta que sus dos hermanas que compartían la cama con él no estaban allí. Miró hacia el otro lecho en donde dormía la niñera con su hermana Patty y el bebé Charles, y también estaba vacío. Jacky saltó de la cama y corrió hacia la puerta abierta, pero encontró que todo el pasillo estaba envuelto en llamas. Corrió de regreso a la habitación, y se subió a una cómoda con gavetas y abrió la ventana para poder mirar hacia afuera. Por encima de él, el techo cubierto de paja de la rectoría estaba ardiendo, mientras las llamas eran avivadas por un fuerte viento proveniente del noreste. Debajo podía ver una multitud de vecinos lanzando baldes de agua al edificio en llamas con muy poco efecto. Uno de los hombres miró hacia arriba y vio al pequeño Jacky que trataba de subirse a la repisa de la ventana y frenéticamente llamó para que alguien trajera una escalera.
“¡Ya no hay tiempo!” - gritó otro hombre. Entonces un vecino alto y robusto, se apoyó contra el lado del edificio en llamas, y otros vecinos ayudaron a un hombre más delgado para que subiera a sus hombros. Mientras el fuego detrás de Jacky aumentaba, el hombre que estaba parado sobre el otro, se las ingenió para ponerse de pie y extender sus brazos, alcanzando a sacar al pequeño Jacky a través de la ventana, justo en el momento que el techo de la casa se desplomaba.
Mientras la familia salía huyendo del incendio, el señor Wesley se dio cuenta que Jacky no estaba con ellos, entonces trató de volver sobre sus pasos para rescatarlo, pero las escaleras estaba ardiendo y no soportaron su peso. En agonía, rápidamente se arrodilló en el pasillo y oró poniendo a su hijo Jacky en las manos de Dios, antes de salir huyendo con el resto de su familia. Cuando los hombres que lo rescataron llevaron cargado a Jacky hasta la casa vecina a donde la familia se había refugiado, su padre lloró con gozo, y exclamó: “¡Vengan vecinos! ¡Demos gracias a Dios! Él me ha dado todos mis ocho hijos. Dejemos que la casa se pierda. ¡Soy suficientemente rico!”.
Este evento dejó una marca indeleble en la vida de John Wesley. Tomó esto como evidencia de que Dios había tenido un propósito especial al preservar su existencia. Más tarde en el curso de su vida, cuando dirigía el despertar espiritual metodista en Inglaterra, el incidente se convirtió para él en un cuadro del mundo y su papel en él. Consideraba que la casa en llamas representaba a la humanidad pereciendo. Cada alma estaba simbolizada por el niño a punto de morir que necesitaba que alguien lo rescatara del fuego.
El 9 de febrero de 1750, cuarenta y un años después del incendio, Wesley escribió en su diario, describiendo el servicio de vigilia nocturna en la Capilla West Street de Londres: “Alrededor de las once de la noche vino a mi mente, que éste era el mismo día y hora en que... había sido librado de las llamas. Me puse de pie y le conté a los reunidos, un breve recuento de lo ocurrido y de la maravillosa providencia divina. Las voces de alabanza y acción de gracias se fueron elevando, y grande fue el regocijo delante del Señor”.
Antes de morir escribió su propio epitafio, el cual decía: “Aquí yace el cuerpo de John Wesley, un carbón arrebatado del incendio”.
Reflexión
¿Entiende la analogía de Wesley, de que el carbón arrebatado del incendio, podría representar a las almas siendo rescatadas de un mundo que está pereciendo? ¿De qué forma su comprensión del mundo se compara con el de Wesley?
“A otros salvad, arrebatándolos del fuego...” (Judas 23a).