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Deje que la Biblia hable sobre las lenguas - Respuesta a este polémico tema - Las lenguas pentecostales

Índice del artículo

 

Las lenguas pentecostales

(Léase Hechos 2:1-21)

El movimiento carismático se va extendiendo por todas partes del mundo hoy día. El nombre del movimiento viene de la palabra griega charisma que significa don. Abbott-Smith, su Manual Greek Lexicon of the New Testament (Léxico manual del griego del Nuevo Testamento), dice que se usa especialmente "para operaciones extraordinarias del Espíritu en la iglesia apostólica". (1) Hoy día su enfoque y empuje principal son el hablar en lenguas.

El campo cristiano está dividido sobre esta cuestión. Hay algunos que sostienen el punto de vista de que el hablar en lenguas es válido en estos tiempos modernos. Creen que el don es evidenciado por la glosolalia, vocablo que viene de glossa, una de las palabras griegas empleadas para las lenguas en el Nuevo Testamento. En cambio, otros creen que el don de lenguas y varios otros dones espirituales antiguos eran dones temporales ordenados por Dios para ciertos propósitos especiales que existían en la iglesia primitiva y que ya no son operantes.

Sin embargo, la mayoría está de acuerdo en que algunos hablan algo que llaman lenguas. Como dice el doctor Charles C. Ryrie del Dallas Theological Seminary (Seminario Teológico de Dallas) en el prefacio del libro de Joseph Dillow, Speaking in Tongues (Hablando en lenguas): "No queda duda de que muchos buenos creyentes tienen la experiencia de algo que ellos llaman lenguas, y sus experiencias son genuinas. Pero al igual que con todas las experiencias, la pregunta no es: ¿son genuinas?, sino: ¿son bíblicas?" (2)

Primeramente, como trasfondo a la consideración de las lenguas pentecostales de Hechos 2, es bueno concentrarse en el Señor Jesucristo. Jesús fue crucificado por nuestros pecados. Su resurrección comprobó el valor de esa obra y la verdad de su deidad. Por cuarenta días "después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables" (Hch. 1:3). Luego ascendió al cielo con la promesa angélica de su regreso, "así ... como le habéis visto ir al cielo" (v. 11).

Diez días después los discípulos expectantes experimentaron el día de Pentecostés. "Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos" (2:1). Pentecostés era la cuarta de siete grandes fiestas anuales de los judíos -una de tres fiestas obligatorias para los judíos- la fiesta de la pascua, la fiesta de pentecostés, y la fiesta de los tabernáculos. La fiesta de pentecostés vino cincuenta días después de la resurrección de Cristo y fue el cumplimiento de la fiesta de las semanas descrita en Levítico 23:15-21.

Pentecostés era una fiesta que celebraba la cosecha. El pueblo llegaba a Jerusalén y se reunía por el templo para el salmodiar del Halel (Sal. 113-118, cada salmo comenzando con aleluya), y para el sacrificio de los holocaustos y las ofrendas de paz. El rasgo central del día era la presentación al Señor de los dos panes, cocidos con levadura y sal. Las acciones de gracias en casa incluían una comida hospitalaria a la cual eran invitados el levita, la viuda, el huérfano, el pobre y el extranjero. (3)

Empero esta observancia de Pentecostés había de ser diferente para los 120 reunidos en el aposento alto. Estaban esperando la "promesa del Padre" (Hch. 1:4), también llamado el bautismo del Espíritu Santo (v. 5). ¡Entonces sucedió! Vino el Espíritu Santo.

LA EVIDENCIA DE LA VENIDA DEL ESPÍRITU (Hch. 2:1-4)

Lucas, el médico, describe la evidencia de la venida del Espíritu por medio de manifestaciones físicas como el viento, el fuego, y el don de lenguas.

"Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados" (v. 2). Hablando precisamente, esto no fue viento. Nótese el vocablo "como". Un sonido vino del cielo, un rugido o reverbero como el sonido del viento que llenó toda la casa. Literalmente, se puede traducir de esta manera: "un sonido haciendo eco como de un viento fuerte siendo llevado violentamente".

La segunda evidencia fue fuego. "Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos" (v. 3). La Biblia de las Américas traduce el versículo de la siguiente manera. "Y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. (4)

La tercera evidencia de la venida del Espíritu fue el fenómeno de hablar en lenguas. "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (v. 4). El vocablo "lenguas" en griego es glossa en el plural, refiriéndose a lenguas verdaderas que eran nuevas para los que hablaban. Esto no era jerigonza ni algarabía. El Espíritu Santo era la fuente de esta capacitación. "El Espíritu les daba que hablasen" (v. 4b). Sus lenguas consistían en la habilidad de hablar estas lenguas, no en sensibilizar de alguna manera los oídos de los que escuchaban. Nótese que este milagro de las "lenguas pentecostales" surgió de la llenura del Espíritu Santo (v. 4a).

El viento, el fuego y las lenguas eran importantes para revelar y probar a los discípulos que el Espíritu Santo había venido al mundo. Esta venida tenía un "sentido permanente", tomando en cuenta que Dios Espíritu estuvo aquí todo el tiempo y también ejercitaba poder soberano en el período del Antiguo Testamento.

Pero ya que había venido El, ¿qué relación existe entre hablar en lenguas y el bautismo del Espíritu Santo que Jesús había prometido? Esta es una de las preguntas básicas con referencia a las lenguas pentecostales. La palabra "bautismo" no se encuentra en el contexto inmediato, y no ocurre en el capítulo hasta el versículo 38. Sin embargo, tanto el bautismo como la llenura están presentes aquí.

Jesús les había dicho a sus discípulos que Juan ciertamente bautizó con agua pero que ellos serían bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hch. 1:5). Estos dos bautismos se encuentran en contraste. El bautismo de Juan era un bautismo para arrepentimiento, que tenía que ver con el remanente espiritual de Israel que volvía a Jehová antes de que muriera Cristo, y antes de que la Iglesia fuese formada por el Espíritu Santo en el día de Pentecostés.

El bautismo del Espíritu Santo consiste en una unión definida con Cristo en su muerte y resurrección como se aplica a nosotros personalmente. Este bautismo coloca al creyente en el cuerpo de Cristo, la Iglesia verdadera, y une al creyente con la cabeza de ese cuerpo, nuestro Señor Jesucristo. Dos versículos del Nuevo Testamento específicamente definen este bautismo del Espíritu Santo. Primera Corintios 12:13 afirma: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu." Gálatas 3:27 revela esto: "Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos."

Cuando Jesucristo habló en Hechos 1, el acontecimiento del bautismo del Espíritu era todavía un evento del futuro. En Hechos 11:15-16 Pedro miró hacia el pasado, a Pentecostés, como el principio histórico del bautismo del Espíritu Santo. "Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también", dijo él, "como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo."

Hoy día el bautismo del Espíritu Santo ocurre al momento de la salvación (Jn. cp. 7:38-39; Ro. 8:9; 1 Co. 12:13; Gá. 3:27). Este es el bautismo verdadero relativo a los creyentes en contraste con el bautismo ritual en agua. Una vez recibido, el bautismo del Espíritu no se repite jamás. Es una obra soberana de Dios para introducimos en el cuerpo de Cristo. También nos une a Cristo, totalmente aparte de experiencia alguna como la de hablar en lenguas. Dios sabe el momento preciso en que uno cree en Cristo como Salvador. Instantánea y soberanamente El efectúa esta obra gloriosa del bautismo verdadero del Espíritu Santo junto con los ministerios simultáneos de la regeneración (Jn. 3:1-8), la selladura (Ef. 4:30), y la morada (1 Co. 6:19).

Así es que el bautismo del Espíritu Santo tiene que ver con el parentezco con Dios en su familia. Por causa de esta relación el creyente recibe poder con el énfasis especial de testificar. "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch. 1:8).

Un asunto importante. Un eminente escritor carismático, Don W. Basham, en su libro A Handbook on Holy Spirit Baptism (Un manual sobre el bautismo del Espíritu Santo), dice así: "El bautismo en el Espíritu Santo es un segundo encuentro con Dios (el primero es la conversión) en que el creyente empieza a recibir el poder sobrenatural del Espíritu Santo en su vida ... el creyente es conducido a una relación más profunda con Cristo.... (5)

Es cierto que los creyentes necesitan andar más profunda y significativamente con el Señor. Pero que el creyente busque el bautismo del Espíritu es ir totalmente en contra de la Palabra de Dios revelada, la que asevera que todos los creyentes ya han sido bautizados con el Espíritu Santo, a saber, han sido injertados en el cuerpo de Cristo y unidos con Cristo.

Algunos carismáticos, como dice Smith (6), sugieren que hay dos bautismos espirituales: el bautismo por el Espíritu Santo (la salvación) y el bautismo con o en el Espíritu Santo, manifestado más tarde por las lenguas. No es posible defender esto. Efesios 4:5 habla de un solo bautismo. Tampoco se puede sostener esta distinción de preposiciones (con, por, en). La misma preposición griega (en) se usa tanto en Hechos 1:5 como en 1 Corintios 12:13. Además, la última frase de 1 Corintios 12:13 no es distinta de la primera parte de este versículo sino más bien paralela a ella.

Algunos dicen que el hablar en lenguas es una de las evidencias principales, o aun la única evidencia del bautismo del Espíritu Santo. Pero en 1 Corintios 12:29-30, donde se hace una serie de preguntas, por la manera en que se expresa el griego está claro que se espera una respuesta negativa para todas las preguntas. En el versículo 30 Pablo dice: "¿Hablan todos lenguas?" La respuesta entonces es: "No, todos no hablan en lenguas." Sin embargo, 1 Corintios 12:13a dice: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo" (el verbo es el aoristo pasivo). Aunque todos los creyentes no hablan en lenguas, todos los creyentes han sido bautizados con el Espíritu Santo. Así es que el hablar en lenguas no puede ser la evidencia del bautismo del Espíritu Santo. Todos los cristianos han sido bautizados por el Espíritu Santo, pero "no todos hablan en lenguas".

Dillow sugiere siete evidencias de haber sido bautizado con el Espíritu Santo. No son milagrosas sino morales, no extácticas sino éticas. Sostiene el escritor que las evidencias genuinas de ser un creyente nacido de nuevo y cristiano son las que siguen: (7)

1) Uno que ora a Dios como a su Padre (Gá. 4:6; Ro. 8:15-16).
2) Una comprensión de la gracia de Dios (1 Co. 2:12).
3) Un conocimiento del amor de Dios (Ro. 5:5).
4) Una seguridad de la salvación (2 Co. 1:22).
5) Una confesión de la humanidad de Jesús (1 Jn. 4:2, 3).
6) El fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23). La ausencia de estas características maravillosas podría indicar falta de madurez o carnalidad.
7) Amor para con otros creyentes (1 Jn. 4:12, 13).

¡Qué evidencias tan maravillosas del bautismo del Espíritu Santo, y todas sin hablar en lenguas!

El bautismo del Espíritu Santo siempre es presentado como la afirmación de un hecho ya cumplido más que como algo que se debe buscar. Si fuera importante para nuestra experiencia cristiana que buscáramos el bautismo del Espíritu después de la salvación, ¿por qué es que nunca se ordena eso?

Así como el viento, el fuego, y las lenguas dieron evidencias de la venida del Espíritu en el día de Pentecostés, así también las siete evidencias mencionadas anteriormente demuestran el bautismo del Espíritu Santo hoy día.

EFECTOS DE LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO (Hch. 2:5-13)

En Hechos 2 muchos judíos de varios países llegaron a Jerusalén para la fiesta de pentecostés. La lista de los versículos 9-1 la revela a judíos que eran representantes de todas partes del Medio Oriente. Estos judíos extranjeros oían que los discípulos les hablaban en sus propias lenguas extranjeras o idiomas. "Y hecho este estruendo, se juntó la multitud: y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua" (v. 6).

El vocablo para lengua aquí es distinto del que se emplea para las lenguas en el versículo 4 (glossa) y confirma la presencia de idiomas verdaderos. Es la palabra dialektos o dialecto. Fue comprensible la reacción de los visitantes judíos. "Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?" (v. 7-8).

Los judíos visitantes afirman en el versículo 11: "... les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios". Otra vez la palabra "lenguas" es glossa, revelando el uso intercambiable de "dialecto" y "lenguas" en el pasaje. El vocablo para "las maravillas" es megaleia o "las grandes cosas" de Dios, sugiriendo el contenido elevado de este hablar en lenguas.

Los judíos visitantes oyeron las maravillas de Dios. "El hablar en lenguas no sirvió para más que un propósito evangelístico indirecto, en que el fenómeno de las lenguas preparó el camino para el mensaje convincente de Pedro." (8) Un apóstol autenticado y confirmado luego vio a tres mil personas añadidas a la Iglesia (v. 41).

Aquí las lenguas, como después, fueron por señal a los judíos incrédulos: a algunos cuya incredulidad en Jesús se convirtió en una fe verdadera y a otros cuya incredulidad confirmada conduciría a juicio. Es importante notar que había judíos presentes en el día de Pentecostés cuando se hablaron lenguas.

Era progresiva su reacción. Estaban "confusos" (v. 6); "estaban maravillados" (v. 7); "estaban perplejos" (v. 12); de hecho, por la realidad "estaban atónitos" (v. 7 y 12).

Muchos no comprendían lo que pasaba. Puesto que la ignorancia siempre es un golpe para el orgullo del hombre, algunos, por lo visto judíos nativos, fueron impulsados a criticar y a burlarse (v. 13). Llegaron a la conclusión de que los discípulos estaban ebrios.

Más tarde Pablo dijo: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu" (Ef. 5:18).

La cuestión es control, pero aquellos judíos votaron por la primera opción, sin imaginar que la segunda fue la realidad verdadera.

La llenura del Espíritu Santo precede y es simultánea con el hablar en lenguas del día de Pentecostés, pero esta es la única referencia en que esa plenitud y las lenguas ocurren simultáneamente (Hch. 2:4). Las lenguas usualmente se identifican con el bautismo del Espíritu Santo en la escena contemporánea. No obstante, algunos carismáticos se agarran del aspecto soberano y posicional del bautismo del Espíritu Santo, entonces ven las lenguas como algo que procede de la llenura del Espíritu Santo, y no el bautismo del Espíritu Santo.

Si así es el caso, el contenido general de estos capítulos se aplicará a las lenguas relacionadas con la plenitud del Espíritu Santo y también a las lenguas relacionadas con el bautismo del Espíritu Santo.

El doctor Lewis Sperry Chafer, fundador y antiguo presidente del Seminario Teológico de Dallas, ha expresado bien la cuestión: "La llenura del Espíritu Santo no es la recepción del Espíritu Santo, ya que esto fue efectuado como parte de la salvación, ni es la recepción de más del Espíritu. El es una persona, y por la entrega de la vida del creyente a El, el Espíritu cumplirá todo lo que vino a hacer en el corazón. La vida llena del Espíritu es la realización, en la experiencia real, de lo que se ha poseído desde el momento en que uno es salvo. El mandato de ser llenos indica que la comunión misma del cristiano con el Señor y su fidelidad determinan el grado de la llenura." (9)

EXPLICACIÓN DE LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO (Heh. 2:14-21)

La plenitud del Espíritu Santo y el control por parte de ese Espíritu suplió la respuesta para el significado de las lenguas en el día de Pentecostés, pero algunos no fueron persuadidos. Por eso Pedro trató con la primera opción-la de la embriaguez-y la negó. "Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día" (Hch. 2:15), a saber, las 9:00 de la mañana.

Pedro sigue hablando: "Mas esto es lo dicho por el profeta Joel" (v. 16). Pedro cita Joel 2:28-32 y enlaza Pentecostés con la profecía de Joel. El tema de Joel es el día del Señor, día que abarca el juicio de la gran tribulación y la bendición del reino que sigue después. En verdad, Joel 2:21-27 trata de esa bendición del reino.

En Joel 2:28 el profeta habla de un derramamiento del Espíritu Santo en los postreros días. "Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne...." Joel localiza exactamente el tiempo del derramamiento del Espíritu en este pasaje. Es "después de esto" (no antes), es decir, después de que Jesucristo haya regresado e Israel se establezca en un reino. El cumplimiento queda por venir. El contexto de Joel 2 no nos permite conectar este derramamiento del Espíritu con los eventos anteriores al regreso de Cristo, refutando así la idea de que las lenguas de los días presentes son "señales de los tiempos", una señal de que Cristo regresa pronto. La expresión "despues de esto" de Joel son los "postreros días" de Hechos 2:17, refiriéndose a los días de exaltación y bendición de Israel después del regreso de Cristo.

Joel hace referencia al último y completo cumplimiento al principio del reino terrenal y al reinado del Mesías. No se dice nada directamente de las lenguas. Cuando Pedro dijo "esto es", se refirió a un cumplimiento parcial que ocurrió en el día de Pentecostés, no al cumplimiento final y completo.

Los carismáticos a menudo usan este pasaje de Joel para apoyar la continuación de las lenguas hoy día. En Joel 2:23 el profeta menciona la "lluvia temprana y la tardía". La lluvia temprana, dicen ellos, se cree ser el derramamiento inicial del Espíritu en Hechos 2, y la lluvia tardía es la manifestación actual del Espíritu Santo. Sin embargo, el contexto, además de hablar de la lluvia literalmente, se refiere a la "lluvia temprana" como las riquezas del reino judío bajo los reinados de David y Salomón. La "lluvia tardía" se refiere a la magnitud aun más grande del reino judío del Mesías en la Segunda Venida de Cristo. (10)

Pedro explicaba los eventos del día de Pentecostés afirmando que fue un cumplimiento parcial de la promesa de Dios en Joel, solamente un vislumbre de lo que vendrá un día cuando Cristo regrese y se bendiga Israel.

Después de discutir el derramamiento del Espirítu, tanto Joel 2:30-3 1 como Hechos 2:19-20 se refieren luego a las señales que precederán la gloriosa Segunda Venida de Cristo a la tierra.

En conclusión, las Escrituras revelan que el don de lenguas neotestamentario era real. Vino en el día de Pentecostés e implicó al Espíritu dando a los creyentes la habilidad de hablar en idiomas verdaderos o dialectos.

En segundo lugar, el bautismo del Espíritu Santo tiene que ver con la colocación del creyente en el cuerpo de Cristo y su unión con Cristo en el momento de la salvación. No ha de buscarse. Tampoco son las lenguas la evidencia de ese bautismo hoy día.

En tercer lugar, parte del propósito de las lenguas era dar evidencia de la venida del Espíritu Santo y de su presencia para formar la Iglesia neotestamentaria. Las lenguas habían de preparar el camino por medio de la autenticación milagrosa en aquel entonces del mensaje convincente de Pedro sobre la salvación.

En cuarto lugar, el propósito de las lenguas también involucraba las lenguas "por señal" para los judíos incrédulos, para algunos cuya incredulidad en Jesús se convirtió en una fe genuina, y para otros cuya incredulidad confirmada conduciría al juicio.

Mientras manejaba por la carretera, un día oí decir en un programa radial de la Iglesia Pentecostal Unida lo siguiente: Hallarás vida verdadera al hallar tu Pentecostés! (11) Esta promesa depende de lo que uno quiere decir al hablar de "tu Pentecostés": lenguas o relación.

La Palabra afirma: "Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Hch. 2:2 1). "Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare" (Hch. 2:39). ¡Cuando invocamos el nombre del Señor cuando El nos llama, la verdadera vida puede fluir de una relación personal con Jesucristo por fe y por el subsiguiente andar dedicado en El! Eso es "encontrar" nuestro Pentecostés.