El francotirador de Arafat
- Fecha de publicación: Viernes, 31 Agosto 2012, 22:43 horas
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Taysir Saada, quien sirvió como un asesino entrenado para la organización Fatah a finales de la década de 1960, admite que odiaba a los cristianos.
Si encontraba una casa que pertenecía a los seguidores de Jesús, arrojaba granadas en su interior y disparaba con su ametralladora.
Él no tiene idea a cuántas personas asesinó durante tales ataques.
Hoy, un Saada, sin uniforme, ahora conocido como Tass, patrulla las peligrosas calles de la Franja de Gaza dominadas por Hamas - pero ya no anda cazando cristianos o portando armas. Los palestino-americanos cambiaron sus armas automáticas y granadas por la Biblia, por servicio humanitario, y ahora le pide perdón a los cristianos árabes que una vez persiguió.
Su transición de terrorista islámico a misionero cristiano está narrada en un nuevo libro publicado en inglés titulado En un Tiempo fui un Hombre de Arafat: La Historia Verdadera de Cómo un Francotirador de la Organización de Liberación Palestina Encontró una Nueva Vida.
Saada ha regresado a sus raíces, ya que nació en Gaza un poco después de la guerra de 1948. Su familia había abandonado su vida cómoda y próspera en Jaffa antes de la guerra, prestando atención al llamado de los líderes árabes por limpiar el área para las fuerzas de “liberación” de los ejércitos árabes que iban a llegar a destruir el nuevo estado de Israel. Cansados de su vida como refugiados en Gaza, sus familiares se alejaron una vez más de sus raíces y construyeron un nuevo hogar en Arabia Saudita.
A la familia Saada le fue bien en su nuevo país, pero el más joven de los hijos, que nunca supo de su antigua tierra natal, creció con un deseo ardiente de regresar y luchar por el orgullo árabe que les había sido arrebatado por tres derrotas sucesivas en 1948, 1956 y 1967.
Sin el conocimiento o consentimiento de su familia, Saada viajó a Siria para unirse a la lucha con Arafat, su héroe de la infancia.
Habiendo sido acogido con beneplácito en un campo de entrenamiento en Jordania, Saada rápidamente se convirtió en un francotirador y participó en la estruendosa batalla de Karameh, fuera de Jerico - una batalla que ocupó los titulares de los periódicos alrededor del mundo y sirvió como un instrumento de Arafat y Fatah para reclutar personal contra las fuerzas de Israel, las que se encontraban en un prolongado empate con miles de guerrilleros palestinos.
El papel de Saada, el cual todavía le produce angustia, era acabar con soldados israelitas con su rifle de francotirador.
Treinta y cuatro años más tarde, justo seis meses antes que muriera Arafat, Saada tuvo oportunidad de evangelizar a su antiguo jefe, hablándole acerca del amor de Dios, la paz y el perdón que había conocido, comparando la vida del Hombre Creador con la destrucción mortal que había ocasionado en su antigua vida.
Recuerda que le preguntó a Arafat: “¿Sabe cómo Dios creó al hombre?”.
“Sí” - le respondió “Del polvo”.
“Es correcto” - replicó Saada, el exdiscípulo de Arafat en terrorismo y en un tiempo también su chofer. “¿Pero sabe como?” - siguió preguntando.
“¿Cómo?” - replicó el padre del terrorismo moderno.
Y Saada le explicó: “La Biblia dice que se inclinó recogió la tierra y la moldeó en la forma de un hombre. Luego sopló en su nariz el aliento de vida. Cuando pienso en eso, me pregunto a mí mismo como fui capaz de tomar la vida de tantos hombres”.
Saada dice que Arafat siempre le recibió con satisfacción hasta el fin de su vida, y que tuvo tiempo suficiente para hablarle en la sede de su bombardeado cuartel general en Ramallah, de su conversión al cristianismo. Poco después de esta visita un pastor egipcio amigo de Saada también tuvo la oportunidad de visitar a Arafat y dice que el líder terrorista “oró junto con él la oración del pecador”, convirtiéndose al cristianismo.
Saada le preguntó: “¿Cree usted que comprendió lo que estaba ocurriendo?”.
“Sí, absolutamente” - replicó el pastor. “Él estaba muy claro. Y nos encontrábamos solos en la habitación, exactamente como ahora estamos nosotros”.
Meses después, el 11 de noviembre de 2004, Arafat fallecía en un hospital de París.
Saada dice: “Cuando vi que de hecho había muerto, mi corazón se quebrantó. No pensé en lo mucho que me había extraviado bajo su liderazgo. Ni en toda la corrupción y fraudes que cometió. Sólo meditaba en el hombre que ahora tenía que enfrentar la eternidad. Éste hombre fue el héroe de mi adolescencia, el líder valeroso que se había atrevido a llamar al pueblo palestino hacia su destino. Era el hombre por quien yo había estado dispuesto a morir para protegerlo. Ahora ya no era nadie, sino otro ser humano parado delante de un Dios imponente, respondiendo a sus preguntas penetrantes. No sé que diría en esa corte final. Sólo espero que en los meses pasados se hubiera puesto de acuerdo con el Dios de toda la tierra”.