¿Por qué sufren los cristianos?
- Fecha de publicación: Sábado, 05 Abril 2008, 18:45 horas
- Escrito por Pastor, J. A. Holowaty
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Un pastor puritano anciano, dijo en una ocasión: «Dios tuvo un Hijo sin pecado, pero nunca ha tenido uno que no haya sufrido». El sufrimiento es parte de la maldición que se originó debido al pecado de Adán. Tenemos que haber sufrido para entender a esos que están experimentando aflicción. 2 Corintios 1:3,4 dice:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios".
"De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno? Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; y fui descolgado del muro en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos" (2 Co. 11:24-33).
La otra razón de por qué debemos conocer cuáles son las causas fundamentales del sufrimiento es para comprender mejor nuestro propio dolor, angustia y aflicción. El Señor Jesucristo le hizo saber a sus discípulos que sufrirían. En Juan 16:33 está registrado que él dijo: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo". Mientras que esto fue lo que el apóstol Pablo le escribió a la iglesia de Filipo: "Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él" (Fil. 1:29).
Vivimos en un mundo de sufrimiento. Las enfermedades, las dolencias, las aflicciones y la muerte nos rodean por todas partes. Los tornados, terremotos, deslizamientos de tierra, inundaciones; todas estas catástrofes nos pueden llegar sin ningún aviso. Podemos ser ricos hoy y mañana perderlo todo y quedar en la mayor pobreza.
Pero contestemos primero esta pregunta: ¿Cómo y cuándo comenzó el sufrimiento? Romanos 5:12 dice: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".
La Palabra de Dios deja claro que el sufrimiento se originó en el huerto del Edén y que fue transmitido a la raza humana por medio del pecado de Adán. Cuando Dios hizo la primera pareja no había sufrimiento. ¡Todo lo que Dios hizo fue BUENO! Génesis 1:10,18,21 y 31 afirman que la creación, todo lo hecho por Dios "era bueno", "bueno en gran manera".
Pero recordemos lo ocurrido. Dios puso a nuestros primeros padres, Adán y Eva, en un paraíso perfecto, les dio todo lo que un ser humano podía anhelar. Vivían en un huerto llamado Edén lo cual literalmente quiere decir «delicioso». Cada árbol que había allí era hermoso a la vista. Todas las flores más bellas del mundo se encontraban en este jardín. Cada fruta agradable al paladar estaba allí. Dios además visitaba personalmente el huerto cada día.
El Señor sólo impuso una prohibición: "Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Gn. 2:16,17).
Tenemos aquí la triste historia de cómo entró el pecado y el sufrimiento en la raza humana. Adán y Eva comieron del fruto prohibido en desobediencia al mandato de Dios y desde ese día hasta ahora, las personas sufren y mueren. Dios le dijo a Adán: "El día que de él comieres, ciertamente morirás". La Biblia es el único libro que explica correctamente por qué los seres humanos sufrimos y morimos.
Permítame hacer una pausa aquí para aclarar esto. Si Adán y Eva no hubieran pecado no habría enfermedad, dolor, sufrimiento o muerte en el mundo. Pero debido al pecado de Adán, el hombre quedó sujeto a todas estas cosas. Asimismo, murió espiritualmente y perdió su compañerismo con Dios.
Cada vez que tengo que oficiar un funeral y ver el féretro que baja a la sepultura, no puedo dejar de pensar: «Esto fue lo que Adán le trajo a la raza humana». Ahora, cuando Adán pecó en contra de Jehová Dios, se profanó a sí mismo y a toda la creación. Como consecuencia, ¡Dios maldijo TODO Y TODAS LAS COSAS!: "Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida... A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos... Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" (Gn. 3:14, 16-19).
Estas fueron las consecuencias del pecado de Adán:
• Dios maldijo a la serpiente, a Satanás, por encima de todos los animales, le dijo: "...maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida" (Gn. 3:14).
¿Volaba la serpiente? "No te alegres tú, Filistea toda, por haberse quebrado la vara del que te hería; porque de la raíz de la culebra saldrá áspid, y su fruto, serpiente voladora" (Is. 14:29).
• Dios maldijo a la mujer multiplicando sobre ella los dolores: "Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos..." (Gn. 3:16).
• Dios maldijo a Adán y le dijo que tendría que trabajar y sufrir para obtener el pan diario de una tierra maldita: "Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida" (Gn. 3:17).
• La creación fue maldita para que produjera cardos y espinos: "Espinos y cardos te producirá..." (Gn. 3:18), y
• Dios también debido a su pecado le dijo a Adán: "...polvo eres, y al polvo volverás" (Gn. 3:19).
Cuando Adán cayó, con él también cayó toda la raza humana. La Palabra de Dios deja claro que todos descendemos de Adán: "Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra..." (Hch. 17:26). Él no actuó como una sola persona, sino como el representante de la raza humana, ya que toda la humanidad se originó de él.
Pero tal vez usted diga: «No creo que sea justo que nosotros tengamos que sufrir por el pecado de Adán». Pero permítame decirle esto: Si usted o yo hubiéramos sido Adán, habríamos hecho exactamente lo mismo. Fue así cómo el pecado y el sufrimiento entraron en el mundo. Todo esto lo resume así Romanos 5:12: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".
En muchas ocasiones las personas preguntan: «Si Dios es un Dios de amor, ¿por qué permite la enfermedad, el sufrimiento y la muerte?» La respuesta es muy simple: el hombre ha decidido vivir una vida pecaminosa y perversa, ha sembrado las semillas de pecado, odio y violencia que vemos hoy en el mundo. El hombre es el responsable no Dios. ¡No culpe a Dios!
Desde ese día Adán y Eva fueron expulsados del huerto del Edén y Dios no les permitió regresar para que no comieran del fruto del árbol de la vida y vivieran para siempre en pecado: "Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida" (Gn. 3:24).
¡Hay ciegos, cojos, inválidos, etc.! Desde ese día hasta ahora, la vida del hombre ha estado colmada con sufrimientos y problemas. Algunos tienen que vivir ciegos o sordos, otros están lisiados en su cuerpo. Perdemos las esposas, los esposos, nuestros padres y el dolor atenaza nuestras vidas. Nuestros sueños más queridos se hacen añicos. Pero... entonces ¿por qué Dios permite tales cosas?
Todos debemos sufrir
Debido a la caída de Adán la entera experiencia del mundo está construida a base de sufrimiento. "A la mujer (Dios le) dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida" (Gn. 3:16,17).
Vemos entonces que el hombre nace con problemas y que Dios usa el sufrimiento y el dolor como medios para llevar a cabo su gran plan. Todas las cosas ayudan a bien, incluyendo el dolor y el sufrimiento. Romanos 8:28 declara: "Y sabemos que a los que aman a Dios, TODAS LAS COSAS LES AYUDAN A BIEN, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados".
El dolor y el sufrimiento están incluidos en "todas" esas "cosas". Dios usa el pesar y el sufrimiento para enseñarnos muchas lecciones valiosas. Prácticamente todas las cosas en el mundo se basan en el sufrimiento, y los principios fundamentales que encontramos al examinar la mayor parte de la historia del mundo establecen este gran hecho.
Venimos a este mundo por el sufrimiento de nuestras madres. Disfrutamos de paz por el sufrimiento de todos esos que derramaron su sangre en los campos de batalla. Comemos diariamente en base al sufrimiento, las carnes que gustamos, provocaron la muerte de cientos de miles de animales indefensos. Cualquier logro que valga la pena en este mundo cuesta sufrimiento y trabajo arduo.
¿Por qué entonces nos sorprendemos porque los cristianos tengan que sufrir antes de llegar a la Tierra Gloriosa? ¿Por qué algunos tropiezan ante el hecho de que el Señor Jesucristo murió sobre la cruz en lugar de los pecadores como sacrificio y sustituto por ellos, el justo por el injusto? Nosotros como cristianos tenemos paz por su sufrimiento y llegamos al cielo en base a su muerte y resurrección.
El mundo se halla construido en base al sufrimiento. El cielo está construido sobre la base del SUFRIMIENTO DEL SALVADOR, PARA QUE LOS PECADORES PUDIERAN VIVIR. El cristiano sólo puede entender el propósito del sufrimiento y las aflicciones cuando comienza a verlos desde el punto de vista de Dios.
Estoy seguro que todos nosotros hemos experimentado el sufrimiento en algún momento de la vida. Y cuando hablo de sufrimiento, no necesariamente estoy refiriéndome a enfermedades o dolor físico, sino que estoy hablando de penas, aflicciones, desilusiones, lágrimas, problemas y todo lo demás que constituye la existencia terrenal.
El sufrimiento nos acerca más a Dios
Hay muchas razones para sufrir. Primero, el Señor nos manda enfermedades y sufrimientos para que nos acerquemos más a él. Note lo que dice el salmista: "Antes que fuera yo humillado (afligido en el texto original hebreo), descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra... Bueno me es haber sido humillado (afligido), para que aprenda tus estatutos" (Sal. 119:67,71).
Estas palabras de la Escritura nos dicen que la aflicción y el sufrimiento son para nuestro bien. Hoy en día hay muchas sectas falsas, incluso "cristianos" que enseñan que la voluntad de Dios para todos los cristianos es que estén sanos, saludables y felices. Realmente sería maravilloso si fuese así, pero la Biblia no enseña tal cosa. La Palabra de Dios dice que es bueno que seamos afligidos.
¿Sabe usted lo que hace a una persona grande? ¿Es su educación? ¡No! ¿Su habilidad para hablar en público? ¡No! ¿Su familia? ¡No! ¿Su dinero? ¡No! Entonces... ¿Serán tal vez sus logros? No, no son ninguna de estas cosas. Lo que hace a una persona grande son simplemente los sufrimientos y los problemas.
Esto tal vez le impacte, pero si estudia su Biblia descubrirá que la única cosa que hace crecer espiritualmente a las personas son los problemas. No es la buena fortuna, ni el dinero ni los amigos ni el medio agradable que le rodea. En cada caso, siempre son los problemas y las aflicciones. Las dificultades, los problemas, las aflicciones, los dolores y desilusiones; esas son las cosas que hacen grandes a las personas.
Dios permite que sus santos escogidos sufran. Desde los patriarcas de la antigüedad hasta los santos de hoy, los problemas colman el sendero de los elegidos de Dios. Algunos de los predicadores más grandes que he conocido, nunca se han parado detrás de un púlpito, predicaron desde su lecho de enfermos. A través del sufrimiento ellos le ministraron a otros que estaban también en necesidad.
¿Ya descubrió usted esa verdad? David dijo: "Antes que fuera yo humillado (afligido), descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra... Bueno me es haber sido humillado (afligido), para que aprenda tus estatutos" (Sal. 119:67, 71).
La Escritura dice que el sufrimiento es para nuestro bien, sin embargo, sé que algunos de ustedes estarán diciendo: «No puedo entender en qué me beneficia el sufrimiento». Bueno, la Biblia dice que nos acerca más a Dios. ¿No le gustaría a usted estar más cerca de Dios?
El Señor se encuentra más cerca de nosotros particularmente cuando estamos en problemas. Dios se halla más cerca de la viuda que de esa otra mujer que tiene esposo. Está más cerca del huérfano indefenso que de esos otros niños que disfrutan de la protección de sus padres. La Biblia dice: "Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada" (Sal. 68:5).
Dios estaba más cerca el publicano, un pecador convicto, que del fariseo moralista. El Señor se encontraba más cerca del hijo pródigo en el corral de cerdos, que del hermano mayor que se hallaba en el hogar junto a su padre. Sí, Dios se encuentra muy cerca de nosotros en tiempo de problemas.
En Salmo 50:15, Dios dice: "E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás". Cuando usted tiene problemas, si realmente se vuelve a Dios en arrepentimiento y pone esos problemas delante de él, podrá orar muy fácilmente. Sin embargo, muchas personas nunca se acercan a Dios excepto cuando tienen problemas y desean algo.
¿Dios envió el dolor y el sufrimiento?
Dios entonces envía el dolor y el sufrimiento para acercarnos a él y hacer que apreciemos sus bendiciones. No valoramos el canto del pájaro hasta que él no ha volado y se ha ido. No apreciamos la fragancia de las flores hasta que se han marchitado y perdido todos los pétalos. De la misma manera tampoco apreciamos las bendiciones de Dios hasta que nos vemos privadas de ellas.
No debemos recordar a Dios sólo cuando nos vemos en aprietos y necesitamos ayuda. Desafortunadamente, a menudo este es el caso. Debemos aprender a acercarnos a Dios con alabanzas y acción de gracias en nuestros labios, incluso cuando todo marcha bien.
El sufrimiento es un don de Dios
Yo definiría que el sufrimiento nos acerca a Dios. La fe es un don de Dios. No podríamos creer en el Señor Jesucristo si Dios no nos diera la fe para creer. Efesios 2:8,9 dice que la fe es un don de Dios. Dios requiere la fe de una persona para salvarla, pero él da esa misma fe que requiere: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Ef. 2:8,9).
El mismo Dios que nos otorga la fe para creer en Cristo también nos da otro don, el don del sufrimiento. El sufrimiento es un don de Dios, Pablo dice: "Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él" (Fil. 1:29).
Cuando nos enfermamos, ¿no será que Dios nos quiere librar de algo peor? El doctor James M. Gray, un compañero asociado del evangelista D. L. Moody, asimismo fue presidente del Instituto Bíblico Moody durante la década del 1800, estaba recobrándose de una enfermedad grave cuando su médico le dijo que necesitaba emprender un viaje por mar, ya que esto le daría el relajamiento que necesitaba para su recuperación.
El doctor Gray hizo todos los preparativos del caso para su viaje, pero se volvió a enfermar lo cual provocó un retraso aparente. Se sentía muy desilusionado porque todos sus planes se habían venido al suelo. Una semana después mientras leía el periódico se enteró que su sufrimiento había sido un don de Dios. La primera página del diario registraba el trágico relato de un barco de vapor que se había hundido en el puerto de San Juan después de chocar contra un arrecife. Ni uno solo de los que iban a bordo se salvó de la catástrofe.
Cuando el doctor Gray investigó, descubrió que ese era el barco en que iba a viajar. Entonces se dio cuenta que Dios había enviado su segunda enfermedad para que su vida fuera librada de una muerte segura. Dios había dirigido su camino.
Su enfermedad puede ser como la del doctor Gray. Si no fuera por ese período de enfermedad y sufrimiento ordenado por Dios, usted tal vez podría haber estado involucrado o involucrada en un trágico accidente. Al mirar retrospectivamente en su vida, tal vez podrá advertir el cuidado providencial de Dios, quien ha hecho provisiones invisibles en su vida.
Perdió el avión, pero no la vida
Recuerdo hace ya muchos años que la agencia de noticias UPI reportó el triste caso de una periodista que había viajado a Perú. Deseaba conocer el interior del país y comenzó a recorrer las comarcas en esa región, lugar al cual llegó en avión.
El último día de su recorrido, comenzó a despedirse de esa gente tan amable, visitando a las familias, quienes la detuvieron para agazajarla con algo. Primero una familia, después la otra, luego alguien más. Ella no quería ser desconsiderada con tantas atenciones, pero les decía que perdería el vuelo de regreso a Lima. Nadie le hacía caso, seguían deteniéndola.
Finalmente tuvo que apresurar el paso y llegó justo diez minutos antes de la hora fijada para ese vuelo. Cuando se acercó al mostrador de la compañía aérea, el funcionario allí presente le comunicó que el vuelo ya había partido. Ella entonces, bastante disgustada, le dijo: «¡Pero señor, faltan todavía diez minutos para la salida! ¿Por qué salió antes de la hora fijada?» «Bueno - le dijo el caballero - porque como no había más pasajeros, el piloto y la tripulación decidieron partir. Pero... no se enoje señorita, el avión ya cayó y aparentemente todos murieron». ¡Cuán agradecida estaba esa dama por haberlo perdido! ¿Perdido? No fue ninguna pérdida, Dios sabe cómo hacer las cosas, de modo que con frecuencia lo que nos parece pérdida, es en realidad ganancia. Lo que esa noble gente le hizo a esta extranjera, podía parecer un retraso, pero ahora ella pudo ver claramente el por qué de su aparente pérdida.
Pero... ¿Por qué sufren los cristianos?
¿Qué beneficios obtenemos con los sufrimientos? Si nuestra pregunta fuera: «¿Por qué los cristianos tienen gozo?», no habría necesidad de buscar mucho por una respuesta. Tenemos gozo porque pertenecemos a Cristo y la Escritura asegura: "...en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre" (Sal. 16:11).
Pero... ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué tenemos desilusiones, dolores y pesar profundo? Podríamos echarle la culpa al diablo, pero esto no respondería satisfactoriamente la pregunta. Necesitamos recordar que el diablo no puede afligir a un creyente cristiano a menos que Dios se lo permita.
Hay algunos que enseñan que si usted padece alguna enfermedad o dolencia es señal de algún pecado no confesado o de falta de fe. Pero esto tampoco es escritural porque muchos creyentes cristianos le han entregado todo al Señor y a pesar de todo siguen sufriendo. Al continuar con nuestro estudio nos enteraremos de esas otras razones que explican el por qué del sufrimiento de los cristianos.
El sufrimiento prueba nuestra fe
Dios, a menudo permite que suframos para probar nuestra fe, para ver hasta qué punto le amamos realmente. Note lo que dice el apóstol: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (1 P. 4:12, 13).
Este tipo de sufrimiento no es consecuencia de ningún pecado, sino una prueba de nuestra fe resultando en un fortalecimiento de la misma. Un ejemplo sobresaliente de esto lo encontramos en la historia de Job en el Antiguo Testamento. De paso, permítame decirle que el libro de Job es el más antiguo en la Biblia. Fue escrito incluso antes que el Génesis.
Job ilustra de manera perfecta el sufrimiento del creyente. Job era un hombre acaudalado de Uz, quien lo perdió todo en un día. Perdió su propiedad, familia, hijos, amigos e incluso hasta su salud. Su cuerpo se vio afligido con una horrible sarna maligna de la cabeza hasta los pies. Sus tres amigos pensaban que tenía que ser culpable de un gran pecado para haber sido castigado tan severamente. Incluso hasta su propia esposa le dio la espalda y le dijo: "¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete" (Job 2:9).
Pero tal vez usted dirá: «¿Cómo pudo Dios permitir que un hombre sufriera tanto?» Por dos razones:
• Para silenciar al diablo y
• Para probar la fe de Job.
En el primer capítulo del libro de Job descubrimos que Satanás acusó a Job de servir a Dios debido a las muchas bendiciones que el Señor había derramado sobre él. Satanás llegó ante Dios y le dijo: "¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia" (Job 1:9-11). Fue en ese momento cuando comenzó la doctrina de Satanás de que el creyente puede caer de la gracia.
Hablando en palabras más simples, después que Satanás desafió a Dios y le dijo: «Tu siervo no sería tan buen cristiano si le sobrevinieran pruebas y tribulaciones». Dios le respondió: «Yo te voy a demostrar que mi hijo puede ser un buen creyente aun en medio de los dolores más profundos que un ser humano haya podido jamás experimentar».
Job no podía comprender cuál era el significado de tanto sufrimiento, no obstante, no murmuró contra Dios ni quejándose le volvió la espalda, sino que le alabó con estas palabras: "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito" (Job 1:21). "He aquí, aunque él me matare, en él esperaré; no obstante, defenderé delante de él mis caminos" (Job 13:15). "Yo sé que mi Redentor vive..." (Job 19:25).
Mediante este gran sufrimiento la fe de Job fue fortalecida y Satanás fue silenciado. Dios demostró en el caso de Job que sus siervos verdaderos le aman y le sirven, no sólo por las bendiciones que otorga, sino por lo que él es.
¿Está usted sirviendo hoy a Dios por lo que él le da o porque le ama? Incluso, aun en el caso que Dios le quitara todo: casa, trabajo, automóvil y familia tal como le pasó a Job; recuerde que Dios tiene un propósito en todo. Escuche lo que dice esta Escritura: "Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación" (Hab. 3:17, 18).
¡Tal es el triunfo de la fe! Cualquiera puede alabar a Dios cuando las cosas marchan bien, ¡pero hay que ser un cristiano verdadero para poder alabar a Dios cuando todo va mal! Dios a menudo permite que suframos, no como un castigo por algún pecado, sino sólo para probar nuestra fe y silenciar al diablo.
El sufrimiento glorifica a Dios
Lo siguiente que descubrimos es que el sufrimiento puede ser usado para glorificar a Dios. Siempre debemos recordar que nos encontramos aquí por un propósito, y ese propósito es glorificar a Dios. Algunos creyentes deben sufrir para la gloria de Dios.
En el capítulo 9 de Juan encontramos la historia de un hombre ciego de nacimiento. Los discípulos tenían la idea equivocada de que este hombre estaba ciego debido a algún pecado en particular. Así que cuando le preguntaron: "Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, SINO PARA QUE LAS OBRAS DE DIOS SE MANIFIESTEN EN ÉL" (Jn. 9:2, 3).
Fue la voluntad divina que este hombre naciera ciego, para que Dios fuera glorificado mediante su curación. Este hombre había nacido ciego, no como resultado de un pecado específico, sino en conformidad con el plan de Dios. Al igual que en este caso, a los creyentes cristianos en ocasiones les sobrevienen aflicciones para que Dios pueda ser glorificado.
En el capítulo 11 de Juan leemos que el Señor permitió que su querido amigo Lázaro muriera, a pesar de saber que podía sanarlo. Jesús deseaba que muriera porque había planeado su muerte. Note lo que dice la Biblia: "Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él" (Jn. 11:14,15).
Ahora, ¿por qué el Señor dijo que estaba contento de que Lázaro hubiera muerto? Porque sabía que esto glorificaría a Dios. Mediante la muerte de Lázaro, Dios sería glorificado.
Pero... ¿Sabía usted que Dios de hecho se alegra cuando morimos? El Salmista dijo: "Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos" (Sal. 116:15). Dios no desea que vivamos en este mundo para siempre. Es un mundo de enfermedad, dolor, hogares y corazones rotos. Es un lugar plagado de sufrimiento, de tal manera que en muchas formas es una bendición morir. Por eso fue que Pablo dijo: "...el morir es ganancia" (Fil. 1:21b).
Durante nuestra permanencia en la tierra, Dios está conformándonos a la imagen de su Hijo. El sufrimiento y la muerte son dos cosas que él usa para hacernos como a su Hijo, tal como dice Romanos 8:28: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados".
Sin embargo, de alguna forma nos gustaría que el sufrimiento y la muerte no fueran parte del propósito de Dios para nosotros. Sólo estaremos felices cuando reconozcamos que estamos en la tierra para traerle gloria a Dios, aun en las situaciones más difíciles de la vida.
Medite sobre esto: si algo le ocurre a su hijo y el doctor le dice: «Lamento mucho informarle que su niño tiene un problema cardíaco», recuerde que la Biblia dice: "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús" (1 Ts. 5:18). Pero... ¿Podría darle gracias a Dios si su hijo tuviera problemas cardíacos?
Usted aprende cosas junto al féretro de un ser amado que no puede aprender en ningún otro lugar, asimismo cuando su hijo lo aflige. Cuando su hijo le hace algo malo, usted se acerca a Dios y le dice: «Señor, ¿te sentirás tú así cuando yo también hago algo malo?»
Marta estaba muy triste por la muerte de su hermano Lázaro, había fallado en confiar en Jesús, por eso le dijo: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto" (Jn. 11:21). En lugar de confiar en Jesús, en cierta forma le culpaba por haber permitido que Lázaro muriera.
Pero Jesús le aseguró: "Tu hermano resucitará" (Jn. 11:23). Sin embargo, Marta en realidad no estaba dispuesta a esperar. Tenía fe en la promesa distante de la resurrección, pero su fe tambaleaba, por eso respondió: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero" (Jn. 11:24).
Pero... ¿Acaso la actitud de Marta no fue muy parecida a la suya y la mía, de tristeza y desconfianza? Marta en otras palabras estaba diciendo: «Sé que mi hermano resucitará, tal vez dentro de dos mil años», pero falló en creer en el Señor en ese momento. Nosotros muy a menudo, mientras aseguramos tener fe en el futuro, lo cual es bueno, lo que necesitamos en realidad es tener fe hoy. Debemos aprender a confiar en Dios hora por hora y momento por momento.
Ahora... ¿Por qué el Señor Jesucristo permitió que Lázaro muriera? Escuche una de las verdades más grandes de la Biblia expresadas por el propio Jesús: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella" (Jn. 11:4).
Pero... ¿Significa esto entonces que Jesús recibió gloria debido a la muerte de Lázaro? ¡Sí! ¡Así fue! La muerte de Lázaro le dio la oportunidad al Señor Jesucristo de desplegar su magnificencia y poder. ¡La muerte de Lázaro fue para la gloria de Dios! Un antiguo himno dice: «Fácil es cantar cuando reina la paz, pero en el dolor es mejor cantar».
Qué nos enseña el sufrimiento
El apóstol Pablo dijo: "Y sabemos que a los que aman a Dios, TODAS LAS COSAS LES AYUDAN A BIEN, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Ro. 8:28). Mientras estemos vivos debemos esperar sufrimientos. Dios usa el sufrimiento y el dolor para enseñarnos muchas cosas.
Algunos cristianos sufren más que otros, pero si vamos a ser lo que Dios quiere que seamos, es absolutamente necesario que pasemos a través de la escuela divina del sufrimiento. Ahora, cuando hablo de sufrimiento no estoy refiriéndome necesariamente a la enfermedad, sino que estoy hablando de dolores físicos y morales, aflicción, desilusión, lágrimas, problemas y todo lo demás que constituye nuestra existencia terrenal.
El sufrimiento nos hace humildes
El sufrimiento nos enseña a ser humildes. Muchas veces Dios permite que el sufrimiento entre en nuestras vidas para que no nos exaltemos de orgullo. El Señor odia el orgullo. Fue la soberbia lo que hizo que Satanás fuera expulsado del cielo. Asimismo fue el orgullo lo que motivó la caída de nuestros primeros padres.
La arrogancia es una de las cosas que Dios odia en particular. La Biblia dice: "Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos..." (Pr. 6:16, 17a). "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu" (Pr. 16:18). Si logramos captar el verdadero significado de estos versículos, estoy seguro que nos libraremos de todo el orgullo que pudiera haber en nosotros.
Dios desea que seamos humildes y que dependamos completamente de él, por eso algunas veces tiene que visitarnos con el sufrimiento haciéndonos pasar a través del fuego de la aflicción para hacernos humildes.
Dios incluso le dio a Pablo "un aguijón en la carne" para mantenerlo humilde. Note lo que dice la Escritura: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi come, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Co. 12:7).
Es mucho lo que se ha hablado y especulado respecto a la naturaleza de ese "aguijón en la carne" que tenía Pablo. Algunos piensan que su "aguijón" eran problemas que tenía en los ojos como resultado de la vez que fuera apedreado en Listra: "Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto" (Hch. 14:19).
¿Problemas con la vista? "Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. ¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos... Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano" (Gá. 4:13-15 y 6:11).
Otros dicen que se trataba de una joroba, de que era epiléptico o que tal vez tenía problemas en el habla. Nadie sabe por seguro cuál era realmente el aguijón en la carne que Pablo tenía, y es bueno que no lo sepamos porque esto nos da la libertad para decir que nuestra aflicción, cualesquiera sea, es la misma de Pablo.
A pesar de no saber cuál era el aguijón de Pablo sí sabemos por qué lo tenía, era para mantenerlo humilde. Tal como él mismo dijo: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi come, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Co. 12:7).
Pocos hombres han caminado tan cerca del Señor como lo hizo Pablo. Muchos recibieron la Palabra de Dios de labios de otros creyentes, pero Pablo la recibió por revelación directa de Dios, así lo aseguró él mismo: "Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado..." (1 Co. 11:23). "Que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente" (Ef. 3:3).
Pablo además de haber estado en el cielo y regresado, también nos dice que estuvo en el TERCER CIELO, en donde mora Dios, y que allí vio cosas que no le es dado al hombre decir: "Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar" (2 Co. 12:2-4).
Dios sabía que la mayor tentación y peligro que podía acechar a Pablo era llegar a exaltarse de orgullo después de haber tenido una experiencia espiritual tan grandiosa, por eso le dio un aguijón en la carne para mantenerlo humilde.
Piense cuán fácil habría podido ser para el apóstol Pablo inflarse de orgullo. Había sido educado a los pies de Gamaliel, uno de los más grandes eruditos hebreos de su día. Hablaba por lo menos ocho idiomas diferentes, podía conversar con reyes y hombres de estado, escribió más de la mitad del Nuevo Testamento. Pablo fue usado por Dios más que ningún otro hombre, por tanto necesitaba un aguijón en la carne para mantenerse humilde.
Nada hay peor en la vida que "el orgullo espiritual". Muchos "cristianos" importantes de hoy, hablan a menudo de sus sueños, visiones y grandes revelaciones espirituales. Pero cuando Pablo fue arrebatado al tercer cielo, en lugar de contar lo que había visto declaró que vio cosas que no le era dado al hombre expresar. Pablo no se jactó por esto, y usted estimado hermano o hermana, si ha tenido o tiene una gran experiencia espiritual y es del Espíritu Santo, lo mejor que puede hacer es no hablar de eso.
Pablo necesitaba un aguijón en la carne para mantenerse humilde, asimismo también nosotros necesitamos un aguijón que nos conserve humildes. Supóngase que no tuviéramos ningún problema u oposición. Al cabo de cierto tiempo terminaríamos llenándonos de orgullo. Es por esta razón que Dios debe a menudo enviarnos enfermedades, sufrimientos, tribulaciones y dolores para hacernos humildes.
El sufrimiento nos hace depender de Dios
Otra razón de por qué Dios permite muchas veces nuestro sufrimiento es para enseñarnos a depender de él. Permítame compartir con usted este notable versículo de la Escritura: "Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" (Is. 30:15).
Ahora, es cierto que este versículo se refiere principalmente a Israel, pero también puede tener una aplicación secundaria para todo el pueblo de Dios. Israel estaba a punto de ser invadido por sus enemigos, particularmente por los babilonios. Sin embargo, en lugar de confiar en Dios hicieron una alianza con los egipcios. Por eso el Señor les estaba diciendo por medio del profeta: "No confíen en ejército; no confíen en nación... confíen en mí". El Señor dijo: "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza".
Esta es la gran lección que todos necesitamos aprender. Dios no desea que dependamos de nuestra propia fuerza o nuestra propia sabiduría, sino que quiere que dependamos de él.
¿Ha sentido alguna vez que usted era indispensable en su trabajo, en su hogar o en su negocio? Tal vez usted ha creído que si algo le ocurriera todo se haría pedazos, que su presencia es imprescindible, que tiene que estar allí. Y luego súbitamente el Señor le pone a un lado, tal vez le mande alguna enfermedad o un aguijón en la carne, entonces se da cuenta que después de todo no era tan indispensable. Su familia y su negocio continuaron avanzando sin usted.
Esta es una dura lección. Hiere nuestro orgullo, nos quita algo, pero también nos enseña que el Señor no nos necesita; que puede prescindir de nosotros en el momento en que lo desee y que debemos aprender a depender de él.
El sufrimiento nos enseña a ser pacientes
El sufrimiento produce paciencia. Los cristianos más pacientes que he conocido son esos que han sufrido más. El apóstol Pablo dijo que se gloriaba en la tribulación porque le enseñaba paciencia. Escuche sus palabras: "...también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza..." (Ro. 5:3-5). Es así como la Palabra de Dios deja claro que necesitamos las tribulaciones y las pruebas de la vida para poder desarrollar en nosotros la gracia de la paciencia.
¿Se imagina cómo sería su hijo si usted no lo corrigiera? Antes de llegar a los 21 años probablemente sería un criminal. Bueno, Dios sabe que necesitamos la disciplina del sufrimiento para poder aprender muchas lecciones valiosas, una de las cuales es la paciencia. Si desea ver la paciencia en acción, vaya al lecho de enfermo de un cristiano. El sufrimiento produce paciencia. Una vez más le digo, los cristianos más pacientes que he conocido son esos que han pasado por las pruebas más difíciles.
No olvidemos que Dios tiene un propósito detrás de cada dolor y sufrimiento. Es a través de estas cosas que nos acercamos más a él.
La meta final del sufrimiento
Ya hemos visto que todo el sufrimiento se originó de Adán y Eva, nuestros primeros padres. Por Génesis 3:17, 18 sabemos que cuando Adán pecó, todo fue maldito, incluyendo la creación física. Y como todos somos descendientes de Adán, todos debemos sufrir el efecto de su pecado.
Algunas personas se jactan de sus ancestros. Hay familias en Estados Unidos que aseguran que pueden trazar sus antepasados hasta el Mayflower, el primer navío inglés que en 1620 llegó a Massachusetts procedente de Southampton y a bordo del cual se encontraba el grupo de cien hombres y mujeres conocido como "Los Peregrinos", y quienes fueron los primeros colonizadores de Estados Unidos. Otros aseguran ser descendientes de grandes personalidades. Bueno, estimado amigo, yo puedo trazar mi ancestro a todo lo largo hasta el primer Adán, porque soy tan pecador como fuera él.
El pecado introdujo el sufrimiento en la vida. El sol brilla tanto para el justo como para el injusto, de la misma manera el sufrimiento le sobreviene tanto al justo como al injusto. En Romanos 8:22 el apóstol Pablo dijo: "Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora".
Dios usa el dolor y el sufrimiento para enseñarnos muchas cosas. El Salmista dijo: "Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos" (Sal. 119:71). Sí, el sufrimiento es un gran maestro. Hay lecciones que sólo pueden ser aprendidas a través del dolor y el sufrimiento.
El sufrimiento nos hace apreciar las bendiciones de Dios
Sólo apreciamos la buena salud cuando nos sentimos enfermos. No valoramos la felicidad hasta que no tenemos sufrimiento. No apreciamos los buenos tiempos hasta que no tenemos malos. No estimaríamos la salvación si antes no hubiéramos sido pecadores perdidos.
Eso mismo es cierto con respecto al sufrimiento. Se necesita lo amargo para apreciar lo dulce, y en muchas ocasiones Dios permite que padezcamos para que podamos apreciar sus bendiciones.
El dolor y el sufrimiento están incluidos en "todas las cosas" de Romanos 8:28. Ellas trabajan unidas para nuestro bien, para hacer que apreciemos las bendiciones de Dios. Tal vez usted mismo no estaría sirviendo hoy a Dios si no hubiera sido por el hecho de que tuvo que sufrir. El sufrimiento lo llevó a Dios.
Conozco a una hermana que sufre de distrofia muscular. La última vez que la visité, me dijo: «Si no fuera por mi condición hoy no sería cristiana». Me contó que su principal interés en la vida antes de ser salva, era convertirse en bailarina y que fue mediante su condición que Dios apartó el baile de su vida y la llevó al conocimiento salvador del Señor Jesús.
Sí, muchas veces Dios usa el sufrimiento para acercarnos a él. Eso fue lo que David quiso expresar cuando dijo: "Antes que fuera yo humillado (afligido en el texto original hebreo), descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra... Bueno me es haber sido humillado (afligido), para que aprenda tus estatutos" (Sal. 119:67, 71).
El sufrimiento nos hace compasivos
Otro beneficio del sufrimiento es que nos hace compasivos. Es difícil compadecerse de otra persona y de sus problemas a menos que uno haya pasado por la misma experiencia. A menudo las experiencias de nuestro sufrimiento son la forma cómo Dios nos equipa para entender las necesidades de otros. Nos hace bien estar en el lugar de la otra persona, esto desarrolla un espíritu compasivo en nosotros.
Sé de un hermano que fue salvo de su hábito de beber. Era un borracho empedernido. Hace unos 25 años Dios le salvó milagrosamente y siempre que los hermanos que lo conocen se enteran de que hay alguien que tiene problemas de alcoholismo y que necesita ayuda, hablan de inmediato con él, ya que está mejor equipado para ayudarlo. Él también fue un alcohólico y sabe mejor cuáles son los problemas y las tentaciones de que el alcohólico necesita librarse. Por haber pasado por esta misma experiencia puede sentir más compasión por un alcohólico que cualquier otro hermano que nunca ha bebido.
La habilidad de sentir compasión no puede ser aprendida en las lecciones de la escuela dominical o en una universidad. La capacidad para compadecernos de otros se origina sólo cuando tenemos una experiencia similar a la de esa persona de la cual nos compadecemos. ¿Cómo puede alguien apiadarse plenamente de una mujer que ha perdido un hijo si nunca ha tenido una experiencia similar? ¿Cómo puede usted condolerse de una persona que ha perdido un ser querido si no ha pasado por el mismo pesar y dolor?
El sufrimiento también hace que nos compadezcamos de esos que se han dejado arrastrar por el pecado y han perdido la fe. Cuando me siento afligido y con el corazón hecho pedazos, me gustaría conversar con alguien que hubiera pasado por la misma experiencia que yo estoy pasando, sé que entendería mejor que nadie mis sentimientos.
El gran apóstol Pablo dijo: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios" (2 Co. 1:3, 4).
Tal vez usted está pasando por una prueba muy grande en este momento, tal vez está enfermo, tiene un problema familiar o una dificultad financiera. Cualquiera sea su carga, me siento feliz de poder mostrarle al Señor Jesucristo, quien más se compadece de nosotros.
Nuestro Señor soportó todas las circunstancias del sufrimiento. Supo lo que era ser pobre, no tenía un lugar siquiera donde recostar la cabeza. Supo lo que era la soledad, la sed, el hambre, el tener enemigos. Conoció el dolor físico, porque fue clavado sobre la cruz del Calvario. Supo lo que es pasar a través del valle de las sombras y la muerte, porque soportó la muerte por todos nuestros pecados. ¡Nunca nadie ha sufrido más que el bendito Hijo de Dios! Es por eso que él puede compadecerse hoy de nosotros.
La Escritura es completamente definitiva a este respecto. Si no lo cree, tendrá que recurrir a otro poder aparte de Dios, pero el Dios de la Biblia, el Dios a quien yo adoro conoce todas las cosas desde el principio hasta el fin. Ahora, él tiene un plan para nosotros y para poder llevarlo a cabo son necesarias las penas, el sufrimiento, las aflicciones, las lágrimas e incluso el dolor físico. Todo esto es parte de la labor de Dios para moldearnos conforme a la imagen de Cristo.
Si usted tiene un gran bloque de mármol y desea esculpir una estatua, tendrá que tomar un cincel y un martillo para empezar a cincelar la escultura. Si el mármol pudiera hablar sin duda gritaría de dolor y diría: «¡Ay! ¿qué me estás haciendo?» y usted le respondería: «Estoy esculpiendo sobre ti la imagen que está en mi mente». Eso es exactamente lo que hace el escultor y eso mismo es lo que Dios está haciendo con nosotros.