La lujuria y el adulterio
- Fecha de publicación: Sábado, 05 Abril 2008, 18:45 horas
- Escrito por Dr. David Jeremiah
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Cómo vivir según Jesus
Quiero que se transporte mentalmente a su lugar de vacaciones favorito. ¿Se fue a las montañas? ¿Acaso viajó fuera del país? ¿O fue de vacaciones a la playa? Tal vez haya quien piensa que el mejor lugar para ir de vacaciones es el desierto. Si es así, usted necesita terapia.
El desierto es el lugar donde Satanás tentó a Jesús.
He hecho este breve ejercicio tan sólo para recordarle el poder de la imaginación. ¿No es increíble que uno pueda estar sentado en la iglesia, en la sala de su casa, en su auto, o dondequiera que se halle usted en estos momentos, y pueda cerrar sus ojos y mentalmente transportarse a su lugar favorito para ir de vacaciones? Algunos pueden incluso imaginarse los detalles, pueden realmente visualizarlos. El poder de la imaginación es increíble.
Dios nos ha dado ese poder por razones buenas y positivas. No habría edificios hermosos, tales como nuestros templos, si no hubiera imaginación. Las grandes pinturas que cuelgan en los museos de arte no estarían allí si no hubiera imaginación. Ninguna de las grandes obras musicales hubiera sido posible si no la hubieran oído primero en su mente los compositores. Los que dirigen las grandes compañías primeramente captan mentalmente la visión de a dónde quieren que la compañía vaya, antes de que llegue a ese punto. Todo es parte de la imaginación.
Pero como en todas las buenas cosas que Dios nos da, hay a veces un lado negro en eso. En tanto que Dios nos da la imaginación para que la usemos con propósitos buenos, positivos, redentores, el enemigo de nuestras almas viene y pervierte ese don para sus propios propósitos. Usted posiblemente recordará que en 1976 el entonces candidato presidencial Jimmy Carter les confesó a los periodistas que lo entrevistaban en su casa, dijo: «He mirado a muchas mujeres con lujuria. He cometido adulterio de corazón muchas veces. Esto es algo que Dios reconoce que haré. Lo he hecho y Dios me perdona por eso».
La confesión de Carter fue publicada en todo el mundo. La revista Playboy la usó como pieza central en uno de sus números, aprovechándose de la verdad de que alguien que se había postulado como candidato a presidente de Estados Unidos, confesara abiertamente las jugadas que sucedían en su mente.
Pero lo interesante es que en esa década en particular, la década de los setenta, los que oyeron la confesión y escribieron al respecto, pensaron que era lo más risible que jamás habían oído en su vida. Casi ni podían creer que una figura pública podría seguir creyendo que pensar en una relación sexual con otra persona que no sea su esposa fuera algo malo, o que necesitara el perdón de Dios. Las nociones espirituales del candidato Carter les parecían tan fuera de la realidad con las normas sexuales corrientes, que la gente se resistía a creerlo.
Me pregunto qué se diría si eso hubiera sucedido la semana pasada en lugar de hace varias décadas, porque hemos recorrido largo camino desde esa época, alejándonos de las normas morales y de la responsabilidad. Nada en la actualidad caracteriza más a la sociedad occidental actual que la lujuria sexual. El tamaño y el poder de las industrias modernas del entretenimiento es un testimonio elocuente de cómo la sociedad se ha entregado por completo a la lujuria. La codicia, la glotonería y el deseo sexual son las herramientas primarias de la industria de la publicidad. La lujuria es gran negocio en nuestra cultura.
Tim Stafford escribe en uno de sus libros: «Hoy cualquiera de nosotros encuentra estimulación sexual muchas veces todos los días, a menudo de alguien cuya misma existencia es nada más que invención de la imaginación del director de publicidad. Vivimos en un constante baño de sexualidad despersonalizada, imaginaria y altamente provocativa. Para la persona moderna esto le parece normal y casi ni se da cuenta de ello».
Pero Jesús tenía algo muy estridente para decir al respecto. En el más grande sermón jamás predicado, que conocemos como el Sermón del Monte, y registrado en Mateo 5 y 6, Jesús no esquivó el asunto, ni tampoco podemos esquivarlo nosotros.
Algunos me preguntan por qué predico sobre estos temas. Obviamente, hay cosas sobre las que no predicaría. Hay muchos pastores que hacen eso, como los fariseos, que pasan al otro lado de la calle. Pero no podemos esquivar las palabras de nuestro Señor aquí en Mateo 5 respecto a este problema tan contemporáneo. Esto es lo que dice en el capítulo 5 de Mateo, empezando con el versículo 27: "Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno".
Jesús empieza en el punto en que sus oyentes fácilmente podían seguirlo, con la prohibición contra el adulterio, según está registrada en el Antiguo Testamento. Pero no se queda allí mucho rato. Pasa más allá del acto externo de adulterio a la raíz moral del problema, y empieza a hablar de la pureza sexual. Recuerda a sus oyentes que se trata de algo más que pura abstinencia de un acto físico. Se trata de justicia interior. Es pureza, no sólo del cuerpo, sino también de la mente.
La palabra que usa aquí en el texto y que se traduce «codiciar» en el griego es la palabra epidsumía, que simplemente quiere decir «deseo». Cuando se halla en el contexto del deseo pecaminoso, por lo general se refiere a un hambre insaciable de placer, lucro, poder, prestigio y sexo. En breve, la codicia, según la Biblia habla de ella, es el deseo por cualquier cosa que Dios prohíbe. Es un deseo pecaminoso, que en las cartas de Pablo se describe como "deseos carnales".
Cuando se habla de este asunto, y muy pocos se atreven a hablar de esto en nuestros días, siempre es necesario aclarar varias cosas antes de entrar de lleno en el asunto, y hacer varias distinciones y algunas observaciones útiles. Estoy seguro que entre los que leen este artículo hay algunos que están atrapados entre el amor y la lujuria. Hay otros que batallan contra esto ocasionalmente. Unos cuantos estarán obsesionados, abrumados, aprisionados en esto, por así decirlo. Hay muchos malos entendidos al respecto, y a menudo, debido a que la enseñanza no es clara, la gente queda con más preguntas que respuestas. Por eso permítame mostrarle primero unas cuantas distinciones fundamentales.
• ¿Es codicia el deseo sexual?
La respuesta obvia a esta pregunta es no. Si lo fuera, todos seríamos culpables. El deseo sexual es un don que Dios le dio a la raza humana con propósito de procreación. La Biblia distingue claramente entre el deseo sexual y la lujuria. El deseo sexual tiene sus raíces en el plan creador de Dios, pero la lujuria tiene sus raíces en la depravación humana. La lujuria o codicia sexual es el deseo excesivo, una urgencia incontrolable que pide gratificación inmediata. La lujuria incluye el deseo desordenado de comida, licor, deportes, nueva moda, éxito, o relaciones sexuales. Es todo tipo de conducta peligrosa egocéntrica, insensible a las necesidades de los demás.
El deseo sexual es saludable. La codicia sexual es malsana. La Biblia dice que es honroso el lecho matrimonial sin mancilla. Dios da claras direcciones para el amor entre esposo y esposa, pero la codicia sexual o lujuria pervierte ese don de Dios. La lujuria es algo que toma lo que Dios le ha dado a la pareja casada y lo usa fuera de la seguridad y consagración de la relación matrimonial. Es uno de los problemas más difíciles, especialmente para los hombres, en nuestra cultura actual.
• ¿Es lujuria la tentación sexual?
Jesús no está siendo irrazonable aquí. No está condenándonos por las tentaciones que se nos presentan delante independientemente de nuestra voluntad. Simplemente está diciendo que no hay excusa para disfrutar mentalmente de la fantasía que, si se la llevara a la práctica, resultaría que uno cometería inmoralidad según la ley divina.
No hay pecado en el pensamiento fugaz, en la idea que cruza su mente y que es rechazada al instante. Eso no es pecado, es una tentación. Según Hebreos 4:15 Jesús se enfrentó a toda tentación como nosotros y, sin embargo, no pecó. Es posible, entonces, ser tentado sin pecar, según lo que dicen las Escrituras.
El pecado viene cuando el pensamiento fugaz se queda a vivir en su mente, cuando empieza a dominar sus pensamientos. Martín Lutero, el teólogo alemán de hace varios siglos, lo dijo muy bien: «No puedo evitar que los pájaros vuelen sobre mi cabeza, pero sí puedo evitar que hagan nido en mi pelo». Jesucristo no condena ni la tentación ni el acicate inicial al pecado, pero la sumisión mental a eso sí es pecado. La lujuria o codicia es algo que tiene lugar, es una decisión, es un acto de la voluntad para ceder mentalmente a la tentación que uno enfrenta.
En el principio de toda situación tenemos el control y el poder para decirle que sí o que no. Ya dijimos que el deseo sexual no es pecado. Los puritanos y otros grupos religiosos dicen esto, y consideran que las relaciones sexuales son cosa sucia, incluso entre los casados. La Biblia no dice tal cosa. La Biblia dice que el deseo sexual es algo hermoso en su lugar apropiado, dentro del pacto del matrimonio.
La Biblia tampoco dice que ser tentado sea codicia. Sería muy difícil vivir en este mundo actual sin jamás tener un pensamiento fugaz de esos aquí y allá. No es pecado de lujuria o codicia si uno no se pone a disfrutarlo mentalmente.
• ¿Es la lujuria realmente adulterio?
¿Está Jesús diciendo en este pasaje bíblico que no hay diferencia entre el adulterio mental y el acto físico? No. Lo que está diciendo es que ambos son pecado. Ambos son pecados sexuales, ambos son formas de adulterio. Su punto no es que si usted peca en su mente bien puede seguir adelante y hacer lo mismo con su cuerpo. Lo que está diciendo es que si usted piensa que es justo sólo porque se ha abstenido de cierto pecado físico, está totalmente equivocado. Usted es responsable ante Dios por su mente tanto como por su cuerpo.
Debemos darnos cuenta de que la Biblia, en efecto, trata a la inmoralidad física con gran severidad. En cierto sentido es bueno que no estamos bajo la ley del Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento la persona que cometía adulterio recibía la pena capital.
En las Escrituras del Nuevo Testamento se nos dice que si una persona participa en la inmoralidad, se descalifica para el liderazgo espiritual. Ahora si lo físico y lo mental son lo mismo, entonces habrían básicamente pocas personas que podrían ser líderes.
En el acto físico siempre hay más de una persona. Siempre hay más que la otra o el otro. Amigos, familiares, parientes. Jesús no está igualando las dos cosas, sino que está diciendo que pertenecen a la misma categoría, y cuando uno participa de esto, entra en el campo del adulterio mental, y eso es pecado.
Es el pensamiento oculto lo que produce el acto abierto. Si uno lidia con el asunto en la mente, en lo oculto, nunca tendrá que lidiar con las implicaciones que se llevan a la práctica en el campo físico. Siempre empieza en la mente, mucho antes de que suceda en el cuarto del hotel, o en el lugar clandestino donde tiene lugar el encuentro.
Este es el punto que Jesús está martillando, y lo dice en esta parte de su sermón: "No me interesa poner un medidor de justicia encima de ustedes para ver cuán justos pueden ser. Lo que quiero es poner un medidor de justicia en su corazón, allí es donde veremos a qué medida llegan".
Los fariseos eran muy buenos para andar por todos lados fanfarroneando. Algunos pueden recitar de memoria toda su hoja de vida. Todo puede sonar muy impresionante hasta que uno realmente llega a conocerlos, y halla que son buenos para la simulación y que no tienen justicia real. Jesús quería llegar más allá de la fachada externa de la que los fariseos estaban tan enamorados, y ayudarles a comprender que la verdadera justicia en el reino de Dios empieza en el corazón.
¿Cuánta significación tiene lo que pasa por su mente? ¿Por qué debería alguien preocuparse por lo que pasa por su mente? Ese es el pensamiento básico y moderno de hoy, incluso entre los evangélicos. Primero, Los deseos codiciosos niegan la ley del amor.
Dios nos creó como seres holísticos. No somos simplemente seres físicos. Somos seres físicos, espirituales, mentales y sociales. La codicia lujuriosa enfoca el paquete en que vive la persona y niega la realidad, lo completo de ella, la imagen de Dios en el resto de la persona. La lujuria va más allá de lo que la persona siente y lo que piensa, lo que es, el camino en que se halla, sus metas; y simplemente se enfoca en las apariencias externas, y las usa para la propia gratificación personal. Si usted oye lo que dicen las mujeres sobre los comentarios obscenos que tienen que aguantar en sus lugares de trabajo, de parte de sus compañeros y compañeras, oirán cosas como esta: «Fue nauseabundo. Me hizo sentir tan baja». ¿Por qué? Porque las despersonaliza. Va más allá de lo que son y de lo que Dios las hizo ser, como personas que Dios ama, y que creó a su propia imagen. La lujuria niega todo eso y lo prostituye. Niega la ley del amor.
C. S. Lewis dijo: «Usamos una expresión de lo más desdichada cuando decimos de un hombre lujurioso rondando por las calles, que quiere una mujer. Hablando estrictamente, lo que menos quiere es una mujer. Todo lo que quiere es el placer para el cual la mujer resulta ser una pieza necesaria del aparato. Lo mucho que quiere a una mujer se puede medir por su actitud hacia ella cinco minutos después del acto. Nadie se guarda la cajetilla después de haberse fumado los cigarrillos».
Lo que sucede en las relaciones lujuriosas es que en lugar de fomentar amor, en realidad lo que fomenta es el odio. Fomenta desprecio, que es exactamente lo opuesto para lo que Dios nos creó. La lujuria viola la ley del amor. Debemos vernos unos a otros como hermanos y hermanas, y apreciarlo. Es verdad que el paquete es importante, de hecho, la Biblia en un par de ocasiones hace referencia al empaque. Hay un pasaje que dice que la mujer es hermosa de cara y de figura. Así que, esto está en la Biblia. No hay por qué andar por la vida ignorando la belleza. Hay algunas personas que son hermosas de cara y de figura.
La Biblia dice en el Antiguo Testamento que David era rubio, atlético y fuerte. Esta es la descripción de un hombre que estaba en buena forma. David era el héroe del día. Entonaba canciones que estaban a la cabeza de la lista de éxitos. Todas las mujeres lo querían, no sólo porque era un gran dirigente, sino porque era muy atractivo. No hay nada de malo con admirar la hermosura. El asunto es pensar que el empaque es todo lo que hay y prostituir a la persona para la ganancia y satisfacción personal.
Estaba leyendo las cartas que Pablo escribió a Timoteo. Timoteo era un joven pastor que apenas estaba empezando en el ministerio. Su iglesia no fue el lugar más fácil para empezar. Era pastor de la iglesia en Éfeso, en donde estaba el templo de Diana. Timoteo estaba en un lugar candente. Las presiones sexuales que enfrentaba como pastor en esa ciudad eran inmensas. Pablo le escribe tratando de ayudarle a aclimatarse a lo que estaba tratando de hacer. En la primera carta a Timoteo 5, al principio del capítulo, Pablo le dice a Timoteo: "Déjame decirte cómo tratar a las mujeres de la iglesia. A las mujeres ancianas, quiero que las respetes, y que las trates como si fueran tu propia madre. A las jóvenes, trátalas como si fueran tus hermanas", y luego dice: "Con toda pureza".
¿Qué tendríamos en el reino de Jesucristo si pudiéramos ver más allá del empaque, que es lo que nuestra sociedad nos dicta, y está mal? La lujuria trata a la persona como un objeto desechable. El amor comprende que una persona fue creada a imagen de Dios.
En segundo lugar, el problema con la lujuria es que devora a la persona que la practica.
La lujuria no es algo que la persona controla. El problema con los deseos lujuriosos es que exigen un apetito cada vez más grande por una satisfacción que disminuye cada vez más. Los que se dejan atrapar en esta red y trampa caen en una prisión. He hablado con personas que me han dicho que por más que tratan, no pueden salir del círculo vicioso. Si usted lee las historias detrás de muchos de los más horrendos crímenes que han sucedido, las cosas que nos causan horror y que ni siquiera se pueden mencionar en un mensaje, en lo más recóndito de todo, en la médula del asunto, está alguien que tenía problemas como estos, y el problema es que mientras más rienda suelta le daba a sus apetitos desenfrenados, más lo querían; y no podían alejarse de todo eso.
Leí algo que me ayudó a comprender esto. Se trata de una historia de cómo un esquimal mata un lobo. Es un poco espeluznante, pero ustedes comprenderán por qué quiero que lo oigan. Primero el esquimal moja su cuchillo en sangre de algún animal y luego lo pone a la intemperie para que se congele. Después añade otra capa de sangre, y otra más, hasta que la hoja del cuchillo queda completamente cubierta de sangre congelada. Luego el cazador sujeta el cuchillo en el suelo con la hoja hacia arriba. Cuando el lobo percibe con su olfato sensible la fuente del aroma y descubre de dónde viene, empieza a lamerlo, saboreando la sangre congelada. Así empieza a lamer más y más vigorosamente, lamiendo la hoja hasta que el filo queda al descubierto. El lobo sigue lamiendo cada vez más y más intensamente la hoja del cuchillo en la noche ártica. Tan intenso es su apetito por la sangre que no nota que la hoja acaba de hacerle un tajo en su propia lengua, ni reconoce que la sangre que está bebiendo es la suya propia. Su apetito carnívoro simplemente pide más y más, hasta que la aurora lo encuentra muerto sobre la nieve.
Es aterrador pensar que una persona puede quedar consumida por sus propios deseos lujuriosos. Solo la gracia de Dios puede librarnos de la suerte del lobo.
Esta es otra ilustración que nos ayuda a entender esto. En la revista Leadership, Craig Larson cuenta que cuando era muchacho vio una película en la que unos náufragos flotaban sin rumbo alguno en un bote salvavidas, en el océano. Conforme pasaban los días bajo el sol abrasador, sus raciones de comida y de agua potable se acabaron, y los hombres sentían sed hasta el delirio. Una noche, mientras los demás dormían, uno de ellos ignoró todas las advertencias y se tomó unos cuantos tragos de agua salada. Poco después, murió. El agua del mar contiene siete veces más sal de la que el ser humano puede ingerir. Al beberla la persona se deshidrata, porque sus riñones exigen más agua para lavar la sobrecarga de sal, y mientras más agua salada bebe la persona, más sed siente. Finalmente se muere de sed. Cuando nos damos a la lujuria, somos como este hombre. Tenemos sed desesperada por algo que parece ser lo que queremos. No nos damos cuenta que es precisamente lo opuesto de lo que realmente necesitamos. De hecho, puede matarnos.
Así que, no se trata simplemente de: «Pues bien, no se preocupe. Es nada más que un jueguito mental». La lujuria, si no se la resuelve, en el campo humano puede destruirlo. La historia lo demuestra claramente vez tras vez. Destruye a la familia, a veces destruye a las iglesias. Tiene un filo destructivo.
Ahora bien, habiendo examinado esto, no hay ninguna historia cómica para contar en un artículo como este para romper la presión. Uno en realidad no quiere tratar estas cosas, sin embargo, Dios no lo puso aquí para que lo pasemos saltando. Lo puso allí para ayudarnos. Tenemos que oír la perspectiva divina sobre esto. Usted oirá la de todo el mundo. La oirá todos los días. Se sentirá aplastado por esa perspectiva del mundo. Casi nadie le va a decir lo que Dios dice. Así que habiendo visto lo que es y lo que hay de malo en esto, ¿qué hacemos al respecto?
Permítame darle algunos pensamientos que he hallado en la Palabra de Dios, y pienso que serán útiles:
• Dé pasos radicales ahora mismo
¿Leyó lo que Jesús dijo? Dijo: "...si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti... Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti..." Esto se halla en este contexto. «¡Vamos, Señor! ¿Quieres que andemos con un parche sobre un ojo?» Recuerde lo de los fariseos contusos y sangrantes que pensaban que la respuesta a todo este asunto era ponerse una venda sobre los ojos, y por eso andaban tropezándose con todo.
Cuando esto se enseñó al principio, especialmente entre los puritanos, hubo quienes lo tomaron literalmente, y literalmente hicieron lo que Jesús dijo. Se mutilaban. Pero no es eso lo que Jesús está diciendo. El punto que Jesús está tratando de recalcar es este: su ojo derecho y su mano derecha, es decir, el ojo dominante y la mano dominante para la mayoría de personas, simboliza la puerta por donde usted recibe los impulsos. La mano es un cuadro de su actividad en base a lo que usted ha visto. Jesús ha dicho que cuando se trata de este asunto, hay que tomar acción drástica. Trate las cosas que estimulan los deseos incorrectos como si estuviera ciego. Cuando se sienta tentado a salir de su casa y dirigirse a un lugar donde usted no debe ir, responda como si estuviera amputado. Si sus piernas quieren llevarlo en una dirección que usted no debe ir, no permita que eso suceda. En otras palabras, lo que Jesús está diciendo no es cosa de juego. Es asunto serio. Hay que tomar acción drástica.
Romanos 13:14, dice: "...no proveáis para los deseos de la carne", y esto tiene que ver con la lujuria codiciosa o codicia lujuriosa. No le dé lugar en su vida. ¿Cómo mantenerla fuera? No puede mantener fuera la tentación, ni puede evitar que le lleguen los estímulos, pero sí puede decidir qué va a hacer con todo eso. Aprendí un pequeño poema hace mucho tiempo que me ayuda a comprender esto. Dice:
«Dos naturalezas laten dentro de mi pecho.
La una es necia, la otra es bendita.
A la una quiero, a la otra detesto.
Domina la que alimento».
¿Comprende lo que dice esta estrofa? Es realmente la clave para todo esto. ¿A cuál está usted alimentando? ¿Qué es lo que está alimentando su corazón? ¿Qué es lo que está alimentando su mente? Esa es la cuestión. ¿Qué está poniendo en su computadora que acaba tomando las decisiones de su vida? Allí es donde se toman las decisiones, allí es donde estamos en control. Tal vez no podamos detener las cosas que vienen por el camino, pero si intervenimos desde el principio y damos pasos radicales, podemos apagar mucho de lo que viene a destruirnos.
• Asuma la responsabilidad por sus acciones
Oigo que algunos dicen, y lo he leído, que no hay mucho que una persona puede hacer. Dicen que si uno está asediado con este problema, en cierto sentido está atascado. ¡Que Dios nos ayude! No es cierto. Martyn Lloyd Jones, gran escritor, dice lo siguiente: «No conozco ni un solo pasaje bíblico, y hablo después de haberlo pensado bien, que me diga que lleve mi pecado, ese asunto en particular que me arrastra hacia abajo, a Dios y oración y que le pida que me libre de esto, y que confíe por fe en que él lo hará. Esa enseñanza a menudo se la dice de esta manera: Hay que decirle al hombre que es constantemente derrotado por un pecado en particular: 'Pienso que tu única esperanza es que lleves eso a Cristo, y Cristo se hará cargo de eso por ti'. Pero ¿qué dice la Biblia en Efesios 4:28, al hombre que se halla constantemente siendo culpable de robar, al hombre que ve algo que le gusta y lo toma, qué es lo que dice? Dice: 'El que robaba, que no robe más'».
Eso es bastante sencillo. ¿Sabe lo que significa en el vocabulario común de hoy? ¡Ya basta! Esto no es ingenuo, es lo que la Biblia dice: "Pongan sus ojos en Jesús y no provean para los deseos de la carne". Hay un tiempo en que uno puede dejar de hacer lo que se está haciendo. Tal vez no pueda dejar de pensar, pero sí puede dejar las cosas que permiten que los pensamientos ingresen por la entrada. Si usted retrocede en este proceso a su origen, hay muchas cosas que puede hacer y que probablemente no está haciendo. Así que, asuma la responsabilidad.
No diga simplemente: «Tengo un demonio de lujuria». Esto lo oigo todo el tiempo. Todo mundo les acusa de todo a los demonios. «Tengo un demonio de gordura». ¡Simplemente usted come demasiadas golosinas! No es el demonio. Es usted, y tiene que asumir su responsabilidad en eso. Eso es lo que Dios quiere que usted haga, que asuma la responsabilidad.
• Reconozca las señales tempranas de advertencia
"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Co. 10:13).
Solía encantarme citar este versículo a las personas que luchaban con la tentación, y lo he usado para alentar mi propio corazón al enfrentar la tentación, pero siempre había una parte que no lograba entender muy bien.
Solía pensar que si tuviera una vía de escape, una salida, ¿para qué darle tanta importancia a la tentación? Pero ahora lo comprendo. Al principio, cuando el deseo empieza a nacer, tenemos una alternativa. Cuando todavía está en su infancia, tenemos una opción. Podemos rehusarlo desde el principio.
Al principio se asoma y uno lo ve tal cual es, y dice: «¡No!» Usted gana la victoria. Pero lo que sucede es esto: usted dice: «Esto no es nada serio». Entonces da el siguiente paso. Todavía dice que no, pero ahora es un poco más difícil. Ahora se ha metido en una experiencia que da fuerza al asunto. Usted sigue así, y cada vez es más y más duro. No sabe qué hacer. Finalmente, como un hombre me dijo el otro día: «Me subí al auto, y sabía lo que estaba haciendo. Sabía que no estaba bien, y sabía lo que sucedería si lo hacía. Pero ya estaba en el lugar, y no me importó». No pudo detenerse.
Usted siempre tendrá señales tempranas, siempre. Siempre hay un principio. Nadie cae en esto de la noche a la mañana. No se trata de que simplemente sucede y se acabó. Siempre hay una señal al principio. Allí es donde hay que tomar acción. ¡Sea implacable, radical, drástico! ¡Diga que no! Porque si usted no dice que no allí, con cada paso será cada vez más difícil, hasta que no podrá decirlo, y entonces ya será demasiado tarde.
• Empiece a leer más la Palabra de Dios
En todo mensaje me las arreglo para decirle que lea la Biblia. Sueno a fanático. He estado leyendo el libro de Dios por años, pero en los años recientes, más que nunca antes en mi vida he comprendido que esto no es simplemente algo que necesito hacer todos los días para poder ser fiel en mis momentos devocionales. No puedo sobrevivir sin el libro de Dios. No puedo vivir en este mundo trastornado sin la verdad de la Palabra de Dios. Nadie jamás me dice lo que me dice este libro. No puedo leer en ninguna parte lo que me dice la Biblia. No puedo hallar esta verdad en ninguna otra parte. Cuando la leo, como el Sermón del Monte es tan absolutamente radical, tan absolutamente opuesto a todo lo que oigo por todas partes, que si dejo pasar los días y no dedico tiempo a la Biblia, antes de que lo sepa empiezo a pensar con el resto. Tengo que tener el libro de Dios corriendo por mis venas, en mi corazón, aprendiendo su verdad, tratando de entender lo que significa, para tener más y más la defensa que necesito para ver el error del mundo y sus caminos. Como dice el salmista "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Sal. 119:105).
El Señor Jesús oró por la iglesia: "Santifícalos es tu verdad; tu palabra es verdad" (Jn. 17:17). La palabra santificar aquí significa «limpiar». "¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra" (Sal. 119:9). Este libro es el agente limpiador en mi vida. No puedo sobrevivir en este mundo sin este libro. Tampoco puede usted. Algunos tienen varias Biblias en casa. Alguien dijo que si se desempolvaran todas las Biblias que los creyentes tienen en casa, sería la más grande tormenta de polvo que el mundo jamás ha visto. Este libro no le va a servir de nada si lo tiene sólo en el estante. Si hay algo que puedo decirle que le ayudará más que cualquier otra cosa, es que busque y se dedique a seguir algún plan para dedicarse a la Palabra de Dios todos los días, permitiendo que su verdad entre en su corazón y mente.
Permítame añadir una última cosa. Esto es realmente un pensamiento relativamente nuevo para mí. Lo capté cuando predicaba sobre las bienaventuranzas, y enseñaba sobre el pasaje que habla de la pureza moral: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt. 5:8). En realidad nunca pude comprender esto antes, como lo he comprendido en días recientes. En realidad esto se ha convertido en una verdad poderosa para mí. No estoy seguro de poder explicárselo en forma suficiente, pero si pudiera poner en forma de principio diría lo siguiente:
• Empiece a renovar el amor más elevado
¿Cómo derrota usted una pasión errada? A la larga, la derrota con un amor más alto. Dios no nos ha dicho que hagamos cosas o que no hagamos otras cosas para poder castigarnos y quitarnos toda alegría. Los propósitos de Dios en todo este asunto son claros. Disfrutado todo dentro del contexto del pacto matrimonial, es lo más hermoso que Dios jamás le ha dado a la humanidad. No hay nada como esto en el mundo entero, es maravilloso. Fuera de ese ámbito, no lo es.
Dios nos dice que no hagamos esto y lo de más allá porque sabe que cuando nos entregamos a ese tipo de conducta, esto destruye nuestra capacidad de tener intimidad con él. El asunto real es la intimidad con Dios. Al desear tener intimidad con Dios hay ciertas cosas que nos ha dicho, que si las hacemos destruye esa intimidad. Impiden que conozcamos a Dios como él quiere que lo conozcamos, y como realmente queremos conocerle. Así, más y más, anhelo una relación personal con Dios, conocerle y que él me conozca; y comprenderle, sentir su amor, amarle. Pero cuando me doy a las cosas que Dios ha dicho que no debo hacer, eso erosiona esa intimidad. Hace que me sea cada vez más difícil acercarme a él. ¿Sabe usted que el pecado le impide acudir a la Biblia, o que la Biblia le impedirá acercarse al pecado? ¿Sabe que cuando ha hecho lo que no debía hacer, y no ha arreglado el asunto, es realmente difícil acercarse a Dios y sentirse cerca de él? Dios no se ha movido, ¡usted es quien se ha movido! El asunto es que cuando usted se aleja de Dios mediante la práctica del pecado, no puede tener con él la relación personal de amor que desea. ¿Le ama Dios menos? ¡No! Pero usted ha destruido la intimidad de la comunión.
Francois Myriac describe en su libro, al hablar de andar con el Señor, cómo la mayoría de nuestros argumentos en pro de la pureza son argumentos negativos. Dice que decimos: «Mantente puro porque si no te sentirás culpable, o un día tu matrimonio va a fracasar o sufrirás castigo. Pero las bienaventuranzas claramente indican una razón positiva que encaja hermosamente en el patrón bíblico al describir los pecados. Los pecados no son una lista de irritaciones ridículas inventadas para complacer a un Dios celoso. Son más bien una descripción de las cosas que impiden nuestro crecimiento espiritual. Nosotros somos los que sufrimos si pecamos al descartar el desarrollo del carácter y semejanza a Cristo que resultaría si no lo hacemos».
Así que cuando viene la tentación, esto es lo que debemos pensar: «Señor: Te amo, y sé que si hago esto va a ser realmente difícil que tengamos intimidad. No voy a hacerlo, Señor, porque te amo demasiado». Esto debería ser suficiente para evitar que todo hombre viole el pacto del matrimonio. Debería tener un cuadro mental de su esposa e hijos, y pensar: «Amo a estas personas, Señor, y no voy a hacerlo porque les causaría tremendo daño. Nunca será lo mismo».
Lo mismo es cierto en cuanto a Dios. Cuando nos damos a una conducta que viola la norma santa de Dios, nos resulta muy difícil tener intimidad con él. Entonces, ¿qué es lo positivo que hay que hacer? Cultivar su intimidad con Dios. Haga que su amor por Dios sea tan especial, tan poderoso, que cuando algo empiece a erosionarlo, y usted lo ve venir, diga: «Ni soñarlo. Definitivamente no. Mi amor por Dios es demasiado grande». No oímos mucho de esto hoy. No estoy seguro de saber todas las maneras de cultivar su amor por Dios, pero estoy embarcado en un esfuerzo vitalicio por saberlo, por la gracia de Dios.