El corderito de Dios
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El corderito de Dios
Elizabeth Prentiss, autora del himno Más amor para Ti, era la esposa de un pastor. Mientras estaban sirviendo en una iglesia en la ciudad de Nueva York, ella dio a luz a su primer hijo Eddy, el 22 de octubre de 1848. Aunque era un niño débil desde el comienzo de su vida, no obstante fue un gozo para Elizabeth. En su diario narra la Navidad del pequeño Eddy cuando tenía tres años. Dice: “Él disfrutó la Navidad tanto como yo esperaba que lo hiciera dado el estado de su salud, estuvo ocupado entre sus nuevos juguetes todo el día. En cosa de unas semanas adoptó la costumbre de arrodillarse a mi lado en mi silla, durante la plegaria familiar, y colocaba su pequeño brazo alrededor de mi cuello, mientras con la otra mano en forma tierna y seria se cubría sus ojos. Cuando las cabezas de Eddy y su hermana Anniel tocaban mi rostro al arrodillarse, observaba que Eddy estaba caliente cuando lo comparaba con Anniel, justo lo suficiente para aumentar mi inquietud. Al entrar en el cuarto de los niños en la mañana del día de año nuevo, me quedé impresionada con su apariencia mientras yacía en cama; su rostro estaba todo cubierto de manchas. Al preguntarle a Margaret, su enfermera, al respecto, dijo que había estado llorando, y que esto había ocasionado las manchas. A mí esto no me parecía probable, porque nunca había visto nada igual en su rostro antes de eso. Cuán poco sabía que esas serían las últimas lágrimas que mi amado hijo derramaría”.
Unos pocos días después Elizabeth llamó a un médico, ya que los síntomas de Eddy sólo empeoraban con cada día que pasaba. Todo lo que el doctor pudo sugerir fue un baño tibio. Elizabeth tiernamente lo cuidaba como mejor podía. Sigue diciendo: “Me arrodillé al lado de la cuna, meciéndolo suavemente, y él me pidió que le contara una historia. Le pregunte cuál, y me respondió, la de ‘Un niñito’, a lo cual yo le dije algo como esto: ‘Mamá conoce a un querido niñito que está muy enfermo. Su cabeza le dolía y sentía todo su cuerpo muy adolorido. Dios dijo: ‘Debo permitir que este corderito venga a mi redil; entonces su cabecita nunca volverá a dolerle, y será un corderito muy feliz’. Yo usé la palabra corderito, porque a él le gustaba mucho. A menudo corría hasta su enfermera con el rostro completamete animado y decía: ‘¡Margaret! ¡Mamá dice que soy su corderito!’. Mientras estaba contandole la historia sus ojos estaban fijos inteligentemente en mi rostro. Entonces le dije: ‘¿Te gustaría saber el nombre del niño? Con ansiedad me dijo: ‘¡Sí, sí, mamá!’. Tomando su querida mano entre las mías, y besándosela, le dije: ‘Era Eddy’”.
El viernes 16 de enero de 1852, el pequeño Eddy murió, su amante espíritu ascendió a ese lugar en donde el Señor Jesús, miles de otros niños, y una miríada de ángeles gozosamente le dieron la bienvenida. Ese día Elizabeth escribió el siguiente poema:
Para mi amado Eddy: 16 de enero
¡Bendito niño, amado niño! Por ti está Jesús llamando;
¡Y de nuestro hogar tú - y sólo tú!
¡Oh por lo tanto apresúrate a sus brazos!
Dulce será tu descanso y refugio seguro a tu ser.
Reflexión
Como creyentes, ¿cómo sabemos si los niños que mueren en la infancia están en el cielo? La Biblia parece indicar que sí en la historia de la muerte del pequeño hijo de David y Betsabé. David ayunó y oró por su hijo enfermo hasta que murió. Luego se levantó y fue al templo a adorar confiado en que un día se reuniría con su hijo en el cielo.
“Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (2 Samuel 12:22 y 23).