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¿Es cierto que Cristo es Dios?

¿Es cierto que Cristo es Dios?, es una pregunta que los mismos hermanos en Cristo no pueden responder.  La Deidad de Cristo, es uno de los pilares fundamentales de la Iglesia cristiana.  Esta doctrina es claramente enseñada a través de toda la Biblia.

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¿Es el rapto o la segunda venida?

Muchos cristianos confunden el Rapto con la Venida del Señor y Su iglesia.  Hagamos las comparaciones correspondientes entre estos eventos y pronto podremos entenderlas.  Nuestra primera promesa de victoria es el Rapto de la Iglesia.  Este es un evento que a menudo se confunde con el regreso triunfante del Señor en gloria, pero no son lo mismo.  Un estudio cuidadoso de las Escrituras, revela que el retorno de Jesús será en dos etapas: primero el Rapto y luego Su Manifestación Gloriosa o Segunda Venida.  El hecho es, que esos dos acontecimientos separados pueden ser demostrados fácilmente.

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¿Cuáles son las cosas que ama Dios?

De continuo exhortamos a los hermanos para que aprendan a amar las cosas que quiere Dios, pero al reflexionar en todo esto surge una pregunta: «¿Qué es exactamente lo que ama el Creador?»  Al escudriñar la Biblia sorprende encontrar pocas referencias al respecto, algo que comúnmente no imaginamos.  Hay unas cuantas declaraciones explícitas sobre lo que Dios ama profundamente, y se pueden clasificar en tres áreas principales: las personas, la justicia y Sion.

El versículo probablemente más memorizado por todos los cristianos es Juan 3:16, que dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.  Claro está, el Creador se regocija con el mundo natural que creó, pero a lo que alude este texto, no tiene que ver con el mundo físico, sino con las personas que lo habitan.

El rey David, el gran Salmista, dijo: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (Sal. 8:3-6).  La humanidad fue la obra maestra de Dios en la creación; y es cierto, el Creador ama al mundo, pero esto se refiere a las personas que habitan en él.  También es cierto que ama a todos, creyentes e incrédulos, pero hay varios grupos específicos de personas que son objeto especial de su amor: el pueblo judío, los hijos de Israel, y los que creen en el Señor Jesucristo. Sorprende que haya tantos cristianos que no aman al pueblo judío, por eso uno no puede dejar de preguntarse: «¿Cómo puede alguien amar a Jesús, nuestro Salvador judío, y no amar a su familia?»  Por otro lado, muchos judíos se preguntan: «¿Por qué algunos cristianos, como ustedes, nos aman, y otros sólo quieren hacernos daño en toda forma posible y con todo tipo de sanciones?  ¿Por qué nos odian?»

La gran mayoría de hispanoamericanos nacimos en hogares católicos, ya que esta religión fue la que predominó y predomina en América Latina, y desde siempre los sacerdotes enseñaron que los judíos eran un pueblo apartado de Dios porque habían asesinado a Jesús.

Resulta increíble que todavía haya cristianos que sigan denigrando al pueblo hebreo sobre esta base.  Mientras que la sangre del Señor Jesucristo se derramó “para perdón de todos”, algunos creyentes siguen restringiendo su valor a grupos cada vez más pequeños, por ejemplo: los que practican ciertos ritos, observan determinada moral y se ciñen a normas establecidas.

Sin embargo, es preciso saber que el antisemitismo es muy antiguo.  Ni Hitler ni los alemanes lo inventaron.  El odio contra los judíos, tiene orígenes religiosos.  Algunos de los primeros cristianos no admitían que rechazasen creer que Jesús era el “Hijo de Dios”, el Mesías.  Cuando el cristianismo se convirtió en la religión mayoritaria de Europa, los judíos fueron perseguidos regularmente. 

Hubo periodos de calma en que se los toleró, y otros de gran persecución, tal como en el tiempo de las Cruzadas en la Edad Media.  En el año 1.096, los israelíes de Spira, Worms, Maguncia y Colonia, en Alemania, fueron masacrados a comienzos de las Cruzadas.  Asimismo, el Rey Felipe el Hermoso expulsó a los judíos de Francia en julio de 1.336, sin olvidar confiscar sus bienes.  Ellos fueron acusados de toda clase de crímenes contra los cristianos.  Por ejemplo, se contaba que ellos el día de Pascua, debían raptar y sacrificar un bebé cristiano; que envenenaban el agua de los pozos, y cuando surgía una epidemia, se les culpaba por eso.  Se les asignó el papel de “chivos expiatorios” o de “cabeza de turco”, ya que cuando algo marchaba mal, siempre eran los culpables por considerarlos diferentes al resto de la población.

Muchos están convencidos que los judíos fueron malditos por lo ocurrido durante el juicio del Señor Jesucristo.  El episodio a que vamos a referirnos sólo lo menciona el apóstol Mateo.  Cuando las autoridades religiosas llevaron a Jesús ante Pilato para que fuera juzgado, el gobernador romano se dio cuenta que lo habían entregado por envidia, e intentó liberarlo recurriendo a una treta.  Pensó que, si enfrentaba a Jesús, con un famoso criminal llamado Barrabás, y les pedía a los judíos que eligieran a quién debían dejar en libertad, ellos optarían por Él.  Pero se equivocó.  Los sumos sacerdotes y dirigentes judíos convencieron a la multitud para que pidiera la libertad del delincuente.

Pilato, al ver frustrada su estratagema, dijo a los judíos que no podía condenar a muerte a Jesús, porque no encontraba en Él delito alguno.  Esta frase tendría que haber servido para dar por finalizado el juicio, pero este nuevo intento tampoco funcionó: “Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:22-25).

Esta es la frase que para muchos resulta desconcertante.  En realidad, es una fórmula legal frecuente en el Antiguo Testamento, que indicaba quién era la persona que debía asumir la responsabilidad de un delito, y sufrir el castigo correspondiente, que era la muerte: Todo hombre que maldijere a su padre o a su madre, de cierto morirá; a su padre o a su madre maldijo; su sangre será sobre él… Cualquiera que yaciere con la mujer de su padre, la desnudez de su padre descubrió; ambos han de ser muertos; su sangre será sobre ellos… Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre” (Lv. 20:9, 11, 13).  Cuando David se encontró con el soldado que le dio muerte al rey Saúl, le dijo: “Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, diciendo: Yo maté al ungido de Jehová” (2 S. 1:16).  Y cuando Joab, general del ejército de David, le dio muerte al general Abner sin consentimiento del rey, David exclamó: “Caiga sobre la cabeza de Joab, y sobre toda la casa de su padre...” (2 S. 3:29a).

Según el Evangelio de Mateo, durante el proceso en contra del Señor Jesucristo, los judíos pronunciaron esa frase: Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:25), que sin quererlo marcó la historia y el destino del pueblo hebreo en su relación con los cristianos.  Este clamor fue interpretado a lo largo de los siglos como una maldición que el pueblo judío se echó sobre sí mismo, asumiendo la responsabilidad de la muerte de Jesús.  Desde entonces han sido y son muchos los que citan ese versículo como prueba de que Dios rechaza a Israel; y peor aún, ha servido para justificar las atrocidades y persecuciones cometidas contra ese pueblo, al considerar tales sufrimientos como un castigo Divino.
                        Continuará...

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Halloween: Verdades y Consecuencias - P3

Los adultos que han llegado a ser personas productivas y honestas, no se vieron inundados en su juventud con el diluvio de información errónea y toda la distorsión acerca del matrimonio, sexualidad, el hogar y Dios.  Probablemente tampoco estuvieron sometidos a influencias ocultistas, tales como estas que encontramos hoy en las escuelas públicas:

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Halloween: Verdades y Consecuencias - P2

Recordemos a continuación la pregunta que dejamos para responder en esta columna:

¿Cree que es correcto que los cristianos nos involucremos en tal celebración, argumentando que sólo lo hacemos por diversión?  Supóngase que a alguien se le ocurriera la idea de establecer un nuevo día de fiesta, por ejemplo, el 11 de septiembre y que le llamara: “Matar, un día de fiesta americano”.  El día debe conmemorarse vistiendo a los niños como pequeños suicidas, con bombas explosivas atadas al cuerpo.  Se promueve el día festivo como una demostración inocente de cómo Medio Oriente mal interpreta los motivos de los norteamericanos y cómo los norteamericanos necesitan ser más comprensivos con el sentimiento mundial.  ¿Enviaría usted a sus hijos para que participen?  ¿Qué pensaría de los padres que lo hicieran, asegurando que no ven nada de malo al hacer esto?

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Halloween: Verdades y Consecuencias

¿Si a usted le preguntaran, cuál es la fiesta más popular en Estados Unidos, qué respondería?  A no dudar algunos dirán que el día de acción de gracias, otros que el 4 de julio.  Esas son respuestas válidas, pero... ¿Sabe cuál es la festividad más popular hoy en día?  Encuestas recientes demostraron que:

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Más que Jonás en este lugar - P3

Jesús en la historia de Jonás
Respecto a sí mismo, el Señor Jesús dijo: “He aquí más que Jonás en este lugar”.  Jonás, quien se encontraba escondido en el interior del barco, estaba oculto en principio de los ojos de los marineros, lo cual señala al Cristo oculto.  Sobre Él leemos en 1 Pedro 1:20: “Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”.  Escondido en Israel, como un secreto para las naciones, Jesús fue reconocido en los últimos días por la Iglesia.  Lo que era Jonás en su debilidad y faltas, Jesús lo es en su poder y fidelidad.  Por eso Él mismo dijo: “He aquí más que Jonás en este lugar” (Mt. 12:41).

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Más que Jonás en este lugar - P2

Aquí vemos proféticamente a Israel, en medio del mar de las naciones, fuera de su país.  Cuando los judíos vivían fuera de su territorio, sin la guía y dirección de Dios, les sobrevenía gran aflicción y se convertían en una carga para las naciones.  Sin embargo, simultáneamente, siempre han sido un testimonio del Dios vivo.  Aunque Jonás estaba aislado y escondido en el interior de la embarcación, no podía permanecer allí sin ser descubierto.  De la misma manera, aunque los israelitas se escondieron de tiempo en tiempo en medio de las naciones, manteniéndose en la clandestinidad, cambiando sus apellidos a fin de no ser reconocidos, no pudieron mantenerse ocultos.

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Más que Jonás en este lugar

El libro de Jonás nos ofrece una semblanza profética de toda la historia de la salvación.  Anticipa proféticamente los tratos de Dios con el hombre, desde la primera venida de Jesús hasta su retorno.  También ofrece una visión de la restauración nacional y espiritual de Israel.  Por ejemplo, los escribas y los fariseos demandaban una señal de Jesús, su respuesta incluyó una referencia específica a Jonás: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mt. 12:41).

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