El Coronavirus: ¡Un Juicio Divino!
- Fecha de publicación: Sábado, 14 Marzo 2020, 09:54 horas
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“Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Ro. 1:26, 27).
El mundo en este momento está enfrentando una amenaza que ha sido discutida y temida durante mucho tiempo: el brote de una enfermedad que tiene el potencial de convertirse en una pandemia global.
Las epidemias generalizadas se han sucedido a lo largo de la historia humana. El Antiguo Testamento registra en el capítulo 9 de Génesis el brote de una enfermedad, como una de las diez plagas que azotaron el territorio de Egipto: tanto en el ganado como en las personas.
Dice el registro bíblico al respecto: “...Y hubo sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias. Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios” (Ex. 9:10b, 11).
En otra ocasión los filisteos experimentaron una erupción de tumores repugnantes cuando se apoderaron del Arca del Pacto de Israel: “Cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod... Y se agravó la mano de Jehová sobre los de Asdod, y los destruyó y los hirió con tumores en Asdod y en todo su territorio” (1 S. 5:1, 6).
Dios incluso castigó al pueblo de Israel, como resultado del censo pecaminoso llevado a cabo por el rey David: “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá... Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres” (2 S. 24:1, 15). Este castigo sólo cesó después que David le ofreció un sacrificio al Señor.
La peste negra ha sido la pandemia más devastadora en la historia de la humanidad y afectó a Eurasia en el siglo XIV. Es difícil conocer el número de fallecidos, pero hoy se estima que las víctimas ascendieron a más de 25 millones de personas; sólo en Europa, murió aproximadamente un tercio de la población.
Las consecuencias sociales de la muerte negra llegaron muy lejos: rápidamente se acusó a los judíos como los causantes de la epidemia por medio de la intoxicación y el envenenamiento de pozos, ya que tal parecía que estaban misteriosamente protegidos contra los estragos de la enfermedad. En consecuencia, en muchos lugares de Europa se iniciaron pogromos, la extinción local de comunidades judías. A los gentiles antisemitas no se les ocurrió pensar que las leyes judías sobre la dieta e higiene, fue lo que los aisló de la propagación del contagio.
En años más recientes, el mundo occidental experimentó un brote devastador de gripe española durante la Primera Guerra Mundial, que resultó en 40 millones de muertes. El alto número de víctimas se debió al hecho, de que las personas que contrajeron la gripe eran muy susceptibles a la neumonía, casi una década antes del descubrimiento de la penicilina en 1928. Irónicamente, lo que ahora se denomina gripe H1N1 fue especialmente letal para hombres jóvenes y mujeres embarazadas sanas. Casi la mitad de los muertos en Estados Unidos, fueron adultos jóvenes de 20 a 40 años.
Conforme los científicos médicos han ido comprendiendo la naturaleza de las enfermedades virales y bacterianas, se han logrado avances increíbles en la prevención y el tratamiento de padecimientos infecciosos. Las vacunas y los medicamentos pueden mitigar la mayor parte de la amenaza para la sociedad moderna.
Pero tanto los médicos, los científicos y los líderes gubernamentales en este momento, reconocen, que las nuevas cepas pueden resistir las vacunas y ser fácilmente transmisibles de persona a persona. Dada nuestra economía global y la facilidad y frecuencia de los viajes internacionales, el potencial de un brote explosivo de una enfermedad mortal es algo bien documentado.
Eso es exactamente lo que la humanidad está enfrentando en este momento. A finales de 2019, un nuevo tipo de virus oficialmente conocido como Covid-19 hizo su aparición en la provincia china de Wuhan. Es mucha la atención que le han dedicado los medios noticiosos y la especulación, sobre la naturaleza de su origen. Es probable que un virus animal hubiese mutado en una forma que pudo transmitirse y amenazar a la humanidad. Tan pronto esa nueva cepa comenzó a infectar a la población local, solo fue cuestión de tiempo, para que se extendiera por China y prácticamente en el mundo entero.
A finales de febrero de 2020, los médicos expertos advirtieron que este brote de coronavirus podría convertirse en la pandemia mundial que se ha temido durante muchos años. Incluso han hecho notar que “el mismo podría cambiar la vida diaria, tal como la conocemos”. Los mercados económicos en todo el mundo, ya han experimentado caídas significativas, conforme el flujo de bienes se ha visto obstaculizado, y es probable que los problemas sigan aumentando. Varios países han restringido severamente la inmigración y sus leyes podrían tornarse incluso mucho más severas, si la amenaza crece exponencialmente, tal como algunos expertos han insinuado.
Su Significado Bíblico
Pero... ¿Cuál es el significado de todo lo que está ocurriendo de acuerdo con la profecía bíblica? ¿Por qué estamos haciendo este comentario? Porque la Biblia enseña que la maldición bajo la cual la creación ha estado gimiendo desde la caída del hombre será aún más pronunciada antes del regreso del Señor Jesucristo. Los desastres naturales, el caos, las epidemias y enfermedades, ocurrirán con mayor severidad y frecuencia a medida que se acerque el Día del Señor: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Ro. 8:22, 23).
Es posible que llegue un momento, cuando millones o tal vez miles de millones de personas, reconozcan plenamente cómo ha cambiado su vida diaria, y tengan conciencia de que todas las cosas vanas que los rodean: tal como los placeres, el vicio, los lujos y la vanidad, son verdaderamente insignificantes. Cuando admitan cuán vano y fútil era todo lo que había reclamado la atención de ellos, y se perciban plenamente de su propia mortalidad y lo efímero de esta vida.
Si usted está leyendo esto porque está ansioso y temeroso por esta epidemia, sepa que la Luz de la Verdad de Dios brilla incluso en este momento oscuro. Todas las señales de los tiempos que estamos presenciando fueron anticipadas en las profecías bíblicas. La Palabra de Dios nos recuerda...
- Que Dios dijo en la Biblia, que el mundo y todo lo que hay en él, se deteriorará.
- Que el tiempo de su retorno, de su regreso será perfecto en el flujo de la historia humana.
- Considere todo esto como una oportunidad, para testificar sobre nuestro Señor y Salvador, en este momento que estamos viviendo.
Los cristianos no somos pesimistas, sino que por el contrario somos optimistas. Nuestra vida está fundada en la esperanza, no sólo en una idea o un deseo que podríamos hasta considerar inalcanzable, tal como cuando decimos: «Tengo la esperanza de que un día podré comprar un auto de esta marca». ¡No! El fundamento de nuestra esperanza es el Señor Jesucristo: nuestra bendita esperanza personal y viva. O, como escribió el compositor de himnos Roberto Critchley:
Mi esperanza está fundada en nada más
Que en la sangre y rectitud de Jesús
No deberé confiar en frías promesas
Pero sólo y completamente en el nombre de Él
La misión de la Iglesia Bíblica Misionera, Radio América, y de cualquier ministerio absolutamente bíblico, es testificar con valor que La Luz del Mundo vendrá en medio de las tinieblas. Proclamarle al mundo entero que nuestro Señor Jesucristo vendrá pronto.
Un viejo adagio dice: «Siempre es más oscuro antes del amanecer». Verdaderamente se oscurecerá antes que el Señor vuelva a declarar: “¡Sea la luz!” E ilumine el cielo con un esplendor radiante.
Reconociendo que su tiempo sobre la tierra se aproximaba a su fin, el apóstol Pablo escribió: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:7, 8).
¿Anhela usted la aparición del Señor Jesucristo? ¿Espera ansioso el rapto, su glorioso retorno, el momento cuando los creyentes en Jesús serán arrebatados al cielo para estar con Él? Si es así, reconocerá que este temor y miedo que atenaza y oprime al mundo entero, es una oportunidad para proclamar a Jesucristo, nuestro bendito Señor y Salvador.
Si aún no le conoce, por favor le rogamos, no se demore otro día, ni siquiera una hora. Deposite su confianza en Él. Acepte su oferta de perdón y su promesa de vida eterna con Dios. Simplemente dígale: «Señor Jesús, creo que naciste sin pecado y que viviste una vida perfecta. Que sufriste y moriste por mis pecados, que fuiste sepultado y resucitaste, que ascendiste al cielo para preparar un lugar en el que morarán todos los que depositaron su confianza en Ti. Confieso que he pecado contra Ti, y te pido que me perdones y me aceptes como un pecador arrepentido. Te suplico que cambies mi corazón y me ayudes a seguirte en obediencia mientras espero tu glorioso retorno. Amén».
Si ha creído en el Señor Jesucristo como su Salvador, entonces su salvación es segura, se convertirá y comenzará a dar frutos para su gloria. “... Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20b).