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Los Hechos de los Apóstoles

  • Fecha de publicación: Miércoles, 04 Junio 2014, 02:56 horas

En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

  Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.  Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:1-5).

El nacimiento de la Iglesia, su desarrollo y su glorioso fin

     Si estudiamos cuidadosamente este tema, notaremos que la Iglesia de Cristo no fue una estructura de hombres, sino que todo lo hizo el Señor.  Aquellos que han leído bastante la Biblia, recordarán acerca de la construcción del templo de Jerusalén, que era la semblanza de la Iglesia.  Este templo fue construido solamente de materiales, mientras que la Iglesia lo integran hombres y mujeres; está compuesta de personas, no de materiales, como por ejemplo... madera, bronce, oro, ladrillo, piedra, etc.  Sin embargo, Dios diseñó ese templo (el de Jerusalén) en el cielo, luego le dio todos los detalles al rey David, quien preparó la mayor parte del material para su construcción y derivó el trabajo a su hijo Salomón.
Es muy importante recordar que David es la semblanza de Cristo, así que la Iglesia es simplemente una copia y el Arquitecto es Dios mismo, es decir, que fue diseñada en el cielo y no creada por hombres en la tierra.

Mientras avancemos en este estudio, descubriremos no únicamente el nacimiento y el desarrollo de la Iglesia, sino también su maravillosa partida, porque al final la iglesia militante se convertirá en la Iglesia Triunfante.  Hoy, la Iglesia Triunfante se compone de todos aquellos que partieron por medio de la muerte física y ya están con el Señor.

Pero... ¿qué significa iglesia?  Así es como la define el Diccionario Bíblico Holman: «Iglesia se refiere a cualquier asamblea, cuerpos locales de creyentes o al cuerpo universal de todos los cristianos».  Aquí se hace la diferencia entre iglesia o cuerpo local y el cuerpo universal.  Hay que tener mucho cuidado, en no cometer el error de creer, que está bien estar de acuerdo con la iglesia que es llamada universal, la misma que pretende que todos serán salvos al final, incluyendo el diablo.  No importa si creen o no en Dios, todos serán salvos de igual modo.  Sin embargo, hay una iglesia universal que es correcta, y es la que se compone de los salvos de todos los tiempos y de todas partes del mundo.
La Iglesia se compone de personas que recibieron a Cristo como su Señor y Salvador personal y experimentaron el nuevo nacimiento.  A mi parecer no es necesario trabajar para lograr la unidad de la iglesia, ya que lo único que se está logrando con ello es mancharla, despreciarla y arruinarla.  La unidad existe, porque cada cristiano se unió a la iglesia de Cristo por medio de Cristo.  Pensemos así: un árbol tiene raíces, tronco, ramas, muchos gajos, y savia que asciende por el tronco y lo va irrigando todo, para luego dar frutos.  Mientras el gajo se mantiene unido al tronco del árbol, es parte de él.  No hay que hacer nada para que ello sea así, y si queremos que no esté allí, hay que cortarlo.

Pero... ¿cómo hacer esto con la Iglesia?  ¡Es imposible!  Entonces todos aquellos que recibieron a Cristo y lo aceptaron como su Salvador, son parte de Su iglesia, pero también existen iglesias locales repartidas por todo el mundo, y que al mismo tiempo todas juntas constituyen la Iglesia Universal.

No obstante, este autor e intérprete describe a la iglesia como cualquier asamblea.  La palabra puede significar por ejemplo una junta municipal o ekklesia, porque es un grupo de personas que tienen alguna razón para reunirse, puede ser un club o cualquier otro grupo.  Esto, en el griego original es ekklesia.

Según la Real Academia Española, la iglesia es: «Una congregación de fieles regidos por Cristo y por el Papa, su vicario en la tierra».  Para aclarar el tema tendremos luego que tocar también lo del «vicario».  Por eso, cuando se trata de asuntos eclesiásticos no hay que fiarse de la Real Academia Española, ni de ningún otro diccionario en español por muy bueno que sea, lo recomendable es utilizar diccionarios bíblicos.

¿Qué significa «vicario» según la Real Academia Española?  Ésta dice: «Que tiene las veces, poder y facultades de otra persona o la sustituye.  Persona que en las órdenes regulares tiene las veces y autoridad de alguno de los superiores mayores, en caso de ausencia, falta o indisposición».  Para que se entienda mejor, vamos a tomar el ejemplo de un presidente: Éste suele viajar a algún sitio y en su lugar queda el vicepresidente ejerciendo las funciones de presidente mientras él no esté.  En este sentido el vicepresidente es vicario del presidente, ya que tiene toda la autoridad mientras el presidente no se encuentre, pero una vez que regresa, las mismas cesan.

Luego de haber leído los versículos 1 al 5 del primer capítulo de Hechos, lo primero que hay que saber es quién es su autor.  Y el escritor de este libro se llama Lucas, el mismo Lucas que escribió el Evangelio que lleva su nombre.

Al comienzo Lucas se dirige a un tal Teófilo, nadie sabe quién era Teófilo; pero por haberle dado el título de “excelentísimo” se cree que se trataba de algún personaje que también ya era cristiano.

En el primer tratado a Teófilo, Lucas habla acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar.  De aquí, considero que es necesario examinar Lucas 1:1-4, ya que se está refiriendo al mismo tema: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido”.  Así que, no existe la menor duda que ese tal Teófilo era cristiano, y Lucas le estaba informando.
Lo que Lucas hizo fue una investigación, tal como lo haría hoy un gran periodista o historiador, recopilando todos los hechos que estaban surgiendo en ese momento.  En el Evangelio de Lucas, notará que se detallan muchas cosas que no figuran en los otros Evangelios.  Por ejemplo, está la salvación de María, cuando ella exclama que Jesús es su Señor, su Dios y su Salvador; Lucas es el único que expresa eso.  Además habla de cómo Jesús fue perseguido, lo cual también lo menciona Mateo, asimismo hace mención a los ángeles y a la reacción del cielo cuando Jesús nació y le dijeron a los pastores: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2:14).

¿De dónde sacó todo esto?  Una buena parte bien pudo haberlo visto, y el resto pudo indagarlo, ya que escribió su Evangelio unos pocos años después que Jesús ascendió al cielo.  Por eso en Hechos, Lucas escribe hasta el momento del ascenso del Señor en gloria, después de resucitado ya todo pasó, su nacimiento, ministerio, etc.

Creo personalmente, que Lucas entrevistó a muchos, seguramente que entre ellos interrogó a María, la madre de Jesús.  Es probable también que haya hablado con Jacobo, José, Simón y Judas; pero no Judas Iscariote, sino que se refiere al hermano de Jesús, así como también pudo haber hablado con  las hermanas de Jesús, es decir las hijas de María.  Lucas los iba entrevistando a todos, y una vez que recopiló la información bien completa empezó a escribir su Evangelio.

Más adelante se explicará cómo se escribieron los Evangelios, porque hay muchos evangelios espurios, es decir, vacíos, huecos, falsos y que no tienen ningún valor, pero que aparecieron en su época.

Cuando lleguemos a ver cómo se estructuró el Nuevo Testamento, tendremos otro elemento que nos llevará a pensar cuán cierto es que Dios protegió la elaboración y la compaginación de los textos que hoy tenemos como inspirados por el Espíritu Santo, es decir libros canónicos.

Hay que notar, que en el Antiguo Testamento hay menos problema para entender cómo se reconocieron los libros inspirados, sin embargo, una vez que se hace un estudio, resulta verdaderamente maravilloso advertir cómo Dios protegió las Escrituras para que nada que no fuera inspirado, se filtrara como tal.

Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas, que entre nosotros han sido ciertísimas, hay alrededor de 50 personas que trataron de hacer lo mismo que Lucas, es decir, escribir algo sobre la historia.  En Lucas, tal como lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos y fueron ministros de la palabra, se puede notar cómo el Espíritu Santo guió al evangelista para que tuviera mucho cuidado al investigar sobre el tema.

Pero... ¿quién era el destinatario Teófilo?  ¿Quién era este personaje?  No se sabe exactamente, porque la Biblia no determina su identidad.  Ahora bien, el significado del nombre Teófilo es «amigo de Dios», así que probablemente era un hombre temeroso de Dios, pero la realidad es que nadie sabe exactamente quién era él, sólo que al decir “excelentísimo Teófilo”, nos hace pensar también que se trataba de alguien que merecía el título de “excelentísimo”.

Pero... ¿cómo sabemos que fue Lucas quien escribió los Hechos de los Apóstoles?  Se cree que Lucas no era judío, y se sabe que él era médico de profesión, porque en Colosenses 4:14 dice: “Os saluda Lucas el médico amado...”

Al parecer Lucas realizó muchos viajes con Pablo, porque hay varias referencias en el libro de los Hechos, donde se menciona la primera persona del plural - a “nosotros” - lo cual implica que era parte del grupo.  Es muy importante que sepamos esto, en Hechos 16:10, Lucas dice: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio”.
Y en Hechos 16:17, dice: “Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación”.  Lo que nos interesa aquí, es que cuando dice: “Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros”, deja claro que Lucas es parte del grupo junto con Pablo.

Luego en Hechos 20:5, 15 dice lo siguiente: “Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas... Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto”.

Y en Hechos 21:1, 17, 18 encontramos estas palabras: “Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara... Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.  Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos”.

La frase... “Pablo... con nosotros”, se repite varias veces, lo cual prueba que Lucas era parte del equipo misionero de Pablo.

En un texto que le escribe Pablo a Timoteo, le dice: “Sólo Lucas está conmigo.  Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio” (2 Ti. 4:11).  Esto lo escribió Pablo a Timoteo, y son muy interesantes sus primeras palabras, porque indican que en los momentos más difíciles para Pablo, el único que lo acompañaba era Lucas, quien era un gran historiador, un gran periodista, pero sobre todo un gran hermano.

Es bueno que conozcamos bien al autor del libro de los Hechos.  Lucas permite que veamos que se trataba de un caballero muy ordenado y deseoso de informar, de tal manera que no hubiera ningún tipo de distorsión en lo que decía.

Lucas registró que antes del ascenso, el Señor les dio mandamiento relacionado con el Espíritu Santo, éste consistía en que no se movieran de Jerusalén hasta no ser revestidos de Él.  “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.  Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:4, 5).

Lo llamativo del primer tratado del Evangelio de Lucas, es que comienza ofreciendo información sobre lo ocurrido mucho antes que el Señor iniciara Su ministerio.  Es notable lo completo que es este Evangelio, allí aparece la presentación de Jesús en el templo, su huida a Egipto, entre otros acontecimientos y también se registra el comienzo de Su ministerio: “Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor”(Lc. 4:14).

Es muy importante que tengamos contacto con los dos libros de Lucas: el Evangelio y los Hechos.  Es probable que en el primer tratado que recibiera Teófilo no se incluyera todo, pero sí en el segundo.  En éste, Lucas relata tanto a Teófilo como a todos nosotros, muchas cosas que no están en el primer tratado, él ya no habla más del Señor en el sentido de Su presencia física sino de Su ministerio, es decir, de su presencia espiritual en el Espíritu Santo.  Todo esto siempre tiene que ver con el Señor, pero ahora en otra forma, ya que se refiere a Su Iglesia.

El Señor dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Jn. 14:1).  Aquí, ya les estaba preparando para su partida porque les indicó que Él tenía que partir, y agregó: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn. 14:18).  Algunos podrían interpretar que el Señor se estaba refiriendo a su segunda venida, pero no, ya que Él volvió en la forma del Espíritu Santo y no los dejó huérfanos, tampoco a nosotros.  El Espíritu Santo sigue todavía con nosotros: “…Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20b).  El fin del mundo no llegó todavía, por lo tanto Él está con nosotros, no físicamente, pero sí mediante su Espíritu.

Al hablar de pruebas indubitables se puede decir que ésta es una palabra muy poco usada, pero significa que hay tantas pruebas que no hay lugar para dudar: pruebas de que el Señor Jesús había resucitado.  Eso era lo más importante para la Iglesia Primitiva.  ¿De qué serviría que Jesús hubiera vivido una vida ejemplar, una vida santa, que nos hubiera enseñado tantas cosas tan maravillosas, que haya hecho tantos milagros, que resucitara muertos y que luego Él haya muerto?  Si no hubiera resucitado… ¿en quién creeríamos?  ¿En un cadáver o en un muerto?  Uno podría decir que fue un gran héroe, pero… ¿de qué nos sirve eso?  Sin embargo, hay muchas promesas para quienes creen en  un Salvador que vive.  En este caso Lucas dice: “A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hch. 1:3).  El Señor terminó su ministerio, fue a la cruz, pagó el precio por nuestros pecados, sepultaron su cuerpo, resucitó al tercer día y se apareció durante cuarenta días a varias hermanas, a los apóstoles, y a más de quinientas personas.

En 1 Corintios 15:1-8, Pablo hace un recuento de las apariciones de Jesús después de muerto y resucitado: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.  Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce.  Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.  Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”.
Cuando Lucas en Hechos 1:3 se refiere a “pruebas indubitables”, quiere decir que más de 500 personas lo vieron simultáneamente.

Dos o tres testigos eran suficientes para condenar a una persona a muerte, por lo tanto esto nos muestra por qué tiene tanta importancia la resurrección del Señor Jesucristo.  Una de las razones es porque no nos puede salvar un muerto, y la otra es porque bien sabía el Señor que ésta sería la primera doctrina más atacada.

En este mismo capítulo 15, Pablo dice: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?  Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó... [Y] Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Co. 15:12, 13, 32).

Si Satanás hubiera tenido éxito para borrar la doctrina de la resurrección, lo único que nos quedaría sería el infierno.  Pero no fue así, Dios proveyó todo lo necesario para que esto no sucediera, por eso es tan importante que tengamos solo cuatro Evangelios que se incluyeron en el Canon Sagrado y otros cincuenta o más que no fueron incluidos.

Se está trabajando a tal punto directamente desde las “editoriales cristianas” para que en la actualidad no se puedan conseguir buenos libros de escritores de siglos pasados, los mismos están quedando fuera de impresión y para que sean reimpresos nuevamente, tienen que pasar cien años.

Note lo astuto que es Satanás, ya que los que nos persiguen no son los musulmanes, comunistas, taoístas, etc., sino que los que nos acosan son los mismos que dicen ser hermanos nuestros.

¿Por qué tantas veces se menciona aquí a “los hermanos de Jesús”?: “Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar.  Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar.  Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos” (Mt. 12:46-49).

Ésta fue una pregunta retórica, ya que Jesús lo contradice, declarando que sus hermanos y hermanas son aquellos que están allí y creen en Él.  Esto es parte de la verdad, porque aquellos que lo recibieron como su Salvador son sus hermanos y hermanas, pero también, el Señor admite que toda madre que cree y obedece a su Padre y a Él, es su madre.  “Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mt. 12:50).

En Mateo 13:53-58, dice: “Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí.  Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste está sabiduría y estos milagros?  ¿No es éste el hijo del carpintero?  ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?  ¿No están todas sus hermanas con nosotros?  ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?  Y se escandalizaban de él.  Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.  Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”.
No se equivoque al pensar que Jesús no pudo hacer milagros porque la gente no creía en Él.  Los milagros que Él hacía eran sus credenciales, su pasaporte o la prueba de que era el Mesías.

Pero... ¿cómo sus propios hermanos… Jacobo, José, Simón y Judas y muy probablemente también sus hermanas decidieron no creer?  Él, posiblemente se preguntaba: «¿De qué sirven las credenciales?».

A los judíos más cultos, Jesús les decía que si no creían en Él, que le creyeran al menos por sus obras.  Pero… ¿por qué decía esto?  Porque ellos conocían al profeta Isaías y a otros que habían dicho que Él haría todos estos milagros.  Sabían que el Mesías tenía que hacer esto, para así validar su credencial de Mesías.

Jesús no jugaba con sus credenciales, si no estaban dispuestos a creer, era porque no lo merecían.  Los milagros eran para fortalecer su fe, y si se fijaban en las mismas Escrituras que ellos aceptaban que era inspiración divina (lo que hoy conocemos como el Antiguo Testamento) les valdría de algo, pero si no de nada les servirían estos milagros.  Por su incredulidad, Él simplemente no hizo milagros allí.

     “Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.  Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.  Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.  Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer?  Aún no ha venido mi hora.  Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere” (Jn. 2:1-5).  Siempre se dice que este es el único mandamiento de María: «Hagan todo lo que Él les diga».  Ella no tiene ningún poder, ninguna facultad, no es reina del cielo, ni nada por el estilo como se suele decir.
Juan habla de los hermanos de Jesús, como quienes no creían en Él: “Porque ni aun sus hermanos creían en él... Pero después que sus hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto”(Jn. 7: 5, 10).
En Gálatas se habla de uno de los que venía de la línea de nacimiento inmediatamente después de Jesús.  Jesús fue el primogénito pero el segundo hijo fue Jacobo.  “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” (Gal. 1:18, 19).  Como había muchos Jacobos, Pablo tuvo que aclarar que al que vio con Pedro, era “el hermano del Señor”.

El Señor junto con otros 120 hermanos se dirigieron al monte de la partida, en ese momento ellos no sabían que esa era la última vez que lo verían.  Jesús le dio las últimas instrucciones y les dijo que no se fueran de Jerusalén hasta no haber recibido al Espíritu Santo: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” (Hch. 1:4).
Pero... ¿cuándo habían oído que recibirían el Espíritu Santo?  Jesús les habló muchas veces del Espíritu Santo y de sus obras: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.  Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.  No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.  Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis... Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”(Jn. 14:15-19, 26).

Juan 15:26 dice lo siguiente: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí”. ¿Cómo el Espíritu daría testimonio acerca de Él?  Esto lo haría usando la boca de los suyos.  El Espíritu Santo haría que aquellos que lo recibieran no hablaran ninguna otra cosa, sino solamente acerca del Señor, del Señor que salva, el único Salvador, quien es camino, verdad y vida, quien murió, resucitó y es el único Intercesor entre Dios y los hombres.  Éste es el trabajo de todos aquellos que son sus hijos porque el Espíritu Santo, está en ellos y les permite decir lo que corresponde.

     “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.  Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:13, 14).

La pregunta sobre el reino de Israel viene después.  Ellos estaban bajo el dominio del imperio romano y querían liberarse y tener autonomía para volver a ser libres.  “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hch. 1:6).

Por lo visto estaban muy lejos de pensar que pasaría el año 2000 y que aún no habría ocurrido esto.  Todas las generaciones pensaban que el Señor volvería en sus días.  Cada generación comenzando con la del Señor, es decir, desde el nacimiento de la iglesia, cubrió con el evangelio a todo el mundo entonces conocido, menos la generación presente.
Jesús les dijo que esto era algo exclusivo del Padre, y no les dio la respuesta.  Nunca como hoy vemos cumplirse lo de Amós: “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová.  E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán” (Am. 8:11, 12).

¿A cuántos se les ocurrió alguna vez que ya estamos viviendo esto?

Note cuán astuto es Satanás, antes la Biblia era un libro prohibido y por ese motivo era quemado.  Hoy en día ya no se hace esto, lo que se hace ahora es tergiversar la Palabra de Dios.  Estamos llegando a los días en que los pastores jóvenes ya no predicarán el Evangelio, no sólo porque no creerán en él, sino porque no tendrán Biblias.  Habrá Biblias, pero totalmente tergiversadas, cargadas de comentarios que nada tienen que ver con la Palabra de Dios, donde se aplaudirá el islam, el sintoísmo, el taoísmo, entre otros; y los predicadores andarán como zorros enjaulados que nunca paran, y caminan de un lado a otro sin darse cuenta que no pueden salir de allí.  Así mismo hay predicadores que nunca dejan de caminar porque no saben qué decir, y tienen que seguir engañando porque su dios los induce a hacerlo y lo hacen sin problema.

La gente anda de mar a mar y no por falta de alimento, sino porque le falta alimento espiritual.  Ahora ya no se predica la Palabra de Dios, y los libros que eran tan buenos ya no se encuentran en las librerías cristianas, mientras que las Biblias poco a poco las van sacando, para que queden solamente versiones tergiversadas.  Hoy vivimos en una época donde no tenemos ningún derecho a decir: «Yo sé lo que creo y lo que yo enseño es la verdad, y Cristo Jesús es el único Salvador».

El Parlamento Mundial de las Religiones o Parlamento de las Religiones del Mundo se inició en Chicago, Estados Unidos; entre el 11 y el 27 de septiembre de 1893.  En este parlamento integrado por una organización internacional no gubernamental de diálogo interreligioso y ecuménico se congregaron miles de personas, y todo lo que ha quedado del Evangelio, después del foro de diálogo entre todas las religiones mundiales ha sido un engaño.

Se estima que en el mundo se habla cerca de 6.800 lenguas, entre idiomas y dialectos, aunque los expertos aseguran que esta cifra no se puede determinar con exactitud.  De acuerdo con las estadísticas provistas por la Sociedad Bíblica Internacional en mayo del 2013, las Sociedades Bíblicas Unidas aseguraron que la Biblia está ya disponible en 2.544 idiomas.  En diciembre 2012, Wycliffe Bible Translators, publicó que en la actualidad hay otras 2.075 traducciones bíblicas en progreso, y que únicamente existen 2.168 idiomas que todavía carecen de un proyecto de traducción.

Muchas personas creen que la Biblia ya está traducida en la mayoría de los idiomas, pero la verdad es que no es así; falta mucho aún; el problema no es el dinero, sino de gente que no quiere ir a rincones tan aislados del planeta a aprender el idioma o el lenguaje de ellos, y luego elaborar esa lengua para después ponerla por escrito.

Pero entonces... ¿qué predican hoy los televangelistas y demás?  Predican el “evangelio de la prosperidad”, que yo llamo «el evangelio de la codicia».  Ya no se predica el evangelio como nosotros lo hacemos, sino que se predica el evangelio del “poder de la palabra”: «Yo digo y ordeno, y Dios me obedece».

También está “el evangelio de la unidad ecuménica”, es decir, «unámonos todos y volvamos a levantar la Torre de Babel».

Otro evangelio es el de los rituales y del paganismo romano.  En “iglesias cristianas” en la actualidad ya hay iconos, ídolos, y prendedera de velas.

También está “el evangelio de la sanidad”, «todo el mundo está sanando», pero no hay manera de encontrar turnos en un hospital o clínica.

Otro de los evangelios es el “transcultural”, en el cual no hay que tocar la cultura.
Está también “el evangelio inclusivo”, es decir, que todos son bienvenidos, es lo opuesto a lo exclusivo.

Otro de los evangelios es el “de la hermandad universal”, eso quiere decir que todos somos salvos.  Y por último está el evangelio que se lo llama “metafísica”.

La última parte de este estudio es la promesa del Espíritu: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?  Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:6-8).

Algo que tenemos que saber del Espíritu Santo es que...

1.  Tanto el Espíritu Santo como la salvación, es un don de Dios, un regalo.  Nadie tiene que estar gimiendo, llorando o ayunando para recibirlo.
2.  No hay un solo texto bíblico que enseñe de una dádiva parcial del Espíritu.  Es increíble la cantidad de predicadores que hablan una y otra vez de... «la llenura del Espíritu Santo», pero nadie explica qué significa esto.

Hay dos frases que sería interesante que estos predicadores las expliquen: Una de ellas es «la llenura del Espíritu Santo», ya que no existe tal cosa en la Biblia.  ¿Cómo es que una persona se llena del Espíritu Santo?

La otra frase es «el amor», porque dicen que hoy en día todo se arregla con el amor.  Pero… ¿qué es el amor?  Algunos dirán que su definición está dada en el capítulo 13 de 1 Corintios.  Allí dice en los versículos del 4 al 7 que: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.  Pero aún así quedamos cortos si no sabemos de qué se trata.

Y ahora vea lo que acontece en Hechos 1:9-11, aquí Jesús llega a un lugar que se llama Monte de los Olivos: “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.  Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo?  Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.

     “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”(Mt. 24:30).

     “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Jud. 1:14, 15).

En el Evangelio de Mateo dice que Él vendrá en una nube y Judas explica qué es esa nube, agregando que vino el Señor con sus santas decenas de millares, que es su Iglesia.  Volverán con Él todos los que partieron vía muerte y ya están con Él, y los que partirán en sus cuerpos colectivamente en el arrebatamiento.  Por este motivo Judas se hace eco de esto.

     “…Y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos” (Zac. 14:5b).  No vendrá con Él ningún canonizado, pero sí todos los santos del Señor.

Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos (1 Ts. 3:13).

Así que… el pasaje nuestro es de ida y vuelta, nuestro Salvador pagó ese pasaje.  Iremos con Él y volveremos con Él: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él.  Sí, amén” (Ap. 1:7).

La verdad es que lo esperarán ansiosos, porque el Anticristo hará de este mundo una miseria.  El mundo entero marchará bajo su dirección en un verdadero infierno.

     Hechos 1:1 es una especie de puente entre la partida del Señor y el comienzo de la Iglesia.  Pudimos notar allí que 120 personas que lo seguían, lo vieron partir.

En Hechos 1:4 dice: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”.  Esa promesa del Padre era el Espíritu Santo que iba a venir.  Quienes acompañaban a Jesús le preguntaron si el reino de Israel sería restaurado inmediatamente.  Hay que ubicarse en el tiempo para poder entender por qué ellos le hicieron esta pregunta; en ese momento Israel no tenía autonomía y los romanos tenían bajo su dominio el mundo de entonces.  En ese mundo se encontraba el Medio Oriente y en el Medio Oriente se encuentra Israel.

El Señor al concluir sus palabras, de repente comenzó a elevarse hacia el cielo y los 120 estuvieron observándolo hasta que lo vieron desaparecer; después de eso no lo volvieron a ver más, pero Jesús les había dicho qué debían hacer después de su partida, y por ese motivo ellos volvieron a Jerusalén.

Estructuración, manejo y crecimiento de la Iglesia

Es aquí donde veremos Hechos 1:12-15quedice: “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.  Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.  Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.  En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número)…”
Después que alrededor de 120 personas se despidieran del Salvador y regresaran a Jerusalén, subieron al aposento alto.  Ellos no estaban todo el tiempo allí, pero sí gran parte de su tiempo dedicaban a la oración.  Para evitar cualquier confusión debemos recordar lo dicho por Lucas en Hechos 1:12, que la ascensión del Señor tuvo lugar desde el Monte de los Olivos, sin embargo no expresa lo mismo en su Evangelio, en Lucas 24:50-53, donde declara: “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.  Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.  Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios.  Amén”.

Entonces uno se pregunta… ¿Por qué esa discrepancia?  El problema está en que son dos acontecimientos distintos.  Es muy probable que lo que expresa Lucas aquí haya ocurrido antes de la partida del Señor desde el Monte de los Olivos.  Hay que tener esto muy en cuenta, ya que Él se presentó durante 40 días de una u otra forma a diferentes grupos de personas.  “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios”(Hch. 1:1-3).

Mi interpretación al respecto, es que lo que se expresa en el Evangelio de Lucas no corresponde a lo que también registró Lucas en el libro de los Hechos.  Es decir, que se trata de una partida previa del Señor, quizás la penúltima, antes de la final en el Monte de los Olivos.  Ya que como dice la Escritura, Él se presentó muchas veces con pruebas indubitables.  Si alguien pudiera probar que la Biblia se contradice, todo el texto Sagrado perdería su valor.  No puede haber una sola contradicción en la Biblia, ¿y sabe qué? ¡no las hay!
Estos son los nombres de las personas que estuvieron allí: Pedro, Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.  Luego dice que también estaban las mujeres, lo cual quiere decir que las esposas de algunos de ellos o quizás de todos, también estuvieron allí.  Pero en aquella época a las mujeres no se las contaba, solamente se las agregaba.  Lo que llama mucho la atención es que Lucas presta especial atención a María y a todos sus hijos e hijas.

Ahora… ¿habrá dicho algo María allí?  Se sabe que ella no era pastora y todavía no le habían asignado el título de “reina del cielo”, tampoco llegó a ser después.  Por lo visto, María era una persona de poco hablar.  Si hacemos un estudio de ella descubriremos qué tipo de mujer era: ella fue esposa, madre y su primer hijo fue engendrado por obra del Espíritu Santo.  María tuvo que ser una mujer muy especial y realmente su aporte fue maravilloso.  Lo más largo que María dijo fue lo que se conoce como el Magníficat, que se encuentra en Lucas 1:46-48: “Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.  Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”.
Creer que la bienaventuranza de María radica únicamente en que era la madre de Jesús es una equivocación.  Esto solamente es una parte, como cualquier otra dama que ha aportado tanto a la causa de Dios tal como también lo fue Ana, quien en el primer capítulo del libro 1 Samuel, se puede notar cómo ella llora pidiendo al Señor un hijo y prometiendo que lo dedicaría a Él.  De esta manera, Ana fue dichosa porque se encomendó al Señor, clamó a Él y crió hasta cierta edad al hijo que el Señor le concedió.

María era bienaventurada, porque de esa manera se expresa en el Evangelio de Lucas 1:46-55: “María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.  Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.  Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen.  Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.  Quitó de los tronos a los poderosos, exaltó a los humildes.  A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos.  Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia.  De la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre”.

Ahora… ¿Qué es lo que realmente se quiere expresar en Hechos 1:16-20?: “Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio.  Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.  Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, campo de sangre.  Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: tome otro su oficio”.

Aquí Pedro está diciendo que otro tenía que tomar el oficio de Judas Iscariote.  El apóstol se dirige específicamente a los varones hermanos, no a las mujeres a pesar de que había muchas allí.  Todos perseveraban en oración, hombres y mujeres con María la madre de Jesús y sus hermanos.  Lo que ocurrió después lo encontramos más adelante, donde ellos decidirían quién sería el reemplazo de Judas Iscariote.  Ésta es la discusión de muchos predicadores.

Pedro cita a David quien profetizó la traición de Judas, porque si vamos a Salmo 109:1-5 encontraremos que Pedro está repitiendo las palabras de David, y dice: “Oh Dios de mi alabanza, no calles; porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí; han hablado de mí con lengua mentirosa; con palabras de odio me han rodeado, y pelearon contra mí sin causa.  En pago de mi amor me han sido adversarios; mas yo oraba.  Me devuelven mal por bien, y odio por amor”.

Luego en Salmo 109:6-19, continúa diciendo: “Pon sobre él al impío, y Satanás esté a su diestra.  Cuando fuere juzgado, salga culpable; y su oración sea para pecado.  Sean sus días pocos; tome otro su oficio.  Sean sus hijos huérfanos, y su mujer viuda.  Anden sus hijos vagabundos, y mendiguen; y procuren su pan lejos de sus desolados hogares.  Que el acreedor se apodere de todo lo que tiene, y extraños saqueen su trabajo.  No tenga quien le haga misericordia, ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos.  Su posteridad sea destruida; en la segunda generación sea borrado su nombre.  Venga en memoria ante Jehová la maldad de sus padres, y el pecado de su madre no sea borrado.  Estén siempre delante de Jehová, y él corte de la tierra su memoria, por cuanto no se acordó de hacer misericordia, y persiguió al hombre afligido y menesteroso.  Al quebrantado de corazón, para darle muerte.  Amó la maldición, y ésta le sobrevino; y no quiso la bendición, y ella se alejó de él.  Se vistió de maldición como de su vestido, y entró como agua en sus entrañas, y como aceite en sus huesos.  Séale como vestido con que se cubra, y en lugar de cinto con que se ciña siempre”.

Ahora, en Salmo 109:20-31, el clamor del Señor es por sí mismo y dice: “Sea este el pago de parte de Jehová a los que me calumnian, y a los que hablan mal contra mi alma.  Y tú, Jehová, Señor mío, favoréceme por amor de tu nombre; líbrame, porque tu misericordia es buena.  Porque yo estoy afligido y necesitado, y mi corazón está herido dentro de mí.  Me voy como la sombra cuando declina; soy sacudido como langosta.  Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne desfallece por falta de gordura.  Yo he sido para ellos objeto de oprobio; me miraban, y burlándose meneaban su cabeza.  Ayúdame, Jehová Dios mío; sálvame conforme a tu misericordia.  Y entiendan que esta es tu mano; que tú, Jehová, has hecho esto.  Maldigan ellos, pero bendice tú; Levántense, mas sean avergonzados, y regocíjese tu siervo.  Sean vestidos de ignominia los que me calumnian; sean cubiertos de confusión como con manto.  Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de muchos le alabaré.  Porque él se pondrá a la diestra del pobre, para librar su alma de los que le juzgan”.  Aquí David coloca sus palabras en boca del Señor momentos antes de ser crucificado.

Ésta es una oración imprecatoria, esto significa que se profieren palabras en las que se pide, se manifiesta o se desea vivamente que alguien reciba mal o daño.  Hay que tener mucho cuidado con este tipo de oraciones, sin embargo, en este caso es el mismo Dios quien pone las palabras en boca de David.  Cuando uno conoce bien la Biblia, comprende cómo el Señor inspiró a David para que estas palabras se cumplieran casi mil años después.

¿Qué significa lo que dice en Hechos 1:18?: “…cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron”.  ¿Acaso Judas no murió ahorcado?  Cuando uno piensa en una persona que se ahorcó, tiene la idea de que ésta puso un lazo por su cuello, lo ató alto y se colgó; pero aquí además dice otra cosa… “cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron”, y su sangre se derramó porque su cuerpo se reventó por la mitad.

Voy a comentar un caso a modo de ejemplo: En uno de mis viajes fuimos a la zona de Jerusalén, y había allí un precipicio muy grande llamado el torrente de Cedrón.  Si uno mira hacia abajo puede ver rocas, piedras, etc., justo en el borde mismo del precipicio había un árbol no muy grande que extendía sus ramas en dirección a ese abismo.  Entonces el guía, que no era cristiano pero conocía muy bien los evangelios, dijo que lo que Judas hizo para asegurarse de que iba a morir y que no le iba a fallar la horca, era que ató la soga, luego la colocó en su cuello y saltó al vacío, y que la rama en la cual estaba atada la soga se rompió y él cayó al precipicio y su cuerpo se reventó por la mitad.  Las dos cosas son correctas, él se ahorcó y reventó.  Se puede decir que es una doble verdad, ya que la Biblia nunca se contradice.

Tras la muerte de Judas Iscariote, Pedro exige que se escoja a un reemplazante de este: “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.  Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.  Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.  Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles”(Hch. 1:21-26).

Pedro comienza con las palabras es necesario”, sin embargo, una buena pregunta sería: ¿Es posible que Pedro se hubiera apresurado?  ¿Por qué dice que “es necesario”?  ¿Cuándo y en qué forma directa o indirecta, el Señor le insinuó a él, al grupo de los apóstoles o a alguno de ellos, que cuando ya quedaran solos debían nombrar al reemplazante de Judas?  Si admitimos que fue apresuramiento de Pedro y que no actuó por inspiración divina... ¿estaríamos reconociendo que no todo cuanto hay en la Biblia es de inspiración divina?  Yo simplemente veo que el hecho de que ellos tuvieran que echar suertes, como dice aquí, a fin de saber por cuál de los dos debían decidir, hace que resulte realmente dudoso que Matías haya sido escogido por Dios como los demás apóstoles.  Veremos más adelante que ni siquiera el Señor Jesucristo se tomó la atribución de escoger por su cuenta a los doce apóstoles.

En el Antiguo Testamento se puede ver que en varias ocasiones se echaba suerte para tomar una decisión, pero tenemos que tener mucho cuidado con esta práctica al tratarse de la elección de los apóstoles o en este caso de un apóstol en particular.  Pero entonces... ¿Por qué ésta elección de Matías forma parte de las Escrituras si es que Pedro se equivocó?  Aquí tenemos que aclarar un detalle muy importante, ya que no todo lo que es inspirado por el Espíritu Santo es para que nosotros lo hagamos.  Hay muchas descripciones en la Biblia que son detalles de pecados horribles, lo cual no quiere decir que tenemos que cometer esos pecados, sino que todo tiene su propósito.

Tenemos por ejemplo lo registrado en el capítulo 11 de 2 de Samuel, donde se menciona el pecado de David con Betsabé, la esposa de Urías heteo.  ¿Lo inspiró Dios para que lo cometiera?  Veamos lo que dice 2 Samuel 11:27: “Y pasado el luto, envió David y la trajo a su casa; y fue ella su mujer, y le dio a luz un hijo.  Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová”.  Dios no aprobó esto, pero toda la historia, a pesar de lo fea que es está completa en la Biblia.  Veremos más adelante por qué.

Pablo nos ayuda a entender el asunto en 1 Corintios 10:5-11, cuando dice: “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.  Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.  Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar.  Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.  Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.  Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.  Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”.

Nunca olvidemos lo que dice en Juan 20:30, 31: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.  Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”.

El Espíritu Santo guió justamente a los escritores para que registraran algunos hechos, unos para que los imitemos y otros para que tengamos cuidado y no los hagamos, ya que Dios sólo los pone como advertencia.  ¿No será que en su apresuramiento, al asegurar que “era necesario”que alguien ocupara el lugar de Judas, Pedro no advirtiera que Dios ya tenía todo preparado?  Veamos lo que pasó, porque si realmente aceptamos que fueron trece apóstoles, llegaremos a la conclusión que las cosas que se decidían entonces en el Nuevo Testamento no eran por obra del Espíritu Santo, sino por suerte.

En el Antiguo Testamento se echaban suertes para la toma de algunas decisiones, pero nunca para escoger a un hombre de Dios del calibre de cualquiera de los apóstoles, así que todos ellos fueron elegidos directamente por el Señor.  Se puede dar cuenta que esto viene ocurriendo desde el principio, desde Abel hasta Malaquías.  Por otra parte, en este caso no todos tenían disponibles las Escrituras.
Hoy… ¿de quiénes tendríamos que depender nosotros para elegir a un Pastor?  Alguien diría que por mayoría de votos, sin embargo estaría equivocado, ya que el método a usar es el Espíritu Santo.  Pero… ¿cómo se usa al Espíritu Santo?  Se utiliza por medio de su Palabra escrita, allí están registrados todos los requisitos concernientes a un Pastor, y no es difícil examinar a la persona haciéndole varias preguntas al respecto.

Ahora veremos algunos argumentos a favor y en contra de Matías.  Se dice primero que Pedro no sugirió tal proceder por él mismo, sino que fue por inspiración divina; también se dice que no había por parte de Dios ninguna desaprobación, porque la suerte cayó en uno de los dos.  Se dice también que de todos modos son doce los apóstoles porque Pablo no es del grupo, sino que él es el número trece porque es apóstol de los gentiles.

¿Desde cuándo y por quién fue escogido Pablo para llevar la Palabra a los gentiles?  Esto fue lo que él mismo dijo: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo…” (Gal. 1:15-17).

A raíz de este texto diríamos, que como Pablo fue elegido con tanta anticipación para ser apóstol de los gentiles y no de los hebreos, está bien lo que hizo Pedro.  Uno no puede dejar de preguntarse: «¿No habrán cuestionado el apostolado de Pablo por esta misma razón?».  En 1 Corintios 9:1 Pablo declara retóricamente: “¿No soy apóstol?  ¿No soy libre?  ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro?”.  Éstoseran los requisitos para ser apóstol, y en Gálatas 1:1 dice: “Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos)”.  Aquí Pablo escribiéndoles a los Gálatas invoca que él llegó a ser apóstol, no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo; y no discute si fue apóstol de gentiles o judíos sino que declara algo muy llamativo, es como si estuviera diciendo: «Yo no fui escogido como Matías, de hombres y por hombre».

Los que estaban allí se pusieron de acuerdo y decidieron que debían echar suertes y escoger.  Encontraron a dos personas y dijeron: «vamos ahora a pedir al Señor que elija cuál de ellos reemplazará a Judas».

Veamos también lo que ellos no debían hacer.  Todos los apóstoles fueron llamados por el mismo Señor, aunque no fue Él quien los escogió tal como ya fue mencionado.  En Juan 17:6, 9, 24 está registrada así la oración de Jesús: “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.  Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son.  Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”.  Enestos versículos Jesús dice dos veces que fue Dios el Padre quien se los dio, que ni siquiera Él los escogió directamente.
Entonces... ¿quién escogió a los doce?  Siempre se dice que fue el Señor Jesucristo, pero detrás de Él – de Dios el Hijo – estaba Dios el Padre, y fue Dios el Padre quien manejó esta elección de los apóstoles.  Esto se reviste aún de mayor seriedad porque ni siquiera Jesús se atribuyó el derecho de elegirlos.  En otro texto del mismo capítulo dice que solamente se perdió el hijo de perdición, pero ese también tuvo su misión y la cumplió.

“Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.  Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc. 10:1, 2).

Si el Señor se humanó y actuó como hombre escogiendo, aquí está enseñando, diciéndole a Pedro y a los otros: «Yo mismo no pretendo escoger».  No es que Él no sabía quiénes eran ellos, y que no sabía quién era Judas Iscariote cuando lo llamó.  Él sí los llamó, pero luego nos dice que Dios el Padre se los dio.  Él no nos enseña que alguna vez perdió parte de Sus atributos divinos, que no era omnisciente – que no lo sabía todo – sino que estaba enseñándonos la lección de que tenemos que depender de Dios Padre en toda elección y decisión de nuestras vidas.

“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.  Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.  Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mt. 9:35-38).

Si es que fallaron… ¿quién falló entonces?  ¿Fue Pedro, el Espíritu Santo o los 120?  Hay unas cuantas cosas que debemos recordar.  Lo primero, es que el Espíritu Santo todavía no había venido a morar en los apóstoles, razón por la cual ellos echaron suertes y el Espíritu Santo vino diez días después que Jesús ascendiera al cielo.

“Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.  Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.  Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mt. 16:21-23).  Este era uno de los problemas de Pedro, no poner la mira en las cosas de Dios.  Si no se hubiera apresurado para sugerir que se nombrara a un sustituto de Judas Iscariote, ésto no se habría hecho.  Pero Pedro hizo al menos unas cuantas cosas parecidas.

El nacimiento de la iglesia, su desarrollo y su glorioso fin

     “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.  Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.  Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.  Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.  Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?  ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?  Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.  Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?  Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto” (Hch. 2:1-13).
El texto comienza con estas palabras: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos”.  ¿Qué es “Pentecostés”?  Es una de las tres fiestas judías principales, llamada también la fiesta de las semanas, esto aparece en el Antiguo Testamento.  Pentecostés deriva del término griego, que significa 50 y tiene lugar en el mes de Siván, que para nosotros sería entre los meses de mayo y junio.  El día de Pentecostés llegaba 50 días después de la Pascua.  Además esta fiesta se celebraba al final de la cosecha de granos.

En el texto llama mucho la atención cuando dice que estaban todos unánimes juntos.  ¿Cómo es que esas 120 personas estaban allí unánime juntas?  A primera vista parece redundante, pero no hay redundancia, no hay repetición, ya que nosotros podemos estar juntos pero no unidos; como así también podemos estar unidos, pero no juntos.  Esto no es un juego de palabras, ya que con mucha frecuencia los hermanos están juntos, pero no están unidos; no hay unanimidad aunque estén en el mismo recinto.  Un ejemplo de ello es la experiencia que tenemos con los mensajes que se transmiten, tanto local como internacionalmente, esto produce unidad en la gran separación, no estamos juntos, pero estamos unidos.
¿Cómo se entiende eso?  La unidad se logra al estar de acuerdo con la enseñanza que se imparte, identificándose así con nosotros, en ese sentido estamos unidos, pero no juntos.  Hay muchas iglesias que están juntas, pero cuando hablamos de unidad dejan mucho que desear.  Este particular caso quiere demostrarnos, que los 120 estaban bajo un mismo techo en el aposento alto, reunidos para orar.  Lo que ellos estaban pidiéndo en sus oraciones al Señor, era que cumpliera lo que les había prometido.  “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?(Lc. 11:13).

El Espíritu Santo es un don que no se debe pedir, pero ellos pidieron porque el Espíritu Santo no había venido todavía.  Si usted quiere hoy pedir que el Señor Jesús recoja Su iglesia es correcto, porque todavía no la recogió.  Él va a venir cuando lo crea necesario, o sea cuando Dios el Padre le dé la orden.  Si usted ora por algo que todavía no ocurrió, es correcto, e incluso en el Apocalipsis se encuentra esta oración que dice: “Sí, ven Señor Jesús”.  Todo cristiano preparado, quisiera que hoy mismo viniera el Señor a recoger Su iglesia.

Nosotros sabemos que cuando hablamos de “unánimes juntos”, hay muchas cosas que nos separan, como por ejemplo la cultura, la distancia, los mares, los continentes, las edades, el nivel socioeconómico, las preferencias, etc.  Hay muchas cosas que nos separan, pero cuando llegamos al tema espiritual debemos dejar de lado todo esto.  No está mal tener preferencias, pero separando todo esto, hay un terreno y un ambiente donde podemos estar unánimes aún cuando haya muchas otras separaciones entre nosotros.  Estar unidos o unánimes es por ejemplo, llevar el evangelio a otros, eso sería muy bueno, y que supiéramos que es nuestra oportunidad y deber, llevar el evangelio a otros.  El Señor nos dijo que vayamos por todo el mundo y hagamos discípulos; bautizándolos, enseñándolos y adoctrinándolos, para que guarden todas las cosas que Él mandó.  Esto no es optativo, es algo que debemos hacer, pero sólo se consigue cuando hay unidad, no importa que haya separación.

¿Qué hay que hacer para que no haya división?  Ayudaría mucho si en las iglesias se utilizara la música prescripta en la Biblia, específicamente en Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.

En primer lugar, hay que dedicar mucho tiempo para estudiar la Biblia y así no tendríamos problemas, ya que si hay polémica con la música o en relación a la música, es casi seguro, que esto se debe a que hay gente que muy probablemente ni conoce al Señor, por eso no tiene ninguna razón seguir el curso indicado por Pablo en Colosenses.  Si se hace caso a las palabras del apóstol, no será necesario adivinar qué tipo de música se debe cantar en la iglesia, ya que hay muchas clases de música y él pide que se utilicen los salmos, himnos y cánticos espirituales.

¿Qué hizo que los 120 lograran esta «unanimidad juntos»?  ¿Qué es lo que fertilizó el terreno?  Todos ellos habían escuchado las palabras del Señor antes de Su partida al cielo, y sabían que debían esperar el advenimiento del Espíritu Santo en Jerusalén.  Ellos escucharon esto de labios de Jesús: «No se vayan de Jerusalén hasta recibir el Espíritu», y todos acordaron permanecer en el mismo lugar, es decir, dedicar los días de espera en el aposento alto.  Todos desconocían la fecha en que llegaría el Espíritu Santo, no obstante acordaron estar allí juntos.

“…Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.  No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn. 14:17, 18)Esto era lo que significaba la venida del Espíritu Santo, que el Señor vendría en la Persona del Espíritu Santo.  Ellos querían que Él viniera cuanto antes, porque la ventaja que tendrían habiendo recibido al Espíritu Santo, era que podrían hablar con valor a otros acerca del Señor, y esa es la misión que tiene la iglesia aquí en la tierra.
Ahora veremos la venida del Espíritu Santo.  El profeta Joel, quien profetizó entre los años 835 y 830 a.C. habla sobre este hecho.  “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.  Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.  Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo.  El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová.  Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado” (Jl. 2:28-32).

Hay mucho para comentar sobre este texto, pero para explicarlo tomaremos en este caso sólo la primera parte.  Los primeros dos versículos de este texto ya se cumplieron, pero lo que sigue diciendo después todavía no se cumplió, y esto es lo que dice: “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo.  El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová”.  Todavía falta que se cumplan estas palabras, ya que en el día de Pentecostés no sucedieron tales cosas.  Entonces… ¿Qué sucedió en el día de Pentecostés?  Si leemos Hechos 2:2 dice: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados”.Esto ocurrió de repente, tal vez en el momento en que ellos estaban orando.  Primero, se produjo un estruendo, luego surgió un viento muy fuerte y veloz (eso es lo que quiere decir “recio”) y finalmente, les aparecieron lenguas repartidas como de fuego, una especie de mechones que aparecían a la vista, y fue exactamente lo que el profeta Joel había predicho.  Esas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de los 120 que estaban allí, porque dice: todos fueron llenos del Espíritu Santo.  No se encuentra ningún texto en la Biblia que diga, que alguno de ellos no fue lleno del Espíritu Santo.

¿Cuál fue el resultado de esta experiencia?  ¿Cómo se puede saber si la persona está llena del Espíritu Santo?  La única manera de saberlo es por medio de las Escrituras.  Es muy interesante notar, que solicitaron que se buscaran varones llenos del Espíritu Santo.  Entonces… ¿Cómo saber si estaban llenos del Espíritu Santo o no?  ¿Cuál era la forma para saberlo?  Hay que partir de la base que está en Juan 3:34, que nos dice: “…Dios no da el Espíritu por medida”.  Aquí ya tenemos la respuesta, pero si tenían que buscar a los que estaban llenos, eso quiere decir que hay algunos que no estaban tan llenos.  Sin embargo, resulta que en ningún lugar de la Biblia se podrá encontrar ni un solo texto, que diga que alguien no estaba lleno, y que había que llenarlo, lo que implica es que tenía algo de Espíritu, pero no tenía su plenitud.  Esta confusión entró a tal punto, que hay quienes enseñan, que hay que hablar en lenguas para probar que se tiene la plenitud del Espíritu Santo, y lo único que hace esto, es que crezca el espíritu del orgullo y la soberbia de la persona.  Tal enseñanza no existe en la Biblia, se menciona que había personas que hablaban en lenguas, pero cada cosa está dentro de su contexto, por lo tanto, hay que tener mucho cuidado al interpretar.

¿Cuál fue entonces el resultado?  En Hechos 2:6 dice: “Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua”.  Todo esto era muy raro porque los de Galilea vivían en una zona agrícola y eran personas con muy poca cultura.

Los que recibieron al Espíritu Santo podían hablar hasta en dos y tal vez tres idiomas, pero no más que eso, por ejemplo, hablaban el hebreo, el griego y probablemente el latín, porque estaban bajo el Imperio Romano.  En la Biblia se nombra catorce idiomas o dialectos.  Seguramente sólo los varones eran los que hablaron, pero todos recibieron el Espíritu Santo en ese momento, tanto hombres como mujeres.  Dios NO da el Espíritu por medida.

La gran sorpresa está en Hechos 2:7-13 que dice: “Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?  ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?  Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.  Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?  Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto”.

Cuando ellos escucharon todo esto, ya no sabían ni qué pensar, decían que esa gente que estaba hablando estaba borracha, pero no, ya que en Hechos 2:14-16 dice: “Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.  Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.  Más esto es lo dicho por el profeta Joel”.  Es decir, que aquí se cumple una profecía y Pedro resalta el nombre del profeta Joel quien predijo este suceso.

¿Podría repetirse el Pentecostés hoy?  El descenso del Espíritu Santo en Pentecostés fue una promesa hecha mucho tiempo antes en el Antiguo Testamento, e incluso por el mismo Dios, tal como se hizo la promesa del nacimiento de Jesús.  Lo que ya se cumplió, se cumplió, no podemos volver a pedir que se cumpla.  Hay otras promesas para el futuro, el Pentecostés nunca más se volverá a cumplir porque ya se cumplió.  Pedro les dijo: «Ellos no están borrachos, lo que ocurre es que aquí se cumplió la profecía del profeta Joel».  Pero no se cumplió todo, ya que una parte de la profecía de Joel falta por cumplirse.  “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo.  El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová.  Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado” (Jl. 2:30-32).  Todo esto no se cumplió ese día, sino que está preparado para el futuro, en la Gran Tribulación.  Lo único que sí se cumplió está en Hechos 2:28, 29, que dice: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.  Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”.

Hoy nosotros también profetizamos en el sentido etimológico del término, ya que profetizar es proclamar y anunciar; uno recibe el mensaje y lo hace correr, y es increíble cómo esto se está cumpliendo con tanto detalle.

¿Qué ocurrió en el día de Pentecostés?

1.Repentinamente vino del cielo un estruendo como de un viento recio.
2.  Ese viento sopló y llenó toda la casa donde estaban los ciento veinte.
3.  Se les aparecieron sobre sus cabezas lenguas repartidas como de fuego, sobre cada uno de ellos.
4.  Todos los presentes allí fueron llenos del Espíritu Santo.

¿Cuál fue el resultado de esta experiencia?

Lo primero que ocurrió fue lo que tenemos en Hechos 2:6 donde dice: “Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua”.  Por supuesto que ellos hablaban las maravillas de Dios, y ese ruido como un estruendo que se produjo, provocó que miles de personas que andaban por allí, llegaran hasta donde estaban los ciento veinte, porque Dios produjo este milagro y la gente llegó a ese lugar para ver qué estaba pasando.  Dios obró poderosamente cuando hizo descender el Espíritu Santo, y así lograr que tres mil personas sean salvas.

Las personas quedaron completamente sorprendidas de lo que estaban viendo.  ¿Qué clase de hablar en lenguas era esto?  La respuesta está en Hechos 2:11 cuando dice: “…les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.  Ellos no estaban balbuceando algo que no se entendía, no necesitaban intérpretes, directamente hablaban de Dios.  Por lo tanto se les presentó el mensaje a estas tres mil personas, y así también ellos fueron salvas.

“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.  Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.  Más esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hch. 2:14-16).  Aquí Pedro aclara que era una audiencia judía, ya que ellos conocían lo que el profeta Joel había dicho.  Prácticamente todos los que fueron salvos allí eran judíos, es probable que haya habido algunos gentiles, pero no hay indicación en ese sentido.

Ahora… ¿podría repetirse hoy el Pentecostés?  En primer lugar, el Pentecostés corresponde a una profecía ya cumplida, tal como Pedro dice.  Aquí se cumple lo que el profeta Joel dice, y esto se había predicho unos 800 años antes por el profeta.

Ahora… ¿Qué significa cuando dice “derramaré de mi Espíritu y profetizarán”?  Para poder entender perfectamente este texto, y especialmente la palabra “profetizarán”, hay que leer 1 Corintios 14:1-3: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis.  Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación”.

En Hechos 15:32 dice, “Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras”.  Hay una gran diferencia entre los profetas del Antiguo Testamento que predicen el futuro, y los del Nuevo Testamento.  Nunca olvidemos lo que dice en estos textos cuando se habla de los profetas y sus características.

Por ejemplo, si se examinan los textos de 2 Timoteo 3:14-17, donde Pablo le dice a Timoteo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.

Hoy en día siguen habiendo profetas, pero no hay más revelaciones nuevas.  No olvidemos lo que dice el Nuevo Testamento en 1 Corintios, que ellos EDIFICAN cuando la iglesia se estanca, no crece en el conocimiento de la Palabra y en su vida de testimonio.  Además EXHORTAN si hay problemas entre los hermanos, y CONSUELAN si se produjo una gran catástrofe.

Si en algún momento llega alguno y dice que tiene una profecía nueva que no está en la Biblia, la persona está mintiendo o de lo contrario, la revelación proviene de alguna otra fuente que no es Dios, y en este caso si no proviene de Dios, la única otra fuente es Satanás.  Hay que tener presente Hebreos 1:1, 2: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.

Todo lo que Él tenía que comunicarnos ya nos comunicó.  Así que si alguien tiene algo nuevo que no está en la Biblia, sino que lo obtuvo mediante “inspiración” y comenzó a escribir, porque le venía la “inspiración”, no podrá convencer a un cristiano que tal “inspiración” proviene de Dios, ya que esa persona inventó esa “revelación” o Satanás lo inspiró.

En Apocalipsis hay una muy severa advertencia para los que en este campo incursionan, y tratan de confundir pretendiendo tener revelaciones que no están en la Biblia.  Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.  Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap. 22:18, 19).

Es tan grave ese pecado, que esa persona debe saber que su nombre definitivamente no estará bajo ningún concepto en el libro de la vida, y es preocupante como hacen estos muchos grupos llamados “cristianos”.

Profetizar no es solamente predecir el futuro, ya que puede ser: edificar, exhortar y consolar como ya lo habíamos visto, también puede ser, ejecutar instrumentos musicales para alabanza del Señor.  “Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos; y el número de ellos, hombres idóneos para la obra de su ministerio, fue: De los hijos de Asaf: Zacur, José, Netanías y Asarela, hijos de Asaf, bajo la dirección de Asaf, el cual profetizaba bajo las órdenes del rey.  De los hijos de Jedutún: Gedalías, Zeri, Jesaías, Hasabías, Matatías y Simei; seis, bajo la dirección de su padre Jedutún, el cual profetizaba con arpa, para aclamar y alabar a Jehová” (1 Cr. 25:1-3).

Así que, si se va a profetizar por medio de la música, ésta deber ser tal que comunique también el mensaje.  Por eso, teniendo en cuenta cuáles son los instrumentos que se utilizan para profetizar, hay que relacionar ahora ese texto con Colosenses 3:16 que dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.
“Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Co. 14:29).  Si se quiere puede cambiarse la palabra “profeta” por «predicador».  En la época de Pablo hablaban dos o tres profetas, y aquí “profetas”, eran todos los que hablaban, no solamente Isaías, Jeremías, Joel, Daniel, etc.  Pero a veces ocurría que no había revelación entre los hermanos, en esos casos con lo único que contaban de forma escrita, eran las cartas de Pablo.  De lo contrario tenían que recordar lo que Pablo les enseñó, cuando se estableció la iglesia en Corinto.  Más allá de eso, era imposible, ya que la Biblia no estaba a su disposición.  Por ese motivo ellos disponían de la inspiración Divina.

¿Qué pasaba si el hermano que recibía revelación no podía hablar en el idioma de ellos?  “¿Qué hay, pues, hermanos?  Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación.  Hágase todo para edificación.  Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete.  Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios.  Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen.  Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero.  Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados.  Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz.  Como en todas las iglesias de los santos” (1 Co. 14:26-33).

Entonces… ¿qué pasaba cuando no había intérprete y el hermano era muy útil, ya que podría traer un buen mensaje?  De esta manera el hermano se edificaba a sí mismo, esto no era por envidia, sino que él no podía revelarlo a los demás hermanos por no poder comunicarse con ellos.  Ahora si había intérprete, él podía presentar su revelación o mensaje.  Esas revelaciones eran sólo para ellos, no era para que lo hagan parte del Canon Sagrado.

¿Cómo se podía saber si ese hermano realmente recibió revelación del Espíritu Santo?  Si no había contradicción con lo que ellos ya habían aprendido por medio de Pablo, Mateo, entre otros, era considerado una revelación Divina.

Si hoy aparece alguno, diciendo ser mensajero de Dios y no lo es, ¿cómo sabrán que no lo es?  Fácilmente se podrá saber por medio de la Palabra de Dios, cuando hay contradicción entre lo que esa persona dice y lo que está escrito en la Biblia.  Lo mismo pasaba con ellos, pero la diferencia es que ellos no tenían la Biblia, pero había perfecta concordancia cuando dice, que “los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas”.  Debía haber perfecta armonía en las revelaciones que daban los hermanos, entre el que habló antes y el que habló después.

La cuestión del Espíritu Santo había sido prometido muchas veces antes de su venida, no solamente en el libro de los Hechos, sino que también en varios textos de los libros de la Biblia:

•   “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.  Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Jn. 7:38, 39).
•   “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida” (Jn. 3:34).
•   “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador” (Tit. 3:4-6).

El Señor dijo que al venir el Espíritu Santo, Él se encargaría de enseñarles, y recordarles todas las cosas.  “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn. 14:26).

El Espíritu Santo nos consuela, enseña y recuerda todo lo que el Señor dijo.  Tratándose de una Persona de la Deidad, es muy fácil reconocer que su función no era, ni es la de una energía, sino que se trata de una Persona, que es Dios mismo.  Una energía no puede consolar, ni enseñar, ni recordar, etc.

El Señor dijo a los suyos que al irse Él, ellos no estarían solos, sino que Él regresaría para estar en ellos.  Antes de partir Él estaba con ellos.  “Si me amáis, guardad mis mandamientos.  Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.  No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.  Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Jn. 14:15-19).

Por supuesto que ellos lo vieron, porque Él resucitó y se presentó a ellos.  El Espíritu Santo además de ser el Consolador de los cristianos, es también quien da testimonio acerca de Él, de Cristo: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Jn. 15:26).

El Espíritu Santo también guía a los cristianos a toda la verdad: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”(Jn. 16:13).  Por eso, como ya vimos en 1 Corintios 14, no hay discrepancia entre los profetas de Dios.

El Espíritu Santo hace que el creyente glorifique a Cristo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”(Jn. 16:14).

Cuando el pecador recibe a Cristo por la fe como su Salvador personal, en ese momento recibe también la plenitud del Espíritu Santo, no hay otra alternativa: “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gá. 3:2).  En el texto se hace esta pregunta, porque los Gálatas se habían desviado del camino.  Cuando un pecador, que dice haber recibido a Cristo, trata de hacer algún esfuerzo para sentir que tiene el Espíritu Santo, desprecia el don de la salvación, y pretende ser salvo por el esfuerzo que hará para sentirse salvo: “¿Tan necios sois?  ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?  ¿Tantas cosas habéis padecido en vano?  Si es que realmente fue en vano.  Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”(Gá. 3:3-5).

Al oír el evangelio y depositar la fe en Cristo, uno recibe el Espíritu Santo.  La prueba segura de que uno tiene el Espíritu Santo, es la misma que el Señor dio en Hechos 1:8, donde dice: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.

¿Cómo saber si lo recibimos o no?  Tendremos un profundo deseo por compartir el evangelio con otros.  Esa es la señal, así de sencillo.  “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas, de esta manera comenzó la iglesia.

“Y Saulo consentía en su muerte.  En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles... Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio”(Hch. 8:1, 4).  En vez de llorar porque tenían que huir, ellos fueron felices siendo testigos y predicando el evangelio por donde iban.  “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3:11).  Estas eran las palabras de Juan el Bautista, y él estaba hablando del día de Pentecostés.

“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”(Hch. 2:16-18).  Los profetas serán mensajeros del evangelio.

Luego tenemos el discurso de Pedro, él hace ver que los judíos crucificaron al Señor.  “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”(Hch. 2:36).  Después de escuchar ellos a Pedro, muchos judíos se arrepintieron y se preguntaban qué hacer ahora, después de haber escupido, humillado y crucificado al Señor.  “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.  Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.  Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.  Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hch. 2:38-41).

La conducta de los nuevos cristianos era única.  “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.  Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.  Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.  Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.  Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hch. 2:42-47).

Cada día nuevas personas se unían a la iglesia, pero era el Señor el que lo hacía.  Y sobrevino temor sobre toda persona, los demás tenían miedo de juntarse con los cristianos, porque si uno no era verdaderamente cristiano, probablemente se desplomaba allí mismo y podía caer muerto.  “De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente” (Hch. 5:13).  La conducta de los cristianos merecía la admiración del pueblo no salvo.  Los apóstoles multiplicaban las maravillas y señales.  “Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hch. 2:43).

Es muy notable esto, y no tenemos que olvidar que estas maravillas y señales eran credenciales de que ellos eran enviados por el Señor.  Exactamente lo que hizo el Señor en Juan 10:37, 38, cuando aquellos judíos no querían creer, Él les dijo: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.  Más si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”.
Hay tres grandes milagros que tenemos disponibles hasta hoy:

1. La Biblia, que ha sobrevivido todo intento de destruirla.
2. El hecho de que a pesar de tanto escándalo y esfuerzos que se hizo por destruir la sana doctrina, todavía hay gente que recibe a Cristo por Salvador.
3. Todavía hay nuevas almas que acuden al Señor, y la unidad de los verdaderos cristianos existe.  Los auténticos cristianos no estamos juntos pero estamos unidos.  “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno”(Hch. 2:44, 45).

¿Por qué vendían sus propiedades y sus bienes?  Porque ellos creían que en cualquiera de esos días, el Señor vendría a recoger Su iglesia, pero el Señor nunca dijo cuándo vendría.  Una de las razones por las cuales Dios hizo que se redujera la edad del hombre después del diluvio, podría ser para que cada generación piense que en sus propios días Él vendrá, y es perfectamente correcto.  Ya que hoy nosotros creemos que Él vendrá estando nosotros todavía en nuestros cuerpos.  Pero si Él no viene cuando estemos vivos, nosotros aquí moriremos y estaremos con Él en el cielo.  Simplemente no sabemos cuál será el día en que el Señor Jesús volverá.

En Hechos 7, matan a pedradas a Esteban y muere el hombre a quien tanto amaban, hubo gran llanto por la muerte de Esteban, y aún así no se fueron de Jerusalén.  En Hechos 8, Saulo, que luego llegó a ser Pablo, pretende poner orden entre los cristianos.  Personalmente, creo que Dios usó a Saulo ya antes de ser apóstol, para que ellos partieran y se fueran a predicar a otros lugares.

“Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.  Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.  Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.  Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.  Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.  Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.  Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.  Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.  Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido” (Hch. 3:1-10).  Considerando que la hora primera eran las 6 de la mañana, en este caso, la hora novena eran las tres de la tarde.  Pedro no le preguntó al cojo si tenía fe, sólo le dijo que en el nombre del Señor, él se levante.

“Ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años” (Hch. 4:22).  Por muchos años, mucha gente lo vio allí, era inconfundible.  Él esperaba recibir algunas monedas, pero recibió un mensaje jamás pensado.  Él anhelaba caminar bien, pero a partir de ese momento viviría una vida completamente nueva, es decir, esperaba recuperar sus piernas, pero además obtuvo vida eterna.  Esperaba alimentar su cuerpo, pero obtuvo alimento espiritual completo, porque con su sanidad física, vino también su salud espiritual.  Por eso mismo, el cojo entra en el templo y salta de alegría.  “Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.  Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios” (Hch. 3:7-9).

Esta fue la primera vez que el cojo pudo entrar allí, por las restricciones que tenían los judíos hacia ese tipo de personas, ya que con esos defectos no podían ingresar al templo.  Alguien podría decir, que alabar y saltar en el templo no es nada malo, porque eso alaba a Dios.  Si alguien le dice así, dígale que si alguna persona que de nacimiento es paralítico o cojo, o tal vez ni tiene pies; y de repente se sana, estoy seguro que la iglesia más conservadora le va a permitir que salte hasta el cielorraso.  Qué problema hay, si es un motivo de alegría que no se puede contener de otra forma, y esto es lo que le pasó al cojo.  De ninguna manera está enseñando que tenemos que actuar así, además ese lugar no era una iglesia o un templo cristiano; ése era el templo de Herodes, donde antes estaba el templo de Jerusalén.  Ellos no tenían templo y además todos ellos eran judíos, ya que virtualmente todos los que fueron salvos eran judíos.  Uno tiene que tener mucho cuidado cuando esa gente viene con ese tipo de cuentos.
“Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido”(Hch. 3:10).  Ellos se dieron cuenta que algo estaba pasando en toda la ciudad, desde el día en que descendió el Espíritu Santo.  Había un grupo de gente que había sido cambiada por el maravilloso poder del Espíritu Santo.

El fin de todo esto no era la sanidad del cojo, sino la sanidad espiritual de toda esa gente que todavía no era salva, ya que a partir de esta situación, Pedro aprovechó para predicar a todos los que estaban allí.  Este fue un motivo maravilloso para predicar el evangelio.  “Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón.  Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?  El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.  Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.  Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros” (Hch. 3:11-16).

¿CÓMO SE ENTIENDE ESO DE UNA MAYOR O MENOR CUANTÍA DE FE?

Jesús dice que si se tuviera fe como un grano de mostaza (que es el grano más pequeño que existe), se podría mover una montaña.  Pero luego dice también, que ni aún en Israel ha visto tanta fe, cuando un samaritano demostró tener más fe que los mismos judíos.

Entonces… ¿cómo es que hay tanta fe?, ¿qué es cuantía?  ¿Cómo se demuestra o cómo puedo yo saber que tengo mucha fe?  La fe es fe, y todo depende en quién esté depositada la fe, pero el problema es que también se habla de mucha fe.  Los discípulos, le dijeron cierta vez al Señor, “auméntanos la fe”.  Entonces, si ellos tenían tan poca fe como un granito de mostaza y querían que Dios lo aumentara… ¿cómo se entiende eso?  Esta es una enseñanza fundamental.  Cuando hablamos de fe debe entenderse este aspecto de la fe.

Nos puede ayudar el texto bíblico de Mateo 17, que habla de la transfiguración.  En toda esa historia está la respuesta.  Este es un buen ejemplo para respaldar mi comentario sobre al asunto de cuantía de fe.  Recordemos que los discípulos se encontraron con un drama tremendo cuando regresaron al valle y después le preguntaron a Jesús… ¿por qué no pudieron echar ese demonio?  ¿Por qué no pudieron ayudar a esa persona que vino tan necesitada?  Siendo que un caso de sanidad tan evidente, hace que mucha gente crea.

¿Por qué no tenemos hoy esos milagros para que la gente crea?  Esa proposición en Lucas 16, le sugirió a Abraham, un hombre desde el infierno; él había pedido que vaya alguien desde el infierno de tormento y hable a los incrédulos, para que ellos así creyeran; pero Abraham dijo que no, ya que no creerían de cualquier manera, si no creen en las Escrituras, no creerán jamás.

Esto es muy importante; si nosotros tuviéramos hoy en día milagros, nunca entenderíamos lo que es la fe, y sin fe es imposible agradar a Dios.  ¿Acaso nosotros no queremos agradarle?  Fe es creer en lo que Dios dice.  Fe “es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He. 11:1).  Si vemos un milagro eso ya no es fe, lo que uno ve no hace falta creer, porque ya lo estamos viendo.  Muchas veces ejercitamos la fe sin darnos cuenta, vivimos realmente por fe.

¿Cómo pues entonces, ese cojo de nacimiento se sanó y esa sanidad produjo tan buen resultado?  Nunca hacemos más allá de lo que se hizo en el cimiento, lo que ya se hizo no se volverá a hacer.  La iglesia de Cristo es como un bebé, y es además la esposa del Salvador.  La iglesia estaba en su infancia, y necesitaba ser alimentada en ese momento con ese tipo de manifestaciones, con milagros.  Cuando llegaba el momento oportuno los apóstoles no perdían el tiempo.  En este caso, justo cuando ellos llegaban al templo, se encontraron con el cojo y Dios le hace ver a Pedro que aproveche esta oportunidad, para poder así predicar la Palabra de Dios a otras personas.

Cuando el objetivo era salvar a los perdidos de la condenación eterna se realizaban milagros, si es que eso podría ayudar.  Pero Dios nunca va a satisfacer a curiosos con milagros y menos para que den dinero a personas que supuestamente producen milagros, todos esos son fraudes.  “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado”(Jn. 5:36).

Un detalle muy importante, son las credenciales de la condición mesiánica del Señor, que eran justamente los milagros, entre otras cosas.  “Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí... Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.  Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”(Jn. 10:25, 37, 38).

Esta fue una de las razones por las cuales Nicodemo dijo: “sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (Jn. 3:2b).  Ellos sabían quién era Él, pero Satanás influyó en las mentes de ellos para que no solamente lo rechacen, sino que también lo crucifiquen; y esto fue en bien nuestro.

En el caso de Juan, estas son profecías que debían cumplirse, y esas profecías fueron predichas unos 700 años a.C., ya que en Isaías 53:4 dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido”.

Otro texto muy interesante es Mateo 8:14-17 “Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre.  Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.  Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.  Lo importante aquí, es que se cumplió la profecía de Isaías, esos milagros no ocurren hoy porque los milagros no permiten que una persona crea.  Las profecías de los milagros de Jesús se cumplieron en su totalidad.
Volviendo otra vez a Pedro en Hechos 3:12, 13, dice: “Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?  El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad”.  La meta de Pedro y de Juan era presentar a Jesucristo.  Hoy lo que hacen los milagros prefabricados, es ahuyentar a la gente y es motivo de risa y burla todo lo que ellos hacen.

Pedro les hace ver el pecado que cometieron ellos.  “Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.  Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros”(Hch. 3:14-16).

La única meta era glorificar al Señor y hacer que el evangelio siga adelante, por eso uno de los nombres de nuestro Señor es, Santo y Justo, pero aun así, a Él lo mataron (Mt. 27:15-31).  Muchos de los que estaban allí, escuchaban a Pedro tiempo después, y Pedro les dice a ellos, negasteis al Santo y Justo, y pedisteis que se os diera un homicida.  Por eso ellos preguntan: ¿Qué haremos? ¿Qué nos queda? Admitimos que hicimos ese mal, condenamos a Jesús.  Ellos habían entendido que cometieron un gravísimo pecado, habían matado a Aquel que Dios había enviado como su Mesías.  La alternativa era justamente el arrepentimiento y creer en el Señor.

“Y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos”(Hch. 3:15).  Notemos ahora el consuelo, “Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.  Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.  Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo”(Hech. 3:17-21).  Este texto, especialmente el versículo 20, da la impresión, que tanto Pedro como esa generación pensaban que el Señor vendría, pero no hay nada de malo que cada generación esperara que Jesús viniera.

“Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable” (Hch. 3:22).  En los libros del Pentateuco se habla una y otra vez… «el Señor va a enviar a alguien como yo», decía Moisés, porque el pueblo no quería que Dios les hablara directamente, y por ello vino Jesús al mundo.

Para concluir… ¿cuál era el fin de todo este asunto?  El libro de los Hechos es un tratado que Lucas escribe de manera tan ligada, que hay que leer todos los capítulos para poder entender a fondo su contenido.

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