Las lenguas
- Fecha de publicación: Martes, 25 Diciembre 2007, 19:51 horas
- Escrito por Pastor, J. A. Holowaty
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"Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Jl. 2:27-29).
Esta Escritura no es una profecía para la Iglesia, es una profecía que tendrá cumplimiento cuando Dios haga realidad sus promesas para Israel. “Toda carne” no significa cada ser viviente sobre la tierra, significa «toda carne en Israel»: “Y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (Ro. 11:26, 27). El Mesías no está hoy en medio de Israel ni tampoco Dios está derramando su Espíritu sobre Israel o el mundo no regenerado. Sin embargo, la gente de La Impartición de Pensacola, los Ungidos de Toronto y otros grupos marginales extremistas carismáticos y pentecostales dicen que esto es exactamente lo que está ocurriendo.
Es imposible discutir extensamente en este artículo la misión y ministerio del Espíritu Santo en el mundo o en las vidas de los cristianos. Sólo presentaré pautas respecto al papel del Espíritu Santo en la profecía y su trabajo en la tierra durante los últimos días, el período de la tribulación y la edad del reino. Aunque no deseo analizar el actual movimiento de las lenguas como tal debido a que impregna todos los escritos y estudios sobre el Espíritu Santo en la iglesia contemporánea, es imposible eliminarlo del contexto.
Desde Babel hasta Betel
La palabra «Babel» significa «confusión de lenguas» y nada causó más disputa entre el cristianismo en el siglo XX, y ahora en el siglo XXI, que el llamado «movimiento de las lenguas». El libro Hablando en lenguas, escrito por Joseph Dillow y publicado por Zondervan, dice en la página 9: «Casi a la conclusión del siglo XIX, explotó un nuevo fenómeno en el escenario religioso de América. Hasta donde sabemos, esta nueva experiencia fue primero presentada por medio de Agnes Ozman el primero de enero de 1901. Ella era estudiante del Bethel Bible College (el Colegio Bíblico Betel) en Topeka, Kansas. Aunque no fue la primera persona en haber recibido tal experiencia como resultado de buscar específicamente ‘el bautismo en el Espíritu Santo’ con la expectativa de hablar en lenguas... desde ese tiempo hasta hoy, la experiencia de hablar en lenguas ha cruzado todas las líneas denominacionales, puede decirse sinceramente que el pentecostalismo es la tercera fuerza en el cristianismo... Que verdaderamente es un movimiento universal».
El libro El movimiento moderno de las lenguas escrito por Robert Gromacki y publicado por Presbyterian and Reformed Publishing Co, dice en la página 1: «El movimiento más nuevo en el escenario norteamericano cristiano es el avivamiento carismático o el nuevo pentecostalismo con su énfasis en la sanidad y el hablar en lenguas... Ha hecho un profundo impacto sobre la vida de la iglesia de todas las denominaciones. Como se trata de un movimiento contemporáneo, le incumbe al cristiano informarse bien sobre su naturaleza básica y examinarlo a la luz de la Escritura».
El libro Glosolalia de los doctores Stagg, Hinson y Oates, profesores del Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, y publicado por Abingdon Press, dice en parte: «La glosolalia, el hablar en lenguas, se ha convertido en un movimiento controvertido y emocionante en la iglesia de hoy. Los argumentos persuasivos son presentados por sus proponentes con refutaciones igualmente fuertes provenientes de esos que no están de acuerdo».
Tal como lo enfatizan muchos de los libros sobre el ministerio del Espíritu Santo en el mundo hoy, la mayoría de cristianos tiene una opinión acerca de si este fenómeno de la glosolalia es la repetición de Babel o una bendición de Dios para evangelizar a las naciones.
Las lenguas antes de Pentecostés
«Lenguas», que significa hablar en idiomas conocidos o desconocidos como un don del Espíritu Santo, no es un asunto del Antiguo Testamento. Cuando la palabra “lengua”se usa en el Antiguo Testamento, y cuando no se refiere a una parte de la anatomía de los hombres o de las bestias, siempre se aplica al idioma, tal como en Deuteronomio 28:49 que dice: “Jehová traerá contra ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas”. No hay evidencia interna ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamentos, de que Dios por medio del Espíritu Santo o de otra manera milagrosa, les diera a los hombres la habilidad de expresarse en un lenguaje que no se hablara ya sobre la tierra. La promesa de que los creyentes en Jesucristo hablarían en “nuevas lenguas” está dada en Marcos 16:16, 17: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas”, pero una vez más no hay evidencia de que Jesús ni ninguno de los apóstoles hablara en otro idioma que fuera desconocido en Israel, la Escritura dice que hablaban en arameo, griego y hebreo. Mateo, que era romano y recaudador de impuestos y tal vez algunos otros, sabían latín, pero esto no es concluyente. Ciertamente, cuando los discípulos fueron esparcidos por Turquía, Babilonia, Grecia, Roma e India tuvieron que comunicarse en idiomas diferentes, al menos nuevos para ellos.
Sin embargo, hay informes numerosos de diversas fuentes gentiles acerca de los adoradores de dioses falsos que hablan en lenguas extrañas. Esos relatos indican casi unánimemente la posesión demoníaca. El Reporte de Wenamon, escrito aproximadamente en el año 1100 A.C., relata que el adorador en Egipto del dios sol Amón era poseído por su divinidad. El manuscrito antiguo declara: «Ahora, cuando sacrificaba a sus dioses... el dios se apoderaba de uno de sus jóvenes nobles, poniéndolo frenético, tanto que decía: ‘Traigan el dios acá. Traigan el mensajero de Amón, quién lo tenga. Envíenlo y déjenlo ir’». Según los historiadores estas palabras frenéticas eran repetidas constantemente durante toda la noche.
El filósofo griego Platón, quien viviera entre los años 429 al 347 A.C., estudió los efectos de la adoración religiosa intensa por los griegos en las mentes de los adherentes. En sus obras tituladas Phaedrus y Timaeus, escribió acerca de cierto pueblo que estaba dedicado a las oraciones, ritos y pronunciamientos. Según Platón durante estas llamadas sesiones inspiradas eran poseídos, estaban completamente enajenados. Decía que algunos de estos ejercicios religiosos incluso hasta le causaban sanidades físicas a los adoradores y que observó, además, que profetizaban. Declaró que la profetisa de Delfos y la sacerdotisa de Dedone, perdían el conocimiento y les otorgaban bendiciones a los otros. El filósofo concluyó que las personas que se involucraban en tales adoraciones y recibían pronunciamientos de los dioses, acompañados a menudo por profecía y visiones, estaban dementes o poseídos por los dioses o diosas griegos. Y dice en la página 7 del libro escrito por Gromacky, El movimiento moderno de las lenguas: «Deben notarse ciertos hechos acerca de las observaciones de Platón. Primero, la persona que hablaba pronunciamientos inspirados no tenía control sobre sus facultades mentales. Segundo, no entendía lo que decía. Tercero, había la necesidad de que otro interpretara. Cuarto, las visiones y las sanidades acompañaban las lenguas. Finalmente, la persona estaba bajo la posesión divina. Virgilio, quien viviera entre los años 70 al 19 A.C., en su obra Eneida, describió a la sacerdotisa Sibila en la isla de Delos. Ella entraba en su estado estático y hablaba en lenguas en una cueva solitaria en donde las corrientes de aire y los vientos hacían sonidos extraños y música. Cuando llegaba a estar unida en espíritu con el dios Apolo, comenzaba a hablar en lenguas, algunas entendibles y otras incoherentes».
Crisóstomo escribió de la pitonisa de Delfos: «Entonces se ha dicho que la misma pitonisa, siendo una mujer, se sienta en ocasiones a horcajadas en el trípode de Apolo y así el espíritu diabólico ascendiendo desde abajo entra a la parte inferior de su cuerpo, llenando a la mujer con locura y ella con los cabellos despeinados empieza a participar de la bacanal y a echar espuma por la boca, y así en medio del frenesí a pronunciar palabras de su locura».
La palabra «glosolalia» se origina del griego vernacular pneuma y lalein glossais. Es de hecho una derivación de los vocablos usados para describir los pronunciamientos de adoradores de dioses y diosas paganos de Grecia. Esto, sin embargo, no desacredita el verdadero don del Espíritu Santo para hablar en otros idiomas, tal como lo declara Lucas en tres lugares en el libro de Hechos. Debe notarse que en Hechos, cuando se habló en otras lenguas en el Espíritu, no se necesitó intérprete. Sólo en la Iglesia de Corinto Pablo mencionó la presencia o necesidad de intérpretes y sólo fue en Corinto en donde se hablaron lenguas desconocidas. Incluso en la Primera Epístola a los Corintios la palabra “desconocida” aparece en la Biblia Amplifica Versión Reina-Valera en letra cursiva, para indicar que fue la interpretación al revisarla. Los nuevos cristianos llevaron a la Iglesia de Corinto muchas de las prácticas de adoración pagana. Estaban acostumbrados a la “glosolalia” que se practicaba en la adoración de los dioses griegos, la que de acuerdo con Platón y otros historiadores, requería de intérprete. No debe pasarse por alto el hecho, de que Corinto estaba construido sobre una estrecha faja de territorio de un kilómetro 609 metros entre el mar Jónico y el Egeo. Corinto era un congestionado puerto de mar en donde se hablaban todos los idiomas conocidos. Si alguien hablaba en idioma diferente al griego, es probable que se necesitara un intérprete.
Según el historiador judío Josefo, los dioses y diosas griegos eran la descendencia de los hijos de Dios mencionados en el capítulo 6 de Génesis, los monstruos mitad ángeles y mitad seres humanos que nacieron de la unión de los ángeles caídos con mujeres de la tierra. Algunos teólogos creen que aunque sus cuerpos perecieron en el diluvio, sus espíritus son los demonios mencionados en la Escritura que andan en busca de cuerpos, esos que toman posesión de los cuerpos tal como refieren Platón y otros. Pero los griegos no han sido los únicos que practicaban la glosolalia. En El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Gerhard Kittel escribe acerca de las prácticas de adoración de la Frigia, Bacides y la Sybilis, dice: «Las listas ininteligibles de nombres y letras mágicas en el papiro mágico (las voces místicas), las cuales eran usadas en la invocación y conjuración de dioses y espíritus, pueden también ser análogas a este oscuro y sin sentido hablar en lenguas. Con estos nombres divinos místicos en los cuales hay ecos de todos los varios lenguajes orientales, ciertamente podemos juntar el punto de vista de que se derivan de lenguas supra-terrestres usadas por los dioses y espíritus en el cielo, teniendo cada clase su fonética peculiar o dialecto».
Citamos nuevamente del libro El movimiento moderno de las lenguas: «En el relato, De Dea Siria, Luciano de Samosata, quien viviera entre los años 120 al 198 de la era cristiana, describió un caso claro de glosolalia expresado por los devotos ambulantes de la diosa siria Juno, la diosa tutelar de Bambyce o Hierópolis en Siria... H. J. Stolee en su libro Hablando en Lenguas informó, que el lenguaje estático se habla en el mahometanismo. Los derviches de Persia constantemente pronuncian el nombre de Alá, acompañado por estremecimientos violentos del cuerpo y trances con espuma en la boca. Estos movimientos violentos conllevan a agotamiento físico e inconsciencia parcial. Durante este período de éxtasis, predican sermones morales... Tanto escritores paganos como cristianos, han reportado incidentes de glosolalia entre los no cristianos. Las similitudes de estos ejemplos con la glosolalia bíblica son bien aparentes. La persona estaba practicando adoración religiosa, era controlado por un ser divino, perdía control de sus facultades mentales; hablaba en un idioma diferente y había necesidad de un intérprete».
Si la glosolalia contemporánea es uno de todos los dones espirituales que eran evidentes en el ministerio de los apóstoles, ¿por qué no están resucitando los muertos? Mientras algunos carismáticos aseguran que esto sí ha ocurrido, no he visto ningún caso que esté apoyado por un certificado de defunción. La habilidad de los carismáticos para presentar espectáculos “golpeando en el Espíritu” no es Escritural. Los cristianos no “son golpeados en el Espíritu”; la Biblia declara que somos “vivificados en el Espíritu”.
Satanás es el gran falsificador. Así como Dios está haciendo que se cumpla su Palabra profética hoy en preparación para enviar a Jesucristo de regreso a fin de que establezca su reino celestial, de la misma manera Satanás está trabajando para preparar al mundo para que reciba a su mesías falso, el anticristo. La glosolalia, tal como la practican los no cristianos, constituye posesión demoníaca y los creyentes en Jesucristo hoy deberían estar bien seguros de que permanecen en la sana doctrina. Pablo escribió de la posesión demoníaca en los últimos días en 1 Timoteo 4:1: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”. Esta referencia se aplica a la edad de la Iglesia, mientras que el derramamiento del Espíritu de Dios “sobre toda carne” se refiere a Israel durante la edad del reino.
El derramamiento del Espíritu de Dios sobre la casa de Israel también está profetizado así en Isaías 32:1, 15: “He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio... Hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque”. El rey que gobernará en justicia será nuestro Señor Jesucristo y tal como ilustra el contexto del capítulo 32 de Isaías, cuando venga en su Reino el Espíritu se derramará sobre Israel.
En Ezequiel 39:28, 29 encontramos una profecía similar: “Y sabrán que yo soy Jehová su Dios, cuando después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra, sin dejar allí a ninguno de ellos. Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice Jehová el Señor”. Una vez más vemos al profeta declarando que el derramamiento del Espíritu de Dios sobre Israel ocurrirá cuando ellos lleguen a conocer al Señor como su Dios, al Mesías Jesucristo, tal como está declarado en el Nuevo Testamento.
El apóstol Pablo también entendió que un día ocurrirá el renacer espiritual de todos los israelitas que estén vivos sobre la tierra: “Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será su pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (Ro. 11:24-27).
El apóstol Pedro declaró que el día de Pentecostés, cuando los 120 discípulos cristianos estaban congregados y fueron llenos del Espíritu Santo, tal evento fue el cumplimiento de la profecía de Joel: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hch. 2:16, 17).
Pedro entonces pasó a repetir la profecía acerca del derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne, acerca de prodigios en el cielo, con el sol oscureciéndose y la luna convirtiéndose en sangre: “Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto” (Hch. 2:19, 20).
Como podemos ver, este es el cumplimiento parcial de la profecía de Joel, ya que las señales relacionadas con los prodigios en el cielo todavía no se han manifestado. En Pentecostés, los israelitas estaban congregados en Jerusalén, ciudadanos pertenecientes a 16 ó 17 naciones, quienes hablaban 16 ó 17 idiomas diferentes. Los discípulos recibieron poder del Espíritu Santo para hablar en estos idiomas. Todo esto ocurrió, tal como Pedro declaró, en conformidad con la profecía de Joel. Cuando Cristo retorne, entonces tendrán lugar los prodigios en el cielo y el pueblo de Israel reconocerá a su Mesías: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadadrimón en el valle de Meguido” (Zac. 12:10, 11).
Los profetas del Antiguo Testamento anticiparon que cuando viniera el Reino, el ciego vería, el sordo oiría, y el paralítico saltaría como un ciervo. Pero no sólo esto, el Señor Jesucristo cumplió con todas las profecías concernientes a la primera venida del Mesías, incluyendo que entraría cabalgado sobre un asno en Jerusalén. Él cumplirá con las profecías del capítulo 2 de Joel, tal como está descrito en el capítulo 2 de Hechos, porque no todas las profecías tuvieron cumplimiento el día de Pentecostés.
Refiriéndose al derramamiento del Espíritu Santo sobre los discípulos en Pentecostés, Pedro dijo que era una señal para los judíos incrédulos: “En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor. Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes” (1 Co. 14:21, 22). El significado es evidente, las lenguas fueron una señal para Israel. El día de Pentecostés fue una señal para todos los que vivían en Jerusalén y en Judea.
En Cesarea fueron una señal para los judíos hermanos de Jesucristo: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (Hch. 10:44-46).
En Éfeso las lenguas fueron una señal para los judíos cristianos de que el Mesías había venido y que todos debían nacer del Espíritu: “Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hch. 19:1-6).
La Escritura deja bien claro, que “las lenguas” eran una señal para Israel, para esos que no creían. Pablo lo ratificó con estas palabras: “Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane” (Hch. 28:27). Pero... ¿Quiénes creerían? “Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán” (Hch. 28:28).
El mártir Justino, quien viviera entre los años 110 al 165 de la era cristiana, mencionó que los dones del Espíritu Santo que le fueron otorgados a Israel, pasaron a los cristianos, sin embargo, él no mencionó específicamente las lenguas, ni a la interpretación de lenguas.
Ireneo, quien estudió bajo Policarpo, y vivió entre los años 120 al 202 de la era cristiana, hizo el siguiente comentario sobre 1 Corintios 2:6: «De la misma manera también oímos hablar de muchos hermanos en la iglesia, quienes poseen dones proféticos, y quienes mediante el Espíritu Santo hablan toda clase de idiomas y llevan la luz para beneficio general, las cosas ocultas a los hombres, y declaran los misterios de Dios». Parece evidente que Ireneo se refería a idiomas conocidos y no se sabe por cierto si estas lenguas se manifestaron en la misma forma. En cualquier caso, Ireneo mencionó la habilidad para hablar en otros idiomas como un don del Espíritu Santo.
Montano, quien viviera entre los años 120 al 180 de la era cristiana, fue un prominente expositor del hablar en lenguas. Otros en la Iglesia dudaban que fuera de Dios, Eusebio escribió de él: «Un convertido reciente, de nombre Montano, debido a su deseo inagotable de liderazgo, le dio al adversario oportunidad en contra de él. Y se puso a su propio lado, y estando súbitamente en una especie de frenesí, de éxtasis y de delirio, comenzó a susurrar y pronunciar cosas extrañas, profetizando en una manera contraria a la costumbre constante de la iglesia pasada por tradición desde el principio. Algunos de esos que escucharon sus pronunciamientos falsificados en esa ocasión, se mostraron indignados y lo reprendieron como alguien que está poseído, y que está bajo el control de un demonio, es guiado por espíritus engañadores y está distrayendo a la multitud... Y estando junto a dos mujeres, las incitó llenándolas del mismo falso espíritu, de tal manera que ellas hablaron alocada, irrazonable y extrañamente».
Orígenes, tal vez el erudito cristiano más importante de su tiempo, escribió así de la glosolalia que era común en algunas iglesias: «A estas promesas eran añadidas palabras extrañas, fanáticas y completamente ininteligibles, de las cuales ninguna persona racional puede encontrar el significado: porque son tan oscuras, que no tienen significado alguno... El Espíritu Santo además de dar señales de su presencia al principio del ministerio de Cristo, después de su ascensión dio más; pero desde ese tiempo estas señales han disminuido, aunque todavía hay rastros de su presencia en los pocos cuyas almas han sido purificadas por el evangelio».
Por los registros disponibles de la Iglesia, parece que hubo una disminución de las lenguas como una administración del Espíritu Santo. Crisóstomo, un líder en la iglesia oriental, quien vivió entre los años 347 al 405 de la era cristiana, comentó sobre el capítulo 12 de 1 Corintios: «Este entero lugar es muy oscuro: pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los hechos referidos y por la cesación de ellos, siendo que antes ocurrían, pero que ya no suceden más».
Agustín, un líder en la iglesia occidental que vivió entre los años 353 y 430 de la era cristiana, escribió: «En los primeros tiempos, el Espíritu Santo descendió sobre los que creían y hablaron en lenguas, ‘las cuales no habían aprendido’ conforme el Espíritu les permitía que las expresaran’. Estas fueron señales adaptadas al tiempo. Porque eran menester estas demostraciones del Espíritu Santo en todos los idiomas, para evidenciar que el evangelio de Dios iba a ser predicado en todos los idiomas a través de toda la tierra. Esto fue hecho como una demostración, una señal, y ha pasado».
Desde el año 500 al 1900 de la era cristiana algunos individuos o sectas por entero de grupos religiosos, continuaron con la práctica de las lenguas que luego se propagó. Sin embargo, esta costumbre no fue abrazada por los líderes en las iglesias o por las congregaciones o denominaciones como un todo. La doctrina de hablar en otras lenguas, o idioma desconocido, ha permanecido como un tema de controversia desde el año 150 de la era cristiana hasta el presente.
Un breve resumen en la página 28 del libro El movimiento moderno de las lenguas, ofrece una descripción general sobre el tema de la «glosolalia», dice en parte: «En la era pos-apostólica que abarcó entre los años 100 al 600 de la era cristiana, el hablar en otros idiomas cesó como una actividad normal de los creyentes. El mártir Justino, Ireneo, Orígenes, Crisóstomo y Agustín, todos dieron testimonio de este hecho. La única aparición del fenómeno tuvo lugar entre los seguidores de Montano... y Pachomius, un monje asceta. Las posiciones heréticas de estos hombres argumentaban en contra de la genuinidad de la glosolalia bíblica entre ellos. Durante la edad media y el período de la Reforma, que abarcó entre los años 590 al 1648, ciertos santos católicos romanos supuestamente hablaron en lenguas... El intenso despertar espiritual y doctrinal en Europa (la Reforma) no produjo casos de glosolalia. La referencia a que Martín Lutero habló en lenguas es falsa. El período pos-reforma que abarcara entre 1648 a 1900 produjo una proliferación en las lenguas. El fenómeno apareció entre los profetas Cevenal, los Jansenistas... Cuáqueros, Ivingitas, tembladores, mormones y durante varios avivamientos espirituales en el siglo XIX... El siglo XX vio el nacimiento, crecimiento e influencia del moderno pentecostalismo. Este movimiento con su énfasis en la glosolalia, es una fuerza que debe ser reconocida».
El movimiento carismático se ha propagado rápidamente a través de muchas denominaciones en una base de iglesia por iglesia, incluyendo la iglesia católica. Los proponentes de los movimientos de la moderna glosolalia presentan estos hechos como evidencia de que Dios está derramando su Espíritu sobre toda carne en estos últimos días.
Sin embargo, consideramos que los reclamos de los ultra-carismáticos y los pentecostales en el mejor de los casos son demasiado exagerados y en el peor, sólo se trata de mentiras. Cuando consideramos el crecimiento del islam, budismo, humanismo y el incremento de los adherentes de la Nueva Era, tenemos que reconocer que lo que estamos viendo no es un derramamiento del Espíritu Santo, sino un diluvio del espíritu del Anticristo: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Ts. 2:7-12). “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Jn. 4:1-3).
Pablo indicó que en los últimos días antes de la venida del Anticristo, los días en que vivimos hoy, Dios permitirá que el espíritu de iniquidad venga al mundo para que los no regenerados sean engañados. Esto parece lo opuesto al derramamiento del Espíritu de Dios. En 1 Timoteo 4:1, Pablo escribió que en los últimos días muchos se apartarían de la fe y serían poseídos por espíritus engañadores: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”.
En el capítulo 21 de Lucas, están registradas una serie de señales que diera Jesús para los últimos días, señales en la tierra y en el cielo, pero no derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne. Es nuestra comprensión que la profecía de Joel 2:28 y todas las profecías relacionadas con ella, tendrán cumplimiento completo cuando el Señor retorne. Podemos saber que su venida está muy cerca por las señales que diera para nosotros en su discurso del monte de los Olivos y en todas las profecías en las epístolas concernientes a los últimos días, el testimonio de la Iglesia y nuestra próxima partida para estar con el Señor para siempre.
Espero que este artículo no ofenda a nadie. Debo aclarar que no tengo nada en particular en contra de los pentecostales, he conocido entre ellos a hermanos ejemplares. Una gran mayoría, especialmente los laicos, aman mucho al Señor, son hermanos de oración y consagrados a Dios. Algunos incluso me han dicho que si nunca he hablado en lenguas, ¿cómo puedo saber si es real o no? Ciertamente desearía de todo corazón que fuera un don de Dios, y no de otro espíritu.
Sir Robert Anderson en la conclusión de su libro Manifestaciones del Espíritu y dones de lenguas escribió estas palabras: «Y la teología de este movimiento del ‘don de lenguas’ exhibe ignorancia y perversión de la Escritura. Como ya hiciera notar, subordina los grandes hechos y verdades de la revelación cristiana a las experiencias subjetivas de la vida cristiana. Pero más que esto, en su enseñanza acerca del Espíritu Santo subordina lo que es primario y esencial en Pentecostés a lo que fue incidental y del todo secundario. El hecho supremo fue el cumplimiento de ‘la promesa del Padre’ y esto fue el morar en el cristiano, mientras que ‘el viento recio que soplaba... las lenguas repartidas como de fuego’... y la distribución de dones, fueron sólo manifestaciones externas de su presencia; y eran transitorias. Por consiguiente, el elemento esencial y principal, fue la bendición colectiva. El bautismo en el Espíritu Santo creó la Iglesia, no una iglesia dentro de la Iglesia, una elección dentro de la elección de gracia. Y fue para todos. De tal manera, que incluso para los corintios, si bien sus herejías y pecados requirieron una advertencia y reprimenda, el apóstol Pablo escribió: ‘Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu’ (1 Co. 12:13)».
Buscar un segundo Pentecostés es, de hecho, incredulidad completa. Desacredita ese primero y único Pentecostés y pone en duda el cumplimiento de la promesa del Padre.