El sacerdocio universal del creyente
- Fecha de publicación: Sábado, 04 Mayo 2013, 02:09 horas
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La Biblia dice: “Así ha dicho Jehová: Si pudiereis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no haya día ni noche a su tiempo, podrá también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas y sacerdotes, mis ministros” (Jer. 33:20, 21).
Ya que el sol aún brilla de día, y la luna alumbra de noche, todo implica que esa promesa continúa vigente - que siempre existirán los sacerdotes.
De acuerdo con los capítulos 40 al 48 de Ezequiel, durante el milenio no sólo habrá un tercer templo en Israel, sino que también habrán sacerdotes que ministren de manera algo similar a como lo hacían en los tiempos bíblicos. Sabemos además que serán judíos porque Ezequiel específicamente menciona el linaje de Sadoc en el templo milenial, dice: “Y la cámara que mira hacia el norte es de los sacerdotes que hacen la guardia del altar; estos son los hijos de Sadoc, los cuales son llamados de los hijos de Leví para ministrar a Jehová” (Ez. 40:46). Sadoc, fue el primer sumo sacerdote en servir en el templo del rey Salomón.
En el año 2007, la tribu sacerdotal de Leví celebró su primera «reunión familiar» en Jerusalén después de dos mil años, con una conferencia internacional Cohen-Leví. Los kohanim - los sacerdotes, son los descendientes de Aarón, quien pertenecía a la tribu de Leví. Los levitas fueron dados a Aarón y a sus hijos como ayudantes, tal como leemos en Números 18:6: “Porque he aquí, yo he tomado a vuestros hermanos los levitas de entre los hijos de Israel, dados a vosotros en don de Jehová, para que sirvan en el ministerio del tabernáculo de reunión”. No obstante, la Biblia también se refiere a ellos como sacerdotes. Originalmente, el Creador quiso usar al primogénito de cada familia israelita como ministro suyo, pero como los levitas fueron los únicos obedientes a Él luego del incidente del becerro de oro, fueron honrados con esa posición.
Desde que fuera refundado el moderno estado de Israel en 1948, un número de grupos israelitas han estado organizando los planos y dando los pasos prácticos necesarios para reconstruir el templo. Muchos de los judíos religiosos, especialmente en Israel, toman muy en serio la preparación sacerdotal para el tercer templo. El proceso ya ha comenzado para identificar a los nuevos sacerdotes y prepararlos en su función. De hecho, tanto los sacerdotes como los levitas reciben clases sobre las leyes del servicio en el templo, incluyendo los sacrificios de animales.
Estos estudiantes asisten a la Yeshiva, La Universidad Teológica Judía, se encuentra a unos 455 metros del Muro Occidental. Sin embargo, desde entonces hasta este mismo día de la historia judía, los israelíes han sido muy cuidadosos para determinar qué familias pertenecen a la tribu de Leví y al sacerdocio de Aarón. Hoy gracias a las investigaciones genéticas esto es mucho más exacto.
El sitio de internet about.com informó, que en 1977, el doctor Karl Skorecki descubrió un marcador genético particular que distinguía a los kohanim por medio de una prueba de sangre. Y dijo al respecto: «Las probabilidades de que eso ocurra por casualidad es más de una en diez mil. Por lo tanto, la reciente investigación científica demuestra una clara relación entre los Kohanim y su descendencia directa por un ancestro en común».
Las investigaciones genéticas recientes en ADN han demostrado, que los descendientes del sacerdocio bíblico en Israel, conocidos como Kohanim están relacionados genéticamente. Aunque la progenie de Aarón, el hermano de Moisés, ha estado dispersa en todas partes del mundo durante los pasados 3.700 años, los miembros de esta extensa familia fueron invitados a participar de la primera reunión familiar, celebrada desde la destrucción del templo de Jerusalén ocurrida en el año 70 de la era cristiana.
Nuevas investigaciones genéticas han demostrado que la gran mayoría de los Kohanim, la clase sacerdotal judía, descendió de un solo antepasado, lo cual confirma científicamente la tradición oral pasada a través de tres mil años y el registro bíblico. Todos los hombres que se están preparando en la actualidad en Israel para ser consagrados como sacerdotes, son descendientes directos de Aarón, quien fuera nombrado primer sacerdote por su hermano Moisés. Esta herencia sacerdotal es pasada de padre a hijo por medio del ADN. Los Kohanim por lo general tienen apellidos que los distinguen, tal como Cohen, Kaplán, Rapaport y Katz.
Gracias a los cromosomas «Y» en el ADN, es posible determinar la descendencia, porque en esencia son trasmitidos sin cambiar, de padre a hijo. Un haplotipo es una combinación específica de «alleles» - de variaciones genéticas que se encuentran en un solo cromosoma, y que son como una especie de firma genética. Los investigadores descubrieron que el haplotipo «Y» - conocido como el «haplotipo modal Cohen» era común en los varones judíos que decían descender de la tribu de Leví, aunque también es compartido por la mayoría de Kohanim askenazíes y sefardíes.
Los descendientes de Aarón, provenientes de todas partes del mundo, se reunieron en una experiencia altamente estimulante y educativa, para celebrar la primera reunión internacional de Kohanims, del 15 al 19 de julio del 2007 en Jerusalén. Durante la reunión especial, los asistentes aprendieron más sobre sus raíces ancestrales y discutieron las últimas investigaciones que comprueban sus vínculos genéticos. Estos días coincidieron con la fecha bíblica de la muerte de Aarón, el sumo sacerdote, el primer día del mes hebreo de Ab.
El rabino Yaakov Kleiman, organizador de la conferencia dijo en una declaración enviada a los medios noticiosos: «Ésta no es sólo la primera reunión familiar de la dinastía sacerdotal judía en casi dos mil años, sino que la investigación e información que compartiremos desempeñará un papel importante en la apreciación y conservación de nuestra única y preciosa herencia». El rabino Kleiman es el director del Centro para Kohanims en Jerusalén y el autor del libro El ADN y la tradición.
Por otra parte desde que se fundó el Instituto del Templo en 1987 en el sector judío de la Antigua Ciudad de Jerusalén, se han estado preparando los utensilios del templo, además de las vestimentas para los sacerdotes, en conformidad con el capítulo 29 de Éxodo.
Asimismo, una ceremonia única, probablemente la segunda de su clase en los pasados 1.600 años tuvo lugar en enero del 2005 en Tiberias: La iniciación de un Sanedrín, el tribunal legal judío, el concilio supremo en el territorio de Israel.
El Sanedrín, una asamblea religiosa que se reunía en una de las cámaras del templo en Jerusalén, constaba de 71 sabios y existió durante el período tanaitico, desde varias décadas antes de la era cristiana hasta aproximadamente el año 425 después de Cristo. Los detalles de la ceremonia de hoy todavía son superficiales, pero sus organizadores anunciaron su intención de convocar a 71 rabinos quienes han recibido una ordenación rabínica especial tal como la especificada por Maimonides.
El intento por volver a convocar el Sanedrín fue hecho hace varios siglos en Tzfat. De hecho, el cuerpo ordenó a personajes tan grandes como el rabino Yosef Karo, el autor del código clásico de la Ley Judía Shulhan Arukh. Sin embargo, la oposición de otros líderes rabinos frustró bien pronto el intento.
Uno de los líderes de hoy que trató de revivir el Sanedrín fue el rabino Yeshai Ba’avad de Beit El. Él dijo que los 71 «habían recibido ordenación especial, en conformidad con el fallo de Maimonides durante los meses pasados». El rabino Ba’avad explicó que los miembros del nuevo cuerpo no son permanentes. Lo que es más crucial es el establecimiento de este cuerpo. Esos que son miembros de él hoy, no serán necesariamente los miembros de mañana. Pero la meta es tener un cuerpo de rabinos en Jerusalén que se reúna mensualmente y proclame leyes sobre asuntos centrales. Esta es la necesidad de la generación y de la hora.
Yisrael Ariel, quien dirige el Instituto del Templo en Jerusalén, es uno de los rabinos participantes. Él dijo: «Si éste es o no, el Sanedrín real que esperamos, es una cuestión de tiempo - tal como el establecimiento del estado; nos regocijamos en él, pero todavía estamos esperando algo mucho más ideal. Es un proceso. La ceremonia de hoy es realmente la continuación de la renovación del proceso de ordenación en Israel, el cual marcamos hace varios meses. Nuestros sabios describen las diez etapas del exilio del Sanedrín desde Jerusalén a otros lugares, hasta que terminó en Tiberias - y es en este lugar dónde se pronosticó que sería renovado, y de aquí será establecido nuevamente en Jerusalén».
El rabino Ariel dijo que los rabinos allí incluyen a muchos del entero espectro: «Hareidi, religiosos sionistas, sefardí, askenazi, jasidis y muchos otros - tal como el rabino Yoel Schwartz, el rabino Adin Shteinzaltz y muchos otros... No podemos esperar un gran consenso; no es así cómo trabajan las cosas aquí. Pero algunas veces así es como va, de abajo hacia arriba» - concluyó diciendo.
El sacerdocio en la actualidad
Algunas denominaciones “cristianas” hoy, especialmente la católico romana y la ortodoxa, también tienen sacerdotes. La mayoría de denominaciones evangélicas no tienen sacerdotes, sino pastores y ancianos. Sin embargo, de acuerdo con 1 Pedro 2:9, existe el «sacerdocio universal del creyente». Pedro afirma: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Mientras que Juan dijo: “Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” (Ap. 1:5, 6). En lugar de haber un grupo especial de sacerdotes, todos los creyentes servimos al Señor en una posición de sacerdotes.
Por otro parte, no podemos comprender la plenitud del significado de nuestra posición sacerdotal sin primero entender el sacerdocio judío. Cualquiera que haya leído el Pentateuco - los cinco primeros libros de la Biblia, sabe que la adoración judía en el templo era muy detallada. Aunque los lectores de la carta de Pedro durante el tiempo del segundo templo, no requerían una explicación especial sobre lo que significaba ser un sacerdote, nosotros debemos ser diligentes para investigar cómo se ejercía el sacerdocio judío, para cumplir mejor con la obligación a la que todos hemos sido llamados.
El desempeño de los sacerdotes
A menudo pensamos que lo único que hacían los sacerdotes bíblicos era ofrecer sacrificios, pero cuando leemos los pasajes sobre sus detalladas labores, podemos ver que el trabajo incluía mucho más. Vamos a examinar cada una de esas tareas para comprender qué es lo que Dios pide de los creyentes actuales en su función como sacerdotes.
Líderes de adoración
Los sacerdotes tenían que aprender a ofrecer las varias ofrendas y sacrificios. Estudiaban todas las «reglas» para los ritos y se aseguraban de observarlas al pie de la letra. Inspeccionaban a los animales por algún defecto, y determinaban si eran aceptables o no. Los levitas también eran músicos y cantores. En la terminología cristiana moderna, eran los líderes en la adoración. Un ejemplo lo encontramos en estos versículos que dicen: “Y cuando los sacerdotes salieron del santuario... Y los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas), cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová...” (2 Cr. 5:11a, 12, 13a).
Aunque los israelitas traían su propio animal y ponían sus manos sobre la cabeza representando que el animal era su sustituto, los sacerdotes lo sacrificaban y lo ponían sobre el altar. Se ofrecía holocausto cada mañana y cada tarde, y en ocasiones especiales después del parto para la purificación de la mujer, para la limpieza de un leproso, de un hombre o mujer con flujo, o de un nazareno. Desde la destrucción del templo, en el año 70 de nuestra era, las oraciones han sustituido los sacrificios, como dijo Dios por medio de Oseas 14:2: “Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios”.
De la misma forma, los Kohanim de hoy tienen un lugar de honra en la sinagoga cuando recitan la Bendición Sacerdotal. También lo hacen en el Muro Occidental durante algunas fiestas. En cada ocasión miles de personas se reúnen para recibir esa bendición tan especial. También son los primeros en ser llamados a leer el Tora y recibir «la redención del primogénito» según las instrucciones dadas en el capítulo 3 de Números.
Los ministros de adoración deben ser adoradores del Señor para bendecir a la congregación. Tal como dijo el Señor Jesucristo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4:23). Por su parte Pablo nos instruye sobre cómo hacer esto, cuando dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col. 3:16).
Siguiendo la tradición judía, los pastores a menudo recitamos la Bendición Sacerdotal, especialmente durante el servicio dominical cuando oramos por la iglesia en general, pero la Escritura también nos ordena que bendigamos a quienes nos maldigan, por quienes nos persiguen y nos insultan.
• “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt. 5:44).
• “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis” (Ro. 12:14).
• “Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos” (1 Co. 4:12).
Mediadores e intercesores
¿Recuerda el incidente cuando Coré y otros 250 hombres se rebelaron contra Moisés y Aarón? “Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad. Si como mueren todos los hombres murieren éstos, o si ellos al ser visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió. Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová. Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación” (Nm. 16:28-33).
Después de esto, el pueblo culpó a Moisés por las muertes de estos líderes. Dios airado por esto, envió una plaga, “Y dijo Moisés a Aarón: Toma el incensario, y pon en él fuego del altar, y sobre él pon incienso, y ve pronto a la congregación, y haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Jehová; la mortandad ha comenzado. Entonces tomó Aarón el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; y he aquí que la mortandad había comenzado en el pueblo; y él puso incienso, e hizo expiación por el pueblo, y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad” (Nm. 16:46-48).
En otra ocasión, “Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses... Y Jehová dijo a Moisés: Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Jehová delante del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel... Y lo vio Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y se levantó de en medio de la congregación, y tomó una lanza en su mano; y fue tras el varón de Israel a la tienda, y los alanceó a ambos, al varón de Israel, y a la mujer por su vientre. Y cesó la mortandad de los hijos de Israel” (Nm. 25:1, 2, 4, 7, 8). Cuando Finees actuó ya la plaga había exterminado a 24.000 israelitas.
Mediar o interceder significa ocupar una posición intermedia en beneficio de otro, y la intercesión puede detener la ira de Dios. Dice Santiago 5:19, 20: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”.
Asimismo leemos en Gálatas 6:1, algo parecido: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Éste es uno de los trabajos del sacerdote.
Jueces
Los sacerdotes y los levitas actuaban como jueces y determinaban juicio en todas las áreas. Declaraban si un leproso estaba sano o no, decidían el valor de las ofrendas traídas a Dios, estimaban si una acusación contra una adúltera era cierta o falsa. Tal como dijo Dios por medio de Moisés: “Entonces vendrán los sacerdotes hijos de Leví, porque a ellos escogió Jehová tu Dios para que le sirvan, y para bendecir en el nombre de Jehová; y por la palabra de ellos se decidirá toda disputa y toda ofensa” (Dt. 21:5).
Algunos cristianos creen que no debemos hacer juicio basado en Mateo 7:1, que dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Sin embargo, el Señor Jesucristo se refería a no juzgar a otros hipócritamente por cosas de las cuales nosotros mismos somos culpables. No decía que no juzgáramos, sino que aclaró: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24).
Pablo amonesta a la iglesia de Corinto por llevar sus contenciones ante un tribunal de justicia, en vez de juzgar las situaciones entre ellos mismos. Les dijo: “¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?” (1 Co. 6:1, 2).
Maestros
Los sacerdotes eran portadores de la Palabra, incluyendo el Arca del Pacto, donde se guardaban los Mandamientos de Dios. Moisés instruyó al pueblo de Israel para que leyera la ley públicamente cada siete años durante la Fiesta de los Tabernáculos: “Y escribió Moisés esta ley, y la dio a los sacerdotes hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehová, y a todos los ancianos de Israel. Y les mandó Moisés, diciendo: Al fin de cada siete años, en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos” (Dt. 31:9-11).
Cuando bendijo a las tribus antes de su muerte, sus palabras respecto a los levitas fueron: “Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel...” (Dt. 33:10a). Luego que los israelitas regresaran del cautiverio en Babilonia, Esdras el sacerdote, junto con los otros levitas: “...Leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Neh. 8:8).Malaquías 2:7 confirma esa responsabilidad, diciendo: “Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos”.
Pablo le dijo a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15). Timoteo era discípulo de Pablo, y cada seguidor debe ser enseñado a «manejar con precisión» la Palabra de Dios.
Sin embargo, en muchas iglesias hoy, ni siquiera se usa la Biblia, y como consecuencia un alarmante número de cristianos ni siquiera la leen regularmente, mucho menos la estudian. Con todas las herramientas que existen en Internet y en libros tales como comentarios, diccionarios, concordancias, etc. demasiados creyentes en las iglesias están pobremente educados. Aunque no todos somos llamados a ser maestros, todos sí somos llamados a ir y hacer discípulos, y parte de eso consiste en enseñar. De hecho esta fue la ordenanza dada por el Señor Jesucristo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:19, 20).
Debemos conocer las Escrituras lo suficiente como para identificar cuándo un maestro o pastor no es el adecuado: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Ti. 4:3, 4). Cuando se ignora esto, los que no están arraigados en la verdad pueden fácilmente ser engañados y conducidos a falsas doctrinas.
Sanadores
Los sacerdotes no prescribían remedios para enfermedades ni sanaban a nadie de manera milagrosa, sino que cuando alguien tenía una enfermedad contagiosa, inspeccionaban el cuerpo y determinaban su severidad. Decidían si el enfermo debía continuar aislado de la comunidad y por cuánto tiempo, o si ya estaba sano y podía considerarse limpio. Ellos observaban el proceso de sanidad obrado por el Señor.
En la actualidad, la profesión médica admite que posiblemente el 80% de las enfermedades no son resultado de desórdenes físicos, sino emocionales o mentales. El capítulo 28 de Deuteronomio parece concordar con esa idea, ya que gran parte de esa lista de maldiciones incluye enfermedades como consecuencia de la desobediencia.
Un comentario judío dice que la lepra puede originarse como resultado del pecado, tal como cuando la hermana de Moisés, lo calumnió: “María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita... Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa” (Nm. 12:1, 9, 10).
Según dicen los expertos médicos de hoy día, muchos malestares pueden ser causados por estrés, temor y ansiedad. Sin embargo, el primer lugar donde buscamos ayuda es en el consultorio del médico en vez de acudir al pastor o a la Palabra de Dios. La epístola de Santiago nos dice de quién debemos procurar ayuda: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Stg. 5:14, 15).
En este punto es necesario aclarar algo: Para el tiempo en que Pablo escribió esta epístola, el aceite era un artículo de enfermería que se usaba para desinfectar las heridas. Así, que no se trataba de la “unción milagrosa” que se practica hoy en muchas iglesias. Pero lo que sí es cierto, es que cuando la iglesia ora, es el Señor quien sana.
Pero... ¿Por qué la oración es la solución apropiada? Porque a menudo cargamos con enfermedades espirituales, como culpa, ira, amargura, rencor, etc. No obstante eso no significa que no hay necesidad de médicos ni de medicina, sin embargo, si resolvemos las causas internas primero, en ocasiones los síntomas externos desaparecen. Juan oró por Gayo así: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn. 2). De esa manera, vinculó todo su bienestar: cuerpo, alma y emociones, porque lo que afecta el alma, afecta el cuerpo.
Siervos
De acuerdo con un artículo publicado en el sitio de Internet www.cohen-lev.org, el verbo para cohen o sacerdote, es lejahan, que significa «servir». Se menciona en Éxodo 28:1, que dice: “Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aarón”. Algunas traducciones usan allí la palabra «ministre» o «sirva» en lugar de “sean”.
Otra definición para ese verbo en hebreo es «comprometerse con la causa de otro». Los sacerdotes judíos y los pastores hoy, están comprometidos con la causa de Dios. Eso implica muchas cosas, y gran parte representa servicio práctico. Cuando el ministerio se realiza en el amor a Dios, uno puede incluso, poner la propia vida por otro. Aunque el Señor Jesucristo es Rey de reyes, vino a servir, no a gobernar. Cuando sus discípulos discutían quién sería el mayor entre ellos, dijo: “Mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lc. 22:26, 27).
Servir o ministrar incluye cuidar a los enfermos, alimentar a los hambrientos, vestir a los pobres - especialmente a las viudas y los huérfanos, y visitar a los presos. Esta es una parte muy importante del ministerio cristiano, tal como así lo implicó el propio Señor Jesucristo en esta parábola: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí... Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25:34-36, 40).
Antes que pensemos que esas tareas son demasiado “bajas”, recordemos que los primeros «siervos» en la iglesia «servían a las mesas», cuidaban a las viudas, y eran “...varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría…” (Hch. 6:3b).
Consagrados para el servicio
Comentaristas judíos explican que la palabra hebrea para «consagración»literalmente significa «llenar las manos». Originalmente, nuestras manos están vacías. Pero... ¿con qué las llenamos? En el Vayikra, el nombre en hebreo para el libro de Levítico, dice que las manos de los sacerdotes estaban llenas de santidad para poder así tocar las cosas sagradas en el Lugar Santo. Otros textos aclaran aún más ese concepto.
Antes de su muerte, Moisés consagró a Josué, porque “...Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca” (Nm. 27:18-20). Luego Deuteronomio 34:9 declara: “Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés”.
Ese mismo concepto de la transferencia de autoridad, podemos verlo cuando Elías le entregó su manto a Eliseo, “...Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí... Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán. Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo” (2 R. 2:9, 11-14). El ministerio de Eliseo verdaderamente fue duplicado, tanto en tiempo como en la cantidad de milagros.
Dios también dijo a Moisés: “Esto es lo que les harás para consagrarlos, para que sean mis sacerdotes...” (Ex. 29:1a). El pueblo judío usa la palabra «consagrar»frecuentemente, pero dentro de la iglesia cristiana el concepto puede entenderse mejor como «santificación» o «dedicación», que significa ser apartado para uso sagrado.
Al pensar en hombres consagrados, lo que viene a nuestra mente son líderes eclesiásticos que han sido ordenados y reciben la autoridad de la iglesia para ejercer sus funciones. Sin embargo, los creyentes también recibimos la autoridad de Dios. El Señor Jesucristo dijo que todos sus seguidores consagrados tienen autoridad sobre el poder del maligno: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lc. 10:19). Sólo tenemos que aprender a usar esa autoridad.
Hay muchas referencias en el Nuevo Testamento que dicen que hemos sido santificados, tal como dice Pablo: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co. 6:11).
Que hemos sido santificados por la verdad, ya que dijo Jesús: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Jn. 17:19).
Por nuestra fe en Jesús, tal como le dijo el Señor a Pablo: “...para que reciban, por la fe que es en mí...” (Hch. 26:18).
Y por su sacrifico por nosotros: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (He. 10:10).
Cuando leemos sobre la manera cómo Aarón y sus hijos fueron consagrados, tal como está detallado en los capítulos 28 y 29 de Éxodo y 8 de Levíticos, podemos ver aspectos de nuestra propia consagración para el servicio a Dios.
Lavados
“Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua” (Lv. 8:6). Según un comentario en el Vayikra, eso significa que ellos fueron totalmente inmersos en agua, simbolizando la idea de que uno debe sumergirse en la santidad de Dios y dejar atrás toda influencia externa y contradictoria. Es algo muy parecido al bautismo cristiano, que es nuestro testimonio público de una vida transformada para Dios.
Cada día, los sacerdotes se lavaban las manos y los pies antes de entrar al Lugar Santo, recordando así que debían permanecer puros y santos en su servicio a Dios. Los cristianos asimismo somos santificados y lavados “...en el lavamiento del agua por la palabra” (Ef. 5:26b).
Vestidos
Luego, Moisés los vistió. Éxodo 28:2 dice: “Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura”. Mientras esto es lo que dice Pablo, sobre la belleza de la vestidura de los creyentes: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro...” (Col. 3:12, 13a). También agrega refiriéndose a la armadura: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef. 6:13-17).
Grabado en una placa de oro sobre la frente, como parte del turbante o tiara, el sacerdote llevaba la frase “SANTIDAD A JEHOVÁ” (Ex. 28:36). Mientras que Pablo nos dijo a nosotros: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Ro. 12:1).
Ungidos
Los sacerdotes primero eran ungidos con aceite, después con sangre, y luego con una mezcla de aceite y sangre. La Enciclopedia Judaica observa que el aceite fue derramado sólo sobre la cabeza de Aarón, y rociado sobre sus hijos. La sangre fue aplicada a la punta de la oreja derecha, al pulgar de la mano derecha y al dedo grande del pie derecho. Y Dios ahora quiere ungir los oídos, las manos y los pies de sus siervos para que escuchen, sirvan y caminen en su poder.
Cualquier creyente podría pretender ocupar la posición de sacerdote sin haber sido ungido para ello. También es posible que como siervos de Dios tratemos de hacer las cosas en la fuerza de nuestra propia carne sin ser dirigidos por el Espíritu Santo. No obstante, cuando permitimos que el Espíritu Santo dirija nuestros pasos, caminamos bajo su unción. Dios le dio a los antiguos sacerdotes instrucciones muy específicas sobre cómo se hacía la labor del templo. Si la hacían de cualquier otra forma, podrían perder la vida. Nosotros también debemos ministrar en conformidad con su Palabra.
El pastor y autor cristiano E. M. Bounds, quien nació en 1835 y falleció en 1913, escribió: «Sin eso, no lograremos ningún resultado verdaderamente espiritual». Dependiendo del llamado que hayamos recibido del Señor, podría ser necesario que nos apartemos por un tiempo para buscarlo. Dios le dijo a Aarón y sus hijos que se quedaran dentro del complejo del Tabernáculo por siete días antes de ser consagrados. También tuvieron que ofrecer varios sacrificios y hacer una ofrenda por el pecado, reconociendo con esto su propia necesidad de ser perdonados. Su ofrenda quemada ilustró su total dedicación al Señor. Luego comieron su ofrenda de paz en íntima comunión con Dios. Nosotros, en una forma similar necesitamos experimentar comunión con Él cada día.
Durante esa semana, los sacerdotes debieron sentir la pesada carga de la responsabilidad. Nosotros también debemos experimentar ese compromiso. Tristemente, la mayoría de los creyentes están convencidos que las tareas sacerdotales son solamente para pastores, pero no es así. Así como toda la nación de Israel fue llamada a ser una nación santa, todos los miembros de la iglesia hemos sido llamados a ser un pueblo santo.
Como hijos del único y verdadero Dios, hemos sido llamados a ser sus sacerdotes y luz para un mundo en tinieblas. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt. 5:14-16).