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Daniel Draper

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:27–29)

Charles Spurgeon

“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hec. 4:12)

Charles Haddon Spurgeon nació en 1834 en Menton, Francia.  Fue un pastor bautista reformado inglés.  Según la Biblioteca Cristiana en Internet, a largo de su vida evangelizó alrededor de diez millones de personas, e incluso se asegura que llegó a predicar hasta diez veces a la semana en distintos lugares. Sus sermones han sido traducidos a varios idiomas y es conocido como el “Príncipe de los Predicadores”.

Orando con los poderosos

“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra” (Sal. 46:10)

¿Qué diría usted si tuviera que orar dos minutos en una habitación colmada con los políticos más poderosos en Estados Unidos?  Esa pregunta debía hacerse a sí mismo Catherine Wood uno de los predicadores más conocidos y notables de su tiempo.

Un himno triunfante

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Cor. 10:4).

¿Cómo pudo un hombre con 15 hijos encontrar tiempo para escribir himnos y cosas relacionadas con el cristianismo?  Alguien ordinario no lo habría hecho, pero Sabine Baring-Gould no era un hombre común y corriente, sino que su mente estaba ocupada en muchas cosas: el cristianismo, registrar la vida de santos, escribir himnos, historias, leyendas y la arqueología.

La Biblia: Un preciado tesoro

Los creyentes tenemos la bendición de poder apreciar el corazón de Dios descrito en su Palabra.  Leer la Biblia por entero es penetrar en un vasto universo.   Cuando lo hacemos por primera vez, no podemos entenderla completamente, pero es maravilloso leerla y reflexionar acerca de la forma cómo Dios interactúa con Sus hijos.

La batalla por la vida

         “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Rom. 12:21).

La sangre corría a raudales, los hombres morían, mientras las multitudes daban alaridos de júbilo.  Tal era el “entretenimiento” que gustaban de disfrutar los romanos de la antigüedad, lo cual es familiar a todos nosotros, gracias a películas como El Gladiador Espartaco.  Antes de los enfrentamientos, los gladiadores saludaban a los emperadores con estas palabras: “¡Salve César, los que van a morir te saludan!”. 

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