Las setenta semanas de años
- Fecha de publicación: Sábado, 25 Agosto 2012, 01:23 horas
- Escrito por Pastor J. A, Holowaty
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Estamos viviendo en un tiempo muy emocionante. Creo que somos esa generación que va a presencia el retorno de Jesucristo.
El Dios de Israel existe tiene un plan trazado desde antes de la fundación del mundo para este mundo y para la humanidad. La Biblia contiene la evidencia más asombrosa y convincente que apoya esto plenamente. A diferencia de muchos de los síquicos de nuestros días, los profetas del Antiguo Testamento registraron un mensaje de esperanza y promesa para el futuro. La Biblia porta un mensaje profético, pero muchas personan tienen la idea que es necesario ser un erudito para comprender sus profecías.
Daniel es el más grande de todos los profetas del antiguo Israel, tanto por su carácter intachable como hombre de Dios, como por las revelaciones Divinas sin paralelo que recibió y le permitieron ver a través del velo del tiempo y describir el futuro. Es imposible exagerar la importancia del Daniel en lo que respecta a su influencia sobre el punto de vista profético tanto de judíos como de cristianos durante los últimos 2.000 años. Sir Isaac Newton, el gran físico, estaba tan fascinado por las profecías de Daniel que escribió un libro acerca de ellas. Newton registró las siguientes palabras: “Rechazar a Daniel es repudiar la religión cristiana”, indicando con esto el papel fundamental de las profecías de Daniel en el pensamiento cristiano. Joseph Poule, un teólogo alemán que vivió desde 1852 a 1920, hizo notar la importancia vital de la profecía en la teología. Dijo: “La escatología es la corona y tope de la teología dogmática”. Probablemente ningún otro libro en la Biblia ha sufrido más ataques continuados a través de los siglos que el libro de Daniel y la razón es simple.
1. Daniel provee la más fuerte evidencia sobre la inspiración de la Escritura.
2. Identifica a Jesús como el Mesías, y
3. Contiene la promesa de su retorno para establecer el Reino de Dios sobre la tierra.
Trágicamente, muchos profesores de seminarios, pastores y comentaristas bíblicos hoy, aceptan el argumento de la escuela de la más alta crítica de eruditos incrédulos quienes rechazan la autenticidad de las profecías de Daniel sin considerar la evidencia. Este rechazo a la autoridad del libro de Daniel ha debilitado inevitablemente la creencia de muchas personas en la autoridad de la Escritura. También ha socavado la creencia en las profecías de la Biblia como mensaje genuino de Dios a la Iglesia de hoy. El mayor peligro se origina de pastores y teólogos quienes han dejado de confiar en las profecías de la Biblia. En las últimas generaciones los líderes de las principales denominaciones se han ido olvidando progresivamente de “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3), hasta el punto que la diferencia entre esos críticos que atacan la fe y los teólogos que la defienden se ha tornado casi indistinguible. La “sal” definitivamente ha perdido su sabor. “Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?” (Lc. 14:34).
El propio Señor Jesucristo mencionó el nombre de Daniel y apoyó su obra como un profeta inspirado de Dios. En su sermón sobre las señales del fin del siglo, Cristo declaró: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mt. 24:15,16). Esta declaración extraordinaria del Señor Jesucristo confirma que Daniel era un verdadero profeta de Dios y ratifica asimismo de una vez y para siempre la autoridad de sus profecías para todos los que aceptan la deidad de Cristo y la inspiración de la Escritura. Además, nuestro Señor le ordenó a los creyentes que leyeran y entendieran las palabras de la profecía de Daniel.
Tanto Pablo como Juan se inspiraron repetidamente en los temas proféticos expuestos por Daniel seis siglos antes. Los apóstoles creían que el plan redentor de Dios tendría cumplimiento profético en dos grandes eventos claves redentores:
1. La vida, muerte y resurrección de Cristo, y
2. Su retorno a la tierra como el Mesías Rey para redimir a la humanidad y a la tierra de la maldición del pecado. Los escritores del Nuevo Testamento vieron estos actos como dos partes del plan redentor de Dios para la humanidad.
Los temas principales de la profecía bíblica fueron expuestos por los grandes profetas del Antiguo Testamento, particularmente en el libro de Daniel y en las varias profecías del Nuevo Testamento, constituyendo los temas proféticos que encontramos en la revelación bíblica. Es significativo que los Rollos del mar Muerto revelen que esos que vivieron en Qumrán le dieron a las profecías de Daniel el más alto honor en su teología y expectativas Mesiánicas. Daniel fue uno de estos grandes profetas, aunque algunos dicen que no fue el autor del libro que lleva su nombre, sino que el mismo fue escrito años después de ocurrido lo hechos y que por lo tanto no es para nada profético. Según ellos los acontecimientos narrados fueron registrados después que Antíoco Epífanes conquistara a Jerusalén y profanaran el templo al sacrificar un cerdo sobre el altar. Ese fue el tiempo de los Macabeos, el año 164 antes de Cristo. Esas personas están convencidas que quien escribió el libro tenía que haber estado vivo en ese tiempo, porque Daniel predice en gran detalle el orden de todas las naciones del mundo desde Babilonia hasta Antíoco Epífanes. Sólo quienes creemos que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios estamos seguros que Daniel sí lo escribió por inspiración divina.
Daniel habló del imperio Medo-Persa antes de que el mismo existiera, asimismo de los griegos. Escribió sobre el quebrantamiento del imperio de Alejandro el Grande y de los cuatro generales que le sucedieron y dio datos exactos sobre el imperio romano. Narró las batallas Tolemaicas y Seléucidas por Israel, tras el rompimiento del imperio griego de Alejandro el Grande. Nos ofrece detalle por detalle y rey por rey. La exactitud histórica del capítulo 11 de Daniel es incuestionable. Por consiguiente, algunas personas están convencidas de que no hay forma que alguien hubiera podido escribir este libro. Para aceptar que Daniel ciertamente fue su autor tenemos que creer en la revelación divina de la Escritura.
LAS SESENTA SEMANAS
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gá. 4:4). El doctor Kenneth Wuest, un notable erudito del idioma griego, comentó sobre este versículo: “El significado es, que Dios enviará a su Hijo en la carne, cuando llegara el momento, cuando se completara el período designado por él. Cuando transcurriera el lapso que había determinado. En el momento que había preordenado para la venida del Mesías. Dios permitió que Daniel supiera que el tiempo de la venida de su Hijo sería 483 años después del edicto del gobierno Medo-Persa para reconstruir a Jerusalén”.
Leemos en la Escritura que en una ocasión en que Daniel oraba y derramaba su espíritu delante de Dios, el arcángel Gabriel se presentó delante de él y le confió esta profecía: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, más no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Dn. 9:24-27).
Esta profecía ha sido un punto de seria controversia en la Iglesia de Jesucristo. Me gustaría que no fuera así, pero es. Son muy variadas sus interpretaciones, por eso creo que debemos examinarla cuidadosamente, ya que excelentes maestros en la Biblia parecen no ponerse de acuerdo. Es una profecía muy importante, que nos lleva hasta nuestros propios días de la historia y hasta cosas que son todavía del futuro. Es tremendamente extraordinaria, ya vimos que el propio Señor Jesucristo la mencionó en su discurso del monte de los Olivos. Sin embargo, antes debemos considerar tres cosas:
1. LA SOBERANÍA DE DIOS. La Soberanía de Dios se encuentra claramente expuesta en las palabras, “Setenta semanas están determinadas...” No podemos cambiar eso. Su Soberanía está detrás de esta profecía.
2. LOS PECADOS DEL PUEBLO DE DIOS. Los pecados del pueblo de Dios son también una de las causas, por eso dice la Escritura: “Sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad...” refiriéndose al pueblo judío. Muchos comenten el error aquí, en este punto, al tratar de aplicarle esta profecía a los gentiles, pero no es así, la Escritura es bien clara e indica que se trata de Israel.
3. EL ESTABLECIMIENTO DEL REINO DE DIOS. Esta es la tercera causa.
1. LA SOBERANÍA DE DIOS
Dios es soberano y tiene el control sobre todas las cosas. De hecho, el entero tema del libro de Daniel es la soberanía de Dios. Muestra como el Creador llevó a este joven en medio de una cultura pagana y lo usó para Su gloria, porque Daniel decidió ser fiel a Dios y no comprometerse. Este mensaje es para todos hoy. Vivimos en una Babilonia moderna, en medio de una cultura secular y el mensaje de Daniel es que debemos estar dispuestos a ser fieles aunque estemos solos. No se puede argumentar nada en contra de la Soberanía Divina. Si piensa que las cosas dependen de usted, no sabe de qué está hablando, aunque sabemos que Dios se sirve de agencias humanas. Si decidimos no trabajar por algo, no estamos forzando la mano de Dios. Él sabía de antemano la decisión que íbamos a adoptar y planeó que fuese así.
2. LOS PECADOS DEL PUEBLO DE DIOS
Estas 70 semanas que delinean toda la historia profética, hablan de “terminar la prevaricación”. La raíz de esta palabra en el lenguaje original de la Escritura es “rebelarse” y el artículo definido enfrente se refiere a una rebelión particular, es decir a la apostasía de Israel. En cuanto a “semanas” el consenso de los eruditos y también el mío, es que representa años, no a días o meses. El texto dice que dentro de 70 semanas terminará la prevaricación. Y como una semana es igual a siete años, entonces las 70 semanas son iguales a 70 por siete, es decir a 490 años. Más adelante aclararé mejor por qué tienen que ser años y no días o meses. De acuerdo con el pasaje, los pecados del pueblo de Dios, o lo que es lo mismo su apostasía, terminará en medio del contexto de desarrollo de esta profecía, durante las 70 semanas. Será entonces cuando concluirá la rebelión del pueblo de Dios.
La Biblia predice que llegará un día cuando terminará esta rebelión. Se necesitará la intervención del Espíritu Santo, de la misma forma como es indispensable para la salvación de los gentiles. Ni uno solo de nosotros puede llegarse a Dios sin su ayuda. Los israelitas primero tenían que tomar posesión del territorio de Jerusalén y esto solo ocurrió hasta 1967.
Sin embargo, el profeta Zacarías dio esta profecía: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y lloraron como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadadrimón en el valle de Meguido. Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de Simei por sí, y sus mujeres por sí; todos los otros linajes, cada uno por sí, y sus mujeres por sí. En aquel día habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia” (Zac. 12:10-13:1).
El Apóstol Pablo dice en Romanos 11:1: “Digo pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera”. Luego pasa a discutir el plan maravilloso de Dios. El versículo 5 de este mismo capítulo de Romanos dice: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia” y luego Pablo procede a discutir la caída de Israel: “Digo pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?” (Ro. 11:11,12).
Dios sigue diciendo por medio del apóstol que una vez más está tratando con Israel: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos; que ha ocurrido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Ro. 11:25). Pero, ¿qué es “la plenitud de los gentiles”? Es la salvación de los gentiles. Y, ¿cuándo comenzó Dios su programa de salvar a los gentiles? Lo inició en el capítulo 2 de Hechos. Él dijo en el Antiguo Testamento que “derramar(ía) de (su) Espíritu sobre toda carne...” (JI.2:28). Eso comenzó el día de Pentecostés. Ese derramamiento del Espíritu no tiene nada que ver con los dones espirituales como algunas personas dicen, sino que se refiere a la salvación de los gentiles.
Desde Pentecostés hasta el día presente, Dios ha estado salvando a gentiles en medio de cada pueblo, tribu, lengua o nación. Esto continuará y se intensificará en el período de la tribulación, el cual es la última de las 70 semanas de Daniel. Llegará a su fin a la conclusión del período de la tribulación, cuando todos los gentiles que Dios haya querido salvar, sean salvos.
“La plenitud de los gentiles”, el derramamiento del Espíritu Santo sobre ellos, se completará. Cuando haya concluido, Dios removerá la ceguera y el endurecimiento de Israel debido a su rebelión y apostasía. “Y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando quite sus pecados” (Ro. 11:26,27).
Cuando Daniel profetizó acerca de “terminar la prevaricación”, estaba refiriéndose al final de la tribulación, es decir a la conclusión de los 490 años, tal como veremos más adelante. La nación de Israel abandonará su rebelión y como nación se volverá al Mesías y depositará su fe en él. El Espíritu Santo se derramará sobre la casa de David en ese día, tal como se ha estado derramando sobre los gentiles. ¡Qué día más maravilloso será ese! Israel, como nación, se volverá a su Mesías al final del período de la tribulación. Así terminará la prevaricación.
El segundo hecho acerca de los pecados del pueblo de Dios es que el Señor le “pon(drá) fin al pecado” de Israel. Algunas personas dicen que esto se refiere a quitarle sus pecados. Sin embargo, hay otro significado incluso mucho más probable en la interpretación gramatical aquí. Es que Dios va a ponerle fin a los pecados de Israel, juzgándolo. Esos que no se arrepientan de sus pecados serán juzgados: “Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meterá en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y yo lo oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios” (Zac. 13:8,9).
Va a haber un proceso de refinamiento. Cuando el Señor dice que va a poner fin a los pecados, está refiriéndose al juicio. Dios va a juzgar a Israel y cortará dos tercios de la nación. Sólo un tercio del pueblo responderá al Evangelio cuando el Espíritu de Dios se derrame sobre todos los habitantes de Jerusalén. Es muy posible que esto se refiera a todos los judíos en el mundo. Hay cerca de 17 millones de ellos, lo cual quiere decir que cerca de seis millones se volverán al Señor, pero el resto no lo hará.
La profecía de Ezequiel nos dice cómo Dios le pondrá fin a los pecados, implicando con esto un plural. En la primera frase “terminar la prevaricación”, el Señor está refiriéndose a una rebelión en particular; pero en la segunda frase “poner fin al pecado”, está haciendo alusión a la acumulación de sus pecados durante este entero período. Eso normalmente significa que va a juzgarlos. “Vivo yo, dice Jehová el Señor, que con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado, he de reinar sobre vosotros; y os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado; y os traeré al desierto de los pueblos, y allí litigaré con vosotros cara a cara. Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice Jehová el Señor” (Ez. 20:33-36).
¿Qué le ocurrió a todo el pueblo en el desierto? Todos murieron y ninguno entró en la tierra prometida excepto Josué y Caleb. Dios ahora dice que hará la misma cosa con su pueblo en estos días: “Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes y a los que se rebelaron contra mí, de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, mas a la tierra de Israel no entrarán; y sabréis que yo soy Jehová” (Ez. 20:37,38). En el lapso de estos 490 años, Dios va a terminar la rebelión y a ponerle fin al pecado. Va a castigarlos, si no se vuelven a él. Va a juzgarlos.
La tercera declaración acerca de los pecados del pueblo de Dios es: “Expiar la iniquidad”,es decir reconciliar a su pueblo. “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo...” (2 Co. 5:19). La reconciliación será para el pueblo de Israel. La respuesta de Dios siempre ha sido enviar a un Redentor. Al Redentor se le llama el Mesías Príncipe: “Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová” (Is. 59:20).
En el capítulo 61 de Isaías, el Mesías está hablando y dice: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Is. 61:1-3).
Es interesante que el Señor Jesucristo citara esto acerca de sí mismo en la sinagoga en Nazaret, pero llama la atención que no hubiera mencionado todo el pasaje. Él concluyó su cita al decir: “el año agradable del Señor”. Luego se volvió a la audiencia y manifestó: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lc. 4:21). Jesús no se refirió al “día de venganza del Dios nuestro”,porque eso ocurrirá durante el período de la tribulación. Pero, ¿quién predicó el Evangelio? ¿Quién vendó a los quebrantados de corazón? ¿Quién le proclamó libertad a los cautivos? ¡El Siervo de Dios! Ese sobre quien estaba el Espíritu del Señor, y ese Espíritu estaba sobre Jesús, él mismo así lo dijo. Jesús es el Mesías, el único que puede expiar la iniquidad.
“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó de su camino; mas Jehová cargó con él el pecado de todos nosotros” (Is. 53:1-6).
Pero, ¿cómo irá a ser tratado Israel en términos de su pecado?...
1. Dios “terminar(á) la prevaricación”,
2. Le “pondr(á) fin al pecado”,
3. Y “expiar(á) la iniquidad”. El motivo de la profecía es la SOBERANÍA DE DIOS y LOS PECADOS DE SU PUEBLO.
3. EL ESTABLECIMIENTO DEL REINO DE DIOS
La primera cosa respecto al reino de Dios es “traer la justicia perdurable” después de 490 años, ¡Qué profecía más maravillosa! Creo que se refiere al Reino Milenial del Mesías, el cual comenzará inmediatamente después de la conclusión de los 490 años, es decir al final de la tribulación. El Señor Jesucristo establecerá su reino que tendrá un cumplimiento especial prometido para la nación de Israel por mil años. El Mesías gobernará desde Jerusalén, se sentará en el trono de David su padre, y reinará en justicia. ¡Qué bendita promesa cumplirá Dios! Va a establecer su reino y “traer la justicia perdurable” en el planeta por su propio Hijo, el Mesías. “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantará a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra” (Jer. 23:5,6).
El propósito de las 70 semanas, los 490 años, se cumplirá con el establecimiento del Reino de Dios y su justicia perdurable. El Mesías será quien establecerá esta justicia. “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” (Is. 11:1-5).
El Mesías es descrito como ese “que juzgará con justicia” perdurable. Juzgará en justicia y todo se hará en forma correcta. Nadie tendrá que quejarse de nada. “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Is. 9:6,7). Dios gobernará con justicia, todo se hará correctamente, nadie se quejará.
“Sellar la visión y la profecía”. En el texto original de la Escritura, la palabra que se traduce en nuestra Biblia como “sellar”, es la misma raíz que anteriormente se tradujo como “poner fin al pecado” en Daniel 9:24. En otras palabras el versículo más correctamente dice: “Poner fin a la visión y la profecía”, es decir la terminación directa de la revelación. Todo esto es irreversible, va a ocurrir dentro del lapso de estas 70 semanas. La Biblia nos dice de manera definitiva que va a concluir. El apóstol Juan cita a Daniel en el capítulo 22 de su libro de Apocalipsis, dice: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitara de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitare su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap. 22:18,19).
Esto indica que es algo que está acabado. Daniel dice que durante las 70 semanas, Dios le pondrá fin a la profecía, no habrá más revelación se acabará. Todo será irreversible y se completará durante las 70 semanas. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otros tiempos a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (He. 1:1-3).
En el pasado Dios le habló a la humanidad por medio de los profetas, y en estos postreros días nos ha hablado por su Hijo, “a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”. El mensaje final de Dios es la revelación de su Hijo, pero se trata de su Hijo después de los evangelios. Puedo asegurar esto con propiedad porque el pasaje de la Escritura dice bien claro que él “habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. ¡Por consiguiente, la revelación acerca de su Hijo es póstuma, después de su resurrección! Encontramos esta revelación póstuma del Mesías en el libro de Apocalipsis, cuyo nombre es “La Revelación de nuestro Señor Jesucristo”.
En el capítulo 1 vemos un cuadro de Cristo que es completamente diferente a todo lo que hemos observado en los evangelios. De acuerdo con Hebreos 1:1-3, la Biblia enseña que la revelación directa, es decir Dios hablándole al pueblo, iba a acabar. Que habría una revelación final de parte del Señor Jesucristo y que después de eso Dios dejaría de comunicarse directamente. Por lo tanto es bien interesante lo que dice el capítulo 22 de Apocalipsis. Es obvio que después de esto nada puede añadirse o quitarse.
Esto significa que esta profecía de Daniel tuvo cumplimiento cuando se nos dio el libro de Apocalipsis, lo cual ocurrió aproximadamente en el año 95 de la era cristiana. El fin de la profecía tendría lugar durante las 70 semanas, no importa lo que cualquiera diga respecto a que ha recibido una revelación directa de parte de Dios, porque Dios dijo bien claro que no sería así. Tal vez esas personas comieron demasiado y tuvieron una mala digestión, pero lo cierto es, ¡QUE DE NINGUNA MANERA PUDIERON HABER RECIBIDO REVELACIÓN ALGUNA DE PARTE DE DIOS!
Sé que esto es uno de los principales debates entre los cristianos, pero no lo digo yo, sino la Palabra de Dios.
Así se lo he enseñado a grupos que creen en la revelación directa de Dios. Un conocido en ese movimiento me dijo en una ocasión: “Hermano, si lo que usted dice es correcto, ¡entonces eso quiere decir que nosotros estamos equivocados!”. No me quedó otra cosa más que asentir, porque no puede ser de otra forma. Ahora, esto no quiere decir que estoy afirmando que sólo yo estoy en lo correcto y que los demás están equivocados. Lo digo y lo repito día tras día a través de mis mensajes radiales: Todos debemos leer la Biblia. Leerla una y otra vez, y nunca tomar un versículo fuera de su contexto. Además es necesario pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a discernir correctamente. Tenga bien presente, que Dios jamás se contradice y que es imposible que afirme una cosa en un pasaje y luego diga lo opuesto en otro. Cuando ocurre tal cosa es simplemente porque se ha tomado un texto fuera de su contexto, aunque la confusión mayor entre los cristianos de hoy, radica en el hecho de atribuirle a la Iglesia profecías que sólo conciernen a la nación de Israel y viceversa.
Pregúntese usted mismo: “Si Dios afirma que ‘nada se puede añadir o quitar a las palabras del libro de esta profecía’, en otras palabras que ha dejado de hablar, y que su última revelación nos la dio por medio de su Hijo en el libro de Apocalipsis, ¿cómo es posible entonces que le hable a ese hermano o que me esté hablando a mí?”. Es obvio, nadie está recibiendo revelación directa de Dios, porque él ya la completó. ¡El Señor dijo que todo habría de cumplirse exactamente como lo había determinado y eso es definitivo! Estamos confiando en una revelación completa y final de Dios escrita en la forma que hoy conocemos como La Biblia. Por lo tanto todo lo que éste o aquel grupo pueda considerar como revelación adicional dada por Dios, es un engaño terrible. ¡No hay ninguna revelación adicional! Todo concluyó. Está sellado. El establecimiento del Reino de Dios incluirá “el traer la justicia perdurable y sellar la visión y la profecía”, es decir acabar con la visión y la profecía, todo lo cual hace su contenido irreversible.
“Ungir al santo de los santos”. Daniel, un profeta de Dios escribió su libro en el tiempo del cautiverio babilonio y durante el inicio del reinado de Medo-Persa. Esta profecía no sólo se refiere a la reconstrucción de un templo, sino a la unción del Santo de los santos en ese templo. Daniel también predijo que se le daría muerte dentro del lapso de estas 70 semanas. ¡Y para que el Santo de los santos pueda ser ungido, primero tiene que reconstruirse el templo o en su defecto un santuario de adoración! Tienen que transcurrir 70 semanas de historia, al final de las cuales vamos a ver el establecimiento del Reino de Dios en la tierra y de su justicia perdurable, pero no vamos a tener ninguna revelación directa. Se le pondrá fin al pecado y entonces tendrá lugar la reconciliación de Israel al final de la tribulación.
Pero, ¿qué con respecto a la unción del Santo de los santos? Durante el Reinado Milenial del Señor Jesucristo va a haber un templo en Jerusalén. Los últimos nueve capítulos del libro de Ezequiel hablan acerca del Templo Milenial. Si usted le preguntara al ministro de estado de Israel acerca del templo, él le hablaría de tres de ellos. El primero fue el que construyó Salomón y fue destruido por los babilonios en el año 586 antes de Cristo. El segundo fue edificado por Herodes el Grande, y fue derribado por los romanos en el año 70 de la era cristiana. Y el tercero será erigido por el propio Mesías.
Los últimos nueve capítulos del libro de Ezequiel lo describen. Y dice Ezequiel 43:12: “Esta es la ley de la casa: Sobre la cumbre del monte, el recinto entero, todo en derredor, será santísimo. He aquí que esta es la ley de la casa”, es decir la ley del templo. “El más santo”, esas son las palabras exactas usadas por Daniel. Va a haber un templo y también se celebrarán sacrificios. No obstante, tal vez usted se preguntará: “Pero, si Jesús murió en la cruz, ¿para qué necesitamos sacrificios?”. Permítame hacerle esta pregunta: ¿Por qué los cristianos celebramos la santa cena? ¿Por qué tomamos el pan y el vino? Jesús ya murió... entonces... ¿por qué lo hacemos? ¿Estamos volviendo a hacer expiación?
Algunas personas enseñan que están volviendo a ofrecer el sacrificio de Cristo, que el pan y el vino se convierten realmente en su cuerpo sangre mediante el milagro de la transubstanciación. Nosotros creemos que la santa cena es un memorial, un símbolo. Creemos que estamos proclamando la muerte y resurrección del Señor hasta que él regrese. Aceptamos por fe exactamente lo que el Señor Jesucristo dijo: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lc. 22:19,20). Y si la santa cena es un memorial... ¿Por qué entonces no podrán celebrarse sacrificios en el Templo Milenial con el mismo propósito?
En el milenio se conmemorarán fiestas y sacrificios. Zacarías describe el regreso de Cristo al final de la batalla del Armagedón, cuando establecerá su Reino en la tierra, y cómo será la vida en Jerusalén durante el milenio. “Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos, Y acontecerá que los de la familia de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia. Y si la familia de Egipto no subiere y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá la plaga con que Jehová herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Esta será la pena del pecado de Egipto, y del pecado de todas las naciones que no subieren para celebrar la fiesta de los tabernáculos. En aquel día estará grabado sobre las campanillas de los caballos: SANTIDAD A JEHOVÁ; y las ollas de la casa de Jehová serán como los tazones del altar. Y toda olla en Jerusalén y Judá será consagrada a Jehová de los ejércitos; y todos los que sacrificaren vendrán y tomarán de ellas, y cocerán en ellas; y no habrá en aquel día más mercader en la casa de Jehová de los ejércitos” (Zac. 14:16-21).
La Biblia dice que van a celebrarse sacrificios, no puedo explicarlo, pero así va a ser. Hay tanto sobre el reinado Milenial de Cristo que nunca estudiamos. La mayor parte se encuentra en el Antiguo Testamento. Va a haber un templo en Jerusalén que será construido por el Mesías. ¡Sus dimensiones son colosales! Usted puede encontrar su descripción en los últimos nueve capítulos del libro de Ezequiel. La estructura topográfica de Israel cambiará y será la característica clave de Jerusalén.
Habrá un río que fluirá y sanará las aguas del mar Muerto, el cual se colmará de peces, la vida volverá a prosperar en sus aguas. Todo va cambiar. Habrá un nuevo templo en el cual se adorará al Señor, ¡todas las naciones del mundo irán allí para adorarlo! Sí, ven Señor Jesús.
LA ORDEN QUE DA COMIENZO A LA PROFECÍA
“Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas, se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí, y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario...” (Dn. 9:25,26).
Por consiguiente, la orden que da comienzo a la profecía es el mandato de reconstruir a Jerusalén. La clave son las palabras “la plaza y el muro”. Es más o menos como el centro de la ciudad, el cual no se construía en tiempos antiguos hasta tanto no había un muro, por lo tanto la palabra clave es “muro”. En la Biblia hay cuatro ordenanzas concernientes a la reconstrucción de Jerusalén. En este estudio no vamos a estudiarlas, sólo nos limitaremos a mencionarlas.
Ciro el persa dio la orden de reconstruir el templo. Eso lo encontramos en el capítulo 36 del libro 2 de Crónicas y en Esdras 1:1-4 y 6:1-5. Esa orden fue dada en el año 538 antes de Cristo y no incluía el muro, sólo la orden de reconstruir el templo. “En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo: Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén. Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde more, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Jerusalén. Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén” (Esd. 1: 1-4).
La segunda orden fue dada por Darío y todo lo que él hizo fue confirmar el decreto de Ciro. Esto fue en el año 519 antes de Cristo. Usted puede leer esto en Esdras 6:6-12. Y dijo Darío: “Ahora, pues, Tatnai gobernador del otro lado del río, Setarboznai, y vuestros compañeros los gobernadores que estáis al otro lado del río, alejaos de allí. Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esta casa de Dios en su lugar. Y por mí es dada orden de lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para reedificar esa casa de Dios; que de la hacienda del rey, que tiene del tributo del otro lado del río, sean dados puntualmente a esos varones los gastos, para que no cese la obra. Y lo que fuere necesario, becerros, carneros y corderos para holocaustos al Dios del cielo, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que dijeren los sacerdotes que están en Jerusalén, les sea dado día por día sin obstáculo alguno, para que ofrezcan sacrificios agradables al Dios del cielo, y oren por la vida del rey y por sus hijos. También por mí es dada orden, que cualquiera que altere este decreto, se le arranque un madero de su casa, y alzado, sea colgado en él, y su casa sea hecha muladar por esto. Y el Dios que hizo habitar allí su nombre, destruya a todo rey y pueblo que pusiere su mano para cambiar o destruir esa casa de Dios, la cual está en Jerusalén. Yo Darío he dado el decreto; sea cumplido prontamente”.
La tercera orden para reconstruir a Jerusalén fue dada por Artajerjes en el año 458 antes de Cristo, y se encuentra en Esdras 77:11-26. Y dice en parte: “Esta es la copia de la carta que dio el rey Artajerjes al sacerdote Esdras, escriba versado en los mandamientos de Jehová y en sus estatutos a Israel. Artajerjes rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba erudito en la ley del Dios del cielo: Paz. Por mí es dada orden que todo aquel en mi reino, del pueblo de Israel y de sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo a Jerusalén, vaya. Porque de parte del rey y de sus siete consejeros eres enviado a visitar a Judea y a Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios que está en tu mano; y a llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros voluntariamente ofrecen al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén, y toda la plata y el oro que halles en toda la provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias del pueblo y de los sacerdotes, que voluntariamente ofrecieron para la casa de su Dios, la cual está en Jerusalén” (Esd. 7:11-16).
La cuarta orden fue dada por Artajerjes Longimano a Nehemías en el año 445 antes de Cristo. Pero entonces... ¿Cuándo comenzaron las 7O semanas proféticas? El capítulo 2 de Nehemías nos presenta una fecha: “Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomó el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera. Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego? Me dijo el rey. ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos, y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré. Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo. Además dije al rey: Si le place al rey, que me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que franqueen el paso hasta que llegue a Judá, y carta para Asaf guarda del bosque de rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí” (Neh. 2:1-8).
El rey Artajerjes inició su reinado en el año 465 antes de Cristo, lo cual quiere decir que el “año veinte” de su reinado nos lleva al 445 antes de Cristo. Ese fue el año en que Artajerjes dictó el decreto para reconstruir a Jerusalén y el punto principal de Nehemías fue reedificar el muro. Cuando leemos el libro de Nehemías llegamos al tema del muro. “Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días” (Neh. 6:15).
En el capítulo 2 cuando dice “el mes de Nisán”,pero no menciona un día, esto quiere decir que está refiriéndose al primero del mes. Es fácil determinar la fecha exacta. El primero de Nisán, de acuerdo con nuestro calendario correspondió al 14 de marzo. Respecto a esto no hay duda, esa fue la orden que dio comienzo al cumplimiento de la profecía. En el capítulo 9 de Daniel podemos ver que el mandato para edificar el muro fue dado el 14 de marzo del año 445 antes de Cristo. En el versículo 25 vemos que desde la fecha de esa orden, “hasta el Mesías Príncipe”,debían transcurrir 69 semanas de siete años cada una, para un total de 483 años.
LA VENIDA DEL MESÍAS PRÍNCIPE
La forma como está dado este versículo significa que la venida del “Mesías Príncipe” es un evento público del cual están enterados todos los judíos. Es la presentación pública del Mesías. La mayoría de personas creen que esto se refiere a la entrada que hiciera el Señor Jesucristo a Jerusalén, debido a algo que él mismo dijo. No se trata del día en que murió porque eso está mencionado en Daniel 9:26, “se quitará la vida al Mesías”.El versículo está refiriéndose a que ellos deberían haber sabido que llegaría el Mesías.
La entrada triunfal está descrita en Lucas 19:28 y en los versículos siguientes. Este pasaje de la Escritura habla de cómo Jesús entró a Jerusalén cabalgando sobre un pollino y el versículo 36 dice que “a su paso tendían sus mantos por el camino”.Una multitud entera de discípulos se regocijaron y alabaron a Dios diciendo: “¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lc. 19:38). “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lc. 19:41-44).
Pero, ¿cuánto tiempo tenía que transcurrir para que llegara el Mesías? 483 años. ¿Y a qué día estamos entonces refiriéndonos? De acuerdo con Jesús, al día de su entrada triunfal. ¡Eso fue lo que dijo el propio Señor Jesús! Él declaró que “por cuanto no conoci(eron) el tiempo de tu visitación”,por eso serían destruidos, todo lo cual ocurrió el año 70 de la era cristiana. Algunos judíos preguntan por qué Dios permitió que el templo fuera destruido en el año 70 y la respuesta la da claramente el Señor Jesucristo en este pasaje. Porque rechazaron al Mesías Príncipe, si no lo hubieran hecho él habría establecido su reino en la tierra. Pero sabemos ya que no fue así.
Si ellos hubieran discernido las profecías y especialmente las del libro de Daniel, habrían podido conocer la fecha exacta con sólo multiplicar los 483 años por 360 días. Tenemos que usar 360 porque éste es el número de días que tiene el año profético. Era el año calendario que se usaba en ese tiempo entre las naciones.
Se menciona en la historia de Noé, en donde cinco meses son exactamente 152 días, es decir que cada mes tiene 30 días. En el libro de Apocalipsis al referirse al período de la tribulación, los siete años están divididos en dos períodos de tres años y medio, 42 meses de 1.260 días. Obviamente, cuando la Biblia habla de años proféticos usa los 360 días. Los 365 días de nuestro año actual, fueron instituidos más tarde en la historia, después del tiempo del Señor Jesucristo. Fue otro calendario diseñado por los romanos no el calendario que se usaba en el tiempo de Cristo.
Multiplique 483 por 360 y tendrá 173.880 días, lo cual al hacer la cuenta nos lleva, del 14 de marzo del año 445 antes de Cristo, hasta la fecha de la entrada triunfal. De acuerdo con esta cuenta la entrada del Señor a Jerusalén fue el día 6 de abril del año 32. Pero si es así de sencillo... ¿Cómo fue entonces, que los judíos no se dieron cuenta? Todo ocurrió exactamente como Daniel había profetizado, pero ellos lo pasaron por alto, por eso fueron juzgados.
SE LE QUITARÍA LA VIDA AL MESÍAS
Herodes comenzó a edificar el templo del día de Jesús en el año 18 antes de Cristo. El proyecto fue completado en el año 64 de la era cristiana, para ser destruido seis años después. Eso lo sabemos por la historia. Si toma el año 18 antes de Cristo y le añade 46, llegaremos exactamente a la celebración de la primera Pascua de Jesús en el año 29 de la era cristiana. La Pascua en que Jesús murió fue el año 32. Lucas 3:1 menciona “el año decimoquinto del imperio de Tiberio César”. Tiberio inició su reinado en el año 14 de la era cristiana, por lo tanto “el año decimoquinto” corresponde al 28 de la era cristiana. Jesús fue bautizado en el otoño del año 28 por Juan el Bautista. Esto es consistente con la historia de la Iglesia. Epifanio dijo que fue bautizado el año 28 de la era cristiana, y que murió a la primavera del año 32. Ese ha sido el punto de vista generalizado de la Iglesia.
Lo más asombroso de todo es la exactitud de la Biblia. Sabemos cuándo comenzaron los 173.880 días, el 14 de marzo del año 445 antes de Cristo, y que concluyeron el día de la entrada triunfal de Jesús, lo cual según las propias palabras del Señor era el “día de su visitación”. Toda la cronología concuerda. ¡El calendario de Dios avanza exactamente de acuerdo con su plan! Eso mismo ocurre exactamente con nuestras vidas. Todos nuestros días están contados. Dios tiene control absoluto de todo. Daniel 9:24 dice: “Setenta semanas están determinadas”. ¡Es la soberanía de Dios! Confiamos en que Dios ha determinado todo, ¡cada detalle de nuestras vidas ha sido predeterminado por él!
Dios preordenó el momento en que habría de nacer el Señor Jesucristo ysegún la Cronología Usher, fue 4.000 años antes. Creo que en el mismo momento en que le otorgó vida a Adán, el primer hombre. Cuatro es el número del mundo yJesucristo vino para salvar a la humanidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
EL PRÍNCIPE QUE HA DE VENIR
Y dice Daniel 9:27: “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador”. Hemos hablado acerca de la causa detrás de las 70 semanas de la profecía la cual incluye la soberanía de Dios, los pecados del pueblo de Dios y el establecimiento de su reino. A esto se le llama el nuevo pacto, el Nuevo Testamento. Un testamento es algo que sólo entra en vigor después de la muerte de aquel quien escribió el documento. Es por eso que desde la muerte de Jesucristo hasta ahora, muchos gentiles pueden ser salvos y llegar a ser partícipes del nuevo pacto a pesar de que su cumplimiento principal es al final de la tribulación, cuando la nación de Israel recibirá perdón, reconciliación y expiación para el propio Cristo. Tomamos la comunión, el pan y el vino, lo cual es un recordatorio del nuevo pacto. Y podemos recibir los beneficios de ese pacto que trata con el perdón de los pecados, porque ya el testador murió. Recibirnos perdón porque Jesús murió sobre la cruz y pagó por nuestros pecados.
Lucas 3:1 dice que Jesús fue bautizado “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César...”, que comenzó en el año 28 de la era cristiana. Hoy en Cesarea, en el hermoso mar Mediterráneo, tenemos las excavaciones y un hermoso anfiteatro en donde se celebran conciertos y dramas. Allí hay una gigantesca losa de piedra y en ella puede leerse en latín los nombres de Tiberio César y Poncio Pilato. Se trata de una exhibición y todo el que quiera puede comprobar que los datos en la Biblia son exactos.
“El año decimoquinto...” habla de Juan el Bautista y fecha el tiempo del bautismo de Jesús. Sabemos exactamente cuando comenzó a gobernar Tiberio, fue el 19 de agosto del año 14 de la era cristiana. El año decimoquinto corresponde al 29 de la era cristiana. En Lucas 3:23 dice que “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años...” No sabemos la edad exacta de Jesús, pero sabemos que tenía 30 años. El decimoquinto año de Tiberio comenzó el 19 de agosto del año 28 de la era cristiana, por lo tanto eso quiere decir que Jesús fue bautizado en el otoño del año 28 de la era cristiana. Su primera Pascua fue en el año 29 y su crucifixión tuvo lugar en el año 32. Esa fecha, y aquí no estamos adivinando, el 6 de abril del año 32 de la era cristiana, Jesús entró en Jerusalén, presentándose a sí mismo como rey, esta fue su entrada triunfal.
¿Quiere más evidencia? Pues hay más. Leemos en Juan 2:20, “Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?”. Esto fue en respuesta a esta declaración de Jesús. “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). Jesús hablaba del templo de su cuerpo y su resurrección, pero los judíos hablaban del templo de Herodes. Una vez más no se nos deja con acertijos. Sabemos exactamente cuándo comenzó Herodes su obra del templo. Fue en el año 18 antes de Cristo. Cuente sólo 46 años, recordando que del año 1 antes de Cristo al 1 de la era cristiana, es sólo un año y tiene 46 años. De tal manera, que esta Pascua está fechada, no sólo por el reinado de Tiberio César, sino también por la construcción del templo de Herodes. Esto corresponde perfectamente.
También sabemos que la construcción del templo de Herodes fue concluida en el año 64 de la era cristiana, y que su destrucción por los romanos tuvo lugar en el año 70. La Biblia es exacta en todos los pequeños detalles y hechos, los que son verificados por la arqueología y la historia registrada. ¡Eso quiere decir que la profecía del capitulo 9 de Daniel, escrita cientos de años antes de Cristo es asombrosamente exacta! Sólo Dios pudo haberla registrado 173.880 días antes de que se cumpliera, comenzando el 14 de marzo del año 445 antes de Cristo, hasta el 6 de abril del año 32 de la era cristiana. Otro punto de interés es que de acuerdo con Daniel 9:26, el Mesías sería cortado después de su entrada triunfal a Jerusalén el 6 de abril del año 32 de la era cristiana. Pero, ¿cuándo murió Cristo? Fue después de eso. Según el consenso de los eruditos, Cristo murió el día viernes.
Daniel 9:26 dice: “Se quitará la vida al Mesías, mas no por sí”. De acuerdo con el texto original hebreo esto implicaba una muerte violenta. Es el mismo término que se emplea en el libro de Levíticos para referirse a la pena de muerte. Aquí no estamos hablando de morir de causas naturales. El Mesías murió, pero no por sí. La muerte del Mesías tuvo lugar después de las 69 semanas de años. “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos”(Is. 53:1,2). Jesús fue golpeado y desfigurado hasta el punto que era imposible reconocerlo.
Isaías 52:14 dice: “Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”.
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Is. 53:3-6).
“Con todo esto, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores" (Is. 53:1O-12).
Él murió en medio de dos ladrones y mientras colgaba sobre la cruz clamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23:34). Éste es un pasaje maravilloso. Al Mesías se le quitó la vida en una forma violenta, fue crucificado sobre una cruz por soldados romanos, pero no murió por sí mismo, ¡sino por nosotros! En esta grandiosa profecía de Daniel está la gran doctrina de la muerte sustituta de Jesucristo. Daniel 9:24 habla de “expiar la iniquidad” y el versículo 26 aclara que el Mesías no murió por sus faltas. La conclusión obvia es que murió en expiación por nuestros pecados.
El capítulo 9 de Daniel habla del juicio de Dios sobre la ciudad y el santuario. Pero, ¿cuándo fue destruida Jerusalén? El imperio romano la destruyó en el año 70 de la era cristiana. Sin embargo, el “príncipe que ha de venir” es el Anticristo que vendrá, aunque es posible que ya se encuentre en este mundo. Recuerde, la confederación de 10 naciones representadas por los 10 cuernos, es el imperio romano revivido. El pueblo de príncipe que ha de venir destruyó el templo. ¡Y desde Roma no ha habido ningún otro imperio en el mundo! El poder que ejerce hoy Estados Unidos en el mundo, es nada comparado con el poder del imperio romano. Roma es la sexta cabeza en la visión de la bestia con siete cabezas, y 10 cuernos en la séptima cabeza. Es esta sexta cabeza la que recibe la herida y retorna a la vida como una confederación de naciones en medio de las cuales emerge el Anticristo. Pero, ¿se trata de la Unión Europea o Mercado Común? Tal parece que sí, ya que es parte del territorio del imperio romano.
Este príncipe “por otra semana confirmará el pacto con muchos”, lo cual quiere decir que firmará el pacto con una mayoría. El tiempo es “por una semana” y ya hemos determinado que una semana son siete años. La semana final es el ingrediente que falta. Tenemos dos cosas en el medio: la muerte del Mesías y la destrucción de Jerusalén y el templo. Ambas cosas ocurrieron rápidamente. Obviamente existe una brecha de tiempo entre la semana 69 y la última. Aunque esta brecha tiene ya casi 2.000 años, el reloj profético quedó parado en el momento en que Jerusalén fue destruida y Dios suspendió sus tratos con Israel. La septuagésima semana se le conoce como la gran tribulación y “el tiempo de angustia para Jacob”. Esta dividida en dos mitades. La última parte se le conoce como la gran tribulación. Tal pareciera como si todo el pueblo de Dios fuera a ser barrido de la faz de la tierra cuando todas las naciones de la tierra la ataquen. Ya vimos un preludio de esto en la guerra del golfo Pérsico, pero en ese otro día futuro todas las naciones se reunirán para destruir a Israel porque consideraran que los judíos son un problema en el Medio Oriente. Podemos ver incluso actitudes antisemitas en todo el mundo. La Biblia nos dice que cuando tal parezca que Israel va a ser destruido por completo, el Rey de reyes y Señor de señores retornará y el Príncipe verdadero destruirá a este príncipe que ha de venir.
La Biblia dice que “por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda”. El pacto, vuelvo a repetir será por siete años. Hará este convenio con una gran mayoría de judíos incrédulos. Muchos creen que habrá una minoría de judíos mesiánicos quienes se opondrán a esto, de hecho estos judíos ya objetan cualquier pacto o negociación con las naciones del mundo. Ellos han mencionado específicamente a Estados Unidos de América y a la Comunidad Europea con las cuales hacen muchos negocios. Un 80% o más de los productos agrícolas que se consumen en Europa provienen de Israel, Israel es la tercera nación agrícola en el mundo, después de Estados Unidos y Canadá. Israel ya tiene fuertes vínculos con la Unión Europea desde el punto de vista de la agricultura. Por lo tanto, ¿quién finalmente le garantizará la paz y la seguridad a Israel? Será, o Estados Unidos o sus aliados en la Unión Europea.
Es posible que Estados Unidos sea “el cuerno pequeño” que sale en medio de los diez cuernos. Estudiosos de la profecía creen que finalmente Estados Unidos terminará por asociarse con la Unión Europea, para así, de alguna forma balancear el poder. Estados Unidos finalmente se verá atrapado en medio del yen japonés y el euro de la Unión Europea, el cual terminará por convertirse en la moneda dominante en el mundo. Pero, ¿cuál ha sido el mejor aliado de Israel en este siglo? Estados Unidos. Y por ser Estados Unidos el mejor aliado de Israel lógicamente, los judíos le tienen confianza. Luego entonces si meditamos en esto, no parece tan descabellada la proposición de los estudiosos de la profecía que proponen que el Anticristo saldrá en medio de Estados Unidos. Tal vez sea esta nación “el lobo vestido con piel de oveja”. Sabemos sin lugar a dudas que todo ocurrirá en conformidad con la Palabra profética, Dios así lo ha determinado.
En lo que respecta al tratado, ya vimos que en la pasada guerra del Golfo Pérsico, Israel no sabía qué hacer cuando se vio presionado por las naciones del mundo. Los misiles caían en su territorio, sin embargo estuvo prácticamente atado de pies y manos, imposibilitado para intervenir. En esa ocasión pudieron mantenerse al margen del conflicto, pero en un nuevo incidente tal vez no sea tan fácil y se vean forzados a firmar un acuerdo de paz que garantice la seguridad de sus fronteras. Eso ocurrirá un día, de eso puede estar bien seguro.
La Biblia nos dice que el Anticristo quebrantará este pacto “a la mitad de la semana” que serán exactamente tres años y medio. Esto no será fácil, por el contrario. Hay algo acerca de la Palabra de Dios que asombra a la persona que desea estudiarla. Si usted es curioso, pero no está convencido que la Biblia es la verdad y comienza a estudiarla, podrá convencerse que no hay otra explicación, que se trata de la Palabra de Dios. ¡Que todo va a ocurrir!
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios(...) Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia» (2Ts. 2:1-4, 8-12).
Los judíos tendrán un lugar de adoración antes de que el Mesías construya el templo. Las multitudes de gentiles que creerán procederán de las naciones del mundo que entonces escucharán el Evangelio, Esos que oyeron el Evangelio, pero que no recibieron al Señor Jesucristo como su Salvador, una vez que comiencen a suceder estas cosas no tendrán una segunda oportunidad. No, usted no tendrá la opción de esperar y ver si esto es verdad, porque Dios permitirá que prospere el engaño “para que crean la mentira”. Si se ha negado a creerlo ahora, tampoco lo creerá entonces, sino que aceptará la mentira del Anticristo y seguirá al sistema mundial.
La Escritura sigue diciendo que “hará cesar el sacrificio y la ofrenda”. Durante la tribulación no habrá más sacrificios ni ofrendas en el templo. ¡Es obvio que entonces se celebrarán sacrificios, porque de otra manera no podría suspenderlos! Eso es exactamente lo que dice la Escritura, además en mis visitas a Israel he tenido la oportunidad de ver personalmente los muchos utensilios del templo que ya están listos, además de visitar la escuela en que se le enseña a los futuros sacerdotes todo el ritual de los sacrificios. El ministro de asuntos religiosos en Israel ha dicho respecto a la construcción del templo, que la posición oficial es que sólo lo construirá el propio Mesías a su venida, pero que ellos sí cuentan con la Gran Sinagoga. Cuando usted pasa por una sinagoga, usted puede ver en su frente bien claro la palabra «Templo». Estos son templos en miniatura y allí adora el pueblo judío.
Algunos creen que La Gran Sinagoga bien podría servir como templo de la tribulación. Esperan un día no muy lejano poder celebrar sacrificios en ese lugar. Los judíos la construyeron para tener un lugar central de adoración y para no ofender a los árabes cuya mezquita La Cúpula de la Roca se yergue sobre el monte del Templo. Otra cosa que ya se ha podido comprobar es que la Cúpula de la Roca no cubre el lugar donde estuviera el Lugar Santísimo. La Biblia dice que durante el período de la tribulación habrá un templo y que allí se celebrarán sacrificios. Será en este lugar donde el Anticristo le pondrá fin a los sacrificios y exigirá que le adoren como a Dios. Será entonces cuando revelará su verdadero rostro.
La Biblia dice “Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador...” Esa es una frase que significa la profanación de todo lo que Dios considera santo. Este hombre profanará todo lo que el pueblo judío y el pueblo de Dios alrededor del mundo consideran sagrado. Será una rebelión en contra de Dios. “Hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley...” (Dan. 7:25). Durante tres años y medio perseguirá al pueblo de Dios como nunca jamás ha sido perseguido. En cumplimiento de la profecía los israelitas irán a la tierra de Moab y Edom y allí se esconderán en la ciudad rocosa de Petra, ocultándose de la ira de este hombre que le dará muerte a cualquiera que se le oponga.
LA VENGANZA DE DIOS CONTRA EL ANTICRISTO
Pero, ¿juzgará Dios a este hombre? Sí, Dios va a juzgarlo. En el capítulo 19 de Apocalipsis vemos la venida de Jesucristo como Rey de reyes para destruir a esos que se rebelaron en su contra. “Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre”(Ap. 19: 19,20).
Estas fuerzas vienen en contra de Israel y luego se vuelven contra ese que viene como el Libertador de Israel. Nadie se mete con Dios y se sale con la suya. Este hombre que se rebelará en contra del Señor y tratará de actuar como él, experimentará la ira del Todopoderoso, será lanzado vivo al lago de fuego.