El camino hacia el Armagedón
- Fecha de publicación: Jueves, 10 Abril 2008, 18:01 horas
- Escrito por Dave Hunt
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El cuarteto integrado por George Bush, presidente de Estados Unidos, Vladimir Putin, presidente de la federación rusa, la Organización de las Naciones Unidas y la Unión Europea, está determinado a traer, según ellos, "una paz justa y duradera" en el Medio Oriente entre los judíos y sus vecinos, por medio de una división del territorio de Israel.
Suponiendo que sean sinceros, y no que estén trabajando sólo en favor de sus propios intereses, creo que el estado mental de ellos es similar al de esos que le otorgaron el Premio Nobel de la Paz a Yasser Arafat, un asesino en masa, un mentiroso habitual y un terrorista mundial, quien ha hecho más que nadie por acabar con la paz mundial. Cuán agradecido debe estar el mundo occidental con el señor Al Gore, quien cuando era vice-presidente, en forma repetida recibió calurosamente a Arafat en la Casa Blanca, y quien tal vez lo volvería a hacer si llegara a ser presidente de Estados Unidos.
De hecho, Mahoma, cuya palabra no puede ser cambiada, le impuso a cada musulmán, de todas las edades, la obligación de exterminar a todos los judíos. Sólo entonces podrá llegar el clímax del islam. Ese hecho hace que la "paz" entre Israel y los musulmanes sea imposible. Cualquier "acuerdo de paz" aparente firmado por los musulmanes, no vale ni siquiera la tinta de sus firmas. Durante los diez años previos al acuerdo de Oslo, 211 israelitas fueron asesinados por terroristas; mientras que en los diez años después de tal acuerdo, aproximadamente 1.200 israelitas han sido asesinados y 5.000 han sido heridos.
Ningún árabe musulmán, ya sea un líder político o religioso, puede contradecir al profeta fundador del islam. Por tanto, ¡tratar de continuar buscando la "paz" en el Medio Oriente es el colmo de la necedad! Pese a todo, los líderes políticos del mundo occidental, al igual que los religiosos, continúan aferrándose a una esperanza vana, obligando a Israel a hacer concesiones territoriales, las que pavimentarán el camino hacia su destrucción.
El Israel moderno ocupa una porción de territorio relativamente pequeña. Los árabes poseen 700 veces más, además de vastas reservas de petróleo y minerales. Siendo así, entonces ¿por qué están tan determinados a apoderarse del diminuto Israel? ¡Porque según el islam, les pertenece a ellos!
Un estado soberano judío es prueba de que Mahoma fue un profeta falso y que Alá no es Dios. ¡Por lo tanto, los musulmanes tienen que destruir a Israel!
Tanto la Biblia como El Corán coinciden en que hace 4.000 años Dios les otorgó la tierra prometida a Abraham y a sus descendientes, los israelitas. Sin embargo, los árabes reclaman el territorio asegurando que les pertenece por medio de Ismael, el primer hijo de Abraham. Dios declaró que no sería Ismael, sino Isaac, el hijo de Sara, el heredero de la promesa: "Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene" (Gn. 17:15-21).
Al igual que su padre, Isaac tuvo dos hijos, Esaú y Jacob. Una vez más el Señor rechazó al primogénito y le dio la herencia al segundo, es decir que la herencia va de Abraham a Isaac y a Jacob, cuyo nombre cambió Dios a Israel. Doce veces Jehová se llama a sí mismo "...el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob..." declarando: "Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos" (Ex. 3:15). Más de 200 veces desde Éxodo 5:1 hasta Lucas 1:68, a Jehová se le llama "el Dios de Israel".
Los musulmanes aseguran que la Biblia fue corrompida por revisiones posteriores. Sin embargo, los miles de manuscritos bíblicos, históricos, la exactitud de las profecías cumplidas y la intrincada integración de los temas desde Génesis hasta el Apocalipsis, reducen tal reclamo de los musulmanes a algo que no tiene sentido. Además, el propio Corán verifica lo que dice la Biblia respecto al derecho de Israel a la tierra prometida. Leemos en Sura 5:70: «Concertamos un pacto con los Hijos de Israel». Y a continuación: «Hicimos que los hijos de Israel atravesaran el mar. Faraón y sus tropas les persiguieron. Quiso ahuyentarles del país y le anegamos con todos los suyos. Y, después de él, dijimos a los Hijos de Israel: Habitad la tierra y, cuando se cumpla la promesa de la otra vida, os llevaremos en tropel» (Sura 17:103, 104). «Y salvamos a los hijos de Israel del humillante castigo, de Faraón... Les elegimos conscientemente de entre todos los pueblos» (Sura 44:30-32). «Dimos a los Hijos de Israel la Escritura, el juicio y el profetismo. Les proveímos de cosas buenas y les distinguimos entre todos los pueblos...» (Sura 45:16). «Y cuando Moisés dijo a su pueblo: ¡Pueblo! Recordad la gracia que Alá os dispensó cuando suscitó de entre vosotros a profetas e hizo de vosotros reyes, dándoos lo que no se había dado a ninguno en el mundo. ¡Pueblo! ¡Entrad en la Tierra Santa que Alá os destinó y no volváis sobre vuestros pasos; si no, regresaréis habiendo perdido» (Sura 5:20, 21).
El territorio que Dios dio a Abram, a quien más tarde le cambió el nombre a Abraham, y a sus descendientes no fue Palestina, sino Canaán: "Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron. Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra" (Gn. 12:5, 6). En ese entonces no había "palestinos" de quienes hubieran podido tomar ese nombre y de quienes supuestamente son descendientes. Los que moraban en ese territorio eran los canaanitas y los ferezeos: "...y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra" (Gn. 13:7).
Abraham permaneció allí el resto de su vida: "Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma" (Gn. 13:12). Dios le dijo: "Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre" (Gn. 13:15). "Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos" (Gn. 17:8).
Abraham se estableció en Hebrón en el territorio de Canaán: "Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová" (Gn. 13:18), no a Alá. Diez años después, nació de Agar la sirvienta egipcia de Sara, Ismael, el fruto de la incredulidad de Abraham y Sara. Catorce años después, cuando Abraham tenía 100 años de edad y Sara 90, nació Isaac en Hebrón como resultado de la unión de Abraham y de su esposa Sara, exactamente como Dios lo había prometido.
Treinta y siete años después, murió Sara a la edad de 127 años. Abraham todavía continuaba viviendo en Hebrón en donde había permanecido ya por más de 70 años. Para sepultar a Sara, compró la cueva de Macpela de Efrón el heteo: "Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara. Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla. Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo: Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta de delante de mí. Y respondieron los hijos de Het a Abraham, y le dijeron: Oyenos, señor nuestro; eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta; ninguno de nosotros te negará su sepulcro, ni te impedirá que entierres tu muerta. Y Abraham se levantó, y se inclinó al pueblo de aquella tierra, a los hijos de Het, y habló con ellos, diciendo: Si tenéis voluntad de que yo sepulte mi muerta de delante de mí, oídme, e interceded por mí con Efrón hijo de Zohar, para que me dé la cueva de Macpela, que tiene al extremo de su heredad; que por su justo precio me la dé, para posesión de sepultura en medio de vosotros... Entonces Abraham se convino con Efrón, y pesó Abraham a Efrón el dinero que dijo, en presencia de los hijos de Het, cuatrocientos siclos de plata, de buena ley entre mercaderes" (Gn. 23:1-9, 16).
Treinta y ocho años después, a la edad de 175 años, Abraham murió y sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron en Macpela junto a Sara. Isaac vivió en Hebrón 110 años más. Isaac, Rebeca, Jacob y Lea fueron también sepultados en la cueva de Macpela.
Abraham había entrado en el territorio de Canaán 400 años después del diluvio universal y 300 años después de la construcción de la torre de Babel. En ese entonces no había muchos habitantes en Canaán, el lugar estaba a disposición para que lo tomaran, él, Isaac, Jacob y sus familias, vivieron allí por más de 300 años antes que se trasladaran a Egipto para escapar de la hambruna que asolaba el territorio. En ese lugar fueron esclavos por 400 años, tal como había dicho Dios, hasta que los canaanitas se volvieron tan perversos que Dios se vio obligado a destruirlos. Dios usó a Israel para llevar a cabo esa labor, otorgándoles el territorio de Canaán como una herencia eterna: "Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí" (Gn. 15:13-16).
Dios se refirió a Isaac como "...tu hijo, tu único, Isaac..." (Gn. 22:2a). Por lo tanto, Ismael no fue sepultado en Macpela, sino en el lugar distante en donde había residido: "Y estos fueron los años de la vida de Ismael, ciento treinta y siete años; y exhaló el espíritu Ismael, y murió, y fue unido a su pueblo. Y habitaron desde Havila hasta Shur, que está enfrente de Egipto viniendo a Asiria; y murió en presencia de todos sus hermanos" (Gn. 25:17, 18). Ningún árabe o musulmán fue enterrado en Macpela.
Los árabes tampoco pueden reclamar una descendencia directa de Ismael, porque los ismaelitas celebraron matrimonios con los madianitas y los edomitas: "Y se fue Esaú a Ismael, y tomó para sí por mujer a Mahalat, hija de Ismael hijo de Abraham, hermana de Nebaiot, además de sus otras mujeres" (Gn. 28:9). Heteos: "Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo... Estas son las generaciones de Esaú, el cual es Edom: Esaú tomó sus mujeres de las hijas de Canaán: a Ada, hija de Elón heteo..." (Gn. 26:34, 36:1). En contraste, durante los 400 años de esclavitud en Egipto, los israelitas sobrevivieron como un grupo étnico identificable, que fue llevado en masa a la tierra de Canaán. El mundo entero reconoce a los israelitas hoy en día.
Negando la heredad que le diera Dios a Israel, Yitzak Rabin, le prometió en secreto al presidente Clinton que le entregaría el Golán, declaró: «La Biblia no es un libro de geografía». Poco después de esto, fue asesinado, lo que impidió que le diera a Siria un lugar estratégicamente vital para Israel.
No fueron los árabes, sino los hebreos quienes se establecieron en el antiguo Hebrón y en todo el territorio de Canaán, creando así la nación de Israel, cuyos reyes gobernaron desde Jerusalén sobre un imperio que se extendía desde el Sinaí hasta el río Éufrates. Alrededor del año 600 A.C., fueron conquistados por los babilonios y dispersados entre muchas naciones.
Expulsados de su tierra bajo el juicio de Dios en el período de la dispersión babilónica y más tarde dos veces por los romanos, los judíos en cantidades, siempre regresaban a la tierra prometida. Esta gente despreciada continuó viviendo en Israel bajo el talón opresivo de varias fuerzas invasoras extranjeras por un período de 2.500 años. Sin embargo, el 14 de mayo de 1948, Israel fue declarado una nación independiente. Los judíos una vez más volvieron a poseer su heredad, tal como Dios había prometido, pero sólo una pequeña porción del territorio que otorgara las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947.
Los árabes, en contraste, nunca vivieron en Canaán, sino que residieron en la península Arábiga. Fue sólo hasta el siglo VII D.C., por medio de las invasiones islámicas, que los árabes llegaron en números significativos al territorio de Israel, cuyo nombre fue cambiado en el año 135 D.C., por los romanos, quienes en un despliegue de cólera y despotismo hacia los judíos, le llamaron Siria Palestina, por los filisteos, los principales enemigos de Israel.
Los llamados "palestinos" de hoy, son árabes cuyos ancestros provienen de Arabia. Son parte de los semitas, pero sin relación alguna ni con los canaanitas o los filisteos, quienes no eran semitas. Es una mentira descarada que los "palestinos" de hoy, quienes al mismo tiempo también aseguran ser descendientes de Ismael, sean la progenie de los habitantes originales de Canaán, la tierra que Dios le prometió a Abraham, Isaac, Jacob y sus herederos.
David fue el primer rey coronado en Hebrón y reinó allí por siete años antes de trasladar su trono a Jerusalén. Aunque Macpela, esta ciudad antigua, no tiene ningún significado para los árabes musulmanes, no obstante, construyeron una mezquita en ese lugar, le prohibieron el acceso a los judíos y durante varios períodos de la historia han masacrado a los israelitas que vivían allí. En la actualidad los musulmanes están tratando de expulsar a los pocos judíos que todavía moran en ese territorio. ¡Aseguran que todo el territorio de "Palestina" y el estado que los israelitas están ocupando les pertenece por derecho! ¡Este fraude es la base del presente tratado de paz que los políticos están forzando a Israel para que acepte!
El presidente Bush, como cristiano que es, debería temblar ante la solemne advertencia de Dios quien dice que destruirá a todos aquellos que dividan su tierra: "Reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra" (Jl. 3:2). ¡Sí, su tierra!: "La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo" (Lv. 25:23). ¡El cuarteto político debería prestar atención, porque están desafiando al Dios de Israel y no escaparán sin castigo!
Aquellos que hacen "paz" quitándole el territorio que Dios le dio a Israel, serán destruídos: "Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella" (Zac. 12:3).
El 13 de septiembre de 1993, bajo la triunfante mirada del sonriente presidente Clinton, Arafat firmó, con Yitzak Rabin, el acuerdo de Oslo en el jardín de la Casa Blanca. Todavía no se había secado la tinta de las firmas, cuando Arafat comenzó a pedir disculpas públicas en idioma árabe a los musulmanes en diferentes partes del mundo. Temeroso por su vida, recordando que Anwar Sadat fue asesinado por sus compañeros musulmanes por haber hecho la "paz" con Israel, Arafat alegó que sólo estaba siguiendo el ejemplo de Mahoma y de la ley islámica que él estableció.
En el año 628 D.C., Mahoma dirigió a un grupo de sus seguidores, recién convertidos a la nueva religión del islam, en una peregrinación desde Medina de regreso a la Meca. Ellos se reunieron con miles de árabes en las mismas conmemoraciones paganas que sus ancestros habían practicado por siglos, con sus ceremonias bastante elaboradas, que habían sido practicadas por los árabes siglos antes que Mahoma hubiera nacido. Él fue rechazado por los habitantes de La Meca, pero luego firmó con ellos un pacto de cese al fuego conocido como el pacto de Hubaybiya, y parte de él, era que Mahoma renunciaba a su reclamo "de ser el profeta de Alá".
En el año 630 D.C., Mahoma rompió el tratado de cese al fuego utilizando un pretexto, y se apoderó de La Meca. Al principio, le permitió a los árabes paganos continuar con las peregrinaciones a La Meca, mezclarse con los nuevos musulmanes y participar en los rituales antiguos. Luego le concedió a los paganos cuatro meses para que se convirtieran al islam, y los que no lo hacían eran condenados a muerte. Después de este incidente a ninguna persona que no es musulmana se le permite entrar a La Meca, lo cual es cierto hasta el día de hoy.
Lo mismo es con la festividad de Ramadán, la que el presidente Bush y otros presidentes anteriores del occidente, ingenuamente han considerado sólo como "una festividad sagrada musulmana". Comenzando con la primera aparición de la luna nueva en el noveno mes del calendario lunar musulmán, el Ramadán lo celebraban los árabes paganos en honor a Alá, el dios luna, siglos antes de que comenzara el islam. A la peregrinación y al Ramadán, Mahoma añadió el horror del jidah, la guerra santa, y le ordenó a los musulmanes que tomaran posesión del mundo. Esa creencia ha costado millones de vidas inocentes y es la que impulsa y dirige al terrorismo hoy en día.
Esos que promueven el "mapa hacia la paz", se están aprovechando de las buenas intenciones de parte de Israel y del occidente, quienes invariablemente han sido traicionados por los árabes musulmanes y de continuo han hecho que la posición de Israel sea insostenible. Los presidentes norteamericanos, uno tras otro, han engatusado a Israel para obligarlo a transigir y poner su seguridad nacional en peligro una y otra vez, mientras que los líderes árabes musulmanes sólo han hecho burla de todo esto. Las buenas intenciones de Israel y del mundo occidental siempre han terminado en continua humillación y engaño.
Persiguiendo sus iniciativas imposibles de paz, los líderes mundiales desafían al Dios de Israel y de la Biblia. Como dice Dios en su Palabra: "¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido..." (Sal. 2:1,2). "Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír" (Dt. 29:4). "Hijo de hombre, tú habitas en medio de casa rebelde, los cuales tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen, porque son casa rebelde" (Ez. 12:2). "El que tiene oídos para oír, oiga" (Mt. 11:15). El Señor al escuchar el aterrador sonido de su risa, dice: "El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos" (Sal. 2:4).
Estamos viviendo en la etapa final del cumplimiento asombroso de las profecías bíblicas. Detrás de todo está la mano omnipotente del propio Dios, quien dijo: "He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén. Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella" (Zac. 12:2, 3).
Esta profecía extraordinaria está teniendo cumplimiento hoy. Nunca antes en la historia se habían unido todos los que rodean a Israel para destruirlo. Este desenvolvimiento significativo en la historia y la profecía bíblica coincidió con el auge del islam.
El presidente Bush quiere una "democracia viable", un estado palestino que viva en paz con Israel, pero ninguna democracia existe o puede existir en una sociedad musulmana. Israel es la única democracia en el Medio Oriente. El señor Bush está tratando de implementar la democracia en Afganistán y en Irak. Si esto pudiera ser posible, estremecería al entero mundo musulmán. El islam no puede sobrevivir en una sociedad libre. No asombra entonces que haya tanta oposición fanática de parte de los musulmanes en todo el mundo, incluso por la captura del asesino sádico y torturador de multitudes, Sadam Hussein, además los musulmanes tienen en su poder al 80% de los prisioneros políticos del mundo.
El retiro precipitado de los norteamericanos en Líbano hace 20 años, al huir de terroristas conocidos auspiciados por Siria e Irán, en vez de haberlos perseguido, alentó y promovió el terrorismo desenfrenado que prevalece en el mundo hoy. ¿Puede realmente el señor Bush, aliarse con terroristas y hacerle frente al nocivo terrorismo? ¿Cuándo admitirá que el terrorismo es algo endémico en el islam? ¿Será una situación políticamente correcta? ¿Llegará algún día el momento en que dirá la verdad? Todavía está por verse que Estados Unidos logre acabar con el terrorismo, mientras su departamento de estado se opone secretamente a Israel y favorece a los árabes.
La Biblia predice una paz falsa, en la cual el Anticristo destruirá a muchos: "Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos. Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos..." (Dn. 8:24, 25a). Trágicamente, Israel será engañado, echará abajo el muro de seguridad que ahora está construyendo y descenderá su guardia, abriendo así la puerta al tiempo de angustia para Jacob y el Armagedón: "¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado" (Jer. 30:7). "Y dirás: Subiré contra una tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas que habitan confiadamente; todas ellas habitan sin muros, y no tienen cerrojos ni puertas; para arrebatar despojos y para tomar botín, para poner tus manos sobre las tierras desiertas ya pobladas, y sobre el pueblo recogido de entre las naciones, que se hace de ganado y posesiones, que mora en la parte central de la tierra... Por tanto, profetiza, hijo de hombre, y di a Gog: Así ha dicho Jehová el Señor: En aquel tiempo, cuando mi pueblo Israel habite con seguridad, ¿no lo sabrás tú?... Y subirás contra mi pueblo Israel como nublado para cubrir la tierra; será al cabo de los días; y te traeré sobre mi tierra, para que las naciones me conozcan, cuando sea santificado en ti, oh Gog, delante de sus ojos" (Ez. 38:11, 12, 14, 16). Dos tercios de todos los judíos en el mundo serán asesinados: "Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios" (Zac. 13:8, 9).
Los que sobrevivan creerán en Cristo y serán salvos, cuando los rescate y reconozcan al Señor crucificado y resucitado como su Mesías y Dios: "Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito" (Zac. 12:10). "Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (Mt. 24:13). "Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad" (Ro. 11:25, 26).
Estados Unidos no debe abandonar a Afganistán e Irak. He recibido cartas de misioneros allí que dicen: «¡En el instante en que las tropas norteamericanas y británicas salgan del país, nosotros estamos muertos!» Ha llegado la hora en que los cristianos oremos como nunca antes habíamos hecho, haciendo todo lo posible para llevarle el evangelio de nuestro Señor Jesucristo a ambos, musulmanes y judíos.